HISTORIAS
ESCONDIDAS
DE
TECOLUCA
TOMO II
CLAN CHÁVEZ-HENRÍQUEZ DE TECOLUCA
Por Ramón F Chávez Cañas
INTRODUCCIÓN
TECOLUCA:
Pueblito Nonualco, sub-raza Maya, 03 ó 04 veces más viejo que el mitológico o
inexistente Matusalén, ─hasta cuando antropólogos y/o arqueólogos de Universidad
de El Salvador, UES, demuestren lo contrario─, con poquísima profundidad está
descrita por historiadores oficiales no profesionales en libritos o folleticos insatisfactorios,
escritos por muy pocos investigadores aficionados sin métodos, como aquellos métodos
poseídos ahora por Universidad de El Salvador. Entonces, varios osados a
investigar sucesos salvadoreños pretéritos de alguna importancia cultural o
lógica, como Jorge Lardé y Arthés, luego sucedido por su hijo: Jorge Lardé Larín;
más: Jorge Arias Gómez, Santiago I Barberena, Rodolfo Barón Castro, Pedro
Escalante Arce, Francisco Gavidia, Ignacio Gómez, Enrique Kuny Mena, y uno que otro adicional, se han dado o están
dando fatuos poses de sabiduría histórica sin tenerla. Sólo el HISTORIADOR CARLOS CAÑAS DINARTE, es única
excepción. Por consiguiente, en escasos folletines “histéricos” ─reproducidos al pie de la letra en enciclopedias de
internet o Wikipedia─, se puede leer pero no creer en: Alonso Ponce, Juan de
Pineda, Manuel de Gálvez Corral, Pedro Cortez y Larraz, Antonio Gutiérrez y
Ulloa, casi todos curas católicos itinerantes en diversas etapas coloniales;
quienes, con tantas escasas ideas tenidas por ellos cuando fueron fugaces
pasajeros religiosos, prejuiciados por fanatismos raciales y dogmáticos en
cuestiones espirituales romanas pero pérfidas.
Lo escrito a continuación sobre CLAN
CHÁVEZ-HENRÍQUEZ DE TECOLUCA, es producto, quizás, de 40 ó 50 años de
investigaciones minuciosas de este seudo historiador perteneciente al sub clan Chávez-Cañas del mismo Pueblito, por lo cual no pretende sentar cátedra sobre
razas, raleas o linajes más allá del clan mayor al cual se está refiriendo;
aunque le causa escalofríos siempre cuando lee u oye la primera estrofa de “Patria Exacta” del magnífico Poeta
salvadoreño Oswaldo Escobar Velado†, la cual dice
así:
Esta es mi patria:
un montón de hombre; millones
de hombres; un panal de hombres
que no saben siquiera
de dónde viene el Semen
de sus vidas
inmensamente amargas…
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Desde Mérida, Extremadura,
España, embarcados en Puerto de Cádiz, Atlántico español, con rumbo a Capitanía
General o Reino de Guatemala, se dirigieron dos jóvenes hermanos españoles más
un primo-hermano de éstos. Gonzalo y Hernando era aquella pareja hermana. Juan: el
primo. Trío con apellido “de Chávez”. Imperial corona española en 1528, por ley ineludible, entre otros,
enviaba a estos tres parientes entre sí, a prestar servicio militar obligatorio
durante dos consecutivos años a este recién descubierto Nuevo Mundo. Después de
haber hecho escala indispensable en isla Gran Canaria, aquel bergantín militar
enfiló sus velas hacia La Habana, por ser este puerto y ciudad cubana a la vez,
capital administrativa del recién establecido imperio español en toda América; ─pues
Inglaterra tardaría 90 años (1620) para establecer trece primeras colonias en
lo que ahora es EEUU─. Desde La Habana, siempre navegando en mismo velero,
atravesaron Mar Caribe noroccidental; también Río Dulce guatemalteco hasta
llegar al lugar donde después se construyó el castillo San Felipe para, de
inmediato, encontrarse con el maravilloso lago Izabal. Pronto llegaron al
paraíso celestial o Sierra Los Cuchumatanes, para luego descender hasta Valle Ponchoy, donde aún está la Ciudad
Antigua de Guatemala, entonces capital de Centroamérica colonial.
