Anastasio Jaguar

Anastasio Jaguar

Breve Biografía de ANASTASIO MÁRTIR AQUINO (1792-1833):

Único Prócer salvadoreño verdadero en siglo XIX. Nativo de Santiago Nonualco, La Paz. De raza nonualca pura. Se levantó en armas contra Estado salvadoreño mal gobernado por criollos y algunos serviles ladinos, descendientes, éstos, de aquéllos con mujeres mestizas de criollo o chapetón y amerindia; pues esclavitud inclemente contra: indígenas, negros, zambos y mulatos, era insoportable para el Prócer Aquino. Fue asesinado por el Estado salvadoreño en julio de 1833, —después calumniado hasta lo indecible, tratando de minusvalorar sus hazañas; así como hoy calumnian a Don Hugo Rafael Chávez Frías y, ayer, al aún vivo: Doctor Don Fidel Castro Ruz.

En honor a tan egregio ANASTASIO AQUINO, este blog se llama:

“A N A S T A S I O A Q U Í S Í”

sábado, 27 de agosto de 2011

El Premio Gordo

             E L   P R E M I O   G O R D O
                          Por Ramón F Chávez Cañas
                De: “Historias escondidas de Tecoluca”


                   En aquel tranquilo, casi olvidado por el Estado, fresco y encantador Pueblito, localizado a medio camino entre ciudades cabeceras departamentales: San Vicente y Zacatecoluca; con nuestro Río Padre: Bajo Lempa al sudeste, nació, allá por 1909, una señora de nombre Juana Sánchez, ya fallecida. Juana Sánchez era mujer delgada, de estatura mediana con características antropométricas de raza mulata. Su ascendencia indo-africana no fue conocida. Sólo se supo de ella lo siguiente: con Lidia, su hermana, más otro hermano apodado “Calcetín”, fueron hijos de casa en residencia de cierta anciana señorita “biata” católica cuyo nombre fue niña Chepita Sorto. La descendencia de Juana Sánchez estaba constituida por dos hijos varones: Rafael, alias: Cutis; y Daniel, alias: El Peludo. Cutis, el mayor, fue alcohólico consuetudinario empedernido y vagabundo, habiéndose ausentado del lar materno por muchos años. En cambio, El Peludo, permaneció fiel a enaguas maternas hasta casarse, por ritos naturales o “atrás del matocho”, con señorita Zoila Amaya Hernández. Ésta heredó el apodo del papá: don Chema Pollo (José María Amaya Chávez, tío de este relator).
            
Juana Sánchez se ganaba el pan cotidiano lavando y planchando ajeno, en aquellos tiempos cuando era menester acudir hasta uno de tres ríos principales, distantes 02 ó 03kms del Pueblito; pero en diferentes rumbos. Con la batea llena de ropa sucia sobre su cabeza, hacía malabarismos de equilibristas o saltimbanquis. En una ligera red o cebadera de mezcal transportaba su almuerzo, y jabones primitivos elaborados por ella con grasas animales o semillas oleaginosas (jucumicas, sapuyulos) y lejías obtenidas por destilación de cenizas del carbón de maderas oscuras y duras. El Río Caliente era su favorito. Partía temprano (06:00am) para regresar a 03:00pm. En resto del día y primeras horas nocturnas, almidonaba o planchaba con planchas calentadas adosándolas a tizones o brasas avivados con rústicos abanicos, pues energía eléctrica doméstica no existía en tan primitivo Pueblito. —Se sabía de esta maravilla física sólo por relatos de ocasionales y raros forasteros capitalinos o buhoneros de cabeceras departamentales—. Temprano de siguiente mañana, Peludo entregaba las nítidas especies a tan selecta clientela de su madre. Juana, en su juventud y medianía, era apreciada por jovialidad y excelencia en su trabajo. Fue lavandera-planchadora estrella de cuatro o cinco familias principales de aquel inimitable conglomerado, entre los cuales merecen mencionarse a: Molina-Ventura; Parras-Martínez; Chávez-Cañas y Chávez-Orantes. Se jactaba de sacar cualquier mancha difícil sin estropear la prenda y de no manchar la misma ni con el mínimo tile. Las marcas: arrow, eme-pi, manhatan, etcétera, a ella le eran confiadas. Era orgullosa sin ser pedante. En lo social, sólo se relacionaba con familias ya mencionadas, siendo doña Juana Francisca del Carmen Chávez de Orantes Vela su amiga-confidente, quizá porque habían nacido en el mismo año y habían asistido juntas a primeros grados primarios en la misma escuelita pública; aunque doña Carmen terminó educación primaria y parte de secundaria en colegios de ciudad San Vicente. A pesar de tan enorme disparidad socio-económico-cultural entre ellas, la amistad florecía y fructificaba. Doña Carmen apreciaba a Cutis y al Peludo, tanto como a sus propios sobrinos e hijos.
        
