NOVELA
LA
GUERRILLERA JAGUAR
Por
Ramón F Chávez Cañas
Continuación
del Capítulo VIII
En hospitalito provisional de CICR, tío y sobrino
fueron atendidos en forma eficiente. Tres días más tarde estaban fuera de
peligro inmediato de muerte; no obstante, el sobrino con tobillo derecho
destrozado, vitalizado sólo por rama de arteria poplítea que por milagros no
fue tocada; tampoco fue tocado retorno venoso de la misma, lloraba de verdad
por dolor, habiendo sido necesario administrarle opiáceos; sin embargo, el
hueso y músculos adyacentes estaban hechos pinol. Solidaridad internacional se
movió con rapidez. Diez días después, ambos, junto con tres decenas más de
heridos izquierdistas, eran evacuados rumbo a La
Habana, después de haber sido documentados por Cruz
Roja Internacional. En Hospital Ortopédico Nacional Docente Frank País de La Habana, don “Juan Tenorio
desfasado” fue sometido, en transcurso de varios meses, a más de media docena
de intervenciones quirúrgicas especializadas, para salvar y rehabilitar su
necesaria extremidad inferior derecha. En cambio, anciano tío fue ingresado al
Hospital Neuro-quirúrgico de misma capital cubana. Se le practicó craneotomía
exitosa y se le desalojó múltiples coágulos intracraneanos; además, se le
reparó dañada cóclea izquierda.
Este senil tío se recuperó con increíble rapidez de
tantas lesiones neurológicas; pero, siete meses más tarde empezó a desmejorar
en sistema general de salud: vómitos pos prandiales o después de cada comida
aparecieron de súbito, aumentando cada día; orina era cada vez más oscura hasta parecer
vulgar soda de cola, conjuntivas oculares se volvían color canario o yema de
huevo indio. Peso corporal del cartero jubilado se desplomaba sin misericordia.
De nuevo fue internado en otro hospital cubano: el Hospital General Hermanos Ameijeiras.
Se le practicó gastrectomía total. Todas las biopsias revelaron cáncer
gastro-esofágico fulminante con metástasis hepáticas, renales, pancreáticas, pulmonares
y más, inabordables por incomparables cirujanos nietos del Doctor Carlos Finlay,
—descubridor del microbio productor de Fiebre Amarilla— y de José
Martí. Soportó numerosas aplicaciones de quimioterapia, más posteriores
de radio y cobaltoterapia. Todo fue en vano. El 15 de noviembre en 1990, —un
año exacto después de haber sido lesionado con explosivos bélicos en enfrentamiento
de colonias Santos I y II en Soyapango—, se despedía de este planeta con diagnóstico
ya dicho. En cementerio habanero, (¿Colón?), fue sepultado con honores de
ordenanza rendidos por más de un centenar de pacientes salvadoreños en
tratamiento o rehabilitación en el Primer Territorio Libre en América.
Murió a 71 años de edad. Don Agapito Galán Menjívar: descanse
en paz.
*****
Nuestro mujeriego sin suerte, después
efectivo capitán rebelde en filas del Farabundo, estuvo en tratamientos
exitosos de rehabilitación por lapso de dos años; al cabo de los cuales logró
recuperarse en 90%, notándosele sólo cierta leve cojera en su miembro locomotor
derecho. No usó prótesis permanente. En enero de 1993, averiguó, por medio de Lupita,
Prosperito
y comprensivo cuñado don Chemita hijo, el domicilio de doña
Esperanza: Calcuta, India; así como decisión tomada por ella algunos
años atrás. Por vía telefónica y correo postal trató de comunicarse hasta esa
misteriosa urbe asiática. Todo fue inútil. Ya recuperado de salud voló hasta Distrito
Federal mexicano para reunirse con sus dos hijos y cuñado. En México DF conoció
pormenores del paradero decidido por Doña Esperanza, esposa. Con entusiasmo
descomunal dispuso emprender viaje hasta esa ciudad hindú. Don Chemita hijo y Lupita
le ofrecieron algún dinero para costearle parte del viaje. Con gesto altivo,
pero no arrogante, contestó:
— ¡No, mi querida familia, no! Todavía tengo
algunos ahorros en un banco gringo con agencias en esta república. Por
desgracia, documentos que me amparan al respecto están en cajas de seguridad
del Banco Hipotecario de El Salvador allá en la capital salvadoreña. Sólo les suplicaría
me diesen prestado dinero para viajar hasta San Salvador con pasaje de ida. Al
término de 3 ó 4 días estaré de regreso. No visitaré a Esperancita, pues ella
me tiene muy resentido por su mala conducta observada contra su madre. También
les pediré no hacer saber a Esperancita, nada con respecto a mi proyectado
viaje a El Salvador. Ella me supone difunto. Así, por ahora, creo será mejor.
