NOVELA
LA
GUERRILLERA JAGUAR
Por Ramón
F Chávez Cañas
Final
del primer capítulo
Dicho rejuvenecido hijo del “choferote-busero” atravesó a pie la carretera. Eran las 04:00hrs de
ese memorable domingo de ramos. Iba estrenando zapatos viejos tipo “burros”
vulcanizados, de marca “siete leguas”,
usados sólo por campesinado pobre debido a inclemente explotación de oligarcas.
Tal calzado se lo proporcionó un combatiente allá en El Roblar. Ropa ajada,
pero no mal oliente, pues la había lavado en “El Ujushte” el día anterior al no
poder montar su difunto auto, parecía haber salido de Montecarlo, almacén
exclusivo para varones burgueses. Tuvo suerte: pudo llegar hasta estación de
taxis sin ser detectado por mal llamadas “Defensas Civiles”. Ahí, después de
regatear, por ¢200ºº fue transportado hasta ciudad Quezaltepeque.
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Es difícil continuar relatando lo sucedido
a este pobre hombre del pueblo, envilecido por presencia en abundancia, según
él, del espejismo monetario o mil veces traidor dinero; pero, debemos continuar
hasta lúgubre o feliz final, de acuerdo a quien interprete la historia por
concluir.
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En ciudad Apopa hicieron parada; pues
taxista y ex prisionero estaban devorados por el hambre. Ahí ordenaron sendos
rimeros de “popusas revueltas” con respectivas enormes tazas de café amargo.
Desayunaron. Eructaron “encurtidos” de:
repollos, cebollas, ajos, vinagres, chiles picantes y centenar de etcéteras,
fieles acompañantes de mentadas popusas. Pagaron. Retomaron su ruta. Mostraron papeles
de identificación a 03 extorsionadores policías de Hacienda estacionados en
cruz de caminos: Troncal-Quezaltepeque-Apopa, quienes exigieron “mordida” sin
haber motivo. Continuaron su viaje hasta antigua ciudad de llamados “Güegüechos” (Quezaltepeque). Eran las
06:00am. Llegaron 30mins después (a alturas de Nejapa cambiaron llanta pinchada). El hijo de la “chilatera”
quiso hacer uso de su llavero; pero las puertas estaban muy bien trancadas
desde el interior. Pronto empezó a gritar:
—¡Pelaanchaa! ¡Pelaanchiitaa!... ¡Aquí estooyy!... ¡Ya viine!... ¡Me secuestró
la guerrillaa!...
Cierta ventana exterior en balcón del altillo se
abrió. Por ella apareció, todavía en ropas de dormir, la señora doña Esperanza
de la Paz Guerrero
de Galán Burgos quien, con olímpico desprecio le espetó:
— ¡Vete al diablo hombre torpe y sucio!...
¡Tus “calaches” están donde tu nana!... ¡No quiero saber, en absoluto, nada más
de ti!—. Con brusquedad cerró la
ventana.
El recién liberado del secuestro continuó gritando
tratando de explicar lo sucedido, sin algún resultado positivo. Aquel vecindario
se estaba aglomerando. El taxista intervino para cobrar la carrera y ofrecerle,
con cortesía, llevarlo a otro lugar designado por él. El humillado marido
aceptó e indicó la casa de su madre. En tan breve camino recorrido, taxista le
dijo: “Es inverosímil esa historieta del cautiverio llevada a cabo en Usted por
tan poderosa Guerrilla”. Al
preguntarle Galán Burgos el porqué, aquél prosiguió: “Los guerrilleros son personas
muy malas. No tienen piedad de nadie; además, son asaltantes, cuatreros,
violadores y comunistas. Si lo relatado por Usted fuese cierto, ¿cómo me explica
que no le hayan robado esos 04 cordones de oro macizo colgantes de su cuello,
esas preciosas pulseras de plata mexicana o boliviana y ese montón de anillos con
preciosa pedrería en todos los dedos de sus manos?... El abatido hombre contestó con el
silencio.
Desesperada anciana madre, sollozando de alegría-tristeza
lo abrazó, le dio la bienvenida explicándole a su manera todo lo sucedido
durante esa semana de su ausencia. Tío
Agapito por poco le rompe la cabeza con una raja de leña; pero no pasó del
amago. Mientras, su también anciano padre estaba en el parque Morán junto con
otros “bolitos” tomando atole “shuco” y haciendo “cabuda” para comprar más
“zangolote”. El Sol empezó a elevarse. Tal vendedor de “chacaleles” suizos, ya
sin alcohol ni anfetaminas en sangre ni en cerebro, lloraba desconsolado. A
08:00am envió, cual mensajero de paz ante iracunda esposa, al compadre Baltasar Calero, —éste, ciudadano sereno,
dueño de marroquinería Balt-Balt en
ciudad de güegüechos—. Calero
regresó una hora después con el mensaje siguiente:
— ¡Compadrito: el matrimonio se acabó, me dijo la
comadrita! ¡Todas sus “galladas” están aquí donde su madrecita! Yo traté de
explicarle el infortunio suyo durante esos 08días de cautiverio; mas, ella puso
oídos sordos a mis palabras.
