OTRAS HAZAÑAS DEL TÍO NICOLÁS
Tomadas del libro “Historias Escondidas de Tecoluca”
Escrito por Ramón F Chávez Cañas
Entre 12 y 14 años de edad, niño Nicolasito, casi arrodillado, suplicaba a doña Martina Merino de Cañas, su madre viuda, le regalase una guitarra y un violín, pues él creía tener dotes sobrenaturales para la música. Desde luego, doña Martina siempre rehusó, porque en esos tiempos y todavía ahora, la gente creía y cree en alcoholismo como principal persecutor de artistas, en especial de músicos; sobre todo, cuando éstos son muy jóvenes. Ésta era única razón esgrimida por tal matriarca para mantener su tozuda negativa.
Al cumplir dichoso niño 15 años vitales, en vista de pertinaz conducta materna al respecto, aquél decidió construir con sus propias manos tan ansiados y soñados instrumentos. Para ello, visitó a varios vecinos adultos del cantón y a otros más en el filarmónico Pueblito; todos, poseedores de instrumentos de cuerdas, de percusión y de viento. Valiéndose de cinta métrica flexible, tipo sastrería, midió y anotó en rústica libreta de papel empaque, hasta última dimensión de aquellos instrumentos musicales de cuerdas y percusión. En seguida, acudió a principales aserraderos pueblerinos para comprar la madera necesaria. En efecto: compró, pagando con novillos y potros cimarrones aún no herrados ni inventariados por la madre, una docena de trozas cuadradas por aserradores y olorosas a selva virgen; trozas de legítimo cedros reales, laureles y caobas, diferentes en tamaño y en grosor. De aquellas trozas más delgadas fabricaría tres violines; de medianas, tres guitarras; de las más grandes y gruesas, tres violonchelos y dos contrabajos; de tantos desperdicios: timbales y tambores necesarios. Maracas las construiría con morros vacíos traídos de su hacienda San Antonio, —donde abunda tal especie vegetal, cuya pulpa sirve para alimentar al ganado, y semillas, para hacer riquísima horchata de morro—. En elaboración de instrumentos más grandes, fue menester unir dos piezas, porque anchura de una sola pieza no daba medidas requeridas por chelos y contrabajos. Valiéndose, siempre, de herramientas carpinteras domésticas heredadas, y de otras toscas forjadas a mano por él, —con auxilio del Chele Salinas, herrero oficial del amado Pueblito—, se dispuso a moldear, en una sola pieza, vaciando la madera, todos los instrumentos musicales que así lo permitiesen (violines, mandolinas, guitarras). Usando la entonces tradicional e insustituible pega “cola de carpinteros”, pegó las tapas posteriores de todos esos cajones musicales artesanales. En seguida, vendiendo gallinas, pavos, cereales y quesos de corrales propios de doña Martina Merino de Cañas, se compró barnices, trastes, clavijas, capodastros y cuerdas. Total: en lapso de dos meses había esculpido: tres violines, más tres guitarras (bajo, mediana y requinto), dos mandolinas, tres violonchelos, dos contrabajos, cuatro pares de maracas, tres timbales de diferente tamaño y sonido, un tamborón de hojalata forjado entre él y el Peludo Andrés Aguilar, —éste, hojalatero oficial de ese fantasioso Pueblito.
Todo le había salido a pedir de boca; pero, nunca tomó en cuenta el factor humano ejecutante; siendo ahí cuando se le trabaron, al principio, las carretas; no obstante, logró reunir a media docena de muchachos con edades similares a la de él, incluyendo a Chepito Chávez, —hijo del sobador oficial del Pueblito: don Juan de la Cruz Chávez Rodríguez, quien compuso la clavícula rota del Nicolasito cuando éste se desbarrancó del tren infantil—. Chepito Chávez fue y continuó siendo experto maraquero, hasta haberse enrolado, ya cuarentón, en circo de Miss Amalia allá por 1952. Chepito Chávez con sus maracas se paseó por toda la región Nonualca y gran parte de la Lenca allende Río Lempa; al parecer, este maraquero del Pueblito vivió intensos romances con la bailarina y propietaria llamada Miss Amalia. Asimismo, a otra media docena de adultos jóvenes, todos, con mayor o menor vocación para las artes de Santa Cecilia. No había, en el cantón ni en el Pueblito, nadie conocedor de la difícil solfa; sólo don Santiaguito Morales Quintanilla y Rafael, su hermano, pero ellos trabajaban en sonoras bandas musicales regimentales de Santa Ana y Sensuntepeque, en forma respectiva. ¡No estaban a mano! Músico mayor regimental vicentino: don Rafael Villegas Chávez, oriundo del Pueblito e hijo de don Juan “Pacho”, llegaba, en su día libre semanal, a impartirles algunas nociones básicas de solfeo; por tanto, todos repasaban, tarde a tarde, a puro oído, bajo tres árboles de amate, nance y copinol del traspatio, para no incomodar a la mamá quien, al cabo de tres o cuatro meses de estar escuchando las cada vez más agradables melodías (bambucos, tangos, pasos dobles, mazurcas, valses, boleros, etc.), se estaba haciendo, poco a poco, la del ojo pacho. Estas melodías eran oídas, con atención, por aquellos dedicados muchachos, en nueva victrola de cuerda, (donde estaba el perro careto de RCA Víctor escuchando la voz del amo, en primitivo parlante con forma de bocina), comprada por la madre, para que adolescente hijo no fuese hasta el Pueblito a casonas de señores: Chávez-Henríquez, o Chávez-Molina, o Molina-Pineda, o Parras-Martínez, a escuchar, en modernas ortofónicas, música y voz de Enrico Caruso entonando arias de: Traviata, Rigoleto, El Barbero de Sevilla, Aída, El Elixir del Amor, y más; de Lorenzo Barcelata dándole vida a: La Barca de Oro, Ramona, Amapola, Sobre Las Olas, Alejandra, etc., y de otros cantores de menor importancia, ahora ya olvidados.
