OLVIDADA
HAZAÑITA DEL TÍO NICOLÁS
Del libro “Historias Escondidas de Tecoluca”
Escrito por Ramón F Chávez
Cañas
Sucedió
durante Semana Santa del último tercio en años 50’s del siglo recién pasado
(1958). Pocos meses antes, Monchito había cumplido 18 años de edad; ya era
bachiller en Ciencias, Letras, y Matemáticas del Instituto Nacional Doctor
Sarbelio Navarrete en ciudad San Vicente, (como quien dice: bachillerato de tres
platos). Había sido notificado de su admisión opcional en una de dos facultades
en Universidad de El Salvador: Jurisprudencia, y Medicina. Estaba clasificado
en puesto correlativo 45, ─de 150 aspirantes admitidos en Jurisprudencia─; en
casilla 16 fue admitido entre 45 calificados para novatos en Medicina. Por
supuesto, gracias a inclementes presiones de don Moncho, su padre, este
muchacho optó por ciencia de Esculapio o Galeno; por tanto: disfrutaba de cortas,
pero bien merecidas vacaciones (10 de marzo ─10 de mayo).
Sólo el hecho
de ser bachiller en aquellos no tan lejanos tiempos, era motivo de orgullo para
cualquier jovenzuelo y familia. Ser admitido en única y verdadera universidad existente entonces, era, todavía, galardón
más alto; pues solicitudes de ingreso a Jurisprudencia y CC SS rondaban en 3´000.
En cerca de un millar para carrera de Medicina. ─No obstante, 60 años atrás, a
finales del siglo XIX y principios del XX, sólo ser bachiller, no digamos
doctor, era suficiente motivo para, en ciudad San Vicente, llamarle a
cualquiera con el apodo de “ilustre”, aunque el tal ilustre no calificara en
humanismo ni con nota de cuatro, en escala del cero al diez.
Tal
bachillerzuelo nunca se ufanó del mentado titulillo, procurando evitar
conversaciones engorrosas al respecto, pues él pensaba así: “IMPARTIR
TODA EDUCACIÓN DEBE SER OBLIGACIÓN
INALIENABLE E INELUDIBLE DEL ESTADO SALVADOREÑO PARA OFRECERLA A TODO SER
HUMANO, HOMBRE O MUJER, CON CAPACIDADES INTELECTUALES O VOCACIONALES PARA ELLO.
EL ESTADO SALVADOREÑO DEBE SUBVENCIONAR COSTOS MATERIALES DEL ESTUDIANTADO NUESTRO
NECESITADO POR POBREZA. DE ESA MANERA NUESTRO PEQUEÑO PAÍS, PARA TAN DISTANTE
AÑO DOS MIL, PODRÁ PISARLE TALONES AL GRAN DUCADO DE LUXEMBURGO O A REINOS DE
BÉLGICA Y DE HOLANDA, PAÍSES DE SIMILARES DIMENSIONES AL NUESTRO, TANTO EN
EXTENSIÓN GEOGRÁFICA COMO EN DEMOGRÁFICA”.
*****
Ese Viernes Santo, en horas matutinas,
cierta tía paterna del bachillercito, —la más joven de tres tías, viuda desde
hacía tres años—, dirigiose al convento parroquial del inolvidable Pueblito e
hizo algunas transacciones religiosas-mercantiles con el comité del Santo
Entierro. Con elegantes enaguas negras hasta cerca de tobillos bailándole al
son de sus apresurados pasos, y con fino tapado católico de seda natural
bendecido por Benedicto XV en 1920, (heredado de doña Segunda, su madre)
cubriéndole hombros, llegó hasta residencia de su hermano mayor, padre del
Monchito. —Diez de la mañana marcaba el viejo reloj público donado en 1928 por
el presidente de El Salvador: don Pío Romero Bosque. Reloj empotrado en tosca
torre de hojalata barata con forma de granero rectangular gigante. Ésta,
encasquetada sobre techo del lúgubre local municipal ocupado a fuerza por la
mal llamada “benemérita” guardia nacional, instrumento represivo de la siempre
ladrona oligarquía—. Dicho joven estaba en sala principal del hogar paterno
atendiendo a media docena de amigos visitantes, entre señoritas y caballeritos,
cuando hizo sorpresivo ingreso aquella enlutada dama, quien portaba con puño
derecho cierto doblado papel similar al tamaño de media carta postal. Quizá por
obligación social saludó al resto de aquella divina juventud ávida del saber. Sin
más preámbulos, llevose al sobrino hasta el fondo del profundo traspatio en
donde, bajo sombra de enormes naranjeros en flor y con estridente mal cantar de
cigarras, de tajo habló así:
—Mira Monchito: Moncho, mi hermano mayor y padre
tuyo, no se ha enterado, pues él no cree en curas, ni en imanes, ni en pastores, tampoco en rabinos; pero yo vengo
de casa conventual donde compré, por ¢5ºº ($2ºº) este papel. Esto lo hago para
que tú, durante esta tarde o parte de la noche, cargues por dos cuadras
(200mts) tan sagrada urna funeraria de nuestro Señor Jesucristo, pues ya eres
ciudadano al haber cumplido 18 años de edad...
