Anastasio Jaguar

Anastasio Jaguar

Breve Biografía de ANASTASIO MÁRTIR AQUINO (1792-1833):

Único Prócer salvadoreño verdadero en siglo XIX. Nativo de Santiago Nonualco, La Paz. De raza nonualca pura. Se levantó en armas contra Estado salvadoreño mal gobernado por criollos y algunos serviles ladinos, descendientes, éstos, de aquéllos con mujeres mestizas de criollo o chapetón y amerindia; pues esclavitud inclemente contra: indígenas, negros, zambos y mulatos, era insoportable para el Prócer Aquino. Fue asesinado por el Estado salvadoreño en julio de 1833, —después calumniado hasta lo indecible, tratando de minusvalorar sus hazañas; así como hoy calumnian a Don Hugo Rafael Chávez Frías y, ayer, al aún vivo: Doctor Don Fidel Castro Ruz.

En honor a tan egregio ANASTASIO AQUINO, este blog se llama:

“A N A S T A S I O A Q U Í S Í”

sábado, 24 de septiembre de 2011

HEREJÍAS, 23ª entrega

        H   E   R   E   J   Í   A   S
            Por Ramón F Chávez Cañas
           Vigésima tercera entrega

CXXXVII
Tan bellos Aminoácidos/ formados por carbonos
se llaman Esenciales/ pues sin ellos no hay Vida.
Esta Verdad Moderna/ la tenía escondida
el Sacrosanto Dios/ a cerebros de monos.

Al fin la reveló, / poco a poco en abonos,
al Sabio Observador, / quien gana  la partida
dejando juventud/ de su existir, perdida.
¡¡Dios no alumbra a rufianes/ ni a holgazanes caponos84!!

Por medio de “Herencia”/ de fray Gregorio Méndel,
en siglo diecinueve, / también siglo de Henley85,
se iniciaron estudios/ basándose en los Genes.

Del diecinueve* al veinte*/, ¡casi doscientos años!,
Científicos muy Buenos/ subieron mil peldaños
al descubrir que el alma/ sólo es puro ADN.

CXXXVIII
En todo rinconcito/ de cinco continentes,
inclusive en las islas, / en islotes y cayos,
existen millonadas/ huérfanas y sin ayos
para desarrollarles/ sesos inteligentes.

Estas debilidades, / de suyo ya incongruentes,
son bien aprovechadas/ por burdos papagayos
quienes se hacen presentes, / rápidos cuales rayos,
para imponer sus credos/ a ingenuos penitentes.

Les ofrecen placeres/ y caros automóviles;
bonanzas sicodélicas/  más cónyuges inmóviles
con casas-palacetes/ de “ricos y famosos”.

Con estas bagatelas, —torpe opio de mis entes—,
humanoides parecen/ ser zombis más dementes
por codiciar mil bienes, / mil bienes seudo hermosos.
84CAPONOS:castrados.85HENLEY,GUILLERMOERNESTO(1849-1903):poetainglés.*DIECINUEVEYVEINTE:siglos.
 
 
 CXXXIX

Hay cristos milagreros/ con respectivos budas;
abundan los alá/ ofreciendo el edén
para quienes le rompan/ el cráneo a “Bush”. También
a malditos halcones,/ sin las menores dudas.

Ofrecen curaciones/ a las almas zancudas.
Éstas dan testimonios/ de Fátima o Belén,
 del Saibaba oriental/ o señor san José,
no importa fuesen crónicas/ o dolamas agudas.

Si tales curaciones/ fuesen en verdad serias,
los pobres engañados/ tendrían sus arterias
elásticas y limpias/ hasta el dos mil doscientos.

Jesús levantó a Lázaro, / ¡hojead el Evangelio!;
pero, ¿dónde está Lázaro?/ ¿Tuvo, otra vez, sepelio?
¿Curarse por diez años? /¡Ni por cien ni quinientos!

CXL
Ni el Cristo del Mahatma, /ni el de Nelson Mandela;
ni el de reyes aztecas, / ni el de Ernesto Guevara,
nunca tendrán valor. / Vale más cierta guara
hablando sin rubor/ a nuestra gente lela.

Pero pocos decenios/ faltan, aunque les duela,
para aceptar de Comte/ su doctrina sin tara:
es El Positivismo, / doctrina recta y clara.
Es El Positivismo/ lo que al gañán desvela.

Si el Cristo milagrero/ fuese el dios de patanes
de nada servirían/ mil millones de afanes,
pues un vulgar chamán/ hace cien milagritos.

Se ve claro por real/ rito acomodaticio
sin importarles más/ aquel vano suplicio
mofado en jerigonzas/ y en fanáticos gritos.

CXLI
Personas milagreras/ de  Era cavernaria,
—¿diecisiete mil años/ antes de vuestros dioses?—,
eran  sacerdotisas/ con ridículas poses
engañando a la raza/ caldea y a la aria.

Milagreros abundan/ hasta en la prensa diaria:
son chamanes peruanos, / santones con sus voces
imitando a hindúes./ En minutos veloces
timan a tanto incauto/ con esa lengua sauria.

“Milagros Verdaderos” / están a nuestros ojos.
 Creación de lo Viviente/ pondría hasta de hinojos
al más rudo patán/ de los embaucadores.

Quien exige milagros/ sólo está demostrando
su interés megalómano. / Jamás le está importando
paz entre tanto humano. /¡Son parias de los peores!


CXLII
Jesús, el entenado/ de José carpintero,
en largos recorridos/ con doce predilectos
hablando en arameo/ y en más viejos dialectos
curaba a paralíticos/ sin pedirles dinero.

Jesús, tan manso dios, / quien nunca fue embustero
sanaba a paralíticos; / pero no a los abyectos.
A Lázaro y al ciego/ volvioles a correctos
ángulos de visión/ hasta ver el lucero.

Pensante se pregunta: / ¿Por qué tal dios cristiano
permitió esquizofrenias/ de Hitler y de “Reagan”;
de Truman86 y Nerón; / de Franco y Diocleciano?

¿Cómo a clanes de “Bush”/ o halcones infernales
no les cura soberbia/ para que todos digan:
Jesús, mi gran Jesús, / es Dios de hombres cabales?


86TRUMAN, HARRY S.: Presidente de USA quien en agosto de 1945 ordenó, por medio de bombas atómicas, la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, ambas ciudades japonesas.

 
 




CXLIII
Del manso Jesucristo/ todos hacen piñatas:
unos lo pintan rubio/ con pupilas de jade;
otros: pelo castaño; / más, siempre les invade
el: tengo la verdad, /¡vivan mis peroratas!

Resto lo ven gigante/ porque ellos son las ratas.
Viendo desde ese ángulo/ la mayoría evade
compromisos sublimes/ diciendo que no sabe
hacia dónde correr, / si apenas anda a gatas.

Tal Jesús sólo existe/ cuando están derrotados;
tal Jehová sólo vive/ si están aniquilados
por los hornos del Hitler/ o fieras del Nerón.