Seis meses después, casi había perfeccionado sus artes ejecutoras y auditivas; además, se le habían incorporado otra docena de febriles aprendices, entre niños preadolescentes, jóvenes y adultos; más cuatro o seis señoritas cantantes, entre ellas, la agraciada señorita Teódula Chávez, hermana de Chepito maraquero. Teódula fue primer amor del tío Nico. Al parecer, hubo unigénito muerto antes del primer año de edad. Con ese semestre de arduo aprendizaje, se atrevieron a debutar en la “Entrada”1 de un seis de agosto, dando inicio así, a esas fiestas agostinas en honor a San Lorenzo, Abad y Mártir, patrono del Pueblito. Jovencito Colacho hacía piruetas al desgonzarse tocando el requinto, al cual cambiaba por difícil mandolina, haciéndola casi hablar. Terminaba sacándole lágrimas de alegría al violín más pequeño. Teódula entonaba boleros y bambucos; Nicolasito Arévalo Aguilar, era tenor especializado en tangos y pasos dobles. Tonino, —compinche del tío en robo de naranjas—, valiéndose de hojas cítricas escogidas, simulaba, a perfección, sonido de finos saxofones. Raúl Barrera y Luisito Burro, con Victorón Bomba, Chepe Coyunda, y una pléyade memorable, tocando diversos instrumentos hechizos del mentado joven Nico, arrancaban suspiros de toda clase a escasas señoritas “tunicudas”2 y a numerosas señoritas “mengalitas”2 concurrentes a esa alegre “Entrada”, donde se bailaba desde 02:00pm hasta 08:00pm; donde abundaba horchata de morro con marquesote4, flecos, gallardetes, palmas de cocotero, y escandalosos cohetes de vara.
Gran fama del Colachito, con su consecuente popularidad, pronto llegó a oídos de señor cura párroco. Éste les invitó a repasar, además, música litúrgica de diversas festividades religiosas de la parroquia a través del año. Colachito aceptó de mala gana, más bien presionado por forzadas insinuaciones hechas por su mamá, secundada por miríada de viejas “biatas”5 entre quienes sobresalían aquellas inolvidables doñas: Onofre de Roque, Carlota v. de Fernández (decana), Soledad Henríquez Angelino (vice decana) y las tres vecinas engañadas por él, pocos años atrás, con unas campanas falsas.
Así: tocando sólo de día y en primeras horas nocturnas, mantenía tranquila a su abnegada progenitora; además, era custodiado por patrulla cantonal particular, conformada ésta por peones agrícolas y ganaderos de su hacienda San Antonio; patrulla comandada por su tío Benito. Anita Salinas, ama de llaves, casi siempre les acompañaba para prepararles café o refrigerio, garantizándole, de esa manera, a tan preocupada patrona, la abstinencia etílica total de aquellos imberbes artistas.
Su hermanita menor, nena Carmencita, ahora viuda de Chávez, empieza y no termina contando maravillas sobre sonidos paradisíacos desgajados en cascadas auditivas soliloquias que su hermanito, moderno Orfeo tecoluquense con sus amigos subalternos, le sacaban a aquellos cedros, caobas y laureles, convertidos en instrumentos musicales celestiales.
Aquella endemoniada, y a la vez angelical orquesta primitiva, llegó a su fin en 1930, cuando joven Nicolás, ya huérfano también de madre, contrajo nupcias con señorita Graciela Salinas Vasconcelos; yéndose él a vivir, durante cinco o seis años, a propiedades agrícolas-ganaderas de sus suegros—ya relatado antes—, en cantón Santa Cruz Porrillo del mismo sin par municipio; pues, la heredad llamada Hacienda San Antonio, había sido vendida a doña Segunda Henríquez v. de Chávez, para repartir el dinero obtenido en tres partes iguales. Terrenos o guatales, con casa solariega del suburbano cantón La Mora, fueron heredados por señorita Sarita, después, señora de Alférez y, por la aún nena Carmencita, varios años más tarde, señora de Chávez; pero, en siete u ocho años de existencia con la orquesta rústica, joven Cañas Merino dio molote en: casamientos (bodas religiosas y sus respectivas celebraciones sociales, sólo eran celebradas por las mañanas y, hasta bien entrada la tarde del mismo día), bautismos, cumpleaños, E n t r a d a s y velaciones de muertecitos; asimismo en procesiones de: Santo Patrono (nueve de agosto), Santo Entierro, Inmaculada Concepción de María (copatrona del Pueblito); Flores de Mayo, Pastorelas Navideñas, Veladas Escolares y, en fin, en toda aglomeración humanan donde hubiese sana alegría.
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Con dinero heredado, más el obtenido durante cinco años de duro trabajo agropecuario allá en Santa Cruz Porrillo, volvió al Pueblito encantador, habiendo comprado amplia casa del barrio El Calvario, donde instaló su hogar, viviendo ahí, hasta 1980, cuando ya fue imposible vivir por causa de guerra civil salvadoreña (1980-92). También compró, a don Tiburcio Contreras, un terrenito plano de tres hectáreas de extensión (04manzanas), localizado contiguo a su residencia de El Calvario, lado rural oriente. A medida pasaban veloces años continuó comprando más propiedades agrícolas y urbanas, incluyendo el mesón Cañas y hacienda El Obrajuelito, con 300 hectáreas de superficie plana regable por gravedad; —haciendita desmembrada de inmenso latifundio, propiedad de su primo-hermano del alma: don Antonio Miranda Jiménez. Dicho latifundio llamábase: Hacienda El Obrajuelo, cuya extensión superficial fue de 3,000 hectáreas ó 4,100 manzanas de tierra agrícola-ganadera de primerísima calidad.
