ALGUNAS HAZAÑAS DEL TÍO NICOLÁS
Por Ramón F Chávez Cañas
Del libro: “Historias Escondidas de Tecoluca”
El pasado jueves santo (1996) falleció don Nicolás. Contaba con 88 años de edad. Era tío materno de quien esto relata. Fue hijo vivo mayor de don Nicolás Cañas Jiménez con doña Martina Merino Hernández de Cañas Jiménez; por tanto, tío Nicolás llamábase: DON RAYMUNDO NICOLÁS CAÑAS MERINO. Descendía, en línea recta, de don Pablo de Cañas, —quien fuere progenitor de don Bartolomé de Cañas y Villacorta, y del discutido prócer: presbítero José Simeón Cañas y Villacorta, quien por ser cura no dejó descendencia alguna, conocida—. Don Nicolás Cañas Merino desciende de don Bartolomé Cañas Villacorta (*1770). Éste fue padre genético del prócer don Antonio José Cañas, quien brillara, entre 1822-24, cuando tropas vicentinas combatieron contra migueleñas en lugar llamado Loma de La Guerra, (02kms al oriente del pacífico Pueblito) para evitar nuestra anexión al imperio mexicano de Agustín de Iturbide. Nombre de Antonio José Cañas lo lleva el parque central de ciudad San Vicente, donde está aquella imponente torre con reloj de 04 carátulas. Otro ascendiente famoso fue el poeta Juan José Cañas, compositor de la letra del actual Himno Nacional de El Salvador. Madre de este relator es hermanita menor de don Nicolás. Tía Sarita Cañas de Alférez, ya difunta, fue la hermanita de en medio.
Don Nicolás Cañas Merino era hombre blanco, alto, robusto, barba azul espesa, y calvo. En vejez, sus gruesos, espesos y blancos pelajes corpóreos lo asemejaban, —cuando se bañaba desnudo en pozas privadas de sus propiedades agro-ganaderas—, al “Hombre de las Nieves” o “Yeti”; pero en su juventud parecía auténtico peninsular ibérico. Frecuentes misioneros católicos españoles llegados de paso al Pueblito para evangelizar y celebrar muchos matrimonios religiosos en colectivo (tusadas), lo confundían como varón peninsular auténtico. Les costaba trabajo mental aceptar lo contrario. Por tez blanca-rosada; prematura calvicie; barba entera espesa, azul después de afeitada; por sus gruesos párpados y alta estampa, aquellos cariñosos lugareños le apodaban: San Lorenzón, pues se parecía al milagroso santo Patrono del Pueblito; pero al Santo Patrono quien está encaramado en lo más alto del altar mayor, y no al San Lorencito, al cual, Chico Hueco, sacristán, paseaba a diario por callecitas y mal cuidados callejones del Pueblito y suburbanos cantones, pidiendo limosnas para manutención del señor cura. San Lorenzón, sólo bajaba de su altar mayor para su procesión, cada nueve de agosto, por la noche; pues era, y es, el día de su víspera.
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Tío Nicolás quedó huérfano de padre a 11 años de edad; por tanto, a esa tierna edad, mientras su madre viuda: doña Martina, atendía el ganado y labores agrícolas allá en hacienda San Antonio y, acá, en terrenos agropecuarios o guatales contiguos a morada campestre en mismo cantón La Mora, (hacienda y guatales propios de señora viuda) —lugar de su residencia este último, distante a escaso medio km. del centro del Pueblito—, niño Nicolasito se convertía en EL SEÑOR DE LA CASA. A esta prematura edad, “Señor de la casa” acudía a escuela primaria del Pueblito. Anita Salinas con dos sirvientas más, cuidaban a niñitas: Sarita y Carmencita, todavía no en edades escolares. Anita Salinas era ama de llaves. Asimismo, don Benito Merino Hernández, hermano menor de señora viuda; pero adulto recién casado y vecino de la misma, ayudaba en controles de la casa y trabajos agropecuarios de su hermana viuda.
Con bolsón escolar cuero-baqueta terciado al hombro; con tintero de vidrio asido de un índice y colgando de un delgado cáñamo; con pantalones cortos y zapatos burros cuero de cuche, clavados y cosidos, embadurnados de lodo o polvo según estaciones tropicales climáticas; con calcetines sudados, rodillas raspadas, y carita rosada, algunas veces amoratada o rasguñada por frecuentes riñas contra condiscípulos, “Señor de la casa” volvía al hogar a eso de 04:30pm. Siesta del mediodía, pues había dos turnos escolares para mismos alumnos, la hacía en casa pueblerina de su tía paterna: señorita María Elena Cañas Jiménez a quién, por su extraordinaria belleza, hasta otras mujeres le apodaban: ¡la Bella Elena!