Alá es invocado/ cuando  vil “Jorge Arbusto1
en nombre de Satán, / con un ataque injusto,
nos destruyó Bagdad, / ciudad del corazón.

CXLIV
Doce o menos millones/ hay en la actualidad
de judíos viviendo/ dentro de los países
diversos de tu Tierra. / Seculares raíces
han sido minorías/ desde la antigüedad.

Más de seis mil millones, / en su totalidad,
habitan nuestra esfera, / dejando cicatrices
en los sagrados suelos/ de trigos y maíces;
de arroces y frijoles; / vinos, leche y maldad.

Con lápiz y papel, / sorprenden resultados
al dividir Billones/ entre unos milloncitos:
¡Quinientos contra uno! / ¡Son números helados!

Esas quinientas vidas/ están supeditadas
a tragar vil patraña/ contenida en escritos
de un solo mentiroso. / ¡Patraña sobre nadas!

Continuará

miércoles, 21 de septiembre de 2011

DON MONCHO (03:56am)

                    D  O  N     M  O  N  C  H  O
                           Por Ramón F Chávez Cañas   
                  De: “Historias escondidas de Tecoluca”
                              (Historia medio biográfica)
       
Don Moncho nació en último mayo del XIX. Fue 3er hijo y primer varón del hogar Chávez-Henríquez. A la sazón, en 1900, 3era familia más importante del Pueblito: en lo económico, social y religioso. Primer lugar lo ocupaba familia Molina-Chávez, con inmensos latifundios ganaderos y agrícolas; en 2ndo estaba don Antonio Miranda Jiménez. Familia Chávez- Henríquez poseería equivalente en tierras a 3era parte del segundo. Nombre de Don Moncho padre, asentado en Registro Civil del encantador Pueblito, era Francisco Adolfo, en honor a don Francisco Chávez, padre, y a don Adolfo Henríquez, abuelo materno; pero fue cambiado por Ramón Francisco en pila bautismal. Así fue conocido en transcurso de su vida. Este cambio lo efectuó el presbítero Ramón Soller, cura español, párroco del Pueblito y padrino del recién nacido (1900).

Niño Monchito de esa época nació con afección bronquial asmática. Así vivió hasta medianía de su edad. Médicos de ciudades: San Vicente, San Salvador, Guatemala, Tegucigalpa, hasta de México DF y La Habana, poco o nada pudieron hacer en su beneficio (pues medicina de entonces estaba en pañales). Uno de tantos médicos consultados prescribió, para disminuir intensidad de ataques asmáticos, tomar una o dos onzas de coñac francés, tantas como cuantas veces fuere necesario. Así se hacía; no obstante, por esta prescripción primitiva, niño Monchito se hizo adicto al licor, —decían.
         
          Estudió educación primaria y parte de secundaria, 1907-17, en colegio Santo Tomas de Aquino en ciudad San Vicente. Colegio dirigido por canónigo Raymundo Lazo; éste, ilustre hijo del pueblo Apastepeque. En esa época, el vicentino ilustre: General don Fernando Figueroa, era Presidente constitucional de El Salvador (1907-1911). —Don Fernando Figueroa fue abuelo del insigne Doctor Don Fabio Castillo Figueroa, además,  padrino en confirmación de niño Monchito—. Tal Señor Presidente donó, al mencionado colegio vicentino, gabinetes completos de física y química, para mejor docencia en tales materias. Don Moncho relataba, a descendientes y sobrinos, la gran fiesta habida en cabecera departamental vicentina cuando, en 1909, procedente de ciudad capital salvadoreña, desde rumbo poniente (San Cayetano Ixtepeque), —por donde pasaba antigua calle real—, apareció tren de carretas tiradas por bueyes, transportando selladas cajas traídas desde Alemania y Francia por don Fernando, donante. Cabalgata del séquito, encabezada por Señor Presidente, hizo ingreso a Ilustre Ciudad de Austria y Lorenzana a eso de 02:00pm. Una hora después ingresaban las sin cuenta carretas. Calles estaban engalanadas con gallardetes y palmas; centenares o millares de cohetes de vara, al estallar en los aires, revoloteaban palomares, y perros callejeros buscaban refugio bajo  bancos del mercado municipal, abandonados por locatarias para presenciar tan magno acontecimiento. Autoridades civiles, religiosas y militares locales, daban bienvenida a ilustre hijo donante. Banda musical regimental, dirigida por joven maestro: don Rafael Argueta, profesor en solfeo del otro ilustrado vicentino: Don Domingo Santos, nacido en pueblo San Esteban Catarina (Don Domingo) , encabezaba imponente desfile entonando soberbias melodías marciales. Después del obligado Tedeum Laudamos oficiado en iglesia parroquial, ahora catedral; posterior a discursos y demás actos cívicos llevados a cabo en local del colegio y parque central, donde el entonces joven bachiller y estudiante universitario de 4to año de Jurisprudencia y Ciencias Sociales en Universidad de El Salvador (más tarde su Magnifico Rector): Doctor Don Sarbelio Navarrete, en nombre de comunidad estudiantil vicentina improvisó elocuente discurso en agradecimiento al ilustrado Fernando Figueroa, llevose a cabo, en amplios salones de  Alcaldía Municipal, elegante recepción-cena-bailable amenizada por dos famosas orquestas locales de esa época:  “Verdi” y  “Lírica Vicentina”.
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1917, padre de familia del joven Moncho Chávez Henríquez falleció a causa de  tumor prostático inoperable en esa época, similar al tumor sufrido por ex presidente francés François Mitterrand. Joven Chávez-Henríquez, a 17 inexpertas primaveras abandonó estudios de bachillerato, casi concluidos. Tutorado por don José Lorenzo Henríquez Angelino, tío materno con 40 años de edad, tomó riendas de negocios y plantaciones agrícolas-ganaderas. (Cultivo-industria del jiquilete o añil estaba dando patadas de ahogado). Don José Lorenzo era estricto. Joven heredero no congenió con él. Pocos meses después, aquél optó por retirarse, volviendo a su digno oficio de peluquero y hormador de sombreros en su natal San Vicente.

Niño Monchito había vivido, como pupilo, en casa de sus abuelos maternos vicentinos. Ahí, en “Cartilla de San Juan”, antes de ingresar al colegio Santo Tomás para iniciar educación primaria, su tío José Lorenzo le había enseñado primeras letras; doña Arcadia Angelino de Henríquez (mexicana), abuela materna: doctrina cristiana, previa a primera comunión. Don José Lorenzo, según palabras de don Moncho padre, fue único hombre quien lo había coscorroneado en el transcurso de toda su larga vida (*1900-89†).

