V E R S O S D I V E R S O S
Por Ramón F Chávez Cañas
E R N E S T O G U E V A R A
D E L
A S E R N A
Guevara de la Serna,/ Ernesto “Che”
Guevara.
Nacido en El Rosario/ de/ insigne Argentina;
motociclista y médico/ en década
cincuenta.
Recorrió toda América/ antes
que se encontrara
en Ciudad de Palacios/ con
esa joya fina
quien liberara a Cuba/ de
tiranía cruenta.
Con veintiséis abriles/
“Che” arribó a Guatemala;
pero Jacobo Árbenz, ─ternero
contra tigre─,
tuvo que dimitir/ frente al
norteño imperio;
pues al no resistir/ ataque de
tan mala
gente de su país/ para
mirarlo libre
no pudo soportar/ semejante
improperio.
Con su asmático pecho/ el “Che”
se fue hasta México
buscando derroteros/ con su
mente y su vista.
Trabajó de fotógrafo,/
taxista y otras hierbas.
Adoctrinó a millares/ con su
clásico léxico
para así liberarlos/ de vil
clase esclavista.
¡Puso todo su empeño/ sin
guardarse reservas!
En hermosa ciudad,/ Ciudad de
los Palacios
por cosas del azar/ conoció a
un abogado
quien había llegado/
expulsado de Cuba
después de fracasar/atacando
a reacios
en el cuartel Moncada/ de la
heroica Santiago.
En el Granma famoso,/ Fidel
le dijo: ¡suba!
En ciénagas cubanas/ se
efectuó desembarco;
en los Andes Cubanos: bella
Sierra Maestra,
incluyendo la cumbre/ en el
Pico Turquino,
nuestro asmático “Che”/
con su carácter parco,
y su jefe, Fidel,/
con cabezota diestra,
iniciaron proeza/ en contra
del porcino.
Pasados breves años/ de rudo
batallar,
a fines de diciembre/ de
aquel cincuenta y ocho
en ciudad Santa Clara/ de
gran Perla Antillana
Guevara de la Serna/ se llegó a consagrar
aniquilando a fuerzas/ del
Batista bizcocho.
Pocos días después/ el
“Che” llega a La Habana,
Ocupó cargos altos /en La
Revolución:
Presidente del Banco,/
Ministro de Finanzas,
roza cañaverales/ junto a
entusiastas peones,
entrega a toda Cuba/ su noble
corazón;
pero su pensamiento/ inquieto
por andanzas
le hace marchar al África/
buscando redenciones.
Del Congo va a Bolivia,/ país
más sojuzgado
de/ América esclava/ desde
los españoles.
En barranca del Yuro/ lo
hieren no de muerte.
Varias horas después/
“Che” es asesinado.
Hoy ya descansa en paz./
Solamente arreboles
de ciudad Santa Clara/ lo
están mirando inerte.
Porque su pensamiento/
continúa bravío.
Venezuela, Ecuador / y la
misma Bolivia;
Nicaragua y Honduras,/
también el Cono Sur
y resto de países,/ con un
gesto sombrío,
luchan para aumentar/ la
palabra que alivia
sembrada por Don
“Che”/ con su valiente albur.
F I D E L
C A S T R O R U Z
Mil musas de poesía/ serán
insuficientes
para inspirar a poetas/ al
cantar su epopeya;
para inspirar a músicos/ al
escribir mil himnos
y a pintores dignísimos/ al
sacar de sus mentes
cien colores divinos/ para
pintar su estrella.
¡Filósofos modernos/ ya
avalan tales signos!
Don Fidel Castro Ruz,/
doctorado en Derecho,
vino al mundo de Cuba/ en
Provincia de Oriente.
Hijo de/ oligarca/
latifundista hispano,
avaro de nación/ y de cerebro
estrecho;
similar a los otros:/
explotador de gente.
Niñito Castro Ruz fue campesino
humano.
En Santiago de Cuba/ bebió
letras primeras.