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A mediados de años 30’s (¿1935-36?) don Raymundo Nicolás Cañas Merino y esposa, retorna al Pueblito, instalándose con todo y crías (Emmita y Glorita) en mansión calvareña de suburbios urbanizados del encantador Pueblito. Mansión mayor edificada sobre una hectárea, limitando con terrenos de don Venturita Alférez; pero estos ya rurales en cantón El Carao. Dicha mansión pueblerina Cañas-Salinas, contaba con: amplios dormitorios, acogedoras salas familiares y sociales, confortables comedores patronales y laborales; extenso patio central, mucho más extenso traspatio, e inmensa caballeriza con corrales para vacas de ordeño, marranos de engorde, gallinas indias ponedoras, patas y patos siempre cuchicheando, gallos sementales disputándose dominio de corrales, garañones y burros6 exhibiendo sus etcéteras sexuales y, el semi enano: Pío Mejicanos, jefe de zacapines y servidumbre (mayordomo), revisando: coyundas, baldes, rejos, pienso, espuelas, monturas, jáquimas, frenos, herraduras y resto de aperos indispensables para operar una casa medio campestre de un agricultor-ganadero acomodado de hace 60 ó más años. También, en límites de traspatios colindantes, —tapial de gruesos adobes de por medio—, con la todavía más extensa mansión rural propiedad de don Venturita Alférez; pero ya en cantón El Carao, tío Nico había colocado 25 cajas conteniendo laboriosas y educadas abejas de Castilla (Apis melífera), pues, abejas africanas o asesinas, ni se soñaban en América. Doña Graciela Salinas de Cañas, pasaba entretenida mirando a sus criadas manipular leche vacuna para fabricar: quesos, cuajadas, requesón, suero para cerdos, mantequillas y cremas. Vacas y terneros, por las mañanas después del ordeño, eran llevados hasta potreros de poza El Mango en riberas del Río Caliente local, a 400mts distantes de casa patronal; o, hasta “El Obrajuelito”, haciendita distante a 3kms al sur. Escandalosa caballeriza era especie de garaje moderno: briosos caballos, unos ensillados, otros en pelo, representaban a veloces automóviles actuales. Enormes graneros del traspatio siempre estaban repletos con cereales, esperando buenos precios para ser vaciados. No era aficionado a molienda, por tanto, no tenía trapiches ni cañaverales.
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En terrenito comprado a don Tiburcio Contreras, quebradita oriental con riachuelo permanente de por medio con respecto a la residencia, tío Colacho estableció su estadio privado para practicar deportes junto con sus trabajadores y colonos: zacapines, jornaleros, caporales, mayordomos, corraleros. Implementó dos canchas balompédicas (adultos y niños), trazó pistas para atletismo; con finas varas de un bambú especial, hizo fabricar pértigas para salto con garrocha. Estos deportes atléticos los habia visto por primera vez en inauguración del estadio Flor Blanca de San Salvador, al realizarse 3eros Juegos Olímpicos Centroamericanos y del Caribe. Ese mismo terreno o guatal, serviría para elevar: lunas, cometas o papalotes en temporada de vientos (octubre).
A pocas semanas de estar en su nuevo domicilio, todos los principales y medianos habían llegado a darle la enhorabuena, y a ponerse a sus apreciables órdenes. Primer personaje en llegar alegre con parabienes respectivos, fue don Buenaventura Alférez, quien iba acompañado por su esposa, doña Celsa Ayala de Alférez; luego, con el correr del tiempo, don Buenaventura y su nuevo vecino, tuvieron serias desavenencias por razones no venidas al caso, por ahora. Una tarde sabatina, cuando tío Nico terminaba de pagar planilla quincenal trabajada (03:00pm) apareció, en pórtico de la residencia de adobes, bahareques, maderas, tejas y acapetates a manera de cielos falsos, cierta comitiva constituida por numerosos jóvenes principales, acompañada por señor alcalde de ese entonces: don Enrique Garay. Saludaron al joven señor Cañas Merino quien, complacido por tan distinguida visita, les hizo pasar hasta sala social principal, sala enladrillada con ilusiones ópticas en blanco y negro. Después del saludo respectivo y de haberse apoltronado, todos, en cómodas sillas mecedoras, sillas de abanico y sillas haraganas, el anfitrión Cañas Merino, algo impaciente, preguntó sobre el objetivo de tan agradable visita. Don Enrique, señor alcalde, contestó así:
—Mira Colachito: estos muchachos me han suplicado acompañarles para venir a pedirte un gran favor, el cual puede ser negocio a la vez. Yo me atreví, porque fui muy amigo de don Nicolás Cañas Jiménez, tu padre. Él, a pesar de ser algunos años mayor que yo, siempre me demostró sinceridad; asimismo, tu madre, doña Martina Merino Hernández de Cañas, y todos tus tíos Cañas y Merino. La razón de nuestra visita, —prosiguió don Enrique Garay —, es porque ellos han sabido sobre tu cancha privada de fútbol. Por mi medio, desean pedírtela en alquiler, pues don Juan de la Cruz Chávez Rodríguez, cultivará el terreno del barrio Pasaquina, donde en la actualidad funciona la cancha del Tehuacan FC, recién fundado. Dinos, Nicolasito, ¿cuánto pretenderías tú, por mes o por año? Yo, señor alcalde, garantizo ese futuro contrato, ya sea éste oral o por escrito.
—Vea, don Enrique,— respondió tío Nicolás, quien prosiguió—: Ese terrenito está, en exclusiva, destinado para distracción de mis trabajadores y colonos; ellos, de 04h00 a 06:00, todas las tardes, lo ocupan; sin embargo, podemos llegar a un arreglo, siempre respetando horarios de mis trabajadores, pues tratándose de estos jovencitos aquí presentes, a quienes yo aprecio y respeto al máximo, porque algunos, como Gilberto Parras, Julio Asisclo Chávez, Jesús Méndez Barahona y Chepito Chávez, son muy pocos meses o años más jóvenes que yo; por tanto, será muy agradable compartir con ellos mi humilde cancha balompédica; pero, entrenamientos del Tehuacán FC, se verificarán a cualquier hora y hasta 03:30pm. También propongo se me incorpore a mí como jugador titular en puesto de centro delantero, y capitán del equipo a la vez; por supuesto, sólo yo decidiré cuándo abandonar la cancha por lesión o por cualquier otra circunstancia, y cuándo quedarme banqueando; además, me han llegado rumores sobre próxima fiesta bailable del Tehuacán FC, y nombramiento de señorita Amalia Molina Garay, ¿su sobrina, señor alcalde?, como madrina del club. Al respecto, —prosiguió el anfitrión—: yo aceptaría, complacido al extremo, ser nombrado padrino del equipo en tal festividad. Si ustedes aceptan estas sencillas proposiciones, las canchas, hasta 03:30 de cada tarde, repito, serán suyas sin costo monetario alguno…¡¡Ah!!,… sólo les pediré no permitir, en las canchas, a jayanes como ese Gambusina, ese Serpentina, ese Sapo Martín, ese Chico-culo, y ese Chele Alfredo.