Pasados breves días de receso por tan
largo viaje transatlántico, a esos tres jóvenes apellidados “de Chávez”, se les envió a “apaciguar” ciertas tribus
aborígenes en área guatemalteca llamada Esquipulas, cerca del barrancón
hondureño de nombre Ocotepeque: barrancón por donde corría y corre nuestro Río
Lempa; pues estas tribus Lencas de Ocotepeque y Esquipulas, aún no aceptaban
cadenas ni yugos ibéricos. En uno de tantos combates al fondo de tal barrancón,
cayó herido de muerte el soldadito ibérico invasor Juan
de Chávez: al parecer con flechas disparadas por el CACIQUE LEMPIRA. Muerto el
primo Juan, sólo quedaron ambos hermanos: Rodrigo y Hernando de Chávez quienes, cumplidos dos años obligatorios en América, 1530, retornaron a
Extremadura añorada. Tres años después del retorno, 1533, ya casados, dispusieron volver al Reino de
Guatemala o Capitanía General en América Central. Rodrigo de Chávez y esposa prefirieron domiciliarse en la capital o
Ciudad Antigua de Guatemala. Al parecer, sucumbieron ahogados cuando el Volcán
de Agua, en copioso temporal, inundó y destruyó a tan señorial Ciudad Antigua
allá por 1541. En esa misma ruina pereció, además, Doña Beatriz de la Cueva
llamada la Sin Ventura, esposa del Capitán General Pedro de Alvarado.
En cambio, Hernando de Chávez y señora, ─del
cual, por dicha o por desgracia, descienden clan y sub clanes tecoluquenses─,
de manera espontanea decidió fincar su hogar en ciudad San Salvador; pero,
entonces, Ciudad San Salvador estaba asentada en Valle La Bermuda, próxima a
ciudad Suchitoto; pero, aquel domicilio en La Bermuda fue fugaz, porque,
alrededor de 1537, Pedro de Alvarado decidió llegar hasta Perú a disputarle “El
Dorado” a Pizarro y a Almagro; para lo cual necesitó reclutar a todo español
principal con sus “encomendados”; construir su escuadra naval en bahía de
Jiquilisco, Usulután, para pronto partir hasta El Callao. En esos trajines
Pedro de Alvarado llegó hasta valle La Bermuda a reclutar a Hernando de Chávez, quien a la sazón ya era padre de familia de
dos varoncitos. Con esposa y críos partieron a fincarse en riberas de bahía
Jiquilisco; sin embargo, señora e hijos no soportaron rigores tropicales
calurosos, viéndose obligado tal padre de familia a buscar tierras menos
insanas pero próximas al astillero en Jiquilisco. Allí, en Santa Elena,
Usulután, quedó residiendo madre e hijos; mientras, Hernando de Chávez continuó en preparativos del
viaje hacia Perú acompañando a Pedro de Alvarado. Llegados al Perú, Pizarro y
Almagro no permitieron desembarco de aquellos recién llegados, comprándole, a
Alvarado: barcos, ─menos uno, el del regreso a El Salvador o a Guatemala─; aperos,
armas, provisiones y hasta gente europea e indígena. Entre esa gente europea
fue vendido Hernando de Chávez; quedando
abandonada en Santa Elena, con todo y críos, la esposa del Hernando, cuyo nombre las antiguas
crónicas de Sevilla no lo registraron. Sobre Hernando de Chávez no se supo más
en El Salvador ni en resto de América Central. Sólo quedó, ─se recalca─, en
Santa Elena, Usulután, aquella esposa abandonada con aquellos dos críos,
quienes fueron, desde 1560, vástagos progenitores de clanes salvadoreños
orientales, en especial HERNANDO DE
CHÁVEZ II, cuyos eslabones genéticos fueron invisibles durante ¼ de milenio,
hasta cuando aparecieron, 1875, en cantón El
Palomar tecoluquense, durante vísperas de privatizaciones o robos
autorizados por asamblea nacional legislativa guanaca, con evidente aval de
Rafael Zaldívar, criollo presidente salvadoreño también guanaco, esperando
subastas efectivas a iniciarse en 1879. Al sur, en departamento San Vicente,
Realengos y Ejidos fueron robados con parciales supervisiones de cierto
bachiller sanvicentino llamado Esteban Castro, pelele del presidentillo