Cierto día, en 1958,  a ruegos de incierto vendedor de billetes de lotería y por propaganda subliminal de automotor parlante al respecto en las vecindades, dispuso comprar un vigésimo de la recién inaugurada Lotería Chica, cuyo costo era ¢0,25, equivalente, en aquellos dorados lejanos tiempos, a us$0,10. El premio mayor sería de ¢25,000ºº. Un día después de haberse corrido dicho sorteo, temprano en la mañana, procedente de ciudad San Vicente vía ferrocarril, se presentó el billetero vendedor anunciándole haberse ganado ella ¢500ºº, porque el billete entero había salido premiado con ¢5,000ºº. Quiso darle la mitad en dinero y la otra en más billetes del siguiente sorteo. Juana no aceptó. Pasaron más billeteros con el mismo son; ella continuaba con la misma tozudez.

Tampoco quería ir hasta la capital salvadoreña donde sí, le podrían dar el total en efectivo. Transcurrieron dos o más sorteos y ella en su terquedad de mula mañosa, a pesar de haber sido informada, por  mismos vendedores de fortunas, sobre seis meses de vigencia efectiva del vigésimo. Hizo cuentas sobre costos económicos y riesgos del incómodo viaje hasta oficinas centrales capitalinas de Lotería Nacional de Beneficencia Pública, porque debería llevar a dos acompañantes y pagarles pasajes, alimentación, más hospedaje, pues ella nunca había viajado hasta San Salvador. Entonces, decidió aceptar el cambalache. Pronto apareció otro billetero anunciando el sorteo  extraordinario navideño con premio mayor de ¢500,000ºº (U$S 200,000ºº), a ¢50ºº cada billete entero. Juana recibió cinco billetes; mas, el resto, entre protestas y suspiros, lo recibió en efectivo. El veintidós de diciembre se corrió el mentado extraordinario sorteo. Juana, con el permiso de doña Carmen, su entrañable amiga, dispuso escuchar la radio en el radio-receptor a pilas de automotor existente en dormitorio de ésta. Desplegó sobre del piso sus cinco especies talismánicas; se acostó bocabajo en la amplia hamaca de la patrona-amiga, quien afinaba la sintonía de  Radio Nacional. Hecho esto, doña Carmen se marchó hasta su puesto en el mercadito municipal, donde vendía productos de salineras, moliendas, cosechas agrícolas, todas de su propiedad. Locutores empezaron con la jerigonza de números cantados y repetidos a dos voces. Cantaron y repitieron muchos premios de urna de baja o mediana monta. La señora Sánchez estaba quedándose hasta bizca de tanto mirar y remirar sus cinco billetes sin obtener tempraneros resultados favorables. Poco después de la medianía radiofónica, los locutores dijeron:
      
 —UNO…uno; NUEVE…nueve; TRES…tres; CINCO…cinco; DOS…dos…
DIECINUEVE MIL TRESCIENTOS CINCUENTA Y DOS…
Diecinueve mil trescientos cincuenta y dos…
¡QUINIENTOS MIL COLONES!…
¡¡Quinientos mil colones!!
       