Pronto llegará día cuando esa torcida hija mía comprenda el incalculable valor
de los padres. Para entonces nosotros: padre y madre, llegaremos a rescatarla.
En efecto, cuatro días después había regresado de San
Salvador. Quiso pagar la reciente deuda contraída con sus parientes para su
viaje a capital salvadoreña; pero éstos rehusaron tal pago. Él lo agradeció al
alma. De inmediato se fue al consulado de India en México. En menos de lo que
canta madrugador gallo obtuvo visa, para hija, también. Fiel alumno de Galeno, varón
hijo, no podía viajar debido a exigencias de pesados estudios universitarios.
Padre e hija volaron en Japan Airlines con escalas en San Francisco California
y Tokio. Llegaron a Nueva Delhi 24hrs después. En tan dilatado trayecto,
atravesando el antes inmenso Océano Pacífico, ahora chico, odontóloga hija vio
llorar varias veces a su padre ya regenerado. Aquélla, al inquirirlo al
respecto, obtuvo la siguiente respuesta:
— ¡Ah, hija querida!: lloro de alegría y de
tristeza a la vez. De alegría, porque pronto nos reuniremos con tu incomparable
madre y esposa mía. De tristeza, porque en este esperado vuelo vienen a mi
mente aquellos lejanísimos días cuando con tu mamá emprendimos, por esta misma
ruta, nuestro inolvidable viaje de bodas. En diciembre pasado hizo 27años;
27años preñados de todo: felicidad y desdicha; pero, en próximos 27años, si nuestro Señor quisiera
dárnoslos, ¡juro, por mi madre asesinada y por mi tío consumido por el cáncer
provocado por angustias y zozobras, que yo: Próspero Galán Burgos, haré de
nuestras vidas un paraíso, donde mi Pelanchita pueda gozar de verdadera
tranquilidad junto con sus 3 hijos y yo, su esposo!
El corte de “pato bravo” continuó moqueándose y
limpiando enrojecidos ojos con fino pañuelo de algodón egipcio ofrecido al
respecto por su hija. La dentista lo acompañó en tal llanto. Durante prolongada
travesía, muchos pasajeros se divertían mirando cine, oyendo música de su
agrado por medio de audífonos respectivos; leyendo, libando añejados licores o
saboreando exquisitos manjares; durmiendo a ronquido suelto o charlando con vecinos
de asiento. Sólo papá e hija permanecían cabizbajos empuñando en manos derechas
sendas sencillas camándulas o rosarios, y murmurando en voz baja múltiples padrenuestros,
avemarías, credos y letanías en latín, correspondientes a varios misterios del
rosario. Suspendían oraciones sólo para tomar agua, algún necesario alimento o mínima
siesta en esa larga ruta donde husos horarios se trastornan. De inmediato, al
arribar a Nueva Delhi, abordaron otro avión (vuelo interno) con destino a
ciudad Calcuta, situada en costas nórdicas del Golfo de Bengala, fronteras con
Bangladesh. Tal viaje interno duró 4hrs. Pisaron tierra donde tiene sentadas
sus reales la famosa monja albanesa o macedónica: diminuta madre Teresa de Calcuta. Señorita odontóloga dominaba el idioma
inglés casi a perfección, por lo cual no hubo mayores dificultades para darse a
entender con agentes migratorios ni con taxista contratado para llevarles hasta
dirección postal de doña Esperanza. Pagado en rupias el precio de la carrera, más generosa
propina al taxista, accionaron aldabón-timbre centenario del portón en convento
localizado sobre dirección de antemano conocida por ellos. Una joven mujer con
cabeza coronada por manto blanco con rayas oscuras, salió a recibirles. Se
identificaron resumiendo razón de esa visita. Tal joven novicia portera les
hizo pasar a sala de espera. Era verano hindú. Termómetros marcaban 40º C a la
sombra. Calor era desesperante. Pasada media hora de espera, apareció otra
mujer de mediana edad con similar vestimenta al de la recepcionista; pero ésta
hablaba español perfecto. Al identificarse dijo ser suramericana de Venezuela.