Intervino la sollozante y confundida madre:
—Es verdad mi hijito. Aquí están tumbillas,
cajas de cartón “lavasol” y bolsas de
papel “lintorrey” con todas tus pertenencias… Ninguna de tus caras valijas para
tus viajes aéreos a México, ni tus atachés “samsonite” te ha mandado para acá
esa ingrata—. Se hizo pausa
de 10 segundos, luego doña Domitila prosiguió—: Pero
como vos sos tan tontito, ¿quizás no hiciste “verrugueta” para enfrentar estas
calamidades?
— ¡No, mamá! ¡No soy ningún tonto! Yo tengo mi cuenta
bancaria personal en banco Capitalizador de esta ciudad. ¡No moriré de hambre!
Necesito ser visto por un médico. Llamen al doctor Manuel Gaviria porque él es
el mejor médico general de esta ciudad.
—
¡Magnífico!—, dijeron madre,
compadre y tío. Fueron por el médico.
El
doctor Manuel Gaviria lo interrogó, examinándolo con minuciosidad de cabeza a
pies. Al final sugirió ser internado de inmediato en una clínica psiquiátrica
de San Salvador, recomendando la clínica-hospital Santa Sofía del doctor Mario
Rauda. Así fue hecho. Tal famoso psiquiatra doctor Mario Rauda diagnosticó:
“Estado profundo de delirio por persecución con fuerte componente de
culpabilidad sexual frustrada”. Además sugirió ser menester su ingreso en el
nosocomio por al menos 4 ó 6 semanas. Costes aproximados andarían entre ¢30,000ºº
y ¢40,000ºº. Se revisó estado de cuentas bancarias del enfermito. Al instante
se aceptó lo sugerido por el galeno. Más tarde se enteraron: ese tratamiento,
en otro país, costaría 10 ó 15 veces más.
Sólo
su adolescente y futura quinceañera hijita Lupita, llegó de visita 3 ó 4 veces
en 6 semanas; pero acompañada de monja católica, porque estudiaba interna en mismo colegio tecleño donde su madre se había
graduado, 20 años antes, en tan extraña especialidad de entonces y de ahora: “Menagere”. Esposa y resto de sus menores
hijos lo ignoraron. 8 semanas más tarde egresó curado. Con el dinero personal
sobrante pagó, por adelantado, tres años de colegiatura para niña Lupita,
asegurándole futuro grado de bachiller en internado colegial. Con resto
monetario marchó rumbo al extranjero (EUA) pues tenía visa múltiple. En EUA
trabajó cual verdadero camello al servicio de algunos derechistas vietnamitas
exiliados, dueños de porquerizas. Trabajaba de Sol a Sol y más aún (14 ó 16hrs).
Además de haber acumulado sólida economía, no se olvidaba de su abnegada madre
ni de sus aún pequeños hijos: enviaba, mes tras mes, $800ºº (¢2,000ºº de
entonces, al cambio oficial) para costear educación de dos hijos menores más
sostenimiento de anciana doña Domitila. Ésta, en ausencia de
aquél, trató de reconciliar con doña Esperanza; mas, todo fue
inútil. Doña Esperanza pronto se “endamó”
y fue negativa a todo.
Durante
estancia en EUA, dicho Garañón domesticado conoció a muchos
refugiados compatriota suyos, quienes le relataron tantos sufrimientos pasados
acá y cómo ellos habían escapado de fatídicos escuadrones de la muerte pro
oligárquicos operando en ciudades, pueblos, villas, cantones y caseríos de la
dimensión salvadoreña. Entre ellos conoció al señor don Julián Urquilla, campesino del municipio Tecoluca en departamento San Vicente, quien pormenorizó su
espectacular fuga al ser llevado al seguro asesinato por “chaneques” y guardias
nacionales vestidos de civil. “Yo me encontraba amarrado de pulgares, unidos
con pita de cáñamo encerada; pero con las manos por delante, —dijo don Julián y prosiguió—: El
chaneque apodado “Gorrión” me ordenó caminar para adelantarme a 20mts del
pelotón porque me aplicarían la inhumana “ley fuga”. Tuve suerte, —continuó con mímica, más voz
entrecortada del recién resucitado de la muerte aún no ganada—, porque
a mi lado izquierdo se ofrecía profunda
barranca llamada El Burro. Sin pensarlo 2 veces me lancé, de rodadas, por aquel
precipicio con ladera de 45 grados y espesa vegetación, más 100 ó 200mts de
profundidad. Ellos, guardias nacionales y chaneques, dispararon a la loca o sea
sin sentido. Creyéndome asesinado se marcharon, pues era hora de oración
vespertina y la profunda quebrada estaba oscura. Yo, como pude, en lo más crudo
de aquella madrugada (02:00am) con frío calador, logré desatarme. Partí en
busca del sacerdote católico: Padre David Rodríguez, quien era mi instructor en
catequesis, pues yo era predicador de la palabra divina según Vaticano II,
Medellín y Puebla. El padre David me condujo hasta el palacio arzobispal de San
Salvador. Por medio de la organización internacional de Derechos Humanos, más ayuda
de Cruz Roja Internacional, logré llegar a este país, —magnífico para seres blancos
arios; pero cruel para nosotros latinoamericanos, asiáticos y afro-americanos—. Todo
esto sucedió en febrero de 1980, cuando democracia cristiana pactó nuestra
entrega con satánica mafia nacional e internacional”. Entristecido conoció con atención y estudió en
esos años el testimonio de otro sencillo y honesto hombre salvadoreño quien fue
dado por degollado sobre acantilados del
Océano Pacífico, allá por túneles de carretera El Litoral, entre puertos la Libertad y Acajutla; también
decenas o centenas más de mártires por la libertad con justicia.