Se suspendió por minutos dicha sesión. Mientras aquellos 18 muchachos analizaban condiciones preimpuestas por el tío materno mío, éste invitaba a don Enrique Garay para saborear legítimo largo habano y genuino coñac francés. Pasados 05mins de deliberaciones, Victorón Bomba, gigantesco capitán en funciones, ex integrante de la orquesta hechiza, con edad similar a la del humilde tío, tomó la palabra para decir:
—Agradecemos, Colachito, tu generosidad, …estábamos seguros de no salir afrentados de tu casa; …aceptamos todas tus condiciones, … yo, con el mayor de los gustos, te cedo el puesto de centro delantero y capitán, pues conozco tu recia personalidad y tus agilidades para mover, con maestría, el balón, …aceptamos expulsar de la cancha al Sapo Martín, al Chico-culo, al Gambusina, al Serpentina o a cualquier otro patán señalado por vos; pero, …desearíamos reconsideraras la exclusión del Chelito Alfredo Chávez;… es cierto, él es gran jayán, pero desciende de muy buena familia; además, apenas ha cumplido15años. Nosotros creemos poder encontrar remedios para sus apatanadas… El primer paso ya lo diste tú, Colacho, al negar ingreso al Sapo Martín: maestro de todo jayán habido y por haber en estas dimensiones. Debemos decirte: Chelito Alfredo acaba de ser coscorroneado por don Lino Parras, quien lo sorprendió embadurnando con boñigas de cerdo, un pedazo de pared repellado en el portal exterior de la farmacia; pedazo de pared en el cual doña Tránsito, esposa inválida de don Lino suele, por las tardes, recostar su cabeza, mientras don Lino y empleados atienden clientela de la farmacia. Otro detalle a tomar en cuenta por ti, amigo Cañas, —prosiguió Victorón Bomba, con sus 2,05mts de estatura, y figura de culebra mazacuata parada—, es que Chelito Alfredo, a pesar de sus escasos 15abriles, ya anda taloneando insistente, a mi querida flaca sobrina, adolescente Maria Agapita. No seria nada extraño ni remoto, un próximo matrimonio. Entonces, este jayán entrará, por afinidad, a ser parte de mi familia; pues de la tuya ya lo es, Colachito, porque Carmencita Cañas, tu hermanita menor, es ya madrastra del tal jayán.
Con esta larga y bien hilvanada exposición, tío Nicolás se dio por convencido. No puso más objeciones sobre el mentado Chelito Alfredo.
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Fiesta danzante del Tehuacán FC llevose a cabo la noche en 09 de agosto de ese año (¿1937?). Joven señor Cañas Merino (28 años), llevando del brazo a señorita Amalia Molina Garay (19) se paseó orondo por principales calles empedradas del Pueblito. Mortecinas luces de farolitos a gas keroseno, destellos relampagueantes de cohetes de vara, luces de bengala, morteros, granadas, juegos de caña, toritos pintos y más, alumbraban marmórea, talqueada y sonriente cara del único hijo varón de doña Martina quien, además de lucir impecable traje entero de legitimo casimir australiano, botines cuero cabritilla elaborados a mano en zapatería Tonsa de ciudad San Vicente, y corbata italiana de seda natural, lucía finísimo sombrero Barbissio, también italiano, con el cual cubría su incipiente calva. Las calles estaban abarrotadas por curiosos delirantes quienes, al paso de la comitiva encabezada por ambos jóvenes padrinos, se destapaban en vítores y aplausos. Sólo doña Graciela, su esposa, no gritaba ni aplaudía. Banda musical regimental vicentina, con melodías marciales, iba en retaguardia; 44 ó más muchachos futbolistas hacían guardia de honor a la pareja de padrinos y demás invitados, entre los cuales sobresalían: Don Jesús Orantes Vela y doña Juana Francisca del Carmen Chávez de Orantes; don Ramón Chávez padre y doña Carmen Cañas de Chávez; don Nicolás Molina Garay (padre de la madrina) junto con su cuñado, el señor Garay, alcalde; don Lino Parras, con Carmencita, su hija mayor, pues doña Tránsito, su esposa, estaba en silla de ruedas por causa de poliomielitis; don Francisco Ayala Gámez y doña Tránsito Castro de Ayala; don Carlos Federico Molina II y doña Pachula Ventura de Molina; don Fernando Orellana Soller y doña Paulita Rodríguez Molina de Orellana; don Andrés Roque Portillo y doña Mercedes Ayala de Roque; don Felipe Rodríguez Molina y doña Concepción Martínez de Rodríguez; don Jesús Alvarenga y doña María Luisa Hernández de Alvarenga; don Celestino Méndez y doña Amparo Barahona de Méndez; don Buenaventura Alférez y doña Celsa Ayala de Alférez; don Victoriano Alférez y doña María Teresa Chávez Molina de Alférez (la mera, mera). En fin, una gruesa7 más de personalidades entre principales y medianos. Ningún jayán. Dicha fiesta danzante celebrose en amplios salones de Escuela de Varones local (ya desaparecida). Fue amenizada por marimba-orquesta “Alma Vicentina” y orquesta “La Meca”, de Santa Ana.