Escuchó con atención a ambos forasteros. En seguida dijo:
—Madre Esperanza de la Paz, cuyo nombre no ha sido
cambiado en este convento, por ahora no se encuentra entre nosotras. Ella pidió
ser destacada hasta un suburbio más miserable de tantos existentes en Calcuta,
a 110kms desde aquí. Sin embargo, sólo nuestra superiora, Madre Teresa, puede
ordenar su regreso. Vuelvan dentro de 6 días, porque nuestra superiora, por
orden médica, está recluida en lejano sanatorio a causa de neumonía sufrida
hace 2 semanas. Está en período de recuperación satisfactoria. Cuarentena
médica terminará en la fecha señalada por esta vuestra servidora.
Ni modo. Se hospedaron en hotel tres estrellas,
similar a más lujosos capitalinos salvadoreños. Ahí esperaron el breve, para
ellos largo tiempo. Llegada tal fecha y hora señalada, volvieron a tocar el
aldabón-timbre del convento. Esta vez sí fueron pasados al humilde aposento de Madre
Superiora, quien ya estaba enterada de tal problemática matrimonial. Con
palabras suaves, más idioma castellano casi perfecto, habló:
—Bienvenidos a esta casa de nuestro Señor.
Conozco a grandes rasgos vuestra desesperación. Espíritu Santo, en sueños míos,
ha ordenado atenderles para tratar de solucionar este problema vuestro que
desde cuando lo supe lo hice mío. Hermana Esperanza de la Paz, —prosiguió dignísima Premio Nobel con natural
humildad no tenida por 99% de dirigentes religiosos de todos los credos,
quienes exigen en nombre de sus dioses, mayores y menores, ser “venerados”
entregándoles 10% de tan raquíticos ingresos mensuales de sus tímidas o
supersticiosas feligresías—: es una de las joyas más valiosas de nuestro
Señor; pues está entregada en cuerpo y alma al servicio de parias más intocables de esta sociedad hindú
no cristiana. No importan creencias. Sólo importa el Ser humano desvalido
hecho, en todos los continentes, a imagen y semejanza del Altísimo; tampoco
importa con qué nombre se le invoque al Altísimo. Ya haré venir a sor
Esperanza. No podré imponerle mis ideas al respecto. Ella, sólo ella, decidirá
lo conveniente.