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5años
después, 1987, tal esclavo de cerdos vietnamitas regresó al país. Venía transformado
casi en totalidad: no era locuaz cantinflesco, ni cliente de burdeles; sus
ropas eran sencillas y limpias; alhajas estaban ausentes. Se le vio par de
veces en su Quezaltepeque natal, luego no se supo más de él. Infiel doña
Esperanza, al cabo de 2 ó 3 años de estar “enchivada” con degenerado subteniente de la “benemérita”, había fracasado en lo moral, social y económico. Los tres
hijos se habían trasladado a vivir en casa del tío materno: José Mauricio; pero
costos de subsistencia y educación formal corrían, en 95%, por las remesas paternales.
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El 15 de
noviembre en 1989, ofensiva guerrillera “Hasta
el Tope” estaba en su apogeo allá en colonias Los Santos I y II de
Soyapango. Cubriendo retirada de tan heroica Comandante Úrsula, Guerrillera
Jaguar, con su columna bélica, Próspero Galán Burgos parece haber
dado la batalla final; pero antes de haber caído abatido por balas asesinas de
cruel tiranía oligárquico-burguesa, había causado a soldadesca docena y media
de bajas, entre muertos y heridos. Narraremos, con brevedad, posibles 15 ó
20mins vitales del controversial personaje nuestro. Antes, férrea Comandante Úrsula
trató, llorándole y suplicándole, que pronto se uniera a la retirada; pues por
órdenes expresas y precisas de Comandancia General del FMLN deberían estar reunidos
en riberas del río Las Cañas para ejecutar asalto a lujosa Colonia Escalón y a
Hotel Sheraton en misma rimbombante colonia; pero el Valiente Terco, sabedor como ella del inminente peligro, con voz de
trueno a lo Júpiter o Plutón, Neptuno o Jehová, y tez más roja que cresta de
gallo indio, la increpó a gritos, sin tartamudear:
— ¡Váyase mi señorita Comandante! ¡Déjeme aquí
con mi hijo Prosperito y con mi tío Agapito! ¡Acá resistiremos a vil soldadesca
de esta tiranía! ¡Sálvese mi señorita Comandante! ¡Morir ya no nos importa,
pues mucho más le debemos a la patria! ¡Por su juventud, inteligencia y valor,
nuestro pueblo la necesita más que a nosotros!—. Luego, resollando y reflexionando en cuestión de
segundos, pues esclavos armados de oligarquía estaban más próximos, volvió a
decir —: ¡Llévese, pues, a Prosperito!
¿Quiere irse, tío?—. Tío
Agapito al instante respondió—: ¡No! ¡Yo triunfo o muero con vos, sobrino
mío!— .Y, empuñando respectivos
ak47 le hicieron frente a la injusticia representada allí por famélicos
soldaditos reclutados por fuerza en la campiña.
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Mientras
Prosperito
Galán Guerrero, a 17 primaveritas, con odio infernal contra “benemérita o correyuda”, bajo órdenes
de la sin par Señorita Comandante Úrsula, allá en márgenes occidentales
del río Las Cañas, planificaban su incorporación a las demás aguerridas columnas
que en esa madrugada inmediata asaltarían a “marines”
y al Señor Secretario General de OEA, brasileño Joao Baena Soares, albergados
en Hotel Sheraton de tantas veces mencionada y exclusiva colonia Escalón. El
oficinista-comerciante-mujeriego-guerrillero y llorón Próspero Galán Burgos,
pareció morir cual hombre valiente a sus 52 contradictorios abriles. ¡Que Dios
pueda tenerle en paz!
C O N
T I N U A R Á