Zaldívar. Esteban Castro, luego doctor, aún está en nómina de incontables
“ilustres” sanvicentinos,
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CLAN HENRÍQUEZ ANGELINO: En años 70’s
del siglo XVIII, Carlos III de España expulsó de aquella península a todo judío
habitante y/o nativo de su reino, dándole único privilegio de poder fincarse
sólo en últimos rincones americanos o filipinos de su entonces extenso reinado,
donde nunca había ocaso lunar ni solar. Entre sin cuenta judíos
expulsados estaban dos familias: HENRÍQUEZ y Galindo. Sólo remarcaremos al primer apellido. DON MOISÉS HENRÍQUEZ, esposa y
prole, al llegar como colonizadores a La Habana en 1777, de plano fueron rechazados
y desviados hasta puerto guatemalteco Santo Tomás de Castilla. Navegando sobre
temblorosos cayucos movidos a remos, cruzaron Río Dulce y Lago Izabal, hasta
ascender-descender sierra Cuchumatanes para llegar a Valle Ponchoy, ─como lo hicieran, 250 años atrás, aquellos
tres conquistadores apellidados “de Chávez”─;
pero, autoridades coloniales de ciudad Guatemala antigua, tampoco aceptaron ni como colonizadores a
esos judíos Henríquez, remitiéndolos a puertos
del Océano Pacífico (¿Champerico?) rumbo a puerto Corinto nicaragüense. Desde
allí viajaron a pie hasta León, entonces ciudad principal en Nicaragua. Fueron
aceptados con algún desgano. En León nacieron tres generaciones, alternando
nombres de: Adolfo, Moisés y Lorenzo, para respectivos primogénitos.
Entre 1810-21, se dan aquellos
terremotos políticos hasta alcanzar cierta independencia de España, ─excepto
Cuba─, pues criollos españoles continuaron esclavizando a: ladinos, indígenas o
aborígenes, negros, mulatos, zambos, etcétera. Conseguida parcial independencia
centroamericana, en 1822 DON MOISÉS
HENRÍQUEZ III decidió
trasladarse para vivir en ciudad San Vicente del Salvador entonces. Dos años más tarde nació DON ADOLFO HENRÍQUEZ, quien llegó a
ser joven obrero talabartero con taller, respetado y querido por engreída
sociedad sanvicentina. En 1855, a San Vicente llegó cierta compañía artística
mexicana de operetas y zarzuelas. Entre tan elegante elenco sobresalía la
cantante mesosoprano de nombre ARCADIA
ANGELINO. Ésta, señorita con 22 años
primaverales, originaria de ciudad San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México.
Joven ADOLFO HENRÍQUEZ, con 30 abriles
cumplidos, se enamoró al instante de aquella alondra mexicana. La persiguió por
resto del periplo iniciado en: Quezaltenango, ciudad de Guatemala y Zacapa;
Santa Ana, Sonsonate y San Salvador; para continuar a: San Miguel, Nacaome, Tegucigalpa,
San Pedro Sula; regresando a San Cristóbal de las Casas después de haber
debutado en Mérida, Yucatán. Desde San Vicente en El Salvador, Adolfo Henríquez abandonó su talabartería
para agregarse, como enamorado o novio, a la caravana de artistas mexicanos
cantores. Boda Henríquez-Angelino
se efectuó en iglesia catedral de San Cristóbal de las Casas.
Dos años después, 1857, tal matrimonio
consolidado por leyes eclesiales y civiles, retornó para establecerse en ciudad
San Vicente, El Salvador. Dicho joven esposo reabrió su talabartería,
añadiéndole el normado de sobreros finos o de pelo. En 1864-65, ─en días cuando
se asesinó por fusilamiento a un ex presidente salvadoreño apellidado Barrios
por órdenes de un tal Francisco Dueñas, también presidente entonces; éste,
azuzado por un arzobispo tecleño: Saldaña─, nació la niñita SEGUNDA HENRÍQUEZ ANGELINO: matriarca cofundadora del
clan CHÁVEZ-HENRÍQUE TECOLUQUENSE; clan fundado en diciembre 08 de 1888, cuando
señorita HENRÍQUEZ ANGELINO recién había cumplido 23 primaveras. Esta señora SEGUNDA HENRÍQUEZ ANGELINO VIUDA DE CHÁVEZ RIVAS,
partió
hacia la Nada Cósmica en diciembre 31 de 1944.