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Entrenamientos del Tehuacán FC efectuábanse tres veces por semana: desde 01:00 a 03:30pm; pero, mayoría de jugadores se incorporaban, casi a diario, al equipo de hacienda “El Obrajuelito” y anexos. De estos peones jornaleros futbolistas salieron algunos titulares para Tehuacán FC. Tío Colacho, además de entrenar con Tehuacán FC, también lo hacía con trabajadores suyos o sea, entrenaba de 02 a 04hrs cada día. Por ser un tío ecuánime, siempre sabía y avisaba de antemano cuando le era imposible entrenar o jugar un desafío oficial; asimismo avisaba, en cualquier momento del encuentro oficial o desafío, para ser sustituido por lesiones o cansancio. Casi siempre lo sustituía Victorón Bomba. El mentado tío era un “chuchacuta” (hombre ágil) buscando el marco contrario; era “tres piedras y un tetunte” para enzaguanar goles al adversario; metía goles a la chilena y de palomita; era galgo para meter goles olímpicos, de tiros fuera del área y, penales, los enzaguanaba hasta con ojos cerrados. Por lo menos, una docena de porteros rivales fueron a dar contra las redes, con todo y balón, cuando trataban de atajar aquellos potentes disparos salidos de cualquiera de ambas patas de mi tío Nicolás. Bajo su tutela o capitanía, le dieron verga al Independiente de San Vicente, al Luís Ángel Firpo de Usulután y al Platense de Zacatecoluca; todos ellos, equipos de primera división salvadoreña. Fue rogado por los equipos: Alacranes, Treinta y tres, España, Juventud Olímpica y por los tres equipos vergueados; pero, capitán Cañas Merino se negó a firmar esos contratos, por la razón de sus múltiples ocupaciones agrícolas, ganaderas, sociales y familiares. Además, no aspiraba a ser futbolista internacional.
Para 1941 cuando gringos caras pálidas fueron atacados por amarillos orientales allá en Pearl Hárbor del Pacífico, el todavía jayán Chelito Alfredo Chávez, empezaba a deslumbrar en el fútbol, habiendo salido más galgo que mi tío párpados gruesos. Éste comprendió muy bien esto, optando por dejar el lugar al jovencito jayán Chávez; pero igual al tirano chileno Pinochet, —quien reformó la constitución de aquella sureña hermana nación para perpetuarse en el poder—, el tío aún poco calvo, se quedó auto-impuesto como entrenador oficial y presidente vitalicio de la junta directiva del tantas veces mencionado club, para continuar cachimbeando a cuanto equipo, grande o mediano, se les pusiese enfrente. Dos o tres años más tarde, tío Colacho dejó toda actividad futbolera, porque al ser nombrado, a “dedo”, alcalde municipal del apolítico Pueblito, por el sátrapa tirano Maximiliano Hernández Martínez, toda aquella muchachada del equipo lo aborreció y expulsó, abandonando esa tan maravillosa cancha futbolística. Ante esta decepcionante experiencia, dos meses después, tío renunció al nombramiento a “dedazo”. Se incorporó, entusiasmado, al Movimiento de Resistencia Nacional Local, encabezado por su cuñado, don Ramón Chávez padre, esposo de Carmencita, hermana menor del tío Nicolás. Volvió a dar prestada la cancha, pero él no participó más: ni entrenador, ni directivo.
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A 04:00 de cada mañana, mientras enano Pío Mejicanos supervisaba ordeño en corrales bovinos o hacía algunos otros menesteres esenciales con otros animales domésticos del corral, tío Nicolás se deleitaba tocando su violín; pero esta vez, tocando fino violín de manufactura extranjera, imitación del famoso Stradivarius. Tocaba violín durante casi media hora, al inicio de cada faena, paseándose frente a vacas en momentos del ordeño, pues afirmaba: Con música agradable, aquellas vacas daban más leche y gallinas ponían mejores huevos; asimismo, tocaba frente a cajones de colmenas por mismas razones ya mencionadas; pero, a 04:30 de todas las madrugadas, silenciaba su instrumento para escuchar cuando: clarineros, chiltotes, senzontes, torogoces, palomas chaparreras, moradas o alas blancas y, hasta vulgares guacalchías destempladas, iniciaban conciertos sinfónicos desde altos y frondosos: conacastes, copinoles, cedros, cocoteros, quebrachos, caobas, bálsamos, ceníceros, y muchos otros árboles más, mayoría ya extinguidos; y minorías en peligro de extinción; siendo acompañadas dichas aves, desde tierra, por: relinchos de caballos, zumbido de abejas, rebuzno de burros, mugido de vacas, croar de sapos, quiquiriquí de gallos, chillido de cerdos, más muchas voces bajas constituyendo acompañamiento a celestiales clarines de: clarineros, chiltotes, senzontes; mágicas flautas de palomas, torogoces, tortolitas; a consagradas voces de tenores: alcaravanes, guaces, loros, guaras, cotorros, pericos y catalnicas; a privilegiados sopranos: dichoso-fui, guardabarrancos, senzontes piñoleros y chiltotes de cajete. Pájaros carpinteros o chejes, al taladrar tallos de altos cocoteros, ponían notas percutoras de la orquesta. Al iniciarse este sublime concierto, tío Yeti u Hombre de las Nieves, loco, abandonaba su seudo Stradivarius, sustituyéndolo por hechiza batuta labrada en varita de güiscoyol. Con ella, elevando ojos hacia copas de quinimil árboles circundantes, dirigía invisibles instrumentos y coros alados; luego, volviendo su extasiada mirada hacia horizonte inmediato, batuteaba el ronco impresionante sonido de: contrabajos, tamborones, tubas, chelos, sacabuches, representados por toscos sonidos del ganado del corral y sapos. Abejas le servían cuando él quería reproducir ruidos o sonidos de furias, tal cual lo producen: vendavales, huracanes, trombas, zumbido de aviones en guerra. En fin, cualquier catástrofe natural o artificial de este planeta Tierra. Entonces, en pleno concierto ornitológico, bovino, porcino, equino y batrácico, fino director dirigíase hacia el colmenar. Golpeando suave a repetición con batuta a tablas de cajones, hacía que el, o los enjambres convocados, saliesen de su panal haciendo ruido aterrador; pero, permitiendo ser dirigidos por aquella batuta de Cañas Merino. Éste se contorsionaba, similar a como cuando tocaba el requinto de aquella añorada orquesta juvenil, paseándose frente a enjambres voladores para dirigirles sus trayectorias; las cuales, casi siempre alcanzaban a corrales lecheros del vecino inmediato: don Buenaventura Alférez. Cosa curiosa: abejas no picaban a ningún animal, ni asustaban al ganado de don Nico; mas, a todo ganado: bovino, porcino, equino, y aves de corral de don Venturita, lo hacían barajustar rompiendo ataduras, saltando cercos y desconociendo, incluso, hasta al amo Alférez. Después de varios meses de estos episodios, don Buenaventura envió a sus pequeños hijos: niño Germita y niña Luisita para entregar, al director de orquesta, cierta nota escrita así: “Querido Colachito: no quisiera importunarte tanto; mas, ya no aguanto el escándalo cotidiano matutino armado por ti con tus animales. Canto de pájaros es sagrado: no lo tomes como queja; sin embargo, tu violín hiere nuestros oídos, rebuznar y relinchar, con mugir de tus bestias, revientan nuestros tímpanos. Es más: vuelo de tus colmenas por mis corrales, han disminuido mucho la producción; por tanto, Nicolasito, en honor a la amistad que me unió a tus difuntos padres; en honor a la amistad y vecindad actual nuestra: yo te pido, yo te suplico, yo te ruego, yo te imploro, yo te ordeno, yo te exijo,… ¡cesa la represión en contra de mis nervios!” Mentado filarmónico leyó, releyó la anterior nota; luego, después de tres días de estudio meditado al respecto, se fue, en persona, a platicar con su resentido vecino. Efectuados saludos de rigor, el músico-goleador habló:
—He leído su carta, don Venturita. Me parece interesante y preocupante a la vez, porque la música, en especial la salida por sonidos naturales creados por Dios, me causa embeleso. Nunca creí importunar a nadie; más bien, yo creía agradar a Dios y a todo el vecindario, dirigiendo yo esa orquesta celestial. Por el momento, pienso suprimir sólo zumbido de enjambres, para no causar a usted mayores daños económicos; también trataré de disminuir volumen de: rebuznos, relinchos, mugidos, croares y kikirikires… ¿De acuerdo, don Venturita?