(¡...!)... Es cierto: eres alto y flaco; pero no eres pechito. También te
has desvelado durante muchas recientes noches estudiando para ser admitido en la Universidad; pero, a
tu edad, sobran fuerzas para hacer cosas buenas... Además, hace dos años, sí tuviste
suficiente vigor para dejarte llevar por el pícaro del Nicolás Cañas Merino, tu
único tío materno, a buscar meretrices hasta ciudad San Vicente, donde ejercen
dos principales descaradas mujerzuelas el llamado oficio más antiguo de este
mundo. Tales desvergonzadas mujeres llámanse, una: Blancota y, otra: Conchona.
Asimismo, prostitutillas de poca monta: Albahaca, Cabra Choca, Quiebra Catres,
Celia Pelona, etcétera. Es más, —prosiguió la ya encolerizada
señora—, el proxeneta local, mal apodado
“Primo-hermano”, despotrica contra de tu apestoso tío Nicolás porque él, el
proxeneta, dice haberle ofrecido para ti, algo parecido a primera mano; pero
tan malvado Colacho prefirió ir a dejar ese dinero a otro municipio con
prostitutas podridas. Por eso ninguna de tus tías, incluyendo a Sarita, hermana
del Colacho y de tu mamá, le dirigimos la palabra, pues es gran cochino…. (¿...?)…. ¡Bueno!, aquí te dejo este
comprobante. Cargarás desde esquina de farmacia Las Américas de don Santiaguito
Morales Quintanilla hasta esquina de don Chabelo Salinas Vasconcelos o de
familia Díaz-Chanchanico. Yo pedí colocarte en esos 200mts porque es suave bajadita
y te será menos pesada la carga. Encargado de recoger estos papeles y colocarte
en palanca respectiva, será don Luisito Burro, sacristán o, doña Carlota
Belloso v. de Fernández, reina indiscutible
de tantas “beatas” tecoluquenses…. (¡¡...!!)….
¡¡En fin, si no estás de acuerdo, rómpelo; pero cuando llegues a presencia de
Dios, de nada servirá tu arrepentimiento!!
Por respeto y
cariño a dicha tía, no por convicción al respecto, el novel universitario tecoluquense
dio asentimiento al mover la cabeza varias veces de arriba hacia abajo. Aquélla
se retiró con misma rapidez con la cual llegó. Flaco pescuezón estudiante regresó
a sala de tertulia estudiantil. No hizo comentario alguno sobre el cusuco (problema)
en el cual se había metido sin haberlo él buscado, a pesar de insistencias del
bachiller Herman Alférez, estudiante en 3er año de Medicina; de señorita
Merceditas Villalta Villegas, en 2do año de Jurisprudencia, y de señorita Enoe
Rivas Mejía, quien estaba por graduarse de Contadora Pública en ENCO (Escuela Nacional de Comercio).