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DON RAMÓN FRANCISCO CHÁVEZ RIVAS, componente masculino del CLAN
CHÁVEZ-HENRÍQUEZ DE TECOLUCA, nació en Santa Elena de Usulután,
alrededor de 1842. A 30 años vitales contrajo nupcias con señorita Mirtala
Rodríguez, ambos originarios y vecinos del pueblito Santa Elena. En 1875 nació
niño Juancito de la Cruz Chávez Rodríguez; pero, debido a ese parto, doña
Mirtala falleció. Cuando el señor viudo Chávez Rivas trasladó su domicilio al
catón El Palomar tecoluquense, niño Juancito tendría entre 05 y 07
primaveritas. Casado, luego viudo, tal señor Chávez Rivas ganaba el pan cotidiano
fletando sal común o marina desde salineras en Bahía de Jiquilisco y desde
Estero Jaltepeque hasta ciudades: San Miguel, Usulután, Zacatecoluca, San
Vicente y Cojutepeque. Para ello contaba con semovientes de tiro o bueyes, más
12 carretas entoriladas con cueros crudos de reses y en-costilladas a base de
bagazos de cañaverales azucareros; además, de 15 a 18 boyeros disciplinados o
fieles, con respectivos peones cargadores; pues ferrocarriles IRCA ni se
soñaban acá. Así: entre 1879-84, compró Ejidos municipales tecoluquenses
equivalentes a ¼ del total o sea 50ht u 80mzs, localizadas al poniente del
cementerio municipal, más tierras similares al sudeste del Pueblito o Ejidos “Sunqueque” contiguos a Río La Mora; asimismo,
partes medianas o parcelas desmembradas de latifundio o Realengo Hacienda
Concepción de Cañas, lotes llamados “Los Amates” y “Marcial”; al mismo tiempo,
en área costeña, contiguo al Bajo Lempa tecoluquense, compró una haciendita
llamada “Taura” de 200mzs, desmembrada del
inmenso latifundio o Realengo primitivo nombrado “Hacienda San Jerónimo de
Molina”. Bachiller Esteban Castro le
ofreció en venta Hacienda “Las Pampas”: joya en corona agro-ganadera y
hortelana tecoluquense; pero la cobija monetaria no le ajustó. En 1884 terminó
de construir casa propia en barrio El Centro de Tecoluca: construcción a base
de gruesos adobes con bases pétreas más calicanto, maderas duras en techumbres
de tejas arcillosas con cielos de acapetates de tulle; repellos de cal apagada
con mezclas arenosas ya no usadas; pisos de barro horneado en forma de
ladrillos muy bien cocidos. Además de múltiples bienes raíces rurales y
urbanos, poseía: farmacia o botica, venta de jarcia, zacate para bestias
caballares, mulares, de tiro en extenso urbano solar, donde también había
contiguo bar-restaurante-hospedaje, para
encumbrados pasajeros orientales. Este honorable patriarca tecoluquense
falleció en junio de 1917.