Un año después de orfandad paterna, a 18 de edad, contrae matrimonio con señorita Mercedes Muñoz, originaria y vecina del enamorado Pueblito. De este matrimonio nacieron 07 hijos. Enviudó 13 años más tarde. Hasta 1931, don Moncho padre se distinguió por  largas vacaciones en compañía del dios Baco y por pocas actividades productivas. Al mismo tiempo, por luchas cívicas en pro de genuina democracia: en 1922, 26 de diciembre, sufrió severa crisis asmática causada por noticias sobre masacre contra mujeres indefensas en manifestación capitalina del partido político Liga Roja, opuesto a desmanes de gobiernos oligárquicos de hermanos Meléndez Ramírez. Esta crisis también fue mitigada con más coñac. En 1929-30, partió rumbo a Nicaragua, con idea de llegar hasta Montañas Segovias e incorporarse a ejércitos rebeldes comandados por César Augusto Sandino, General de hombres Libres. No llegó a su destino, pues en puerto La Unión autoridades militares salvadoreñas lo interceptaron, obligándolo, junto con muchos más, a regresarse. Tampoco participó en hecatombe nacional iniciada en enero de 1932, porque estaba sumido en luto de viudez, con estatus asmático y colosal etilismo.

En Pueblito tantas veces mencionado, la gente hilvanaba historias e historietas sobre disipada vida de don Moncho padre. Se decía, entonces: “Por guargüero de don Moncho han pasado tres trapiches y trescientas hectáreas cultivadas con caña azucarada”. Asimismo decían, refiriéndose a algún pobre etilista: “Con que está acabando don Moncho padre, no digamos tú, semejante fantasioso”.
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En 1934 contrajo segundas nupcias con señorita Carmela Cañas Merino —madre de familia de este historiador—. Del 2ndo matrimonio nacieron 11 retoños. 09 sobreviven. Con este 2do compromiso formal, afición etílica disminuyó en 50%. Labores agrícolas productivas fueron notables. Junto con Don Jesús Orantes, cuñado, casado éste con Juana Francisca del Carmen Chávez Henríquez,  hermana menor de Don Moncho padre, se dedicaban durante  estación seca salvadoreña, a extracción de sal común por evaporación en márgenes del estero Jaltepeque, departamento la Paz; asimismo, a cultivos agrícolas tradicionales de estación lluviosa. Con el cuñado, cinco años menor que él, llegaron a quererse cuales dos hermanos. Eran inseparables en el trabajo, diversión sana y en esporádicas temporadas con Baco. Por desgracia, Don Jesús Orantes, en mayo 15 de 1955, sufrió fatal accidente ecuestre, terminando así aquella preciosa hermandad.

Marzo-Abril, 1944. En compañía de su compadre: bachiller don José Gilberto Parras Martínez, y uno de sus hijos del primer matrimonio: jovencito Jesús Alfredo, marcharon hasta Ahuachapán, en fronteras con Guatemala, para reforzar a insurgentes salvadoreños procedentes de esa nación, con propósito de derrocar a la agonizante tiranía de Maximiliano Hernández Martínez, tiranía de 13 años. Ocho días más tarde, los tres y otros más estaban regresando derrotados al Pueblito; pero, un mes después, 10 de mayo, dicha tiranía caía con estrépito. En 31de diciembre de ese mismo año 44, madre de don Moncho padre (Doña Segunda), fallecía. Desde entonces y hasta su día final, don Moncho se curó del asma y, por supuesto, del etilismo pesado; pero hasta año 64, abandonó por completo amistades con dios Baco. También abandonó moderado tabaquismo, pues él consumía cigarros o puros copanecos y habanos. Nunca fue mujeriego. Su docena y media de hijos nacieron enmarcadas en ley de Dios y de los hombres.

1945-46. Fue principal pilar local del partido político electorero promotor de candidatura presidencial del Doctor Arturo Romero, médico de altos quilates, y Hombre Símbolo de aquellos ilusos demócratas. General Salvador Castaneda Castro, —“Mica Polveada”fue impuesto por fraude tradicional. Durante campaña en pro de candidatura del “Hombre Símbolo”, Osmín  Aguirre Salinas, coronel y presidente de facto, desató persecución terrorífica contra principales romeristas en largo y ancho del país. Al momento de estarse ocultando  el Sol, esposa, hermanas y vecinos de don Moncho padre, le rogaban para abandonar poblado y fuera a dormir, junto con otros perseguidos, a profundidades de quebrada El Burro. Desde luego, don Moncho padre se negaba y agradecía gestos de buena voluntad y temores bien fundados del vecindario; no obstante, temprano en la noche, evacuaba a su esposa y a pequeña manada hasta casa-hogar de don Carlos Federico Molina II, vecino de enfrente y padrino de bodas a la vez. No los evacuaba hasta casa-hogar de su cuñado don Jesús, porque éste también era perseguido por mismos motivos. Ya a solas, don Moncho trancaba con firmeza puertas y ventanas exteriores; revisaba y aceitaba su escopeta chacha semi automática calibre .12, y revolver .38 Smith & Wesson  de 6 pulgadas; asimismo, afilado machete marca sampedrano, disponiéndose a dormir sobre fina hamaca de mezcal recién tejida  en Cacaopera. Así pasaron 20 ó 30 noches sin que guardia nacional o correyuda local,  se atreviese a llegar a capturarlo. Don Moncho padre decía: “No podrán capturarme. Sí, asesinarme; pero, por lo menos, un par de esbirros se irán conmigo”.

1949-50: A caída de  “Mica Polveada”, —14 de diciembre en 1948—, tomó el poder cierto directorio cívico-militar pantomímico; entonces se formó nuevo partido oficial pro oligárquico llamado: partido revolucionario de unificación democrática (PRUD), para continuar militarismo instituido en 1932 por Maximiliano Hernández Martínez. Don Moncho padre volvió a carga opositora, afiliándose y organizando en Tecoluca el Partido Acción Renovadora (PAR), postulante del pulcro coronel José Ascencio Menéndez, hijo del General Francisco Menéndez, presidente, quien nos diera la constitución de 1886. Don Moncho padre, junto con don Jesús Orantes padre, bachiller Parras y don Carlos Federico Molina II, trabajaron incansables por tal causa; aunque el último, por presiones familiares de cercanos parientes militaristas, se volvió oficialista. De nuevo triunfó el fraude. Militar Oscar Osorio (Cuchumbo), ascendió a primera magistratura. Asamblea legislativa siempre estuvo dominada por militarismo; también “honorable” corte suprema de “injusticia”. Doctor Jesús Méndez Barahona, hijo del Pueblito, abogado y compadre de don Moncho padre, hasta jubilación estuvo al servicio de milicos (juez o diputado).

