S A L V A D O R C A T O R C E
Del libro “Historias Escondidas de Tecoluca”
Escrito por Ramón F Chávez Cañas
¿Cuál fue su natural o legítimo apelativo?... Sólo Dios, él, su familia cercana y amigos sinceros lo supieron, y lo saben; pero, en aquel sabio Pueblito siempre fue conocido por SALVADOR CATORCE. ¿Por qué?… Porque él, siendo muchacho dieciocho-añero, impertérrito afirmaba tener CATORCE. Vox populi o voz de Dios, ubicaba su nacimiento en 25 de enero de 1933. Vino a este mundo antes del tiempo normal del parto: sietemesino o sietillo, a causa del inmenso terror experimentado por la madre cuando, en alrededores de rústica y rural vivienda, aullaba aquella famosa mártir y nocturna Coyota Teodora.
Salvador Catorce era joven de estatura casi diminuta; de color moreno cobrizo amulatado, pues sus profundas raíces indígenas nonualcas-tehuacanas, alguna vez, en lejano pasado esclavista, se habían cruzado con sangre africana, allá, en latifundios coloniales cercanos pertenecientes a familias criollas: Cañas-Villacorta, o Molina-Cañas, o Jiménez-Molina. Cabellera medio ensortijada, pómulos algo protuberantes, y labios ajucumicados (color de aceitunas criollas moradas o jucumicas, según lenguaje vernáculo en territorio Nonualco) de grosor moderado, daban más pie para sostener esta sospecha. Vivía, junto con padres y hermanos, cobijado bajo techos de rancho pajizo a vera del camino real allá en cantón El Carao. Era genuino remanente de clases desposeídas, quizá liberadas por José Simeón Cañas y Villacorta, dudoso Libertador de esclavos centroamericanos 125 años atrás. Les había, en teoría, liberado del yugo español; pero, continuaron siendo siervos de criollos y chapetones: nuevos amos iniciados en 15 de septiembre en 1821. Desde primera infancia adecuada (07 años), Chambita Catorce, con gran puntualidad acudió a escuela primaria de varones del singular Pueblito, habiendo cursado hasta 6to grado, pues ése era máximo grado al cual pobres estudiantes de aquella época (1947) podía aspirar. Sexto grado, cuando él tenía 12 añitos de edad, lo aprobó con bandas y medallas de excelencia; pero, por extrema pobreza económica reinante en agro de aquel tiempo y todavía, se vio obligado, junto con decenas más, a repetir mismo último grado durante cuatro consecutivos años; no obstante, don Humberto Marenco (magnífico mentor y señor director de escuelita urbana ) le obsequiaba almuerzo cotidiano, pues jovencito Catorce ayudaba en docencia extra de algunos niños con profundas dificultades para aprendizaje normal. Luego, cumplidos 14 años por quinta vez (1950), don Santiaguito Morales Quintanilla, filósofo y filarmónico autodidacta, —hermano paterno del coterráneo ingeniero Doctor H. C. don Manuel de Jesús Merino Argueta (padre de maíces híbridos salvadoreños) —, le dio trabajo en Farmacia Las Américas del soñado Pueblito, regenteada por el mismo don Santiaguito. En esa dorada época, por necesidad o malicia, —se decía—, coqueto Chamba Catorce comenzó a usar lentes transparentes, incoloros, con aros delgados de oropel. Jóvenes de su camada, a espaldas suyas, se burlaban de él; pues, ni adultos mayores o viejos, necesitaban usar tales artefactos ópticos. Vestía con sencillez, pero con envidiable pulcritud. Viajero asiduo a ciudad San Vicente o a Virola (Zacatecoluca), para deleitarse con matinée cinematográficas dominicales. Su posible escaso salario mensual le ajustaba hasta para pagar clases, por correo postal, del idioma inglés, anunciadas en periódicos capitalinos de los cuales, don Santiaguito, su jefe benefactor, era asiduo suscriptor.