Después de breves minutos de espera apareció doña Esperanza
de la Paz Guerrero
de Galán siempre elegante, más bella; pues auténtica belleza reside en
el alma, menos morena, reflexiva y en pleno goce de su edad sazona. Hizo reverencia
dirigida a Madre Teresa. De
inmediato, sin respetar hábito religioso, se abalanzó para abrazar al esposo e
hija de ambos. Lloraron los cinco,
incluyendo a humildísima Premio Nobel de la Paz 1979. Doña Esperanza, con voz
entrecortada se expresó:
—Esposo
mío: yo te creía difunto. Hija de mis entrañas: no sé qué más decir… —y prorrumpió otra vez en llanto—. Todos guardaron reverente silencio. Llanto
volvió a contagiar a aquellos dos seres queridos. Iluminada superiora religiosa
católica abandonó su aposento dejando solos a llorosos tres peregrinos. Controversial
marido dijo en seguida:
—Querida y adorada esposa mía: en ningún
idioma existen palabras para expresar el inmenso amor profesado por mí para
contigo. Por muchos años he meditado. He concluido aceptando toda mi pasada
irresponsabilidad. Mi falta de verdadera hombría fue única causa de nuestra
zozobra. ¡Soy culpable absoluto! Frente a nuestra hija mayor como testigo,
vengo a pedirte perdón y a suplicarte volver a El Salvador para reiniciar auténtica
y eterna armonía.
Sor Guerrero permanecía erguida,
cabizbaja y pensativa. La hija terció y dijo:
—Sí, madre del alma: mi padre es muy sincero
en sus palabras. Mi padre ha cambiado en 180º desde cuando conoció a otra gran
mujer: Señorita doctora María de las Mercedes Serrano Delgado. Esa señorita lo
ha hecho meditar sobre el genuino valor de todo ser humano sin importar sexo,
razas, credos, o condiciones socio-económicas. Muy bien ha comprendido:
nosotras, mujeres, somos tan o más valiosas que millones y millones de hombres.
Este su esposo es otra persona desde hace más de ocho años. Perdónelo madre
mía. Vuelva con él a nuestra diminuta patria.
—Es un dilema terrible entre lo humano y divino, —acotó la monja quezalteca con su vista fijada al piso,
y estertores pectorales tratando de evitar otro acceso más de llanto.
Continuó—: He hecho votos perpetuos. Mi presente y futura vida está y estará
consagrada al auxilio efectivo de los más menesterosos de este planeta. Por
eso, queridos míos, déjenme consultarlo más despacio con Madre Superiora, pues
Dios habla valiéndose de esa laringe; además, por medio de mi sacerdote
confesor. Sólo así yo podría optar por lo correcto. 10 días serán suficientes
para recibir y analizar el soplo del Espíritu Santo; mientras tú, ¡Próspero!: junto
conmigo en ese mismo lapso, invoca la sabiduría divina para poder encontrar
calma en nuestras conciencias.
Por más de una hora charlaron sobre ése
y otros temas familiares. Pasado tan corto tiempo se hizo presente la sor
venezolana para indicarles finalización de visita. La dentista retornó al Valle
del Nopal, Culebra y Águila, pues sus obligaciones académicas como catedrática
en Facultad de Odontología en Universidad Autónoma de México, —UNAM—, así lo
requerían; además de compromisos profesionales privados. El esperanzado esposo
se quedó solitario en cuartito tres estrellas. Nuestro mundo actual se ha
vuelto pequeñísimo: al segundo día de soledad conoció, para hacer amistad, al cónsul
cubano en Calcuta. Éste lo invitó a compartir su humilde morada oficial, privada,
en un suburbio medio residencial de dicha ciudad. Galán Burgos dejó de
pagar tan caro hotel. Dinerito ahorrado lo ocupó llevando diarios comestibles,
utensilios caseros, adornos de sala y más vituallas al hogar del mencionado
cónsul. Tal funcionario cubano y esposa de éste se enteraron de la problemática
por labios del principal protagonista. Fueron efectivos sándalos para sus
heridas anímicas.