Juana comenzó a gritar  como loca rematada. Roselia Clímaco, junto a Laura Carrillo, —ambas sirvientes en tan gigantesca morada—, acudieron desde cocina y desde traspatio hasta dormitorio patronal para indagarse sobre tales gritos. Encontraron a mulata lavandera Sánchez, eufórica con llanto de alegría. Ésta, al ser preguntada por aquéllas, enmudeció y de inmediato se desmayó. Mientras, el radiorreceptor continuaba con pandemonio de números. La frotaron con hojas de: albahaca, ruda, hierba buena y del golpe; con espíritus: del carmen, de azahar y hasta con los siete espíritus; pero, al ver frustrados sus intentos, Roselia, desesperada, fuese al puesto del mercadito, esquina opuesta al lugar de tan alegre tragedia. Roselia Clímaco jadeante, hablo así:
         
          — ¡Doña Carmela, doña Carmela!: su querida amiga, Juana Sánchez,  se ha desmayado… Ya la frotamos por más de media hora; pero no da señales de volver... (¿…?)… No, no está muerta todavía porque respira agitada… (¿…?)... No, no está tilinte ni entrampada de las quijadas…¡¡Véngase, vaya a verla!!  
         
            Doña Carmen se quitó el delantal popuso de billetes y de febles1, entregándoselo a la niña-adolescente Miriam, hija de Roselia. Partió rauda a confirmar lo afirmado por ésta. En efecto: encontró aguada e inconsciente a la amiga desde infancia; con respiración entrecortada y muecas epileptiformes del pequeño mal. Mandó a Laura Carrillo  a traer de emergencia a don Lino Parras, —el médico primitivo más a mano, pues don Felipe de Jesús Ayala y don Juan de la Cruz Chávez Rodríguez (éste, otro tío de este narrador), por su avanzada senectud ya no eran venados—. Don Lino, de inmediato le aplicó lavativa rectal de agua alcanforada mezclada con esencia de café arábigo. Al instante, la galardonada con premio mayor extraordinario, recuperó la conciencia. Mientras, anfitriona-amiga-patrona, ya había recogido aquellos cinco billetes desparramados sobre fino piso marmóreo en rojo, amarillo y blanco, entregándolos, de inmediato, a legítima dueña. El radiorreceptor terminó con su locura de cifras, empezando a repetir, hasta la saciedad, números de tres principales premios y  nombres de agencias donde habían sido vendidos. El señor Parras, de ojos verde-azulados, semejantes a ojos de alcaraván; de tez blanca, prudente, educado e inteligente; padre, entre otros, del malogrado joven José Gilberto, magna esperanza de esa familia y del torcido Pueblito, se retiró con amplia sonrisa de triunfo adicional, sin poner mayor atención a fantástica causa del problema ya solucionado. Nuestra Juana de Arco, serenada por efecto de  lavativa con cafeína más presencia de personas cariñosas y comprensivas, se expresó así:
      
       — ¡Doña Carmencita, gran amiga mía!: ¿estaré yo soñando?... ¡Pellízqueme… pellízqueme!... No quiero estar más en esta pesadilla…
       
     — ¡No Juanita, no!, —replicó la ya entonces viuda de Orantes y continuó—: Esta no es ninguna pesadilla. Esta es perfecta realidad. De ahora en adelante tú serás: ¡¡DOÑA JUANITA SÁNCHEZ!! Todas las mengalitas de este Pueblito, de Virola y San Vicente, te respetarán. Yo, si tú lo permites, guardaré en mi caja de hierro tu billete premiado. Ahora mismo, pues está de vacaciones como juez de un juzgado vicentino, llamaremos al doctor Jesús Méndez Barahona, notario, para que él dé fe de lo actuado. Esperaremos el paso de un par de semanas. Cuando hayan concluido vacaciones  navideñas y de Año Nuevo, iremos a cobrar tu bien ganado premio. Mi hermano Moncho y yo, junto con diez o doce jóvenes “pistoleritos” de nuestra familia, para darte seguridad, te acompañaremos; pero recuerda, —concluyó la condiscípula de infancia—: ya no eres “ña Juana Sánchez” a secas. De ahora en adelante serás: ¡¡DOÑA JUANITA SÁNCHEZ!! No volverás a mugrienta pieza de mesón en esa pocilga propiedad del mentado Nicolás Cañas Merino. Te hospedarás, por ahora, en esta mi casa, la cual es también tuya, mientras compras o construyes tu propia.
       