Nunca se prestó para redactar o escribir cartas de amor a sus iletrados coterráneos jovenzuelos. Siempre los remitió a comprar un folletito quincenal llamado: El Secretario de los Amantes y, o, dos cancioneros: El Bonito, y El Ritmo; pues él no podía prestarse para semejantes bagatelas. Estudió el mentado idioma sin contar con recursos de audios y videos actuales. ¡Lo aprendió a puro papel y lápiz! Para medio perfeccionar oído y dicción, por las noches y en fines de semana acudía al cine local, situado en destartalada casa propiedad de don Felipe Rodríguez Molina (magnánimo señor). Catorce tapaba su visión para sólo oír diálogos, sin mirar letreros castellanos respectivos. También, su bendito jefe farmacéutico le permitía sintonizar, en el radio-receptor de onda corta a pilas de automotor, con grandes antenas aéreas, diversas transmisiones anglófonas. Parece ser: así, con tantas vicisitudes, —según muchos—, Salvador Catorce medio perfeccionó su segunda lengua; no obstante su pulcritud y admirable auto educación bilingüe, trataron de ser empañadas por minorías vulgares pueblerinas, envidiosas y cobardes: lo calumniaron acusándolo de haber hurtado cierta cantidad de dinero (¢500ºº = US$ 200ºº de aquellos tiempos) al señor Morales Quintanilla, su empleador, quien, por ser quien era, prestó oídos sordos a rumores; pero, al poco tiempo, Chamba Catorce demostró su honradez al descubrirse al verdadero hurtador.
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A finales de años 50’s, gobierno de El Salvador contrató a compañía “Columbus del Perú” para ampliar y balastar carretera secundaria entre ciudades San Vicente y Zacatecoluca, pasando, por supuesto, tangencial al incomparable Pueblito nuestro. Esta constructora peruana provocó gran escándalo, porque casi todos (95%) habitantes pueblerinos, nunca habían visto, ni en película, aquella gigantesca maquinaria: al galgo dinosaurio metálico tragador y vomitador de tierra, piedra y ripio, le llamaban: “catepila”, aun cuando el correcto y severo Salvador Catorce les corregía llamándole: “Ca-ter-pi-llar”. A todas las también numerosas y monstruosas máquinas destrozadoras de arbustos, árboles y paredones, vulgo pueblerino le nombraba: “yondil”, y, Catorce debería perder paciencias explicándoles que esa sólo era marca de fábrica, cuya correcta ortografía era: John Deere.
Dicha mencionada compañía peruana traía, entre ingenieros y altos ejecutivos de campo, a varios cheles tal vez ingleses o estadounidenses. Tales cheles llegaban a sestear a champa almuercera y cervecera de señora Eva Angelina Barrera, situada al costado sur oriente del parquecito central pueblerino. Ahí mismo pedían respectivas cervezas heladas. Alegres desempacaban sus propias térmicas almuerceras. Esto, al mediodía. También, a eso de 04:00pm, aparecía, en misma champa fresco-cervecera, jineteando su burrita Renault, un genuino gringo tan peche y tan largo cual cocotero viejo, o insecto “chilincoca”, o vara de cohete. Este “tiosamlandés1“ —tal cual les llamara nuestro célebre polifónico; pero poco recordado artista radial vicentino de ciudad Guadalupe: Guillermo Antonio (Albertico) Hernández—, era veterano piloto aviador de Segunda Guerra Mundial, casado con cierta señora de apellido Angulo, propietaria de tercera parte del latifundio Hacienda Tehuacán Opico, —en cuyos caseríos estaba y está el famoso por martirizado cantón Cayetana, cuna de protomártires del recién pasado infierno bélico civil salvadoreño—. El tiosamlandés fumigaba extensas plantaciones algodoneras propiedad de su esposa; luego, terminada cotidiana faena, montaba su burrita Renault para llegar a cervecearse a la ya citada champa de señora Eva Angelina Barrera. El tal larguirucho tiosamlandés era llamado, por los lugareños: don míster Kleiton.
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Chamba Catorce, con permiso del jefe benefactor acudía, casi siempre todos los medios días y algunas tardes, al establecimiento mencionado para charlar con los cheles y con el tiosamlandés. Charlaban con fluido idioma inglés ante miradas y oídos atónitos de señora Eva Angelina y de algunos otros curiosos circundantes de tal champa. Dos semanas después de iniciadas conversaciones jerigóncitas, extranjeros ejecutivos de compañía Columbus del Perú contrataron a Salvador Catorce para servir de intérprete en dicho campamento. Tres meses más tarde, cuando Columbus se marchó para continuar su trabajo en carretera primaria del litoral salvadoreño, allá por túneles entre puertos La Libertad y Acajutla, bilingüe personaje nuestro volvió a ocupar su puesto en farmacia de don Santiaguito; pero, varios semanas más tarde aparecieron, en el Pueblito remoto, algunos jóvenes “t i o s a m l a n d e s e s”, jóvenes de uno y otro sexos, con edades similares a la de nuestro admirable y pulcro personaje bilingüe. Éste, pronto entabló amistad con aquellos chapudos cara-pálidas y, éstos, casi de inmediato le ofrecieron trabajo de intérprete-traductor de textos, pagándole buen salario con dólares de “Alianza para el Progreso”; pues esta alianza era programa estadounidense (gringo) impulsado por el entonces presidente Kennedy†, con objetivo de anular penetración ideológica cubana dirigida hacia Latinoamérica por Doctor Don Fidel Castro Ruz, —Simón Bolívar en siglos XX y XXI—. Jóvenes espías tiosamlandeses venían formando parte del subprograma: “Cuerpos de Paz”. Estos recorrieron cantones y caseríos de aquella inolvidable e inmensa comprensión municipal.