* * * * *
Pasados diez días preestablecidos por
dubitativa señora-monja, inquieto corte de “pato bravo” y sus nuevos amigos
cubanos se presentaron al portón conventual ya descrito. Diminuta monja albanesa
o macedónica, junto con monjita quezalteca, les estaban esperando. Fue gran
desconcierto para religiosa mayor, y para religiosa menor fue aún más grande,
al advertir ausencia de señorita doctora Lupita, sustituida
por pareja cubana. Galán, —como en sus mejores tiempos de comerciante vendiendo
oropeles y “chacaleles”, con palabrerío cantinflesco o “entuturador”—, hizo rápida
y bien hilvanada presentación de aquellos cubanos desconocidos. Dichas
asombradas religiosas volvieron a ponerse en calma. Referente al tema principal,
ex aficionado a mariachis retomó la palabra:
—Mi reverenda Madre Teresita, mi reverenda
querida esposita: 10 días han pasado. Mi ser ha llegado a conclusión: tu sabia
decisión ha sido correcta. Yo también deseo servir a nuestro Diosito. Por eso pido
a Usted, Premio Nobel de Paz 1979, permita incorporarme al servicio humanitario;
pero en este mismo convento.
Venerable protectora de miserables budistas o
confucionistas, por poco sufre ictus
apopléjico; llevándose manos a sienes frunció el entrecejo. La calmada sor
centroamericana, previniendo peligroso desplome de la santa, se había colocado
a sus mínimas espaldas a modo de evitar posible traumatismo craneal al sufrir desmayo.
La famosa sierva de Dios no se desmayó. Fregándose ojos para mejorar visión después
del pasajero mareo, recuperó debida compostura para dirigir palabras al osado
varón:
—No, mi respetable señor Galán Burgos, no.
En este convento sólo admitimos a señoras o señoritas en verdad deseosas de servir
al prójimo abandonado por esta indolente sociedad atea, aun cuando con cinismo (no
el filosófico) esa misma hipócrita sociedad dice ser creyente; mas, falsos
cristianos o cristeros de su Latinoamérica, desde hace 500 años están robando y
esquilmando a pacíficas razas aborígenes… Nosotras servimos en nombre de
nuestro Señor Jesucristo y de Jehová su divino Padre. Usted, aunque yo
quisiera, jamás podrá ingresar a nuestra comunidad; sin embargo, para
satisfacer sus sanos y humanitarios pensamientos, ahora mismo le haré una carta
de presentación recomendándolo con nuestro arzobispo: monseñor Rajib Tagore, santo sacerdote paulino cuya orden está
establecida en todo el mundo, igual que nosotras. Estoy segurísima de su
aceptación. Ahora bien: si hermana Esperanza de la
Paz Guerrero Flores desea regresar a sus
obligaciones hogareñas en Centroamérica, esta congregación no tiene alguna
objeción; pues santo sacramento del matrimonio no desaparece al estar vivos ambos
cónyuges. Su digna esposa fue recibida entre nosotras porque ella fue
categórica al afirmarnos su viudez.
El ex capitán guerrillero salvadoreño tartamudeando
retomó la palabra:
—No, no, no, re, re, reverenda Madre. No
querida esposa mía. Yo no he venido a causar mayores problemas a mi Pelanchita.
Tomo por testigos a Dios y a esta pareja de amigos cubanos. Sólo deseo paz en
nuestro planeta y conversión de almas perversas causantes de tanta injusticia,
tal cual fue la mía. Entusiasmado acepto la carta de recomendación firmada por
Usted para obispo Tagore.
—Vuelva mañana temprano. Ahora redactaré y
firmaré esa misiva. Mañana estará lista—, dijo la noble albanesa o macedónica.
Anfitriones diplomáticos antillanos y él llegaron a casa.
A fin de celebrar aparente buen camino del
súbito aspirante a religioso, el cónsul ofreció brindis con ron Partagás 18 años,
ron ofrecido en recepciones de Embajada Cubana en Nueva Delhi; al mismo tiempo,
largo y exquisito tabaco Cohíba, —esas delicias son las preferidas por el Doctor,
Prócer, Filósofo y Sabio: Don Fidel Castro Ruz—; pero el regenerado
hombrecillo mundano los declinó prefiriendo retirarse a su habitación para orar
y descansar.