1954-55. Se formó otro partido opositor: Partido de Acción Nacional (PAN), habiendo postulado, para primera magistratura, a don Roberto Edmundo Canessa, oligarca progresista, caficultor en Santiago de María. Ahí, don Moncho padre, Quijote salvadoreño, cerró filas dedicándose, como en tiempos pretéritos, a recorrer, desde 06:00am, hasta 10:00pm, todo el inmenso municipio de su Pueblito (municipio más extenso en geografía salvadoreña). “Correyuda” y testaferros del oficialismo-militarista, nunca se atrevieron a agredirlo. Ni de palabras. José María Lemus, militar de origen hondureño, auto-nominado escritor y poeta, fue impuesto. Pocos meses más tarde, don Roberto Edmundo Canessa es torturado con salvajismo, por lo cual falleció varias semanas después. Chema Lemus, falso poeta-escritor, cayó en octubre de 1960 (¿61?), (¿dónde estáis  historiadores?). Algún corto tiempo más tarde, se formó Partido Demócrata Cristiano (PDC) o partido del “pescadito”. El militarismo quiso tomar esta bandera; mas, al no conseguirlo, formaron otra caricatura de partido, cuyas siglas aún son “p c n”  o partido de las manitas mañosas. Don Moncho padre, por supuesto, cerró filas alrededor del pescadito, sufriendo otra derrota cuando la oposición, en bloque, se retiró de contienda, alegando descaro del militarismo al negar, con subterfugios, inscripción de los más calificados opositores. Otro milico: Julio Adalberto Rivera fue impuesto. Con ese mismo proceder fraudulento, milico Fidel Sánchez Hernández (Tapón) ascendió al poder, atropellando sólida candidatura del Sabio Doctor Fabio Castillo Figueroa (PAR) y del doctor Abraham Rodríguez (PDC). Don Moncho padre había dejado la campaña pro pescadito para abrazar la del Sabio Castillo Figueroa; pues, además de ser éste, hombre académico íntegro, era nieto del honorable don Fernando Figueroa, padrino en  Confirmación de niño Monchito (1906), tal cual ya fue dicho.

1972. Ingeniero José Napoleón Duarte Fuentes es postulado, por el pescadito y dos partidos más formando Unión Nacional Opositora —UNO—, para presidente de El Salvador. Don Moncho padre, junto con numerosos adultos y jóvenes hijos, nietos, sobrinos, yernos, nueras y amigos, conmueven vigorosas conciencias dormidas de aquella inmensa comunidad campesina, logrando rotundo triunfo electoral favorable al ingeniero Duarte Fuentes; pero, descaro y fraude fueron mucho más grandes que en contiendas pasadas. En esa campaña, la correyuda capturó al jovencito Jaime Galileo Chávez Cañas (penúltimo hijo de don Moncho padre) por “grave” delito de andar en “pinta y pega”  pro pescadito. La correyuda le ató socándole ambos pulgares con fina pita manila similar a la usada para torturar a Chacho Chabelo. Era media noche.  Peche Ángel, activista bajo órdenes de don Moncho padre, corrió hasta donde él con tan mala noticia. Don Moncho padre entregó al Peche y a otro acompañante (¿Pepón Boren?), sendas armas de fuego calibre corto; el viejo líder local, armado con escopeta .12, partieron hasta sitio de tal infamia, localizado en céntrico portal de sastrería propiedad de don Francisco Barahona Marenco; éste, hombre honesto, apodado por siempre inclemente vulgo, así: don “Chico-culo”. Trío armado se desplegó en medio círculo hasta llegar a escasos 05mtrs de  correyudos o beneméritos, comandados por el civil “Atila Cañas”. A esa distancia, don Moncho habló así: “¡Suelten a mi hijo, jodidos!... ¡Ustedes muy bien saben el delito que están cometiendo al atropellar de esta manera las libertadas ciudadanas consagradas en las leyes”. El civil pro militarista, jefe de “orden”1 local, fue el primero en ahuevarse, ordenando al resto de criminales soltar ataduras. Ahí terminó ese penoso y peligroso incidente.            

Noviembre en 1974: Se produjo masacre en cantón “Cayetana”, jurisdicción del Pueblito. Hordas militares, sabuesas de oligarquía salvaje, arrasaron con más de la mitad de aquel pacífico, esclavizado, conglomerado campesino. Don Moncho padre no pudo hacer nada a favor, pues sorpresivo del ataque y edad avanzada del caudillo local, lo impidieron… Sólo pudo llorar por más de una semana. Sus 75 años de edad lo estaban minando en lo físico, pero no en lo anímico. Cuando impusieron a un tal Carlos H. Romero (milico)  contrario a fórmula del pescadito (Claramount-Morales)1977, nuestro biografiado héroe sólo participó en planificación local de la campaña del PDC; mas, ya no salió a trabajar en inmensos cantones y caseríos del paradisíaco Pueblito o sea, municipio más grande, en extensión geográfica, de todo El Salvador.
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          Es mismo Pueblito donde naciera el niño José Ricardo Chávez Cruz, mayo 23, 1924. Sobrino de don Moncho. Este noble varón, Chávez Cruz, alumno graduado en Escuela Normal de Maestros Alberto Masferrer, recibió, 22 de junio en 1993, diploma otorgado por Ateneo de El Salvador en el cual se le acredita con Título de: Maestro Meritísimo de El Salvador.
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          Marzo 24, 1980. Es asesinado el Mega Arzobispo de El Salvador: Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, Profeta y Mártir. Ocho días después, don Moncho padre, a 81años de edad, acude a  capital salvadoreña para estar presente en funerales del Mega-Hombre. Se vio en alas de cucaracha cuando, parapetado en columnas exteriores de  catedral metropolitana, empuñando revólver de seis pulgadas, respondió al fuego de guardias nacionales quienes, desde segundo piso y azotea del Palacio Nacional, masacraban, con armas de grueso calibre y otros explosivos bélicos, a inmensa multitud patriótica indefensa. Agotadas balas del viejo don Moncho, Corrupio Ahumada, —cardenal mexicano, delegado papal a exequias—, lo obligó a refugiarse en interior del templo.