Cuando terminaron en fracaso programas y subprogramas de tan cacareada Alianza para el Progreso, aquellos muchachos tiosamlandeses volvieron a Tiosamlandia con tambores destemplados. Con ellos también desapareció Salvador Catorce. Se suponía: nuestro mulato bilingüe, con fantasiosos espejuelos de oropel, cuellos, puños despercudidos y almidonados a perfección; leontina sujetando fino reloj suizo de bolsillo; ligas de látex para sostener mangas largas de camisas “arrow”; zapatillas de charol de impecable brillo; cordones de oro macizo al cuello, esclavas de plata boliviana o mexicana, e innumerables sortijas de ¿fina? pedrería en ambas manos, se había ido hacia la nación del norte, donde debería estar triunfando por su envidiable tenacidad.
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En preludios del macabro concierto bélico civil salvadoreño (1978-79), cuentan: el ya entonces don Salvador Catorce, volvió a pisar viejas pero finas callecitas empedradas del fabuloso municipio; callecitas adornadas con aceras de jaspeadas lajas volcánicas, labradas a perfección por nuestra Madre Naturaleza, y cortadas por el hombre para hacerlas medir un metro cuadrado cada una; pues, don Chamba 14 estaba de regreso. Venía de Tiosamlandia donde había vivido por más de una década. Regresaba más coqueto en el vestir y más chapetón en el hablar; llegó, además, casado con cierta tiosamlandesa de ojos verdes claros, tez blanca pecosa, delgada, esbelta, pelirroja, y cinco centímetros más de altura con respecto al políglota; aparentando ser ella aproximados doce años menor con relación al esposo; pues éste ya andaba acercándose a dinteles difíciles del medio paquete. Venían acompañados de dos preciosas nenitas, de cuatro y ocho años en sus edades aproximadas respectivas. Por fortuna, para racistas, tales muñecas eran retrato vivo de la madre; pero, por imperdonable desgracia para nuestro ilustre biografiado, murmuraciones al respecto eran agrias. Además de ambos capullos, traían numeroso equipo electrónico audiovisual, pedagógico modernísimo (tecnología de punta, tal cual dicen cursis neoliberales actuales). Alquilaron local o salón contiguo a la todavía existente farmacia Las Américas; pero ya con diferente dueño, porque don Santiaguito era difunto. Ahí, en portales sur occidentales del parquecito central pueblerino, abrieron su academia bilingüe inglés-español, con intención de atender a veinte alumnos en cada uno de tres turnos laborables cotidianos, incluyendo domingos. Asimismo, en otro local comercial, pegadito al hogar de doña Carmela Parras de López (hija mayor del magnífico don Lino), adyacente a la academia idiomática, esposos Catorce instalaron mediano almacén algo comercial (ferretería, telas, granos básicos, electrodomésticos, etc.), porque no pensaban subsistir sólo con bajas cuotas cobradas en la academia a niños, jóvenes y algunos adultos asistentes al salón de la, —también cursi palabreja actual: reingeniería lingüística—; pero, mentada floreciente y popular escuela idiomática, más próspero establecimiento comercial, sólo duraron par de años, porque, cuando se desató la Ofensiva Final Guerrillera (10 de enero de 1981), ejército de la tiranía y cavernaria “benemérita”, con pretexto de buscar, para masacrar, destruir o aniquilar nidos guerrilleros persistentes, catearon casas de habitación, locales del centro comercial y cultural pueblerino, habiendo destruido o saqueado tan floreciente academia o, “tecnología de punta”, más inventarios comerciales del almacén y hogar Catorce, entre otros. Dicha quijotesca dichosa familia, no sufrió agresión física personal alguna, pues la tal tiosamlandesa y él, al instante mostraron documentos migratorios “sobrenaturales”; pronto, dos días después, en ambulancia y camioncito de Cruz Roja Internacional fueron evacuados, sólo llevando utensilios mínimos necesarios. Fueron transportados hasta embajada “tiosamlandesa” en San Salvador… ¡Qué habrá sido de ellos?
CHAMBA CATORCE: donde te encuentres. Hazme el gran favor de recibir fraternal abrazo de este fantasioso aprendiz de escritor coterráneo tuyo.
1-- Tiosamlandia = EEUU
F I N
25 de julio en 1999