*****
Rajib Tagore leyó y releyó despacio la
comunicación enviada por la diminuta. De inmediato, con defectuoso idioma
inglés, dijo:
—Vos ser americano, hijo de agresores del
Vietnam. Vos ser guerrero arrepentido y humillado por tremenda derrota
infligida a cara pálida allá en ciudad Ho Chi Minh; paliza proporcionada por raza
amarilla, quienes sólo contaban con armamento primitivo, jajajajajá. Vos ser
tigre de papel, tal cual les calificara el difunto Mao Tse Thung, fundador de moderna
China Continental. Vos ser nieto del Truman, genocida nuclear de Hiroshima y
Nagasaki, vos ser…
En este punto, cónsul cubano acompañante, ante estupefacción
del amigo no “guanaco”, —pues auténticos guanacos son cobardes—,
interrumpió al prelado. En perfecto idioma hindú, a éste explicó procedencia
latinoamericana del aspirante a cura paulino. Con esa satisfactoria explicación,
monseñor Tagore suspendió diatriba o loga volviéndose amistoso al darle fortísimo
apretón de manos con discreto abrazo al descendiente, en segunda generación, de
aquel marino raso inglés apodado “Fosforón”.
El diplomático cubano continuó sirviendo de intérprete del hindú al castellano
y viceversa. Conversación del Fosforón II con obispo continuó. Tagore buscó
otro flanco débil en tan desorientado aspirante, sin duda puesto en autos por aquella
monja piadosa. Tal filípica tomó otro rumbo:
—Usted es seglar. Usted no conoce, ni en
superficialidad, la vida de los hombres quienes desde su más tierna juventud
nos hemos entregado al servicio de Dios. Usted es esposo frustrado, insincero,
tratando de recuperarla para en seguida volver a mismos desmanes del ayer.
Usted carece de verdadera vocación religiosa; además, ya está muy viejo para
solicitar inmaculada sotana. No creo que haya olvidado sus manías sexuales,
excesos alcohólicos, dependencia de anfetaminas y otras malas costumbres no
venidas al caso, por ahora.
El intérprete, con alguna posibilidad, no tradujo al
pie de la letra para no causar más humillación a su desconcertado amigo. Galán
Burgos se defendió así:
—No, respetable señor arzobispo: vuestra excelencia
está muy equivocada. Su señoría habla sin conocimiento profundo de causa. En
este momento, me apena decirlo: el señor arzobispo está siendo abogado
apoderado del diablo. Por eso yo no lo culpo; pues su señoría está obligada a
defender la fe incluso con errores que siempre son involuntarios; pero yo, con
mi súper mayoría de edad y en pleno uso de razón normal a Usted digo: quiero
ser consagrado por mi religión en el servicio de Dios a través del auxilio a
Seres más necesitados. Sé a perfección de mi nada; pero de esta mi nada deseo
entregar últimos días, así como mi esposa con sabiduría lo está haciendo.
Servir a Dios socorriendo a pobres y abandonados de esta Tierra, es inspiración
nacida de mi desgracia pasada y presente. Si hubiese necesitados en: satélite Luna,
Marte, Júpiter, Venus o en cualesquiera otras partes del universo, hasta ahí
desearía llegar yo cual apóstol de Jesucristo.