Enero 10, 1981. Ofensiva Final Guerrillera ataca  puestos militares principales del país. Nuestro Rebelde Pueblito no fue excepción. Ataques bélicos fueron sorpresivos, iniciándose al ocaso.  Residencia del patriarca Moncho estaba llena de visitantes, entre familiares y amigos. Sus hijos: don José Ovidio, don Carlos Alberto, don Edgar Edmundo y otros más, entre parientes y amigos, charlaban amenos recordando recién pasadas fiestas navideñas y de Año Nuevo. De súbito fueron atrapados por fuego cruzado entre esbirros y guerrilleros. Céntrico hogar del viejo Moncho abrió puertas para dar albergue a dos docenas de transeúntes desesperados buscando refugio. Guerrilleros escalaron muros, a fin de  parapetarse en techos y en  altos árboles inmediatos al cuartel gubernamental. Hogar de nuestro biografiado estaba en esa área. En lo más crudo del combate, a eso de  medianoche, civiles armados cavaron fosas en patio del patriarca para proteger a indefensos, entre quienes estaba doña Carmela Cañas de Chávez, esposa de don Moncho. Resto de hijos, hembras y varones, profesionales o comerciantes todos, con residencias en: San Salvador, Zacatecoluca, San Vicente y otras varias ciudades, pasaron 04 días tensos por no poder llegar en auxilio. Al día 5to, don Héctor Orlando, residente vicentino, con ambulancia de Cruz Roja Internacional, llegaron a evacuar al anciano con esposa y a  otros familiares allí atrapados. Don Moncho padre, entre suspiro y suspiro, entre protesta y protesta, abandonó, al fin, su confortable residencia del antes pacífico Pueblito. Fueron transportados hasta ciudad San Vicente. Alojados en otra casa de don Héctor Orlando adecuada, a propósito con antelación para el caso. Don Moncho padre, en ciudad San Vicente, vivía similar a león enjaulado… Se paseaba por amplia, pero para él, inconforme, estrechísima casa… Pujaba, gesticulaba  demostrando  inconformidad… Hacía viajes imaginarios hasta su querido Pueblito… Casi no dormía y perdía sentido de realidad… Contrataba taxis para retornar, con esposa, al añorado Pueblito, pues creía estar en pesadillas; porque, según él, todo  había pasado y paradisíacas horas antiguas estaban reinando otra vez… Buscando complacerlo, don Héctor Orlando, o algún otro de hijos o nietos, lo retornaban a comarca de origen. Instalaba finas hamacas; sacudía colchones y petates de  camas; fumigaba dormitorios y más oscuros rincones de su ya quimérica residencia… Se aprestaba a abrir el negocio de agroquímicos y veterinaria; pero faltaban compradores… Con esposa disponíanse a dormir a eso de 07:00pm del mismo día de su llegada; pero, al preparar lecho nupcial librándolo de cucarachas, alacranes y arañas muertas por reciente fumigación, fragor de metrallas guerrilleras contra fuerzas derechistas gubernamentales, comenzaba. Alrededor de 02:00am del día siguiente, alborada bélica cobraba máxima intensidad. Doña Carmela se veía obligada a pedir auxilio a su hijo más próximo: don Héctor Orlando, residente vicentino. Auxilio pedido por vía telefónica si ésta no estaba dañada. Por diez o más veces, este hijo llegaba al día siguiente en socorro y evacuación del testarudo padre y de condescendiente madre. Don Moncho padre, seguía rugiendo cual  gran felino herido… Cansado el hijo vicentino, éste les trasladaba hasta San Salvador o hasta Santa Tecla, a hogares de dos respectivas hijas. Casas-hogares de dos hijas eran extensas y cómodas, asignándoles exclusivo apartamento. Pasadas breves semanas, el tigre desesperado pedía auxilio a Ramón Francisco Chávez Cañas, quien lo trasladaba a su inmensa residencia en centro de ciudad Quezaltepeque. Ahí, con cuatro nietas, don Moncho padre pasaba feliz jugando y hasta meciéndose en columpios infantiles… Se le llevaba de seca a meca; pero el anciano no tenía sosiego; estaba perdiendo, poco a poco, noción de tiempo,  distancia y lugar. 

Era antialcohólico, al final, recalcitrante; pero, con Alzheimer iniciando, se complacía en ofrecer y servir copas de güisqui escocés, ron cubano traído desde Nicaragua, coñac francés, vinos de Oporto o tequila, a hijos y a adolescentes nietos. A 79 años de edad, la guerra fratricida ya no la comprendía; creciente carestía de la vida, según él, significaba nada. Aún en cuarta edad, continuaba siendo rebelde: al caminar no aceptaba ayuda de nadie, ni de sofisticados aparatos ortopédicos. Caminaba arrastrando pies. Cierta madrugada, al encaminarse al baño para  necesidades fisiológicas menores, (no era diabético, ni hipertenso, ni renal, ni cardíaco, mucho menos obeso o artrítico; más bien: esbelto y atlético), se enredó en amarras del calzado, cayendo al piso con estrépito. Se fracturó cadera. No pudo levantarse. Con auxilio de don Héctor Orlando y trío de peones de éste, fue llevado a la cama. Se llamó a médicos, quienes sólo ofrecían cirugía (correcto). Rechazaba toda receta y procedimientos ordenados por galenos. Sólo su prima-hermana menor: sin par señorita Milita Henríquez Villalobos, enfermera, novia eterna de don Santos en historieta “El Árbitro de Fútbol”,  podía acercársele para inyectarlo o masajearlo. Rechazó toda intervención quirúrgica. Al respecto: alegaba tener derecho a morir. En vista de estacionaria gravedad y del remoto éxito de  cirugía ortopédica, fue trasladado, desde ciudad San Vicente hasta ciudad Santa Tecla, a otra residencia de don Héctor Orlando. Ahí agonizó durante dos meses. Sus 07 hijas y múltiples nueras, le prodigaron solícitos cuidados. Había exigido, en largos ratos de lucidez, ser sepultado en cementerio municipal del indeleble Pueblito; no obstante, sus dieciocho hijos, tomando en cuenta beligerancia reinante, habían convencido a futura viuda para sepultarlo en mausoleo  Barton-Chávez de Santa Tecla.

Marzo 4, 1988. A 10:00pm, previo a extrema unción administrada por sacerdote católico, expiró tranquilo, sin ninguna mueca. Llegaron personeros funerarios a recogerlo para preparar cadáver, pues familiares del extranjero tardarían de 24 a 48  horas para estar presentes. El despojo apareció yaciente a ojos de los suyos a eso de 03:00hrs. La nueva viuda, al contemplar cadáver en lujoso féretro, dijo, llorando: “No, Moncho. No te dejaré aquí. Yo te llevaré hasta donde tú me ordenaste y prosiguió: Si ustedes, hijos míos, no pueden acompañarme, yo les comprendo; pero él no se quedará aquí”. Todos sus hijos, sin mencionar media palabra en contra, acudieron hasta el luctuoso Pueblito para cumplir última palabra ordenada por el patriarca.
1-Orden = organización democrática nacionalista (pantomima)                                       

                                    F I N
                           12 de enero en 1996

domingo, 18 de septiembre de 2011

APRENDIZ DE BRUJO

EL APRENDIZ DE BRUJO
        Por Ramón F Chávez Cañas
                De: “Historias Escondidas de Tecoluca”

              Adela Campusano había sido condiscípula de doña Carmela Cañas de Chávez. Esto sucedió allá por 1924-29, en escuelita pública de niñas del remoto Pueblito, cuando sólo había educación primaria hasta segundo grado, por cuya razón mayoría de niñas se veía obligada a repetir tal grado hasta por enésima vez. Adela abandonó tal escuelita siendo aún quinceañera. Retornó a su lugar de origen: cantón Cayetana, jurisdicción municipal del mismo pobre municipio del Pueblito. —Este cantón está encaramado a media altura sobre colosal volcán Chinchontepec; casi al mismo nivel de soñada meseta llamada Pichincha, donde anudan aquellas dos tetas del coloso mencionado—. Quince años después, Adela vuelve al Pueblito con dos pequeños hijos suyos. Al parecer, derrotada en  lides amorosas. Es acogida por su antigua compañera de aulas, quien la instaló en amplia habitación interior de su propio hogar. Doña Carmela estaba casada con don Ramón y procreando manadita de cinco lindos niñitos. Esta vez, Adela procedía del caserío El Pacún, localizado en márgenes sudoccidentales de nuestro caudaloso Río Bajo Lempa, siempre en jurisdicción del maravilloso Pueblito; pero en calurosa zona costera. En ese insalubre caserío, Adela había hecho vida marital con mediano terrateniente: don Claros Martínez. ¿Por qué se deshizo esa unión libre?... Sólo ellos y Dios lo saben. Niña Tomasita, hija de Adela, falleció a pocas semanas de su llegada, ¿por fiebre palúdica o de lombrices? Sólo quedó  niño Francisco. Adela se mantuvo célibe para educar a su único hijo hasta convertirlo en telegrafista.