 Tan humilde y escuálida lavandera-planchadora de ropa ajena, continuaba consciente, llorando y abrazando a su amiga de infancia. Mientras tanto, Roselia y Laura, junto con José Reyes (Chepe Cunco), zacapín de caballerizas, habían vuelto a sus quehaceres rutinarios. El Peludo, junto con Zoila Polla, su esposa, se hicieron presentes para informarse, de primera mano, sobre tan buena nueva. Después de indagarse al respecto, aceptaron, de feliz gana, lo propuesto por la viuda de Orantes; pues en tren del mediodía, a eso de 01:00pm, siempre procedente de ciudad San Vicente, estaba el billetero buscando, en  pieza del mesón Cañas, a la ahora doña Juana. Al no encontrarla, se dirigió al mercadito y a  placita o parquecito central, para hacer la bulla. De esa forma, Peludo y resto de vecinos, conocieron rápido la transformación de pobre mulata en doña. Después de pesquisar por media hora, tal vendedor averiguó. Llegó al temporal refugio de la afortunada para exigirle 5% del premio; pero, la viuda anfitriona, con  espada desenvainada, en forma enérgica le replicó:
       
 — ¡No señor billetero, no! Ya hablé con mi hermano Moncho, —padre de Monchito Chávez Cañas—, él conoce de leyes. Dice no existir algún decreto o ley obligante al respecto. Además, usted viene con amenazantes prepotencias machistas y ni siquiera ella ha cobrado el premio; usted viene imponiendo taza fija de gratificación; pero, yo le pregunto: ¿por qué no se quedó usted con ese billete habiéndolo tenido en sus propias manos, verdad? Regrese en enero para recoger pequeña gratificación voluntaria, después de haberse cobrado tal dinero. ¡No intente más amenazas porque entonces mis hijos, mis sobrinos y los hijos de doña Juana, se las verán contra usted!
      