En colegio Lasalle/ llegó al
bachillerato.
En Birán, Mayorí,/ combatía
injusticias
de su rústico padre/, dueño
de las praderas
con sus cañaverales/ y/ abundante
hato.
Ahí comenzó a dar,/ de
Justicia, primicias.
Desde Universidad/ en Ciudad
de La Habana,
campesino indomable,/ por ser
incorruptible,
empezó a trabajar/ en
Facultad de Leyes
para cohesionar/ a juventud
galana
que estaba siendo influida/
por gente corruptible
quienes por don dinero/ se
creían ser reyes.
Mafia universitaria/ trató de
asesinarle.
Debió salir huyendo/ buscando el extranjero.
Regresó más maduro/ para
seguir luchando.
La sociedad rebelde/ convino
en asignarle
atacar al Moncada:/ o ataque
primero
en Santiago de Cuba./ ¡No
estaba fracasando!
“Me absolverá la Historia”,/ les dijo a los
esbirros
cuando se le juzgaba/ por
ataque al Moncada.
En islita de Pinos/ cumpliría
condena.
Veinticinco cumplidos/
tendría él cuando oímos
tan fabulosa hazaña/ en su
tierra adorada
para librar al pueblo/ de
oprobiosa cadena.
Por indulto imprevisto/ del
capataz Batista
dado por gran presión/ de
aquel pueblo indignado
el Héroe Fidel Castro/
partiría al destierro.
En tierra del Tequila,/ su
experiencia ya lista
más un grupo rebelde/ no tan
bien entrenado
dispusieron volver /a luchar
contra fiero
régimen de Batista/ fiel servidor de gringos.
En un casi podrido/ yate
llamado Granma
se embarcaron rebeldes/ hasta
estero Zapata.
De día, ni de noche,/ ni
siquiera en domingos
tan valientes muchachos
descansaban con calma
aporreando al ejército/ del
torpe garrapata.
En primero de enero: año
cincuenta y nueve,
Fidel, Camilo, “Che”, / y Haydee Santamaría
con la Vilmita Espín/ y miles, —imposible
de mencionar acá,/ en este
poema leve—,
habían derrotado/ al gobierno
sangría.
Batista tomó avión/ en un
acto risible.
Año sesenta y uno: invasión a
Girón.
En playas de Girón/ creyeron
encontrar
aquellos mercenarios/ que
desde Centroamérica
fueron a estrellarse/ contra
recio peñón
de milicias cubanas/
resguardando el altar
de tan bella Cubita/ en
odisea homérica.
Con cruel crisis de octubre:
año sesenta y dos
el “Granma” de Fidel/
pareció tambalearse.
Al final de finales/ salió
fortalecido
pues vil ogro norteño/
renunció a ir en pos
de todo lo robado./ Optó por
retirarse
del tablero cubano,/ con
ajedrez perdido.
“Período Especial”,/ fueron
aquellos años
cuando/ Unión Soviética/ se
doblegó impotente
por intrigas del papa*,/ del
Reagan y la Tátcher.
Tales rudos momentos/ no fueron
desengaños;
pues Castro y compañía,/ de
forma inteligente,
palearon esa crisis/ como en
béisbol, el cácher.
Cachorros del imperio/
alrededor del mundo
a inicios del noventa/
catástrofe anunciaban
superiores al Mitch/ en
Nicaragua-Honduras;
pero Don Fidel Castro,/ con su
saber profundo,
supo capear ciclones/ antes
de que llegaran.
¡Un palmo de narices/ se
llevó caras duras!
Castro, hombre inteligente,/ borró analfabetismo;
implantó la Cultura/ al más
alto nivel,
desarrolló Saberes/ hasta lo
impredecible;
cultivó con amor/ al sagrado atletismo;
no se dejó vencer/ por brillo
de oropel.
Ahora, en dos mil siete,/ es
Sabio comprensible.