Cubano traductor y arzobispo hindú se quedaron
perplejos con inesperada respuesta del ex guerrillero centroamericano; mientras
don Próspero, sin faltar al respeto al alto prelado, temblaba, tartamudeaba, se
helaba, se calentaba, enmudecía y tiritaba ante el desprecio manifestado por el
cura insolente. El diplomático cubano lo llevó hasta iglesia luterana de
Calcuta. En ella, el obispo luterano: Rabindranath Das Gupta, le escuchó con
paciencia del Job mitológico. Al final le recomendó acudir a congregación jesuita
de Nueva Delhi; pues él, don Próspero, no podía abjurar de su
fe católica. Así se hizo. Jesuitas hindúes, entre quienes había muchos:
españoles, mejicanos, ingleses, gringos, portugueses, italianos, etcétera, lo acogieron con amor filial aquellos
curas de mayor edad, y fraternal los de camada similar; pero había un pero (siempre
hay pero): él no sabía nada del idioma
ni de dialectos hindúes; entonces, un jesuita español, gran amigo de: Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio
Martín Baró y de los López, sugirió que al señor Galán se le transfiriera
como alumno al seminario menor de Isla Luzón, en archipiélago filipino. El
todavía rebelde don Próspero protestó argumentando que allá en El Salvador
perteneció a: Guardia del Santísimo, Cofradía del Santo Entierro, Terciarios
Franciscano y Caballeros de Cristo Rey, —esta última entidad formada y manejada
con fines político-electoreros fraudulentos por obispo vicentino Pedro Arnoldo
Aparicio Quintanilla, alias: “Tamagás”—; pero que nunca había sido relegado a
planos inferiores; sin embargo, fingiendo resignación cristiana aceptó. Estricta
dirigencia jesuita optó por recibirle enviándolo directo hasta ciudad Quezón,
siempre en archipiélago mencionado, donde aprendería, además del idioma
español: inglés, francés y principales dialectos hablados en Sudeste Asiático, y
aceptar como dios menor a san Ignacio de Loyola.
Don Próspero no encajó con disciplina académica
jesuita. Tres meses más tarde se encontraba de regreso en el Dedo Meñique
centroamericano: El Salvador. Visitó el colegio tecleño en busca del sacerdote salesiano Manzana; mas, allí
le informaron sobre la ausencia de éste, remitiéndolo hasta ciudad de Guatemala;
pues hasta allá había sido trasladado tal religioso. Partió hasta allá.
Encontrado el presbítero Manzana, en
seguida del saludo y haberle narrado calvario de su peregrinar, éste le dijo:
—Muy bien señor Galán, muy bien: multo bene tal cual
decimos allá en mi lejana Italia. Nosotros no podemos admitirle como aspirante
a sacerdote; pero sí lo podemos admitir como aspirante a coadjutor.
— ¿Qué es eso?—, preguntó
don Próspero sin poder ocultar crasa ignorancia con respecto a congregación
salesiana quienes, después de san Juan Bosco, dios menor, de san Domingo Savio,
diosito párvulo, de santa María Goretti, diosita con muñecas; y de todos los
secretarios regionales y mundiales, siguen los sacerdotes. En el rincón o
último lugar, están frustrados aspirantes a sacerdotes pero quienes carecieron
del valor suficiente para enfrentarse solos contra diablo cotidiano de nosotros
mismos. Esta ignorancia demostraba nula atención de este padre de familia
cuando su hijito estudió interno en ese colegio salesiano. Sorprendido, Manzana le instruyó:
—Es vida consagrada de un seglar a la causa de nuestro
dios menor, san Juan Bosco, —dijo Manzana con inmenso orgullo de salesianos
quienes piensan: después de Jesucristo en esta Tierra, sigue don Bosco al mando—:
Usted, pasados algunos meses de entrenamiento será asignado a algún oratorio
festivo, a un comedor de mamá Margarita (madre de Don Bosco) o a cualquier colegio
de nuestra congregación en Centroamérica. Usted, siendo coadjutor tendrá misma
vida espiritual de un sacerdote, también tendrá mismas obligaciones. La
diferencia estribará en que Usted no podrá celebrar santa misa, ni administrar
sagrados sacramentos, mucho menos recibir la confesión de nadie, en especial de
señoritas díscolas o tentadoras hasta con ancianos; pero la vida de asceta, de
abstinencia sexual y de obediencia ciega es igual. Pero primero vaya —continuó
Manzana tratando de ocultar la tragedia de ese hogar quezalteco ya conocida por
él en boca del joven Prosperito— a poner en orden tantas cosas mundanas
pendientes. Después de haber liquidado sus bienes terrenales a favor de sus
hijos, o de instituciones caritativas cristianas, regrese para iniciar preparación
adecuada aquí en Guatemala.
C O N T I N
U A R Á