         El vendedor de fortunas se retiró buscando estación ferrocarrilera Tehuacán para esperar, a 04:30pm, el tren de regreso. El diez de enero volvió humillado para recibir ¢6,000ºº acordados con bondad por la nueva y la antigua doña, no sin antes haberlo discutido con Cutis y el Peludo, quienes se oponían a tal regalía. Pero antes, el cuatro de enero, comitiva integrada por: la afortunada, sus dos hijos, la viuda, don Moncho padre, Tío Coyote y Chepe Güigüí, —estos dos últimos, sobrinos de doña Juana por ser hijos de Lidia, su hermana, como fue dicho al principio—, se encaminaron, montando el camioncito de don Marcelino Portillo, manejado por Pepón Boren, —éste empleado de aquél—, hasta capital salvadoreña para efectuar la tantas veces mencionada diligencia. Detrás del anciano camioncito iba el “picachón” propiedad de don Juan Rodríguez Molina y manejado por él mismo, en el cual se conducían los “pistoleritos” de familia Chávez: Chusito, hijo de la viuda; Monchito, hijo de don Moncho; Chepito, hijo de don Juan de la Cruz; Carlitos, hijo de don Carlos Antonio; Julito Asisclo, otro hijo de don Moncho, y tres o cuatro más con respectivas armas de fuego, cortas; asimismo, con  machetes afilados a perfección por Guayo Villegas, peón agrícola de la viuda. Llevaban salvoconducto firmado por dos militares de alto rango político, amigos de los Chávez: Julio A. Rivera y Arturo A. Molina. Éste, originario del Pueblito; aquél, de Virola. Cobraron el valor económico. Recibieron cheque certificado contra Banco Hipotecario de El Salvador, el cual depositaron en agencia vicentina, por ser único banco con agencia en ciudad San Vicente, vecina del indescriptible Pueblito. —Pueblito ascendido, en 1930,  a categoría de ciudad sin tener  estructuras básicas para tal rango. Fue ascendido por politicastros electoreros de ayer, de ahora y siempre—. Todos regresaron jubilosos (en esos tiempos no había ambiciones económicas impropias). Al llegar al poblado, la orquesta del cantón  Chaperna y la de  Hermanos Torres de San Juan Nonualco, junto con  Mudo Chacocho y sus toritos de pólvora, se destaparon en música de alegría, en estallidos de cohetes y en otras fantasías. En el traspatio de la mansión amiga, se sirvió opípara cena rociada con los más “finos” licores nacionales de entonces: Espíritu de Caña, Tic-Tac, Ron Caribe y más. Sólo a cuatro familias principales, en el privado patiecito central de la mansión pueblerina, se les sirvió exquisitos alcoholes: escoceses, franceses, cubanos, rusos e italianos. Dos novillos, veinticuatro gallinas y doce jolotes, fueron donados por la viuda y su hermano Moncho. Cutis, trotamundos consuetudinario, después de quince ó más años de ausencia, en primer día de Año Nuevo se había hecho presente. El Peludo, quien siempre permaneció a su alcance; con su hermano, empezaron a hacer planes de la para ellos, fabulosa fortuna. Demás está narrar la “fiebre de la lotería” desatada en la humilde comarca, similar a la fiebre del oro en California, EUA, a mediados del siglo XIX. Hubo semanas en las cuales había más billeteros que pobladores. Muchos vendieron sus: aves de corral, ganado mayor y menor, aperos de labranza, hasta solares y terrenitos agrícolas, esperando un golpe de suerte similar o superior al de doña Juana. Dos años después, sólo doña Merceditas Méndez Barahona había obtenido un tercer premio de urna consistente en ¢60,000ºº, con el cual compró una casa en el casco urbano de vieja ciudad Santa Tecla (Centro Histórico). Con el resto, a intereses bancarios, esperó la vejez en la ahora anciana ciudad tecleña.
       