Hace ya varios meses,/ su
salud quebrantada
fue motivo de albricias/ en
gusanos de Miami;
mas, Hercúleo Fidel,/ después
de ochenta otoños,
sigue cual timonel/ de su
barquita amada
desafiando tormentas/
provocadas por “mamis”,
y llevar hasta puerto/ a
cubanos bisoños.
Si Castro hoy se muriese,/
pasa a la Eternidad
tal vez con más honores/ que
el Patriarca
Bolívar.
Bolívar murió joven, ─poco más de cuarenta─.
Esa ventaja tiene/ Fidel,
en realidad.
Los ochenta y un años/ de Castro
cuesta arriba
le dan cierta ventaja/ en
batalla no cruenta.
*Juan Pablo
II
L O L I T A
L E B R Ó N & CO
Un grupo de prisioneros/ en
los calabozos gringos
se están muriendo primero/ en
aquella oscuridad.
Ellos fueron condenados/ por
querer un Puerto Rico
libre de toda cadena/ para
encontrar nuevos signos
de pervivencia con Ciencia/
en preciosa Libertad
para hacer de su país,/ en el
Caribe, tan chico
gran emporio de riqueza/ tal
cual soñó el jibarito
Rafael Hernández, hombre/ quien le diera melodías
cual “Lamento Borincano”/ cuando
sufrió decepción
al ver a su Puerto Rico/
sollozando muy quedito.
Y al cantarle a su San Juan/
en aquellos tristes días
cuando debió él emigrar/
dejando su corazón.
Otro grupo de patriotas,/
algunos ya fallecidos
protestaron en Congreso/ de
tan cruel nación del Norte
a inicios de años cincuenta/ que ora se han vuelto sin cuenta.
Por reclamar Libertad/ ellos
fueron detenidos.
Luego fueron condenados/ por
parcializada corte,
a podrirse en calabozos/ por
una lucha no cruenta.
Don Óscar López Rivera/ y
Carlos Alberto Torres
son prisioneros insignes/ de
docenas condenados.
—Tal cual son cinco cubanos/
por ahora prisioneros
en las ergástulas yanquis,/
calabozos de los peores;
porque esos cinco patriotas/
tenían bien controlados
zarpazos de gusanera/ con sus
burdos pistoleros—.
En mil novecientos veinte/
nació Lolita Lebrón
en Puerto Rico humillado/ por
españoles primero
y después por “tío sam”./
Ella con otros patriotas
atacaron casa Blair/ con tan
benigna intención
de matar a Harry Truman,
—presidente puñetero
genocida en Hiroshima,/ lanzando
aquellas bombotas
que destruyeron también/ a
ciudad de Nagasaki─.
Más tarde: en cincuenta y
cuatro/ atacaron con gran furia
Cámara Representantes/ de
poderosos ladrones.
Con armas cortas de fuego/
lesionaron a unos yanquis
tratando de liberar/ a Puerto
Rico, de espuria
fuerza colonizadora/ con sus
idiotas razones.
Óscar Collazo, y Griselio / Torresola, atacaron
la mentada casa Blair; / pero
falló tal intento;
mas, ganaron su objetivo/ al
lograr publicidad.
Los cables con tal noticia/ a
todo el orbe anunciaron
gran coraje de esa gente/ con patriotismo no lento
al intentar otra vez/ buscar
sacra Libertad.
Rafael Cancel Miranda/, con el patriota Irving Flores
más heroína Lolita,/
tuvieron otro fracaso
cuando atacaron vil Cámara de
Representantes malos
en tierras del “tío sam”. Lolita
merece Honores.
El grupo fue condenado a
pagar en el cadalso
su patriotismo sublime/ en
contra de los villanos.
“No vengo a matar a nadie./ Yo muero por Puerto Rico”.
Gritó Lolita Lebrón/ antes de
ser capturada.
Revocaron tal sentencia,/
dando perpetua cadena.
Cuarto de siglo después,/
otro Presidente gringo
cuyo nombre es Jimmy Carter,/
da Libertad tan amada
a Próceres borinqueños./
Varios ya muertos de pena.