           Doña Carmela le enseñó a elaborar leche poleada o manjar blanco. Con ese humilde oficio-negocio lechero, crió y educó al niño Francisco. El maestro-telegrafista de éste fue don Jesús Orantes Vela. Adela elaboraba esa leche poleada desde el amanecer. A 10:00am arribaba al mercadito municipal, donde era esperada por numerosa clientela. Dos o tres horas después, estaba de regreso con ollas vacías. En casa de doña Carmela y de don Ramón, ella vivió durante 12 ó más años, hasta cuando compró propia vivienda en barrio El Calvario, contiguo a residencia señorial de Nicolás Cañas Merino, uno de escasos principales lugareños.
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        Es mismo Pueblito cuyo alcalde, don José León Flores, en 1912, cuando llegara de visita oficial el señor Presidente Constitucional de la república, Mártir Demócrata: Doctor Don Manuel Enrique Araujo, se negó a recibir ayuda ofrecida por tan digno mandatario, diciendo, en torpe discurso: “Señor Presidente: El Pueblito no necesita nada, pues todo lo tiene… Mejor nosotros podemos brindar alguna ayuda a los capitalinos”… sic. Fue aplaudido y felicitado por haber encontrado, mentado Señor Presidenteal único municipio autosuficiente en lo ancho y largo del país.
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             En una de tantas fechas, a eso del mediodía, Adela llegó de improviso y agitada a su temporal posada. Llamó a solas a don Ramón. Le dijo:
        —Don Moncho: a mi puesto de leche poleada ha llegado un forastero. Después de beberse tres guacaladas del producto, de mi oreja derecha sacó un nuevo billete de a dos colones para cancelar el consumo… Éste es el billete, ¡mírelo, examínelo!
        El buen hombre, esposo de doña Carmela, reexaminó aquella especie monetaria, remirándola con lupa. Le pareció correcta. La lechera, con máxima alegría y desmedido entusiasmo continuó:
        Además, a cipotes placeros les extrae monedas de a centavo de las propias narices. Yo quisiera traérselo: así usted lo examina y lo valora después de haber conversado con él… (¿…?)... El hombre anda descalzo. Usa pantalones  manta-dril con camisa de nagüilla; sombrero es de palma desteñido y gastado; facciones de campesino indígena-izalqueño con aproximados 40 años de edad. Dice proceder de Sonsonate… ¿Se lo traigo, don Moncho?, pues usted, por ser el más inteligente del Pueblito, podrá descubrir si se trata de un impostor.
       
    Don Moncho, tocado en su orgullo o amor propio, asintió. 05mins más tarde, doña Adela Campusano aparecía con aquel espécimen de pantalones acampanados (balunes), bigotes ralos, con tres tristes pelos en barbilla; además, dentadura amarilla y protuberante, como de vieja cotuza. Extraño hombrecillo destapó su cabeza. Con prolongada reverencia saludó a don Moncho. Patas peladas del desconocido parecían jengibres o nopales; estatura, a la par de esbelta y alta figura de don Moncho Chávez Henríquez, era enana. Éste, con cierta sonrisa de superioridad, contestó el saludo. Luego lo invitó a tomar asiento sobre rústica banqueta de corte y clavo, bajo  frondoso naranjero variedad Chinandega, en cuya sombra, el adonis patrón descansaba sobre hamaca fina leyendo editoriales del Diario Latino, —periódico vespertino capitalino llegado al Pueblito hasta con dos días de retraso.
         En esos precisos momentos, desde traspatio inmediato apareció cierta pata criandera. Tras de ella, una manada de doce patitos vestidos con suave vellosidad amarilla del patito recién nacido. Extraño campesino trató de apartar sus ojos para no mirar la manada; pero fue muy tarde. Casi de inmediato aquella docena de animalitos se desplomó cual fulminados por rayo invisible e inaudible; mientras, mamá pata graznaba aterrorizada y volvía presurosa hasta último rincón de profundo traspatio. En tanto, el hombre recién llegado se arrodillaba; por escuálidas mejillas corrían lágrimas vivas y, en sus labios, se adivinaba incierta oración tal vez no cristiana. Anfitrión, don Moncho, asombrado permanecía estático, sentado, medio erguido al centro de su suave hamaca. Profundo silencio reinó por varios segundos entre los tres personajes, (hijos de don Moncho, incluido a este narrador,  y el de Adela, aún no regresaban de escuela primaria local). Luego, presunto causante de tragedia palmípeda quiso cancelar el precio de sacrificados animalitos. Para ello, tomó una hoja del cítrico convirtiéndola en billete verde de ¢5ºº; mas, el amo del hogar, aun sin salir del asombro, rechazó tal paga. Lechera Campusano, presurosa, abandonó tal reunión. Se dirigió al mercadito para comunicar la extraña nueva a doña Carmela, ex condiscípula y actual protectora. También informó sobre lo mismo a esposos Orantes-Chávez y a tres o cuatro vecinos más. Cuando ambos varones quedaron a solas, don Ramón, con más temor y menos curiosidad, habló así al presunto hechicero:
     —Dígame, amigo: ¿de dónde procede usted y quién le ha dado esos maléficos poderes?... ¿Por qué, teniendo usted facultad de extraer dinero hasta de una simple hoja, anda descalzo y vestido con tanta modestia?... ¿Es, acaso usted, un hechicero maligno?
     Tan insignificante hombrecillo, cabizbajo, estático, oía la retahíla de preguntas, sollozando y siempre gesticulando palabras ininteligibles. En este estado de cosas estaban cuando, desde mismo traspatio, empezó a oírse cacaraqueo enajenado de numerosas gallinas y gallos indios; vuelo no coordinado en palomares de castilla, y relinchar encabritado de tres corceles en caballeriza: relinchos y coces lanzados contra algo invisible, mientras crines se erizaban cuales cerdas del puerco-espín. Asimismo, chumelo de miel blanca colocado en alero interior del tejado desde hacía muchísimo tiempo para fines medicinales, comenzó a zumbar, para luego abandonar aquella morada. Frente a este inesperado desorden, el descalzo se expresó así:
       — ¡No tema señor patrón! ¡No tema! Yo lo aseguro: estos fenómenos no son diabólicos… Retirémonos hacia  acera externa; pero antes, cierre puertas interiores del traspatio,  caballeriza, patio, sala principal y dormitorios. Ya en la calle, yo le explicaré  porqué ha sucedido todo esto.
     
      El patrón respondió:
      — ¡Oiga amigo!: ¡no deseo saber nada más sobre estas papadas! ¡Le exijo abandonar de inmediato mi casa! ¡Llamaré al sacerdote Abraham Rodríguez para exorcismos necesarios!
        