   El Peludo era abstemio. Sólo empedernido tabaquista; pero, con  locura del dinero, pronto se hizo aficionado a las armas de cacería y a finos relojes suizos vendidos en relojería “La Joya”, capitalina. Compró, allí, tres relojes Omega: dos de pulsera y uno de bolsillo. En ambos relojes pulsera marcaba la hora respectiva dada por dos diferentes radiodifusoras de la capital. En el de bolsillo, la hora oficial anunciada por Radio Nacional de El Salvador; pero no satisfecho por la disparidad de dos o tres minutos entre ellas, decidió, junto con don Julio Asisclo Chávez Muñoz, hijo mayor de don Moncho, marchar, una vez por semana, hasta ciudad capital, para poner otro reloj (¿Rolex?) al segundo con la sirena de un periódico escrito de circulación nacional (el cuarzo en relojes aún no existía). La sirena sonaba a 12:00hrs, según Meridiano de Greenwich. Para corroborar tal hora sirenaza, en estación Tehuacán-IRCA2 montaban el tren a 08:00hrs para estar, en ciudad capital, tres y media horas después. Se encaramaban en autobús urbano capitalino: Estación-Cruzadilla. A 11:50mins de ese mismo día, ambos estaban observando, sin parpadear, respectivas carátulas en palmas de ambas manos, esperando  ensordecedor sonido del no mencionado periódico. Comprobada  exactitud de finas máquinas, satisfechos volvían a pie hasta estación IRCA san-salvadoreña, para tomar tren de regreso a 02:00pm, llegando al mágico Pueblito ya oscureciendo. Esta proeza la hacían cada ocho o cada quince días. En tienda de armas Soundy de la misma capital, El Peludo mercó dos rifles de cacería: uno, .22 y, otro, .32. El primero, para cazar: conejos, iguanas, palomas, codornices, etc.; el segundo, para caza mayor (venado, jaguar, danta, etc.) no existentes en el país desde finales del siglo XIX. Con don Julio Asisclo quisieron demostrar, a algunos intelectuales del vecindario, exactitud del nivel y plomada. Para ello, sacaron al patio de la casa de éste, el viejo pesado banco de carpintería abandonado por el mismo don Julio Asisclo, cuando él decidió hacerse comerciante en ganado mayor. Contrataron al Charro Barrera, mejor o único albañil local, para hacer una plataforma de cemento y piedra,  reforzada con hierro estructural. Montaron y nivelaron ahí el viejo banco con sus respectivas prensas de carpintería; luego, usando gruesas planchas de hierro colado, reforzaron el tejado de una galera, con idea de proteger cráneos de futuros espectadores. Don Humberto Alférez Ayala, mecánico automotor-soldador, fabricó dos gruesos cascos metálicos, similares al yelmo de don Quijote, para  protección craneal en ellos. Cuando todo estuvo listo y cuatro o seis curiosos estaban situados bajo el reforzado techo protector, los modernos Galileos Galilei prensaron sendos rifles en robustas prensas. Nivelaron y plomearon ambas trompetillas. Muy jactanciosos, dispusiéronse a disparar cada uno su arma; así lo hicieron, esperando, al regresar la bala, caer ésta en el punto exacto de la trompetilla respectiva de donde había salido. Después de numerosos disparos, no pudieron demostrar su teoría; tampoco las numerosas balas disparadas golpearon yelmos, ni techos preparados. Entonces, basándose en postulados de física cinemática, con mismos instrumentos pretendieron introducir balas en mismo agujero de tiro al blanco. Sólo lograron marchitar un frondoso árbol de mangos, sin lograr sus propósitos. Doña Sara Quintanilla, vecina-dueña del árbol, nunca protestó, pues don Julio Asisclo era su sobrino del alma.
                                               *****       

    Doña Juana, en cambio, compró extenso solar urbano propiedad de don Tiburcio Contreras. En él construyó su residencia, contratando, para tal efecto, a los mejores maestros de obra y albañiles vicentinos; pues al Charro Barrera doña Juana no lo creyó competente. También compró, a don Jesús Bonilla Chávez, una casa urbana para donársela, con escritura registrada, a Lidia, su hermana, madre de Tío Coyote y de Chepe Guiguí —como ya fue dicho. Hizo varios valiosos donativos a iglesia católica local, incluyendo enladrillado marmoteado y el órgano italiano para el coro. Bruna Valdez fue nueva lavandera de pueblerinas principales familias, incluyendo ahora a doña Juana, a don Cutis y a don Peludo Daniel. Visitaba, casi a diario, a sus antiguos patrones, deleitándose al charlar con ellos,  murmurando sobre todos los pobres del vecindario, en especial de los igualados, quienes sin tener petate en qué caer muertos, estaban enviando a retoños para estudiar  bachillerato o alguna carrera similar en San Vicente o universitaria en San Salvador. Contribuyó, con su mejor amiga, para implementar el Huerto de los Olivos en lunes o martes santo; y en rezo familiar a milagrosa Virgen  de los Desamparados, cada catorce de mayo. Ambos acontecimientos heredados, por la viuda, de sus abuelas y bisabuelas. Fue artífice, en diciembre de 1961, de arreglos florales en iglesia y en salón de recepción, cuando señorita América Haydee, hija de don Moncho Chávez padre, contrajo nupcias. Estuvo en todos los acontecimientos festivos, dolorosos o luctuosos de la inmensa familia Chávez. Engordó hasta obesidad, sin duda por ingerir excesiva grasa animal, agravada por sedentarismo de opulencia holgazana. Muerte súbita. Amaneció tilinte. ¿Infarto cardíaco o cerebral masivos?
                                              @@@@@