Cuando matracas matracaban invitando al
inicio de aquella procesión, tosco reloj público sonaba seis campanadas
vespertinas. Calor del Sol ecuatorial ya en ocaso, casi perpendicular en esos meses,
estaba aumentado por miríadas de veladoras encendidas y por aglomeración de
igual cantidad de feligreses, como aquel moreno joven Díaz Chanchanico quien, además, iba vistiendo su
más preciosa gala: finísima chumpa negra de grueso cuero genuino con cremallera
subida hasta manzana de Adán. Don Luisito Burro remitió a Moncho hijo hasta
donde don Danielito Chacón, auxiliar de sacristán. Éste, con diagrama en mano, le señaló ser cabeza de palanca
izquierda en ese calvarioso tramo. Larguirucho pescuezón, futuro académico universitario,
indagó sobre compañeros de ruta y palanca. Don Danielito le mostró nombres de doce cargadores de palanca izquierda
durante el programado trecho; ellos eran: don Carlitos F. Molina (55 años), don
Nichito Portillo (66) padre e hijo (32), don Damasco Salomón Portillo (20), don
Carlitos Henríquez Chávez (30), más otros cuatro o cinco no recordados; pero
todos con estatura promedio de 1.75mts. Sólo aquel embrión de Galeno, —alias:
“Pescuezo de Jirafa”— medía 1.88mts.
Éste no reparó en ese importante detalle hasta cuando ya estaba sintiendo el “lujoso”
sagrado peso de 30qq repartidos entre 24 hombros, algunos casi esqueléticos; hasta
cuando don Carlitos F. Molina II, colocado en retaguardia inmediata del
pescuezón bachillercito para sólo ir tocando con yemas la tal palanca, le decía: “¡Buena, bachiller, vamos muy bien!! Si
usted gusta, nos podemos repetir por otros 200mts. Yo le daré prestados ¢5ºº. Mañana
mandaré a cobrarlos a papá o a mamá.
Jovencitos como usted está necesitando nuestra santa madre iglesia. El Pueblito
observa cómo uno de sus futuros preclaros hijos se mezcla con nosotros, casi iletrados, para rendir honores a
nuestro mismo Dios”. Con más sarcasmo, tal enano vozarrón, parásito y falso
cargador Molina, proseguía, mientras diez restantes cargadores del lado
izquierdo escuchaban: “Moncho padre y
Carmencita, madre, ahijados míos de matrimonio, deberán sentirse muy orgullosos
por haber recibido de Dios a este atlético muchacho capaz de quitarle primer
puesto a Charles Atlas y a Tarzan o, de cargar, sólo él, esta pesadísima urna,
incluyéndonos a nosotros, pigmeos garrapatas”. El, ocho años después doctor
en medicina, no contestaba; mucho menos festejaba tal broma pesada salida del
señor Molina quien, además de ser mucho mayor en edad, era un principal del
conglomerado tecoluquense.
Fue llegando a esquina de don Chabelo,
—después de larga media hora paseando, en vaivén y en cámara lenta, a tan sagrada
Tragedia—, el desrabadillado símil hechizo de Charles Atlas entregó tal cabeza
de palanca-tormento. Con andar desnivelado, similar al del Jorobado de catedral Notre Dame, buscó refugio en su rígido camastrón de laurel y
caoba con petate por colchoneta, entretejido cuadriculado con correas cuero
crudo de res, a manera de resortes.
Al día siguiente, numerosos amigos: señoritas y varones, lo
visitaron hasta su dormitorio, habiendo encontrado allí a don Lino Parras y a
don Felipe de J. Ayala, quienes le sobaban, con sebo de res y cabos de cuma:
hombros, espaldas y caderas, después de haberle administrado, por vía oral, purgante
doble de sal inglesa.
* * *
Quince años más
tarde, —ya casado con guapa morena vicentina: María Elsa Cornejo,
y padre de dos primeras de cuatro nenas—, el doctor Monchito fue operado de columna
lumbar-sacra, para extirparle disco-cartílago intervertebral lumbar, quizás dañado
por aquella desproporcionada carga obsequiada a él por una de sus tres queridas
tías paternas: Doña Juana Francisca del
Carmen Chávez Henríquez viuda de Orantes Vela.
F
I N
21 de julio en 2005.
P.D.: cuando las tantas
veces mencionado flaco sobrino recibía pergamino universitario del doctorado, aquellas
tías hacían paces con puñetero Colacho.