Por las tardes, en fines de semana y durante vacaciones largas, niño Nicolasito se dedicaba a jugar con sus dos menores hermanitas. Jugaban de todo. “Señor de la casa” había oído decir sobre existencia, en aquellas vecindades, de incierta manada de aguiluchos come niños. Para poder jugar en amplios guatales de tal heredad cantonal, el niño, haciendo uso de guacales de morro (cutucas), construyó tres fuertes cascos acolchonados por dentro con algodones de ceiba; asegurados a barbillas de cada niña con robustos barbiquejos, pues mentados aguiluchos, con filosas garras, —se decía—, tomaban a niños por cuero cabelludo para luego elevarse al cielo dirigiéndose hasta cumbres del volcán Chinchontepec donde se daban gran festín con carnes de inocentes infantes. Cada casco estaba individualizado y fabricado a medida para cada cabeza. Él, antes de salir al patio, o a traspatios y guatales de la morada, con suma atención fijaba escudos protectores craneanos de sus dos menores hermanitas. Misma operación efectuaba sobre su propia cabeza. Envalentonados, los tres menorcitos salían gritando, llamando con grandes voces a rapaces asesinos. Desde luego, nada malo ocurría. Teoría del mentado “Señor de la casa” se fundamentaba así: cuando garras de depredadores infantiles contactaran con seca y dura corteza de cutucas, resbalarían, frustrándoseles tan apetitoso festín; pero antes, con fina sierra para manualidades escolares, aserró sus uñitas; pues también había oído decir a ciertas personas mayores: “Garras humanas son tan poderosas como las de cualquier animal montaraz”. De esa manera él daría gran batalla en caso tan mentados cascos protectores fuesen inefectivos frente a carniceras aves. Quiso aserrar uñitas de nenas; pero éstas no resistieron cruel dolor. Por tanto: sólo el Señor de la casa tenía sus uñas-garras similares a las de aves asesinas.
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En aquellos tiempos (1920), tren IRCA1 estaba comenzando su efímero apogeo. “Señor de la casa” lo había visto y montado, por primera vez, en estación Tehuacán con rumbo a ciudad San Vicente, acompañando a su madre en algunas transacciones comerciales. Lo miró, remiró y examinó en detalles, regresando enamorado del tal tren. Al día siguiente, haciendo uso de maderas aserradas: cedro, conacaste, laurel, caoba y varas de bambú; de tablas, tabloncillos y tablones también embodegados; de herramientas carpinteras hogareñas dejadas por su difunto padre, y lazos de henequén sustraídos de corrales bovinos y caballerizas, dispuso construir vía férrea, más locomotora con respectivos vagones para carga y pasajeros… Entre alto árbol de copinol, otro menos alto de nance, y tres chaparros árboles amates recién descopados, en forma descendente construyó la mentada vía férrea, valiéndose del maderamen extraído de bodegas. Altura máxima de infantil estación ferroviaria montada sobre árbol copinol, sería de aproximados cinco metros; altura mediana a nivel del nance, de cuatro; de tres metros hasta primer amate descopado y, hasta estación terminal en 3er joven amate, sería de cincuenta centímetros. Distancia a recorrer en ese plano inclinado, andaría por 30mts: ¡¡perfecta vía férrea en traspatio de casa-hogar en cantón La Mora!! Con tablas fabricó la tan soñada locomotora y vagones que ésta halaría. Serviría de caldera cierto gigantesco guacal de hojalata propiedad de la mamá, ocupado por Anita Salinas para enjabonar ropas curtidas del mismo Nicolasito, pues en tal guacalona pondría gas queroseno y carbones encendidos. Para hacer más fácil el resbalar de cajones, a cuartones y cuartoncillos convertidos en rieles, les untaría con arena de río, la cual llevaría consigo, pues él sería maquinista, y sus dos hermanitas: pasajeras. Guajolotes, gallinas vivas, maíz, frijoles y arroz de trojas hogareñas, ocuparían vagón de carga… Pito y ruido de tal máquina, él lo simularía con su propia garganta. Para ascender hasta alta estación del árbol copinol, ocuparía pequeña escalera colocada en copa de enano arbusto de tempate, al cual subirían por sus propias piernas escalando el tronco del arbusto. Esas acrobacias las ensayaron por dos o tres días consecutivos, hasta casi perfeccionarlas. ¡¡Cabal, todo, al detalle, estaba listo!! Por precaución, decidió probar sólo él. Hizo media docena de piruetas. Al estar segurísimo del futuro éxito, alegrísimo encaramó a nenas; asimismo, encaramó jaula con aves de corral y recipientes con cereales. Para vencer plano inclinado ascendente, se valió de un juego de poleas y lazos ya mencionados. Comprobado que carga humana, animal y vegetal estaba completa, antes de partir pidió boletos a las dos pasajeras, cobrándoles también por la carga. Éstas pagaron con pisto2 de China sacado de vajillas domésticas rotas. Decían regresar de Romería del Cristo Negro de Esquipulas, Guatemala, o de otra, la de Candelaria, en Jucuarán, Usulután. Para anunciarse, él mismo reventaba cohetes de vara verdaderos, aflojando en seguida el lazo sujetante. Se oía agudo silbido labial; después, ronco arranque gutural de simulada máquina a vapor; luego, rápido deslizamiento hasta estación terminal. Niñas y él, jubilosos, repetían increíble gran hazaña. Continuaron repitiéndola por varios días más, con manifiesta complicidad de madre y tío… Una tarde,… mala tarde,… malvado tren estaba de malas pulgas… Lazo frenador, de repente, se partió en dos. Primitiva montaña rusa viajó descontrolada saliéndose de toscos rieles a medio camino y a media altura… Niñas quedaron encasquetadas sobre pelada ramazón del primer árbol de amate; mientras, “experto” maquinista caía con estrépito hasta el suelo. Dando gracias a Dios, caldera-guacal encendida, cereales y aves de corral, volaron hacia otras direcciones no peligrosas. Nenas sólo sufrieron gran susto; pero Nicolasito se fracturó clavícula derecha. Don Juan de la Cruz Chávez Rodríguez, sobador oficial del Pueblito, la hizo llegar a natural lugar anatómico. Ahí terminó infantil enamoramiento del mentado tren.