    Cutis, no obstante, desde su llegada estaba dedicado a delicias etílicas y nicotínicas. Se enfureció por la propina dada al billetero y por compra, para El Peludo y su prole, de solar urbano a construir, propiedad de don Carlos Román Bonilla o de don Felipe Rodríguez Molina. Compró, en Casa Poma & Cía., para uso privado exclusivo, un nuevo “pick-up” sólo para fletar cerveza helada desde la vicentina Pensión Roberto, en dos o tres viajes cotidianos; pues no quería darles de comer a tenderos locales. Viajaba con frecuencia a balnearios: Ichanmichen, Amapulapa o a laguna de Apastepeque; también a playas El Cuco o a El Espino, casi siempre acompañado de cuatro o cinco beodos de inferior categoría económica. Su motorista era el jovencito Nahum Rivas. Encendía cigarrillos con papel moneda de a un colón, el cual lo desechaba casi entero. Los infelices crápulas estaban listos a apagarlo, luego emplearlos para comprar aguardiente de más baja calidad. Se limpiaba el trasero con billetes de a dos. Mismos crápulas descendían al fondo del foso-letrina; los rescataban, lavaban, pronto los empleaban en mismos menesteres. “Por candelas”, sus compinches le llamaban Don Rafael (su nombre legal). Voseaba a toda la flor y nata, pero a sus espaldas. El motorista Rivas renunció. No había, en tan distante Pueblito, otro chofer a quien nombrar. Vendió el vehículo. Compró  enorme refrigeradora accionada con gas queroseno o gas de candil.  Cerveza tibia la compraba por cajas en agencia de don Juan Rodríguez Molina. El bachiller Parras aceptó su amistad y se voseaban. Don Carlos Román Bonilla y otros bohemios altos, no lo aceptaron.
        
       A la muerte de doña Juana, cuenta bancaria estaba colapsando, la cual colapsó poquísimos meses después. Ambos hermanos optaron por vender la residencia vacía a doña Amanda Murcia para repartirse el dinero. Así se hizo. Quiso obligar a su tía Lidia para vender o hipotecar la casa donada a ella. Todos, incluyendo al Peludo Daniel, se opusieron. Cutis debió volver a su primitiva vida de paria alcohólico andalón, después de haber vendido: la refrigeradora, equipos de sonido, etc. Parece haber fallecido en hospital de caridad, en ciudad San Miguel con diagnóstico de “Delirio tremendo”, agravado por cirrosis hepática galopante.                
 1-Febles = dinero metálico: níquel, monel, cobre.
         2- IRCA = ferrocarriles internacionales de Centro América,  por sus siglas en inglés                                   
                                            F I N
                           10 de septiembre en 1995      

miércoles, 24 de agosto de 2011

Herejías, 17ª entrega

        H   E   R   E   J   Í   A   S
               Por Ramón F Chávez Cañas
                Décima séptima entrega

XCVII
Sin bautismo, los niños, / al limbo iban directo.
Fue  otra aberración/ sostenida por papas.
Al verla insostenible/ por modernas etapas
Vaticano Segundo/ suprimió tal concepto.

Limbo era sitio oscuro; / frío para “insurrecto”
niño recién nacido. / Preso, con triples chapas
sería eternizado/ sin encontrar los mapas.
¡Historietas absurdas!, / burla a nuestro intelecto.

¿Pecado Original70?... / Otro embuste cristiano...
Nadie será culpable, / por Ley Universal,
de lo no conocido/ por triste ser humano.

Venir hasta este mundo/ sin haberlo pedido
nadie podría hacernos/ culpable racional.
¡Otra miasma ominosa/ de ese credo podrido! 

XCVIII
En limbos han estado/ y seguirán estando
todos los fabricantes/ de muchas teosofías
incongruentes con ÉL, / Rey de Filosofías.
Él, la Substancia Pura71, / vida nos sigue dando.