Doña Lolita Lebrón/ continúa siendo activa
contra abusos de la Armada/
efectuando experimentos
en el islote de Viéquez. / Ella
ha recibido Honores.
Continúa recibiéndolos/ por
llevar una votiva
antorcha a perpetuidad/ en
contra de esos jumentos
que al Puerto Rico del alma/
le causan mil sinsabores.
S C H A F I K J O R G E
H Á N D A L
En año cuarenta y cuatro, /siendo
aún adolescente
este conspicuo varón,/
despreciando las riquezas
mal habidas por su raza,/ se
entrega de cuerpo entero
a combatir injusticias/
creadas por maldita gente
contra del proletariado,/
aumentando las pobrezas.
El jovencito Schafik/
se convierte en un lucero;
lucero en gran oscurana/ para
poder alumbrar
el camino pedregoso/ de su
patria El Salvador.
Contribuyó a destronar/ en
tal lapso mencionado
al asno Maximiliano,/
genocida sin igual
en genocidio de Izalco/ y
otros lugares, ¡por Dios!
¡Ese general Martínez / fue
humanoide desalmado!
Schafik estudió Derecho/ para defender al pobre
acusado con frecuencia/ por
voraz oligarquía
de robarle cuatro cañas/ de
azúcar, ¡qué golosina!;
pues comprarlas no podía/ por
no poseer un cobre.
Abandonó esos estudios/ para
entregarse a porfía
en apostolado laico/ sin
bíblica medicina.
A mitad de años cincuenta,/ Don
Schafik, joven adulto,
en cuarto curso de Leyes/
decide engrosar las huestes
del Partido Comunista/ de Farabundo
Martí.
—Farabundo fusilado/ sin obtener
un indulto
del Maximiliano Hernández/
asesino en el oeste
del pequeño El Salvador./ Año
treinta y dos sin fin—.
Contribuyó a derrotar/ al
milico Chema Lemus
en octubre del sesenta./
Siguió tan fiera batalla
ideológica a favor/ de las
leyes quebrantadas.
¡Helo allí cuando extasiados/
todos nosotros lo vemos
arengando en plazas públicas/
con cien hombres de su talla
para hacer conciencias justas/
en personas explotadas!
Los siguientes coroneles/ en
Casa Presidencial
hasta aquel setenta y nueve/
cuando cae un tal Romero
de nombre Carlos Humberto,
─No pariente de Arzobispo
Óscar Arnulfo Romero/ y Galdámez, Celestial─,
miraron en
Schafik Hándal/ al humano pendenciero
para defender al pobre./ ¡Schafik
fue Prócer arisco!
Por estafa electoral, ─marzo
del setenta y dos─
y la siguiente además:/
febrero en setenta y nueve
Partidos de Oposición/
deciden irse a las armas.
Asesinado Arzobispo/ en el
ochenta, cundió
descarada represión./ Esto a las
conciencias mueve.
Ciudades,
villas y montes/ frente a estos hechos se alarman.
Diez de enero. Ochenta y uno./
Se inicia cruel lucha armada
con “Ofensiva Final”./ Señor
Schafik Jorge Hándal
Comandante General /de las fuerzas insurrectas
se instala en Volcán Guazapa./
Al inicio de jornada
oligarquías en Miami/ a sus
testaferros mandan
a contener avalancha/ de
aquellas fuerzas correctas.
Y Don Schafik Jorge Hándal,/
buscando ayuda exterior
abandona las trincheras /en
Volcancito Guazapa.
Recorre mundos sociales/
obteniendo cara ayuda.
Descarado Ronald Reagan/
manda a nuestro El Salvador
muchos millones al día/
contra nuestra gente guapa.
Millones y más millones,/
“Tandona” robó, no hay duda.
Pasados los doce eneros/ de
aquella guerra empatada
vil derecha descarada/
obligada por la ONU
se vio torpe y acobardada/ al
firmar en Nueva York
Acuerdo negociadores/ de la
Paz empantanada.