Don Buenaventura aceptó. Ambos se enfrascaron en otras interesantes largas pláticas sobre vida social, económica y política del Pueblito aletargado, y del país. Dos horas después, músico-apicultor regresaba a su mansión convencido de ser él, el mejor vecino del mundo. Dejó de acudir a corrales en horas de ordeño; hizo pedazos la batuta de güiscoyol; se encerraba, para tocar violín o requinto, en último cuarto de la residencia, al cual, José Rivas, carpintero, tapizó de manera hermética con fragantes tablas de cedro real, para anular sonido hacia el exterior; mandó a embozalar a todos los cerdos, en especial a Polo, un cuche chele educado a perfección para imitar sonidos del Sacabuche, ( instrumento musical indígena precolombino); cerdo que al final murió por vejez, habiendo sido enterrado con honores de ordenanza, pues por cariño al animal, el tío no quiso transformarlo en jabón. También: vacas, toros, caballos, yeguas y asnos, fueron embozalados; gallos: cocinados y comidos en chicha; porque el buenazo del Párpados Gruesos prefería perder cualquier cosa a no perder aprecio, amistad y respeto de don Buenaventura Alférez; —hombre éste mucho mayor en edad, muy trabajador y padre responsable, quien se ganaba la vida, además de labores agropecuarias en gran escala, fabricando camas y ruedas de carretas de las tiradas por semovientes; por tanto, don Venturita era único carrocero fino en el fantástico Pueblito. Estatura del señor Alférez era menor a la mediana, su estampa medio jorobada y su voz de tiple afónico, contrastaban con doña Celsa, su esposa; quien era todo lo contrario en cuanto a figura física, pues en lo moral, ambos eran magníficos.
Pleno silencio en corral bullicioso comenzó a reinar… Vacas y gallinas disminuyeron al 50% sus producciones; cerdos, caballos, yeguas, burros y hasta sapos, enfermaron de melancolía. Sólo abejas con pájaros silvestres, hicieron caso omiso al compromiso adquirido por aquel futbolista con el vecino. También enfermaron: canarios, calandrias, jilgueros, alondras, y pájaros del dulce encanto, enjaulados, propiedad de doña Graciela; pero, manipulados por su esposo para darle mayor estatus a la orquesta de animales.
Tres o cuatro días después de haberse firmado con tinta de sinceridad, aquel pacto entre vecinos, aparece don Venturita, a 05:00am, pomponeando la puerta principal externa de residencia Cañas-Salinas; llegaba encrespado pomponeando con desesperada insistencia. Futuro Hombre de las Nieves, aún en pijamas, abrió la puerta, pues por postigo lateral reconoció la figura enjuta de su no tan agradable vecino. Éste, no esperó oír buenos días, tampoco los dio. Tan zamarro cual culebra zumbadora, con su voz de tiple afónico, se expresó así:
— ¡Mira Colacho desgraciado! ¡Mira cómo me han dejado tus avispas!... ¡Esto no es nada, infeliz!... ¡Si vieras cómo están: Celsa, Luisita, Germita y Nicolasita, —a quien bauticé así, en tu nombre, ¡¡gran puñetero!!— ¡y todos mis trabajadores, tanto carroceros como jornaleros!... ¡Vos has quebrantado tu palabra, jodido!... ¡Tú no eres hombre honesto, tú eres un maldito!... Y vengo… a retarte… para batirnos en duelo… ¡Escoge tus armas, infeliz, y nombra a tus padrinos!... ¡Tienes 48hrs para hacerlo!... ¡Si no lo haces, serás un cobarde, y morirás cual muere un perro!... ¡Gran repugnante!...
Don Venturita no permitió ser replicado por Cañas Merino, pues, dichas las últimas palabras, dio media vuelta para marcharse y perderse tras las puertas de su residencia campestre, distante 150mtrs del lugar del reto. Nadie, ni doña Graciela, ni las nenas, quienes ya sumaban cuatro con advenimiento de Argelita y de Sarita sin ser gemelas, se enteraron de la recién nacida problemática. Preocupado, encendió largo habano, abrió puertas de su arsenal, dio ligero vistazo a pistolas Colt .45, a .38 Smith & Wesson especial, y a la escuadra que él propio había modificado para disparar, con esa misma arma, balas calibre .22 y balas calibre .32; pero no se atrevió a tocar ninguna. Enseguida hizo su aseo personal, tomó ligero desayuno cocinado por él mismo. Sin decir nada a los suyos inmediatos, partió hacia barrio El Centro, con destino a casa de don Ramón Chávez padre, su cuñado, por ser éste esposo de Carmencita, hermanita menor del San Lorenzón. Don Ramón padre, algo extrañado por esa tan tempranera visita, preguntó, entre alegre y sorprendido, los motivos. El retado, nervioso, contó pormenores del problema; contestó preguntas y repreguntas hechas al respecto por su cuñado. Éste, convencido de veracidad, tomó su sombrero Borsalino y dirigió sus zapatos hacia casa de don Jesús Orantes Vela, esposo de doña Juana Francisca del Carmen Chávez, hermana menor de don Ramón padre; mientras, el “españolote” continuaba dando detalles o pormenores a Carmencita Cañas, su hermanita menor, esposa de don Ramón padre, repetimos.