     Brujero, siempre llorando, disponíase a abandonar aquella morada cuando, desde vecindario inmediato y mercadito municipal, aparecieron 4 ó 5 vecinos más cercanos; asimismo, doña Carmela Cañas y Adela Campusano quienes, compungidos por frescas lágrimas del forastero, intercedieron por él. Todos se quedaron reunidos sobre  acera exterior. Adela fue a cumplir con el abrir de puertas interiores. Al estar abiertas todas, la paz secular de aquella casa volvió a reinar: abejitas retornaron al querido cajón; corceles volvieron a mascar  ayote picado, a dejarse bañar y peinar por José María Peñate (zacapín); palomas reanudaron su alegre cucurrucucú; gallinas ponedoras volvieron a nidales, y,  concupiscentes gallos continuaron aparejándose con no ponedoras. Sólo aquella pata-madre seguía con lúgubre graznido; mientras, palmípedos congéneres secreteábanse moviendo  cabezas y erizando copetes. Ya reunidos, el hombrecillo se expresó:
       —Respetables patronos: me siento tan apenado a grado de no saber cómo empezar mis explicaciones… El patrón mayor es único testigo de lo sucedido hace algunos minutos… Verán: Yo sólo soy pobre alumno de brujería blanca. Mi maestro se encuentra en ciudad Nahuizalco… Mi mentor tiene gran poder. Yo no soy digno de lavarle los pies. Él me ha mandado, —prosiguió el aprendiz de brujo—, para hacer unas prácticas personales cuanto más lejos de sus grandes influencias espirituales. Por eso, señores míos, me encuentro en este bello y acogedor Pueblito. Tengo cuatro años de ser su alumno… Pasarán cuatro más sin yo poder llegarle siquiera a  tobillos… El triste fenómeno recién pasado, ocurrió porque no pude controlar mi energía mental y me salió el tiro por la culata… Mientras el patrón mayor de esta casa observaba tan desagradable acontecimiento, yo, con la mente, estaba comunicándome con el profesor; sin embargo, por enorme distancia entre nos, él no captó bien mi consulta, tampoco yo. No obstante, he logrado dominar la situación. De ahora en adelante seré más parco en mis procedimientos.
        Mientras raro aprendiz esto decía, doña Carmela se había retirado a cocinar para servir almuerzo a media docena de cipotes chorreados, incluyendo al niño Francisco Campusano y a este historiador. En tanto, madre de Francisco, vecinos y don Moncho, amo o patrón, permanecían estupefactos ante continuación del embrujador relato. Adela Campusano fue  primera en preguntar:
      —Escúcheme, por favor, señor aprendiz: ¿pudiese usted convertir hojas vegetales en billetes legítimos de más alta denominación?... ¿Pudiese usted transformar pedazos de hierro o plomo en oro de 24 quilates, o en diamantes naturales ya labrados?
       — ¡No, no! Eso está reservado, por ahora, sólo a mi mentor… Yo sólo puedo llegar hasta ¢5ºº, sin pasar de ¢100ºº cada día o sea, veinte billetes de a cinco cada veinticuatro horas: lo necesario para subsistir un día y ayudar a más pobres encontrados en mi camino, mientras retorno a Nauizalco para rendir mi informe. Además, el maestro no me ha enviado a fabricar dinero; sólo a curar enfermos deshauseados. Yo les suplico me den oportunidad con algún enfermito crónico del vecindario, servidumbre o familia. También, como ya son 04:00pm, desearía me indicaran dónde puedo encontrar hospedaje decente y económico. Mañana volveré. Mientras tanto, vayan consiguiendo enfermitos y dando la buena nueva a personas particulares, pues sólo permaneceré aquí durante ocho días.
        Adela apartó del grupo al don Ramón. Ya en privado, le sugirió dar posada al peregrino en rancho pajizo donde se almacenaba sal común extraída del estero Jaltepeque por Orantes-Chávez & Co. Éste aceptó la iniciativa de  inquilina Campusano. Dirigió palabras al forastero:
        —Oiga, amigo: en este aislado Pueblito no existen albergues adecuados, sólo sucio lupanar de un hombre mal apodado “primo-hermano”; mas, no es recomendable para personas decentes y pacíficas tal cual usted nos parece. Nosotros ofrecemos hospedarlo en extra patio, en rancho pajizo salinero. Si acepta, de inmediato ordenaré a Peñate colocarle  hamaca y/o tijera de lona; al mismo tiempo, ordenaré aseo del área a ocupar. Por alimentación: no se preocupe; pues nuestro Dios nos la da con alguna relativa abundancia.
        —Gracias, muchas gracias, señor patrón, — dijo el beneficiado con hospitalidad y continuó—: Esto lo haré saber a mi tutor para que él, cual  gran gurú criollo, interceda por Usted ante el Altísimo.
Entre cinco y siete de esa tarde-noche, mientras Adela y  sirvientes de doña Carmela preparaban y servían cenas, alumno del criollo gurú entretenía a niños con trucos de prestidigitador o magia blanca. Después de cenar, amo ordenó al peón Peñate llevar al huésped hasta su aposento. También ordenó señalarle el excusado de foso y chorro del agua potable servido por manguera disponible en caballeriza. Peñate aprovechó esa ocasión para consultar al extraño sobre su viejo problema alcohólico. El aprendiz, sacando veladoras y escapularios, debutó esa noche tendiendo bocabajo al zacapín sobre  piso salitroso y húmedo de habitación pajiza. Lo roció con agua bendita y encendió 4 veladoras como cuando se vela un cadáver cristiano; le escupía espaldas con saliva hedionda a magalla de tabaco barato, le hacía rezar misterios del santo rosario; repasaba, de cabeza a pies, escapularios de virgen del Carmen. Al final, a eso de medianoche, lo hizo levantarse y salir desnudo o chiroto al extra patio. De inmediato lo bañó, por más de una hora, con agua fría de manguera. (Servicio de agua potable por cañería estaba recién inaugurado 1950-51). Presión del precioso líquido era similar a presión de pipas tanques anti motines. Brujo guardó mejunjes en   mismas viejas alforjas de donde las había extraído. Santo remedio. Zacapín Peñate dejó alcoholismo por casi tres años.