Alegría manifiesta/ desde
México al Sur Cono
fue gran delirante fiesta/ en
nuestro San Salvador.
Una semana más tarde / Don
Schafik hace su ingreso
a Plaza del Centro Histórico/
de mi pequeño país.
Llegó con su comitiva/
imposible de nombrar.
Don Schafik siguió luchando./ Ganó curul al Congreso;
pero/ extrema derecha,/
repugnante de raíz
lo bloqueó a la Presidencia/
con proceder muy vulgar.
Regresando de Bolivia,/ por
asunción de Morales
─en enero veinticuatro/ del
reciente dos mil seis─
Señor Schafik Jorge Hándal / sufre un ataque cardíaco.
Su vida nos deja luces,/
claras luces inmortales
para continuar luchando/ en
pro de alcanzar el Bien
porque enriquecidos cacos/
tienen pacto demoníaco.
R I G O B E R T O L Ó P E Z
P É R E Z
Rigoberto López Pérez /no estaba en enciclopedias
quizá porque fue varón/ de la
clase proletaria;
pero en nuestro corazón,/ de
proletario, también,
vivirá hasta lo eterno;/
asimismo en clases medias.
Obrero insignificante./ Para
bribones: un paria.
Pero aquí, en San Salvador,/
y en Managua: Hombre de Bien.
Se vino a El Salvador/ en
década del cincuenta
huyendo a la satrapía/ de
aquel Somoza García
a quien Neruda denigra/ en su “Canto General”.
Rigoberto López Pérez,/ desvelado por tan cruenta
represión en su país,/ aquí
casi no dormía
pensando/ él cómo haría/ para
derrotar al mal
que a su patria le causaba/
aquel dictador Somoza.
En año cincuenta y seis,/
este noble “pinolero”
retornó a su Nicaragua/ con
cierta idea muy fija:
atentar contra del sátrapa/
sin importar cualquier cosa
pues debía aniquilar/ al
Somoza bandolero
para así poder llevar/ a lo
Eterno, gran sortija
que le hiciese presentarse/
frente al dios de los cristianos
tal cual emancipador/ de su
pobre Nicaragua.
Sería en ciudad de León, — ¡debió haber sido en Masaya!—,
donde estaban celebrando/ mil
canalla cortesanos
re-elección del tirano: ¡un cobarde con
enagua!
cuando llegó Rigoberto/
López Pérez con su aya:
bella pistola buldog/ y sus
plomos bien curados
con mortal sal de cianuro/ en
cinco explosivas balas.
No encontró dificultad / para
ingresar al salón.
El arma la transportó/
escondida en sus calzados:
par de botas federicas/ en
esa noche de galas.
Rigoberto iba dispuesto/ a morir por su nación.
Allí estaba aquel obeso:/
Tacho Somoza García,
─asesino de Sandino,
el General de Hombres Libres─.
Tacho Somoza bailaba cierta
canción tropical.
Rigoberto López Pérez,/ bailando también fingía
ser de tantos amanuenses./
Confundido entre los tigres
se acercó al borracho Tacho,/
bailándole sin igual.
No más lo tuvo a distancia/
sacó su revólver chato
disparándole al fondillo,/
para esquivar la coraza.
Le zampó carga de plomo/
curada con el cianuro.
Jauría del somozismo/ acribilló
de inmediato
al Valiente López Pérez,
gran defensor de la raza
explotada por siniestros de
corazón tan oscuro.
J O A O
G O U L A R T
El
Señor Joao Goulart/ sucedió a don Janios Quadros.
En año sesenta y cuatro/
pretendió cierta Reforma
Agraria en grande nación/
conocida por Brasil.
Pretendía Joao
Goulart/ de pobreza borrar cuadros
repartiendo ociosas tierras/
nacionales y sin norma
de cruel propiedad privada;/
pero le apuntó un fusil.
Expulsado de la silla/
presidencial, Don Joao
por un golpe militar/ de
milicos brasileños
debió buscarse refugio/ en
cierta embajada amiga.