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En vecindades de morada Cañas-Merino vivían tres doñas: Filomena, Lucrecia y Soledad, magnífico trío de señoras “biatas”. Este trío no se perdía misa cotidiana a 05:00am, ni santo rosario a 07:00pm. Para ello, esperaban segundo repique de campanas parroquiales y partían raudas a su cumplido. Cuando no había repique, era señal de ausencia del párroco, algo frecuente por semanas y hasta por varios meses. Cierta vez, allá en hacienda San Antonio, adolescente Nicolasito descubrió aceradas puntas de arado y otra vieja pieza metálica de azadón que, al recibir fuertes golpes con clavo grueso y cabezón de riel ferrocarrilero, simulaban, a perfección, sonido de susodichas campanas. Ni lerdo ni perezoso las trajo consigo hasta su hogar en cantón la Mora. A 05:00hrs de la siguiente mañana, travieso jovencito Nicolás, encasquetado en lo más alto del copinolero, empezó a simular el repique. De inmediato, aquellas tres “biatas”, envueltas sus cabezas con negros tapados de percal, pasaron raudas y alegres, alabando en altas voces la llegada del nuevo señor cura. Nicolasito se orinaba por gran risa al ver regresar, desconsoladas, a desilusionadas tres mujeres. Misma operación repitió por la noche, con similares resultados. Esta mofa la hacía cada cuatro o seis días, hasta haber sido descubierto por uno de los esposos “biatos”. Esta vez, acial de doña Martina comió carne anhelada por aguiluchos. Acialazos caláronle más en el alma. Toda esa mañana y gran parte de melancólica tarde en ese día, Nicolasito pasó llorando de sentimiento. En verdad no lloraba, más bien suspiraba con respiración entrecortada, más lagrimones salidos de lo más profundo en albores de adolescencia. Optó por refugiarse en área de servidumbre, habiendo sido Anita Salinas su paño de lágrimas. Hermanitas lo siguieron para acompañarlo en su dolor, tratando de consolarlo, sin conseguirlo. Ya bien entrada la tarde, casi noche, se encaminó hacia bodegas. De ellas extrajo rollo de cueros curtidos de venados. Con ese material, se dispuso a confeccionar par de robustas alas, auxiliándose con tijeras de hojalaterías y agujas capoteras para perforar cueros. Dulces hermanitas fuéronse tras él. Observaron extraño afán del muchacho. Sarita, mayorcita, le habló así: “Nicolasito, Nicolasito: ¿qué estás haciendo, hermanito?” Él, con inocente serenidad, le contestó: “Estoy haciendo par de alas para volar muy, pero muy lejos… Nuestra madre no me quiere; pues, por chambres de esas viejas santurronas, casi me mal mata; por tanto: he pensado irme a vivir a picos de ese volcán chinchudo, para convivir con aguiluchos”. “Pero, —lo interrumpió nena Carmencita (futura madre de quien esto relata) —: ¿Cómo es posible?... ¡Cuando esos terribles animales te descubran, serás devorado sin misericordia alguna!”. “¡No!, —contestó el resentido y testarudo mozalbete, y prosiguió—: Aguiluchos sólo comen carne de niños pequeños como tú; pero yo, ya casi soy un hombrecito, pues ayer cumplí doce años. Además, llevo mis uñas aserradas y afiladas a perfección para dar, si fuese necesario, gran batalla encarnizada; al mismo tiempo, cambiaré mi casco de cutuca por casco más fuerte y más grande… De estas ‘pelotas de tarro’ fabricaré mi mejor casco protector… Aprenderé a volar… Cuando lo haya logrado, aves rapaces me respetarán… Entonces, mis queridas hermanitas, yo vendré por ustedes. Las llevaré a pasear hasta confines de la mar; hasta confines de nubes. Desde ahí, veremos a nuestro Pueblito. Más allá, en oriente, veremos la hebra de plata llamada Río Lempa; divisaremos, desde lo alto, aquellas hermosas chiches del Chinchontepec y nos parecerán dos cerritos, pues nosotros estaremos en cumbres gloriosas. También verán cómo caen rayos eléctricos sobre cocoteros… ¡Irán conmigo a la capital!... Pero,… no se vayan a asustar,… porque, entonces,… mis alas podrían fallar y caer por los suelos sin despertarnos jamás,… y no quedar ni para tamales”… Con esta filosofía pueril, rebelde Colachito convenció a sus más inocentes hermanitas. En efecto: al día siguiente