Amaneció. Bajo copa de caraguero en flor, en linderos del extra traspatio con calle pública, estaba regular cantidad de pacientes crónicos desahuciados: leprosos (tiñosos), tísicos, prostáticos, mujeres con emboque de matriz, con mal de madre y hasta orates de uno u otro sexos, esperando pasar consulta con el, —de la noche a la mañana—, posible redentor. El patas de jengibre comenzó su faena a  06:00am. A 03:00pm, había despachado al último de aquellos humildes pacientes. Extenuado, se dispuso a masticar su desayuno-almuerzo servido por doña lechera Campusano. Ésta aprovechó la ocasión para volver al tema del alto dinero, de lingotes áureos y diamantes. El descalzo respondió:
         —Oiga, doña Adela: usted pide algo imposible a efectuar por mi pobre persona; pero, pensándolo bien, yo puedo ir mañana mismo hasta la sede mi profesor para consultarle su inquietud; empero, es menester obtener  aprobación necesaria de  personas ayer reunidas aquí conmigo, en especial de don Ramón.
          — ¡Don Ramón y don Jesús, sí; los demás, no!, —contradijo la fabricante-vendedora de manjar blanco.
        Al día siguiente, fila de enfermitos era mayor. Tarea comenzó a 04:00am. Ese día, señora Campusano no elaboró su mercancía y se dedicó a servirle de auxiliar al curandero. Esa 3era noche, tal codiciosa mujer expuso el plan a los dos señores escogidos por ella. Al final de la sesión, el aprendiz dijo:
          —Con mucho gusto. Antes de lo previsto, yo retornaré a Nahuizalco para exponer el plan a mi mentor; mas, mi tutor es hombre bastante desconfiado. Exigirá pruebas contundentes sobre el plan formulado por doña Adela… Tal prueba a ofrecerle, pienso, es llevarle cierta cantidad regular de dinero. Entre  tres ustedes, creo, no podrían reunir esa cantidad. Yo sugiero, —terminó de hablar el patas de nopal—, comunicarnos con más personas pudientes, pues entre más galán es el galán, más se enamora la dama.
        Tan rústica mímica del extraño, más pacífica humildad del mismo, y sobrenaturales acontecimientos sucedidos en 3 días anteriores, convencieron a aquel trío interlocutor; pero, se negaron a buscar más socios. Dicho trío decidió aportar ¢10,000ºº ($4,000ºº al cambio de entonces) para ablandar al, para ellos, desconocido brujo mayor. El brujo menor esbozó este plan:
         —Para ablandar al gran gurú, además de ¢10,000ºº  en mis bolsillos, será necesario oraciones continuas. Estas oraciones deberán ser hechas por una sola persona; desde luego, asistida por restantes durante cuarenta y ocho, setenta y dos, o más horas de mi próxima ausencia. Yo partiré mañana jueves. Viernes pediré audiencia. Sábado terminarán reuniones. Domingo es día de guardar. Lunes, en tren vespertino, a eso de 06:00pm, estaré de regreso con ansiada y  debida autorización… ¡¡Guarden el secreto!!... ¡¡Ninguna Bulla!! —Continuó instruyéndoles aquel  hombre dentadura de cotuza vieja—. Cuando mañana oigan silbido de partida del tren a 08:00am, acostarán bocabajo a don Jesús; le encenderán cuatro primeras veladoras, las cuales cambiarán tantas como cuantas veces sea necesario. Los tres rezarán santo rosario cada cuatro horas,  durante todo el tiempo de mi ausencia. Creo: el lugar más adecuado por estar muy aislado, será el rancho de la sal común. No permitan a doña Carmela, ni a los niños; mucho menos al servicio doméstico, ni al zacapín, traspasar linderos del rancho pajizo. Don Jesús estará a sal y agua azucarada. ¡¡Ninguna comida sólida!! — Terminó diciendo el hechicero menor.
        En efecto, dicho fuereño, evadiendo a nuevos pacientes de la madrugada siguiente, se despidió a 05:00am. Su destino de inmediato sería estación ferrocarrilera “Cañas” a 04kms ponientes del iluso Pueblito, para dirigirse hacia ciudad capital; luego, en otro tren de vieja compañía inglesa, hasta ciudad Sonsonate para proseguir, a pie, hasta Nahuizalco.
        Cuando aquella enorme serpiente metálica lanzó primer grito de despedida, don Jesús, vistiendo sólo ropas menores, cayó de bruces en mismo lugar donde cayera,  04 noches antes, el zacapín Peñate. Cuando reptil traga leñas, petróleos y kilómetros, empezó a accionar gigantescas ruedas metálicas, señora Campusano encendía primeras veladoras, y don Moncho montaba guardia para mantener alejado a cualquier extraño a ceremonia ya iniciada. Al pasar el caballo de hierro fumador sobre peligroso por profundo puente “El Burro”, aquellos tres futuros Rockefeller iniciaban rezo del primer rosario. Porrones llenos de agua azucarada, más pomo con sal común, estaban al alcance de manos del penitente y futuro millonario. En ése y en días sucesivos, diferentes nuevos pacientes buscaban, sin encontrar, a su redentor. Al no encontrarlo, armaban escándalo macro audible, perturbando atención del penitente y  edecanes. Pasó ese jueves, paso viernes, sábado y domingo; luego llegó lunes tan esperado, hasta parecerles un siglo de ausencia. Adela, más parecía sor superiora de convento medieval; don Moncho: torquemada de “santa” inquisición, regañando a media docena de sus menores hijos, y hasta a doña Carmela, su magnífica esposa; don Jesús, devorado por hambre: parecía personaje masculino en “La Piedad”, esculpida por Miguel Ángel Buonarroti.
Ese lunes, como casi siempre, tren IRCA1  de 05:00pm venía con dos horas de retraso. Cada uno de esos 120 minutos adicionales, hacía a don Moncho estar viendo su reloj suizo de bolsillo marca Girard Peregoux, segundo a segundo. Don Jesús, apoyado con tórax y abdomen sobre salitroso piso, lanzaba algunos tenues gemidos lastimeros. La mujer codiciosa Campusano, impaciente les invitaba a rezar algunos rosarios extra.
¡¡Pitó el tren!! ¡¡Albricias!!, exclamaron aquellos tres impacientes y continuaron con el rosario extra. A 09:00pm, postrer pasajero había atravesado empedradas callecitas oscuras del somnoliento Pueblito. Entonces, sacrificado don Jesús interrumpió su voluntario, pero codicioso suplicio; se dio  ducha fría con la misma manguera; se puso ropa de calle, zapatos burros cuero de cerdo, cosidos y clavados. Aquellos tres personajes, después de algunos titubeos, acordaron acudir hasta casa de habitación de señora Juana Cañas Salinas, — quien se ganaba el pan fletando bofas maletas desde estación del tren hasta el Pueblito—. Ésta les manifestó no haber visto a alguien con características antropomórficas descritas. En seguida encaminaron su aparato locomotor hasta residencia de don Beto Guevara, —jefe de mentada estación ferrocarrilera—. Éste les dio respuesta parecida a la primera. Desconsolados volvieron a respectivas casas.   Fatigados por tantos sacrificios  mayores, los frustrados roncaron hasta 10:00hrs del día siguiente; pero con pesadillas decepcionantes al respecto. Por las dudas, durante dos semanas exactas, ambos hombres se turnaban para ir, mañana, mediodía y tarde, a esperar respectivos trenes de pasajeros. No acudieron a tribunales locales de justicia por  vergüenza de haber sido estafados por un desconocido, tal vez iletrado campesino. Al final, par de hombres, principales timados, la emprendieron contra la mujer codiciosa, quien les indujera a quedar silbando en la loma. Al mismo tiempo, el trío timado, afrontó interminables reclamos de numerosos enfermos engañados por el advenedizo.
                                                           FIN
                                         24 de abril en 1996