Los otros dos cuñados (Orantes Vela y Chávez Henríquez) decidieron intervenir, no apadrinando el duelo, sino siendo mediadores, tratando de evitar esa violencia. En efecto: ambos se encaminaron hasta residencia de El Carao. Después de haber escuchado, con paciencia, al furioso e inflamado facial Venturita; después de haber examinado amoratadas caras de la señora, de niños y de algunos trabajadores, fueron a inspeccionar linderos Cañas-Alférez. Subidos en sendas escaleras estaban para espiar hacia el colmenar amaestrado por el mal vecino cuando, de repente, fueron atacados por súbito enjambre que hasta ahora nadie sabe de donde apareció. Los dos, Chávez y Orantes, con rostros y cuellos inflamándose y enrojeciéndose, volvieron corriendo desesperados, manoteándose cara, pescuezo y cuero cabelludo, a sala principal del ofendido don Venturita. Éste, al nomás verlos en forma monstruosa desfigurándose, se alegró y dio más pie a su decisión duelística; pero, los recién agredidos por el enjambre, lograron apaciguar al furioso, prometiéndole salida más decorosa al problema. Chávez y Orantes convencieron al apicultor musical. Tal apicultor musical, de inmediato trasladó el apiario hasta El Obrajuelito, a casi una legua distante del calvario virtual.
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Con advenimiento de algodoneras, flora, fauna pueblerina y de toda la república, rápido desaparecieron; por tanto, trinos silvestres, olores a cedro, a conacaste, a caoba y a zorrillo, se esfumaron por completo, perdiendo, don Nico, junto con zumbido de enjambres, el elemento más importante de su natural orquesta. Poco después, autoridades sanitarias del filarmónico Pueblito aplicaron códigos respectivos, prohibiendo: establos, granjas porcinas y avícolas dentro del radio urbano. Fue entonces cuando la famosa orquesta natural, que por poco lo lleva al duelo mortal con su vecino don Venturita, desapareció para siempre.
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Ya maduro en edad y en pensamiento (1972), adquirió obrajes salineros allá por márgenes del estero Jaltepeque, cercanas a cantón La Pita, jurisdicción municipal del mismo Pueblito, a escasos 200mtrs de la desembocadura en el Pacífico del caudaloso Río Lempa. Para llegar a tales salineras era preciso atravesar cañada salobre que unía al río con el estero. Cuando baja marea lo permitía, podía atravesarse a pie; de lo contrario, sólo en cayucos, o lanchas movidas por motor. Sin embargo, el nuevo industrial salinero, cabalgando orgulloso sobre su majestuoso caballo: “Pegaso”, —al cual sólo le hacían falta mitológicas alas—, cruzaba, orondo, la pleamar del estero en mencionada cañada. Pegaso no necesitaba ser espoleado; no obstante, por malicia, mi tío siempre portaba, en ambos talones, afiladas y relucientes espuelas bañadas en oro, pues le gustaba oír el inconfundible rin-rin cuando él marchaba a pie; pero, más le agradaba la admiración despertada en los demás, cuando sus espuelas sonaban y brillaban al reflejar luz solar o lunar, en forma impecable.
Un marziano domingo de elecciones, el bendito tío, por la mañana, hizo ensillar al Pegaso, pues iría hasta el político Pueblito para ejercer el sagrado sufragio. Partidos políticos de mayor renombre eran: PCN (partido de las manitas mañosas) y el honesto Partido Demócrata Cristiano o PDC (partido de los pescados); desde luego, el nuevo salinero era correligionario del partido de las pepescas, pues su cuñado, don Ramón Chávez padre, era coordinador general municipal del mismo. Sobre todo, porque pescados de esa antidemocrática época, constituían única opción democrática para todo salvadoreño honesto y trabajador.
A 04h00 de esa madrugada, cuando nuestro ex goleador iniciaría largo viaje hasta urnas electorales colocadas en portales centrales del encantador municipio, pleamar estaba en su apogeo; habíase dado llena exageradísima, al grado de rebasar, en varios metros, límites normales de la más alta marea. Tan osado jinete hizo caso omiso de tales circunstancias, a pesar de múltiples observaciones atinadas y ruegos hechos por algunos de sus peones salineros. Pegaso, sin ningún tapujo, se hizo a la mar medio embravecida rompiendo, con su ancho pecho, aquellas olas de la cañada. 15mins más tarde, Pegaso estaba pisando tierra firme; pero, por prisa en llegar hasta urnas, tan valiente ciudadano político, jamás politicastro, no desmontó para siquiera saludar a piteños inmediatos. Continuó de largo a galope medio tendido. Sólo sentía mediana resistencia proveniente de sus dos talones, y forzado movimiento extraño de los mismos; pero, por la prisa en llegar temprano, ignoró esas raras circunstancias; mas, al pasar por cantón San Carlos Lempa, siempre en jurisdicción municipal del magnífico Pueblito, después de haber galopado 07kms en 20mins, aquellos habitantes a la vera del camino real, asombrados le gritaban: “¡¡Los pescados, los pescados, don Nico!!” Él, intrigado por insistencia persistente de aquel tumulto inesperado, asombrado y gritón, que se estaba volviendo su persecutor, detuvo la marcha del Pegaso para indagar algo al respecto, pues la gente no cesaba en mencionar a gritos las palabras: Los pescados, los pescados, don Nico. Creyendo que esa humilde campesina gente, pescadores en su mayoría, trataban de transmitirle algunos nuevos desagradables mensajes políticos represivos ignorados por él, quiso desmontar por lado derecho. No pudo; tampoco pudo hacerlo por lado izquierdo, pues ambos pies le pesaban el equivalente aproximado a quintal y medio cada uno… Entonces,… en fracciones de un segundo pensó para sí: ¡¡Caramba,… cuánto pesan los años!!...No pudo desmontar. Mientras, sus pedestres persecutores le daban alcance, rodeando al Pegaso, quien no manifestaba mínimo signo de cansancio, ni destilaba una gota de sudor. Uno de tantos persecutores, jadeante, le dijo: “¿Cuánto dinero quiere usted por esos dos hermosos pescados?” “¿Cuáles pescados?”, —respondió el extrañado jinete—. “Esos que usted lleva, colgando sus hocicos de las espuelas, ya con las colas deshechas por lo abrupto del camino a rastras”, —díjole su interlocutor. Mientras, resto de la gente destrababa a enorme pez boca-colorada (pargo) y a un mero-mero, cuyo peso individual rondaba en seis arrobas (65kgrs). El jinete disimuló su sorpresa. Bromeando con ellos les dijo así: “No, muchachos, no: estos pescados no están a la venta, porque son de Graciela, mi esposa, pues ella los preparará para comérnoslos, envueltos en huevo, en próximo viernes de cuaresma; pero, si a ustedes pueden servirles más, tómenlos sin costo monetario alguno”.