por la tarde, niño había concluido sus artesanías… Con alas fijadas a espaldas, antebrazos y brazos; con nuevo casco de ‘pelota de tarro’ y afiladas uñas, quiso despegar a ras, valiéndose de leve brisa, tal cual despegan aves acuáticas desde lagunas o mares; mas, al no lograrlo, decidió despegar desde copa del árbol copinolero. Antes de intentar esa peligrosa hazaña, puso alrededor del árbol grueso colchón constituido por manojos de zacate de arroz con espesor de 1,50mtrs. Se lanzó al vacío,… mas,… primitivas alas se enredaron en ramas bajas del árbol salvador, quedando, niño Nicolasito, colgando como Dimas y Gestas en respectivas cruces del Calvario. Tío Benito con otros vecinos, incluyendo patrulla municipal del cantón, sudaron gordo para rescatarlo incólume. Doña Martina lo recibió con brazos abiertos, besos y lágrimas. De inmediato, aquella acongojada madre ordenó, a Anita Salinas, darle fuego al desgraciado acial.
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Don Macario, anciano vecino avaro, deleitábase, tarde a tarde, admirando amarillo oro de su extenso naranjal; deleitábase, hondilla en mano, apedreando a chejes y a otros intrusos pájaros llegados a picotear las frutas. Don Macario no vendía ni regalaba el producto ambrosiaco. Este anciano era feliz viendo caer y enterrando aquellas hibleas mieles sobrantes de su propio consumo. Nicolasito, con 14 años cumplidos, no lo pudo convencer ni con palabras ni con dineros. Con pícara complicidad de otro adolescente vecino llamado Tonino, se dispusieron a esperar la noche para hurtar las frutas. En efecto: el travieso Colachito se disfrazó con viejo traje negro dejado por difunto padre; puso, sobre espaldas, cierta montura vieja para cabalgar; dentro de cavidad oral, introduciría, llegado el momento oportuno, pequeña lámpara manual de pilas secas. Con esta insólita indumentaria dirigió solitarios pasos hasta morada de don Macario. Eran 10:00pm. Esa hora, entonces (1922), se consideraba hora nocturna avanzada. Frente a puerta principal del anciano, travieso Colacho empezó a danzar con movimientos macabros; mientras, compinche Tonino hacía toreras cortando sabrosísimas naranjas. Al escuchar estos extraños acontecimientos, anciano avaro naranjero se levantó, tomó su machete y dispuso abrir la puerta. En esos precisos momentos, jovencito Nicolás llevó a cavidad oral aquella lámpara encendida y aumentó ritmo contorsional, haciendo demoníaco ruido con cueros viejos de albarda y estribos metálicos de la misma. Al contemplar aquella calavera movediza e iluminada, don Macario se quedó tan estupefacto desmayándose en el acto; ocasión aprovechada por ambos pilluelos para llenar varias redes con tan codiciada fruta. Al día siguiente, anciano amaneció con fiebre delirante y mudo; pero consciente. Todo el vecindario llegó a visitarlo, incluyendo al par de mozalbetes ladronzuelos. Nicolasito, quien le llegó a obsequiar enorme jarrilla de chocolate preparada por doña Martina, al mismo tiempo se puso a sus apreciables órdenes para ayudarle a cuidar el naranjal en noches subsiguientes.
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Incierto forastero, secretario municipal recién llegado al Pueblito, pretendió enamorar a joven viuda. Para ello, durante 03 ó 04 consecutivas noches visitó hogar de doña Martina. “Señor de la casa” pronto descubrió intenciones idílicas del secretario. Empleando mismas indumentarias para asustar al avaro naranjero; más complicidad de otro rapazuelo llamado Raúl, esperaron, a distancia de 200mts de morada cantonal, al mentado Casanova o Juan Tenorio, cuando éste regresaba de 4ta visita. Ambos mozalbetes, bailando cuales endemoniados, le salieron al paso y no lo dejaron avanzar por callejón real del cantón. Asustado tunante, desesperado, lanzaba alaridos destemplados; pero, encallejonado, sólo tuvo opción de romper, con el pecho, aquellos tupidos cercos de matial espinudo protectores de guatales de señorita anciana Juanita Méndez. ¡¡Magnífico remedio!! Truhán municipal no volvió a importunar a la, 18 años más tarde, abuela de este narrador.