No sabemos si murió/ en
ostracismo forzado,
si retornó/ al Brasil/ con
reales o nuevos sueños;
pues sus buenas intenciones/
fueron trabajo de hormiga.
Lo tumbaron oligarcas/ en
tiempos de Lindon Johnson.
Oligarcas lo tumbaron/ no por
tocarle sus tierras.
Ellos defienden estatus/
políticos-religiosos.
No aceptan que empobrecidos/
traten de dejar su tronco
en tantos tupidos bosques/ o,
en escarpadas sierras.
¡Egoísmos ancestrales/
mantienen esos mañosos!
M A R T I N L U T H E R
K I N G
Doctor Martin Luther King:/ o Reverendo Ministro
de cristianada bautista/ en tierras del ku klux klán.
Nació en año veintinueve./
Asesinado a mansalva
al cumplir los treinta y
nueve/ por kukluxklanero bizco.
Martin Luther King luchaba/ protegiendo caro pan
de dignidades humanas/ para
su gente sin alba.
Doctor en Filosofía/ graduado
el cincuenta y cinco
cuando negra Rosa Parks/
desobedeció esas leyes
que obligaban al Ser negro/
ceder asiento a los blancos
en todo transporte público/
sin siquiera dar un brinco.
Negros siempre fueron vistos/
muy inferiores a bueyes;
pero Martin Luther King / les
sacó de inmensos fangos.
En año sesenta y tres, frente
al Monumento a Lincoln,
tan Reverendo Doctor,/ con su
discurso elocuente,
pasó a la Historia diciendo:/
Señores:“Yo tengo un sueño…”
de Libertad para el negro,/
de Libertad para el indio.
Poco a poco Luther
King/ logró dominar la mente
de blancos recalcitrantes,/ o
sea machos sin dueño.
En aquel sesenta y cuatro/ en
la capital de Suecia
Premio Nobel de la Paz/ a
Martin es entregado.
Fue el personaje más joven/
en haberlo recibido
antes que la Menchú
Tum,/ cuyo nombre es Rigoberta.
Hay un Día Nacional/ en ese
tan cruel Estado
dedicado a Luther
King/ con inmensa honra caído.
Luego su viuda Coretta/ Scott
King recibe carga
hasta hace unos pocos meses/
cuando le llegó la muerte.
Carga profunda y sublime/
enviada por lo divino:
mil quintales celestiales,/
cara mole nunca amarga
pues lograron despertar/
aquella conciencia inerte
de tanto afro-americano,/ sin
necesidad de vino.
C A R L O S
F O N S E C A A M A D O R
Carlos Fonseca Amador / no es santo de calendario,
tampoco de enciclopedias/ en
países tropicales
siervos de gleba extranjera/
por ignorancia supina.
Carlos Fonseca Amador/ luchó como
dromedario
en areneras inútiles/ de
nuestros miedos irreales;
mas, luchó pro Nicaragua/ para sacarse la espina
que desde aquella conquista/
de españoles usureros
doblegaron a indígenas/ en
región de Grandes Lagos
perteneciente a Managües,
dioses de conducta en paz.
Después del Gran
López Pérez,/ Fonseca dejó sus cueros
en cárceles del Somoza,/
quien siempre recibió halagos
del “vil sam” y oligarquía/
por su descaro tenaz.
Carlos Fonseca Amador /no saboreó gran Victoria
que aquel Frente
Sandinista/ en ese setenta y nueve;
el diecinueve de julio/ sacó
al Somoza Debayle
de su búnquer asqueroso/
superior a sucia escoria
donde imperialismo yanqui/
con diplomacia/ aleve
daba órdenes disfrazadas/ con
etiqueta de baile.
No sabemos más de ti,/ Carlos Fonseca Amador.
Sólo percibimos cantos/ folklóricos
de tu tierra
cantados con melancólicos/
compases de una guitarra
a perfección entonados/ por
los Mejía Godoy.