Ya desembarazado de aquella inadvertida carga, Pegaso pudo avanzar más en su real galope, llegando al rebelde Pueblito a 08h00; pero, “don Salinero”, no pudo ejercer el sufragio, porque “la benemérita”8, comandada por civil Atila Cañas, —único sobrino militarista de los Cañas-Merino—, había trasladado urnas a casa del Negro Andrés Roque Portillo, donde las rellenaron con 25,000 votos falsos a favor del partido manitas mañosas , consumándose otro descarado fraude electoral, pues el defraudado Pueblito, en esos tiempos, sólo contaba con 20,000 habitantes, incluyendo a niños y niñas sin edad para el sufragio.
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Es mismo Pueblito precolombino, asentado sobre faldas sur-orientales del imponente Volcán Chinchontepec y que, en esa misma Era, fuese la capital del Nequepio Nonualco, llamada “Tehuacán de las Granadas”. Es mismo Pueblito en cuya hacienda: Concepción de Cañas, viese primera luz, y respirase primer aire oxigenado, el discutido Libertador de esclavos centroamericanos; Libertador usurpado, alterando auténtica Fe de Bautismo, por un pueblón vecino llamado Zacatecoluca. Es mismísimo Pueblito cuna del doctor Juan Crisóstomo Segovia, médico-científico de renombre internacional, por haber descubierto el microbio Tripanosoma segovienses, causante, en El Salvador, de la enfermedad cardiaca: “Mal de Chagas”. Es auténtico Pueblito, donde se engendró y parió al Doctor “Honoris Causa” de UES: ingeniero don Manuel de Jesús Merino Argueta, padre de todo maíz híbrido centroamericano; ganador del Premio Nacional de Cultura (1982) en rama de Ciencias; también Doctorado, Honoris Causa, por Universidad de El Salvador, repetimos con orgullo. Es mismísimo Pueblito dueño de raíces genéticas del Señor Profesor Don José Ricardo Chávez Cruz, “Maestro Meritísimo de El Salvador”. Proclamado así por ‘Colegio de Humanistas’, y ‘Ateneo de El Salvador’. Es el mismo Pueblito que, de manera inexplicable, desde hace casi 60 años (1948), denomina a una de sus principales calles con una fecha de cero significado patrio, -14 de diciembre de 1948-, cuando, en últimos 12 años de verdadera administración municipal democrática por FMLN, debieron haber suprimido esa asquerosa fecha (cuartelazo) y llamarle, a esa avenida: Avenida Ingeniero DOCTOR H. C. MANUEL DE JESÚS MERINO ARGUETA. Las otras tres calles ejes, deberían llevar el nombre del Doctor Juan Crisóstomo Segovia, del Profesor José Ricardo Chávez Cruz, y del dudoso libertador Cañas y Villacorta.
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Hijos del pacífico, pero activo varón pueblerino, Cañas Merino, se crecieron, se educaron, se casaron, se formalizaron y todos se marcharon: unos para San Salvador; los más, para el extranjero (Italia, EUA y Nicaragua), quedando sólo él y doña Graciela, viviendo como en virtual cementerio, en aquella soledad inmensa cubierta por: tejas, adobes, bahareques y acapetates; con corrales mudos y riachuelo seco; con graneros de hojalata, baldes, frenos, y espuelas oxidándose.
En enero de 1981, se da la “Ofensiva Final Guerrillera”, habiendo sido, el Pueblito por medio milenio esclavizado, uno de los más afectados. En vista de esta nueva dificultad, doña Graciela decide marcharse hasta San Salvador, para vivir más cerca de algunos de los hijos de ambos; pero, el terco y calvo viejo se resiste. Sólo accede a dejar la residencia de El Calvario por otra, también propia, de dos plantas construidas con hierro más cemento, en mero, mero centro del Pueblito, —donde estuvo antiguo Mesón Cañas, mencionado en capítulo “El Premio Gordo” de este mismo blog—. Ahí, 15 años más tarde, le sorprende el coma diabético que, el jueves santo de 1996, lo llevó a la tumba; pero, con la adecuada asistencia médico-hospitalaria privada en San Salvador.
1—ENTRADA = Fiesta bailable vespertina dando inicio a fiestas patronales en pueblitos salvadoreños.
2—TUNICUDAS = Señoritas bailadoras de relativa alta sociedad por lo general sólo económica.
3—MENGALITAS = Señoritas bailadoras de relativa baja sociedad en lo económico.
4—MARQUESOTE = Lujoso y delicioso pan dulce, por lo general consumido en ocasiones especiales.
5—BIATAS = Vocablo despectivo de “Beatas” o santurronas católicas pueblerinas.
6—BURROS = Calzado cuero de cerdo, alto, baratos. Jumento, asno, orejón.
7—GRUESA = 12 docenas ó 144 cosas u objetos puestos a venta en mercados.
8—BENEMÉRITA = Palabra o palabreja sarcástica para referirse a criminal guardia nacional de El Salvador, ya desaparecida desde 1992.
F I N
26 de abril en 1998