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Nicolasito creció. Al quedar huérfano también de madre, cuando frisaba 22 años (1930) dispuso contraer matrimonio con señorita Graciela Salinas Vasconcelos, originaria y vecina del cantón Santa Cruz Porrillo, jurisdicción municipal del mismo Pueblito. Doña Graciela es descendiente (está viva) del señor don Simón Vasconcelos: ciudadano vicentino ilustre quien, en 1824, representando a entonces Provincia de San Vicente, —ahora departamento—, fue electo, por mayoría calificada, Diputado Propietario a Asamblea Nacional Constituyente Centroamericana con sede permanente en Ciudad de Guatemala cuando América Central era una sola nación. También desciende de don Doroteo Vasconcelos. Éste, allá por 1840-50, fue, por dos períodos consecutivos, digno Señor Presidente Constitucional en nuestra República de El Salvador. Doña Graciela Salinas Vasconcelos de Cañas es pariente muy cercana de don José Vasconcelos, sabio filósofo salvadoreño quien desde muy niño fue llevado por sus padres a radicarse en México, adoptando aquella nacionalidad. Es hermana de don Isabel de Jesús Salinas Vasconcelos, apodado “Sultán de Santa Cruz Porrillo”. Este sultán es cuñado de quien relata y está retratado de cuerpo entero en otro cuento titulado “Los Concuños”, pero no incluido en “Historias Escondidas de Tecoluca”. Nicolasito dejó de ser El Señor de la casa para convertirse en don Raymundo Nicolás Cañas Merino o, don Colacho, a secas. Después, en San Lorenzón. Aún en adultez, tío Nico siguió con sus aventuras sui géneris.
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Recién casado vivió en propiedades agrícolas-ganaderas de respetables suegros, donde engendró y procreó a sus dos primeras nenas (Emmita y Glorita); luego se fue a vivir a inmensa residencia en barrio El Calvario del inenarrable Pueblito; residencia comprada a su tía paterna: doña Clarita Cañas, contiguo a basta heredad de don Buenaventura Alférez, con quien no fue muy buen vecino, que digamos. Después, en otro extremo, fue vecino inmediato de Adela Campusano, protagonista del capítulo “El Aprendiz de Brujo” en “Historias Escondidas de Tecoluca”. Allá, en Santa Cruz Porrillo y acá, en barrio El Calvario, siempre tuvo fama familiar por sus ocurrencias.
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Tenía cierta perra de raza aguacatera4 llamada Titina. Esta perra era bastante inteligente. Tío Nico le enseñó a modular primitivas cuerdas bucales para que, además de pronunciar el clásico guá… guá… guá… pronunciara letra J en combinación con cinco vocales. En efecto, el animal podía ladral así: eje… ajo… ejo… ija… ojo… etc. Cuando salían de cacería, perra rastreaba olfateando fértiles terrenos y bosques todavía existentes. Educado animal, al descubrir cueva o madriguera, de inmediato comenzaba a mover su largo rabo y a ladrar con tosco idioma monosilábico enseñado por amo Cañas. Al ladrar con insistente: ejo… ejo… ejo…, tío Colacho desmontaba, luego, con tosco huisute, cavaba, hasta encontrarse con acorralado, asustado y sabroso conejo. Si mismo monosílabo era en alguno de numerosos ríos o riachuelos ya desaparecidos, tío Nico se desvestía. Al levantar o buscar bajo piedras, se encontraba con nidadas de suculentos cangrejos. Si la perra ladraba a la par de un árbol y dirigía mirada hacia copa del mismo, era señal inequívoca, al ladrar fuerte: eje… eje…, que en alguna de gruesas ramas se escondía un pájaro carpintero o cheje.
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Cierta vez, estando de visita dominguera en casona céntrica pueblerina del poeta don Juan Pablo Espinosa Aguilar, Titina empezó a ladrar en interior del hermoso patio, cada vez con mayor inquietud, mientras aquellos dos hombres conversaban sentados en sillas mecedoras de sala amplia y lujosa. Tal perra no cesaba de ladrar: ija… ija… ija… Don Juan Pablo, aedo4 anfitrión, intrigado y algo disgustado por insistencia canina, sugirió a San Lorenzón llamar la atención al fastidioso animal. Tío Colacho, amable, apaciguó a don Juan Pablo explicándole poderes olfativos de aguacatera perra. Ambos salieron al patio para observar más de cerca a insolente aguacatera. Ésta continuaba rascando piso de grama, moviendo cola y repitiendo primitivo y clásico monosílabo, sin advertir presencia de ambos humanos.
—Vea don Juan Pablo, — dijo tío Nico, llevándose puño derecho hasta propio mentón, en señal de alguna seria preocupación—, este animal algo raro ha descubierto. Si usted observa, no se ha movido del mismo lugar en el cual ladra y rasca; consígase un “huisute”, o una barra de hierro bien afilada, para poder cavar en ese mismo lugar.