Fuiste digno precursor/ en
esa sangrienta guerra.
Hoy gozas con gran fervor/
los cantos no de cigarra.
Aquellos tus ojos miopes/ en
temprana juventud
—con Chamorro, periodista,/
otro mártir de Somoza—,
apenas te hacían ver/ cuatro
metros a distancia;
mas, tu inmenso corazón/
traspasaba latitud
buscando para tu patria/
majestades de una rosa
sin haber tomado en cuenta/
del asesino, arrogancia.
L O S S A N D I N I S T A S
Las pléyades Sandinistas/ son
de por sí irrepetibles.
Nacieron en los sesenta/ por
circunstancias adversas;
pues muerte del chacalón/ en
la década pasada
exacerbó de cachorros,/ mejor
dicho de reptiles
o pordioseros lacayos/ de sociedades diversas
búsqueda de López
Pérez/ noche y día en emboscada.
Herederos del Tachón:/
Tachito, Luis y chigüines
vomitando odio infernal,/ se
dieron a vil tarea:
acabar los Rigoberto/
nacientes a borbollones.
Antes del “satanicidio”,/
chochos era querubines
soportando mil desmanes/ con
cierta paciencia fea.
Frente al Somoza García/ nicas
eran muy llorones.
Mas, nuevas generaciones/
entre el cincuenta y sesenta,
eran “Quinchos Barriletes”/ cuando actuó Don Rigoberto.
Otros aún anidaban/ en la
próstata paterna
y en ovarios maternales/
durante esa Era cruenta.
Llegada la adolescencia/ y sin
ver ni un cielo abierto
bribonzuelos y adultos/
encendieron su linterna.
Católicos, protestantes,/
comunistas y masones;
hombres, mujeres y neutros/
empiezan a organizarse
bajo tan sabia batuta/ del Gran
Fonseca Amador
para ofrecer férrea lucha/ en
contra de los matones.
Búnquer del Tacho Somoza/
comenzaba a tambalearse
y un diecinueve de julio/ se
desplomó con horror.
Don Pedro Joaquín Chamorro,/
emboscado por cien hienas,
fue otra víctima notable/ del
somozismo decrépito.
Carlos Fonseca Amador / murió torturado en cárcel
cuando tenues lucecitas/
disipaban las tinieblas
y macabras estructuras/
comenzaban con estrépito
a caer sobre chacales/
cobardes de fiero alarde.
Daniel Ortega Saavedra/ y su hermano, General*
curita Miguel de Escoto/ con Doctora Nora
Ostorga;
joven Rosario Murillo/ más el
Comandante Cero;
Jimmy Carter, Presidente,/
junto al cura Cardenal,
entre miles o millones/ que
la Nicaragua forja,
se aliaron para vencer/ al
último bandolero.
Tal bandolero cayó/ abatido
por metralla
en Asunción, Paraguay,/ do
reinaba otro chacal.
Fueron franco-tiradores:/
fiel comando de la izquierda
que con armas adecuadas/ dio
cuenta de aquel canalla.
—Si invocásemos a musas/ de
la Gabriela Mistral
otro gallo nos cantara/ al
pulsar, de lira, cuerda.
Después llegó Ronald Reagan,/
otro criminal en ciernes
quien con la “contra” y más
trampa/ de política exterior
en década del ochenta/
desplazó a los sandinistas
reanudándose en Los Lagos/
otro tenebroso viernes
con Violeta de Chamorro/ y un
tal Alemán ladrón
seguidos de un vil Bolaños./
¡Tres malos malabaristas!
Pasados casi tres lustros/
los bisnietos de Sandino
en elecciones reñidas/ toman
el Poder de nuevo.
Daniel Ortega Saavedra/ vuelve a pisar
la Casona.
Encuentra vacías arcas./ Y
lámpara de Aladino
él busca desesperado./ Hugo
Chávez y Don Evo
más otros buenos gobiernos,/
lo sacarán de las lonas.
*General Humberto Ortega Saavedra
C O N T I N U A R Á