Con estas reflexiones/ siga filosofando
porque en limbos están/ gritando groserías
clérigos y políticos/ de conciencias impías
y contra ser sensato, / rabia despotricando.

Limbo, a decir verdad, / es  injusta ignorancia
de seres terrenales; / y falta de prestancia
para el necesitado/ carente de derechos.

Le niegan sus Derechos/ Humanos generales
y, por ese motivo, / sus futuros, deshechos,
acrecientan  bolsillos/ de “biatos” criminales.
70PECADO DE ORIGEN: invento del obispo Agustín (san) en el siglo VdC.; 
71SUBSTANCIA PURA: Dios, en lenguaje filosófico.

XCIX
En las mitologías/ de los greco-romanos
encontramos relatos/ sobre dioses olímpicos;
sobre diosas más héroes/ de aquellos tiempos ínclitos
cuando seres divinos/ fornicaban a humanos.

“Poros”, un dios bohemio, / descendió a estos pantanos;
se embriagó hasta el sopor. / Sus genitales límpidos
sufren desfloración/ hasta dejarlos íngrimos,
por una mujer pobre, / cena para gusanos.

“Penía”, fue su nombre, / prendándose de Poros.
Y el mítico divino, / perdiendo su pudor,
la embistió con bravura, / como embisten los toros.

De esa unión mitológica/ de un dios y una terrena
nació un diosito niño/ cuyo nombre es Amor72
Esto narra Platón/ con palabra serena.

C
El Hércules o Heracles, / por Zeus fue engendrado
en vientre de mortal/ mujer llamada “Alcema”.
Este hombre, semi dios, / de una fuerza suprema,
por ingenuos mortales, / de titán fue aclamado.

Hera, diosa madrastra, / pensó haberlo matado
enviándole a la cuna, / disfrazadas de gema,
dos venenosas sierpes / para anular teorema
de la infidelidad/ del Zeus, dios taimado.

Lactante, con sus manos/ asesinó a ofidios
pues él no era culpable/ de asquerosos idilios;
pero la infame diosa/ lo hace hasta enloquecer.

Él hizo mil hazañas; / mas, doce son famosas.
Muerto por un centauro/ subiose a tan gloriosas
cimas del monte Olimpo, / siendo hoy divino ser.

72DIOS  AMOR: citado por Platón en “El Banquete o del  Amor”, en el libro llamado Diálogos. 

CI
Hércules y Jesús, / también diosito Amor
tienen igual origen/ en estos tres milenios:
tres divinas personas, / engendrados por genios
en tres vientres mortales/ con mucho resplandor.

Hera, diosa asesina, / carente de pudor,
atentó contra Hércules, / por múltiples decenios.
Infanticida Herodes, / y sus negros ingenios,
a Niños Inocentes / mató con gran furor.

Al estudiar atentos / biblias greco-latinas
hallamos semejanzas /de historietas divinas,
pues Zeus es el par/ del Iahvé israelita.

Hebreos y romanos/ copiaron historietas
de Grecia colosal/ para darnos recetas
de lo Inmenso Ignorado,... / de esta Vida Infinita.

CII
Romana y apostólica/ falsificó de ambiguos
mitos del Sol Invictus/  o Mitra: luz del mundo.
Éste, en un veinticinco/ de diciembre fecundo
vio luces del vivir. / ¿Son dos hechos exiguos?

En mismo veinticinco, — ¿serán casos contiguos?—,
Adonis, y Dionisos, / y Osiris iracundo
nacieron con el Sol/ de un solsticio profundo.
Ya con dios de Belén/ suman los cinco antiguos.

El Solsticio de Invierno/ del hemisferio norte
señala senectud/ y niñez automática
del astro bienhechor, / padre de este planeta.

Por eso antepasados, /con temor de consorte,
—a pesar de tener/ la neurona reumática—,
escogieron tal fecha/ por esa fe veleta.

C o n t i n u a r á