Así lo hizo don Juan Pablo. Ambos, descamisados, con calvas sudorosas relucientes, comenzaron a cavar, mientras, el can, se retiraba a descansar bajo hermoso arbusto de mirto en flor, bajo cuya sombra, doña Rafailita, soltera anciana, hermana de don Juan Pablo, le daba de comer a urracas cautivas. Perra, jadeante, dio tres vueltas alrededor de su propia cola, echándose a los pies de señorita Espinosa. Ambos varones cavaron hasta profundidad de casi un metro. Don Juan Pablo, —viejo poeta local, bohemio célebre, descendiente de gentes cultas, adineradas del siglo pasado o XIX, con estudios politécnicos universitarios en Ciudad de Guatemala—, pronto se aburrió; pues estaba de goma o cruda. Sugería al tío Nico abandonar inútil faena. De nuevo entraron a deslumbrante sala. Don Juan Pablo se dispuso a tomar primer coñac del día; mientras, la chucha volvía a ladrar en mismo lugar escarbado a medias. Aquellos sudorosos hombres reanudaron difícil tarea. Al momento de haber profundizado una cuarta más, huisute topó con algo sonando a hueco. Ambos, con más cuidado, ampliaron y profundizaron tal fosa; en tanto, la chucha saltaba de alegría alrededor de su amo. Extrajeron enorme y antiguo cántaro de barro, en cuyo interior encontraron muchas viejas monedas españolas de siglos XVII y XVIII, acuñadas en plata y en oro; asimismo: cadenas, cordones, medallas, crucifijos, camándulas, patenas, escapularios, copones, juegos de mesa de comedor y más alhajas, todas labradas en codiciado metal áureo o argéntico. También encontraron: diamantes, rubíes, esmeraldas, topacios y, hasta oración “Magnífica” caligrafiada con tinta china, ribetes de oro, en pergamino cuero de cordero o de venado. Cruda de don Juan Pablo se curó; no tanto por 3er coñac, sino por fabuloso hallazgo. Tío Nicolás, con serenidad característica de familia Cañas-Merino, le dijo:
—Ya ve, don Juan Pablo, ese ija,… ija,… ija,… insistente de mi perra, era inequívoca señal para encontrar esta rica botija.
El vate5 Don Juan Pablo quiso comprar la perra aguacatera; pero, San Lorenzón rehusó el negocio; entonces, señor Espinosa invitó a sus huéspedes (perra ya era huésped) a pasar al profundo traspatio de céntrica y pueblerina casa-palacete. Así lo hicieron. La chucha olfateó por todo rincón, deteniéndose en raíces de viejo tronco de árbol guayabero. De inmediato comenzó concierto: ejo,…ejo,… ejo,… ejo,… Vate Espinosa invitó al tío Nicolás para escarbar en ese nuevo lugar; mas, tío Colacho, aduciendo razones religiosas, pues iba a misa dominguera de 09:00am, se despidió de don Juan Pablo en preciso momento de iniciarse 3er repique en campanario católico inmediato. Bohemio Espinosa, ya a solas, se dio a para él, agradable tarea. Cavó, cavó, hasta derribar el viejo guayabero… A 03:00pm en ese mismo domingo, poeta bohemio hacía primera, inesperada y extraña visita a residencia del barrio El Calvario. Medio ebrio, suplicó a San Lorenzón volver, con todo y perra, para que ésta olfateara de nuevo; pero tío Nico adujo razones de cansancio. Al final, para dominar terca insistencia del señor Espinosa, le tradujo último mensaje de la chucha, diciéndole:
—No, don Juan Pablo, no; mi perra no dijo: ija,… ija,… ija,… cuando usted nos llevó al traspatio; mi aguacatera dijo: ejo,… ejo,… ejo,… e insistía con el mismo monosílabo. Yo interpreté y analicé el lenguaje de la siguiente manera: bueno,… ahí no podía haber conejos ni cangrejos, pues es área urbana central del poético Pueblito, un “neoyorkcito” primitivo… Miré hacia mustia copa del guayabero sin encontrar algún pájaro azulejo;… entonces,… mi querido poeta,… con lo manifestado por usted en este momento, yo deduzco: la perra quiso decirle: pendejo… PEN-DE-JO.
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Una noche,… media noche,… tío Colacho cabalgando, atravesaba largo llano agro-ganadero “La Raya” en hacienda El Obrajuelo, —propiedad de don Antonio Miranda Jiménez, su primohermano del alma—. De pronto, chucha Titina, temblorosa, empezó a ladrar con característico ejo,… ejo,… ejo,… Tío Nico, muy contrariado, pues le urgía estar en casa lo más temprano posible, porque estaban esperando el “esperado”, por deseado, nacimiento de Dagoberto, 5to descendiente y primer varón del matrimonio, regañó a la perra diciéndole: “Mira Titina, yo no quiero saber nada de conejos, ni de azulejos, ni de cangrejos; yo sólo deseo estar pronto en casita, para ir a traer a la comadrona Socorro, cuando Graciela, mi esposa, dé a luz a nuestro 5to niño o niña, sólo Dios sabe; además, estoy desvelado; así es que: déjate de payasadas”. Necia perra continuó ladrando con mayor insistencia e intensidad; entonces, tío Nico, con pistola calibre .45 en diestra y lámpara de 5 pilas en otra mano, alumbró hacia chaparral inquietante de la perra. ¡Cuál fue su grande y desagradable sorpresa!,… aquella perra ladraba a un horrible, diabólico y amenazante negro “Cadejo”, cuyas pupilas rojas brillaban con mayor intensidad que brazas sopladas por fragua del herrero tecoluquense: Chele Salinas.
La perra murió de vieja cuando tío Nico, su amo, trataba de enseñarle a pronunciar: gua-naba, Guá-temala, Gua-dalajara o Guan-tánamo. Sólo pudo articular la palabra guagua (autobús en Cuba). Tío Colacho nunca logró tener otro can con características intelectuales de aquella maravillosa perra.
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Hay mil y un episodios más sobre agradable vida del tío Nicolás; pero, para no aburrir tanto al amable lector, paciente además, aquí concluiremos estas historietas. 999 cuentos restantes, serán escritos en otra oportunidad. Si no los escribe este su sobrino, los escribirán sus hijos: o Dagoberto, o Francis, o Emmita, o Glorita, o Argelita, o Sarita, o Freddy, o Rinita. En última instancia, tía Graciela, su viuda, pues ellos descienden de famosos intelectuales y literatos apellidados Vasconcelos, tal cual ya dijimos.
1—IRCA = Ferrocarriles Internacionales de Centro América, por siglas en idioma inglés
2—PISTO = Dinero. 3—AGUACATERA = Perra de raza indefinida. 4—AEDO = POETA 5—VATE = Poeta
FIN
04 de mayo en 1996.
Muy pocas personas, quienes leyeron un ejemplar de los mil editados y vendidos en primera edición,casi todos originarios del Pueblito fantasioso y contemporaneos míos, no aceptaban como verdaderas las Hazañas del tío Nicolás; sin embargo, optaron por aceptarlas cuando les expliqué así: Tío Nico ponía toda su mímica, gestos manuales, cambios de voces según las circunstancias vividas por él en carne y huso infantiles, etcétera. Que él nos mintiera a la camadita de sus sobrinos y otros parientitos de entre 06 y 14 abrilitos en número promedio de quince, es pecado ya pagado en el purgatorio católico: lo pagó con 10años de condena, como se verá más adelante al narrar "Hazañas Posmorten del Tío Nicolás".
ResponderEliminarEl mayor de todos sus sobrinitos escuchas, de 14 años entonces, hijo de Tía Sarita con tío Manuel Alférez y llamado Agapito Heriberto Alférez Cañas, no creía tantas hazañas del viejo Colacho; y se sonreía en forma picarezca cuando este recordado viejazo hacía miles de pantomimas para ponerle ajo, sal y cebolla a sus relatos. Por supuesto, Agapito Heriberto nunca se atrvió a desmentirlo o a contradecirlo; pues este mi primohermano (ambos de madre)nunca se perdía las fantásticas tertulias vespertinas del tío Colacho.
Ramón F Chávez Cañas
En tiempos tan difíciles nacionales e internacionales por asesinatos de personajes importantísimos para la especie humana; asesinados por personajillos escorias-ladronas en forma descaradísima. Además, de ruinas nacionales y hasta centroamericanas agravadas por ambiciosos neoliberales sin importarles el Medio Ambiente planetario, estas lecturas fantasiosas y jocosas narradas por don Raymundo Nicolás Cañas Merino s sus sobrinitos, entre los cuales estaba el menorcito, ahora doctor Ramón Francisco Chávez Cañas, médico de altos quilates además de poeta social, nos caen sobre el alma como al pasto el rocío, según Poema Número Veinte de Pablo Neruda en "Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada".
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Al leer tantas peripecias ocurridas al "Señor de la Casa" allá en Tecoluca de mis familiares Alférez-Ayala, de manera especial aquellos aguiluchos come niños, de inmediato vienen a mi mente las hazañas de los Buendía en "Cien Años de Soleda" de Gabriel García Márquez; en especial a Aureleano Buendía, el fundador de aquel clan ficticio ya inmortalizado en la literatura universal como ya lo estaba Don Quijote de la Mancha con su Sancho Panza.
ResponderEliminarDon Nicolás no mentía. Así lo creo. Él vivió a plenitud su mundillo infantil y preadolescente. Haber engañado a tres mujeres biatas; asustado al avaro naranjero y al tunante secretario municipal; haberle enseñado monosílabos a la perra agucatera; y, ya joven adulto, haaber multiplicado la escasa herencia, más hacerles gestos y ademanes a su sobrinada infantil oyente, me hace suponer que el don Nicolás fue un tipazo fuera de serie como narrador o artista
Don Anastasio Aquí Sí! debería de reunirse y platicar con aquellos que patéticamente bebemos chaparro artesanal, con el fin de gozar y reír sin disimulo sobre cualquier tontera que se nos ocurra o que contemos sobre nosotros mismos de cada quien a propiedad propia.
ResponderEliminarTalvés así, podemos intercambiar técnicas sobre la alimentación con Ajo, Cebolla, Cilantro y otras hierbas que lo ponen a uno de "TOKE", todo con el fin de que no le vuelva a dar ese "mokillo" maligno que lo atormento y resquebrajo como que fuera pan de "hojaldre", iniciando en los dias anteyisitos al mega temporal lluvioso-aquoso-laqrimoso (en ese orden) y que cerró con broche de oro con un "severendo" viento y sequía atmosférica de carácter "peeeerrroo".
Si no puede no se preocupe que, cuando todos nos convirtamos en energía pura, nos tendremos que conocer nos guste o no nos guste!
Salud Señor, que la Madre Tierra lo tenga en su gloria eterna!
¡¡Gracielas!!, Señor anónimo de ayer a 12:52hrs. Le contesto hasta ahora porque el blog suyo y mío se me había declarado en huelga porque alguien, en Dinamarca, había descubierto mi fórmula secreta para acceder a la dirección del Anastasio Aquisí; mandándome hasta el Anastasio AquiNÓ; pues sólo podía ingresar yo como lector corriente, pero no dueño.
ResponderEliminarSí, podemos concertar una reunión chaparrística en estos próximos dias navideños o añonueveros; pero debe ser con chaparro nonualco elaborado con tapas de dulce y maices: tecoluquenses, viroleños, analqueños o santiagueños porque, ingredientes parecidos y producidos en: Valle de Jiboa, Cojutepeque o Apastepeque, por venir de tierras cheles no le dan toques nonualcos legítimos.
Don Bacho Choto, bisabuelo materno mío, oriundo y vecino del cantón Carao de Tecoluca, cuando yo era infantil a inicios de años 80's, hablaba mucho y en bien de don San Lorenzón; pero nunca contó sobre tan divertidas hazañas de aquel viejazo contemporaneo de mi bisabuelo. Mi bisabuelo, debido a la guerra civil salvadoreña en pleno apogeo en esa década, decidió abandonar el cantón y venirse para Cojutepeque a casa de su nieta Alicia, abuelita mía.
ResponderEliminarLa genealogía de "Cañas Merino" parece no estar muy clara. Si desciende de Bartolomé Cañas, entonces es pariente colateral cercano con el Presbítero José Simeón Cañas y Villacorta; pues José Simeón y Bartolomé fueron hermanos de padre y madre; asimismo, del cura vicentino llamado Manuel Antonio Molina y Cañas quien, en años periféricos a independencia centroamericana, este Molina y Cañas, siendo cura mayor en parroquia de ciudad San Vicente, lanzaba improperios soeces contrarios a los emancipadores; pues Molina y Cañas era más realista que el rey de España y más papista que el papa.
ResponderEliminarSi se busca nombres y apellidos únicos en directorios telefónicos, como José Vasconcelos, se encontrarán Chepes Vasconcelos a montones; por tanto: no acepto que doña "Graciela Salinas Vasconcelos de Cañas Merino" sea pariente genética cercana del insigne filósofo mexicano, ejemplo corriente: José Orellana existen como 60 ó más en los diversos directorios telefónico de El Salvador.
Quien tiene virtudes para distraer a niños con fantasías reales e irreales, haciéndoles soñar con hadas madrinas, muñecas barbie; con tarzán y supermán, es un arcángel enviado por el también fantástico dios o dioses bíblicos fantasiosos, coránicos, popolvúhicos, ramayánicos y más.
ResponderEliminarDON RAYMUNDO NICOLÄS CAÑAS MERINO, SIN DUDA ALGUNA FUE ENVIADO POR ALGÚN DIOS O DIOSA GRECOROMANA COMO JÚPITER O MINERVA; O EGIPCIOS COMO OSIRIS O ISIS, etc. THOR Y WALKIRIAS PUDIERON HABERLO ENVIADO; PUES, por su estampa alta, blanca, esbelta de europeo-español, Don Nicolás Cañas debió haber sido arcángel-esclavo de un dios europeo; no asiático, ni maya, ni africano.
Chichipate Cañaverales.-
Yo soy nieto de don Raymundo Nicolas Cañas Merino. Soy hijo de de Freddy hijo septimo de Don Raymundo Nicolas Cañas Merino. Al leer estas asañas de mi abuelo y de su popularidad comienzo a darme cuenta de lo importante y estimado que el era. Lamentablemente yo conoci a mi abuelo cuando ya padecia de una diabetes bien cronica.. 2 dedos del pie le fueron amputados.. y la memoria le empezaba a fallar!
ResponderEliminarQue lastima no haberlo conocido como lo describe este relato..