Conviene agregar: Don Ramón Francisco Chávez Rivas no
fue el más acaudalado habitante de Tecoluca; pues había tres primos cercanos
Chávez, pero no amigos: David, Pío y María, quienes fueron nativos de pueblito
Santa Elena y, en sociedad familiar, 1879-83, lograron ¿comprar? inmensas
propiedades vírgenes en partes bajas y chagüi-tosas de aquel fantástico
municipio sanvicentino o Tecoluca: bosques o selvas vírgenes que el rey de
España llamaba “Realengos”, donde había abundantes:
jaguares, pumas, caimanes, venados, boas, jabalíes y hasta dantas; tierras
despreciables para criollos capitalinos y tecleños, quienes ya se habían
apropiado de excelentísimas tierra en valles de: Zapotitlán: 20,000mzs robadas
por Emetrio Ruano; Zalcoatitán como finca Los Pericos hurtada por Francisco
Dueñas; Jiboa, mal habida por Jeremías Iglesias; Apopa, con hacienda e ingenio
El Ángel de familia Meléndez-Ramírez; Nejapa: con complejo agroindustrial El
Castaño estafada por Vilanova Castro; Soyapango con Ingenio azucarero Prusia de
mismos Meléndez Ramírez; Santa Tecla: faldas del volcán Quezaltepec, de Cecilio
Amparo Bustamante y de Manuel Gallardo; y más de Vilanova Castro. Entre
principales criollos-ladrones de Realengos salvadoreños estaban apellidos ahora
no tan rimbombantes: Dueñas, Palomo, Meléndez, Sol, Vilanova, Bustamante,
Alfaro, Morán, Regalado, Borja, Escalón, Rosales, Villafañe, Ruano, etcétera;
todos residentes en una u otra de estas ciudades: San Salvador, Santa Tecla,
Santa Ana, Ahuachapán o San Miguel. Segundo lugar, después de aquella trinidad Chávez, seguía el clan
Molina, de propiedades dispersas tanto o más como sus genéticas: propiedades
que allá por 1940 estaban reducidas a mínimos exponentes. Don Ramón Francisco Chávez Rivas, ocupaba tercer honroso lugar económico entre
aquella flor y nata residente en Tecoluca. En 1880, bodegas portuarias de tres puertos marítimos
salvadoreños existentes entonces, empezaron a llenarse de alambre espigado
pedido a Europa y a EEUU por criollos ladrones guanacos, quienes de inmediato
lo retiraban de aduanas para ir, ipso facto, a cercar miles de hectáreas
robadas a legítimos dueños: aborígenes salvadoreños no guanacos.
David y/o Pío Chávez de Tecoluca, sólo
reconocieron a un hijo natural: Antonio Ponce Chávez (*1900-¿?), pariente e
íntimo amigo de Don
Ramón Francisco Chávez Henríquez (*1900-1989†); pero, al parecer,
sólo heredó el apellido paterno; sin embargo, Doña María Chávez, concibió y
parió, de un tal José Molina, a una niña quien llevó por nombre María Teresa Chávez Molina (*1880).
Muertos aquellos tres primitivos hermanos Chávez, la zarina María Teresa Chávez Molina fue heredera
universal y emperatriz económica del Pueblito: desde 1910 hasta su muerte en 1947. María Teresa heredó varias haciendas
en costas tecoluquenses, siendo las más importantes: San Jacinto en cantón El
Palomar; Los Tigüilotes en cantón El Playón; La Bolsa en cantón San Nicolás; El
Terrero en cantón San Carlos Lempa. Muerta esta zarina, aquel imperio se hizo
humo al repartirse en herencias despilfarradas en muy pocos años. Entonces, el
imperio económico tecoluquense pasó a manos de Doña Juana Francisca del Carmen Chávez
Henríquez de Orantes Vela, sobrina,
mas no gran amiga, de María Teresa. Este último imperio comenzó a boquear en
1980, coincidiendo con asesinato del Arzobispo
católico Óscar Arnulfo Romero y Galdámez y, desapareció por completo en
julio de año 2000, con deceso de Doña Juana Francisca ya viuda de Orantes Vela.
En esos mismos años decimonónicos, Don Ramón Francisco
Chávez Rivas conoció, para enamorarse por segunda y postrer vez, a
tan agraciada señorita sanvicentina: SEGUNDA HENRÍQUEZ ANGELINO, hija de aquella
mesosoprano mexicana y del talabartero sanvicentino. Esta graciosa señorita Henríquez
Angelino junto con su hermana mayor, Soledad, cada dos semanas, días
de pago en haciendas y fincas, acudían con mercaderías varias; pues Tecoluca
era as comercial porque al no haber ferrocarriles ni automotores; tampoco
puentes, ni en el sur ni en el norte sobre el entonces caudaloso Río Lempa, el
único paso de oriente a occidente y viceversa, era en niveles costeños de los aún
cantones: San Nicolás y San Carlos Lempa. Tecoluca, pues, era paso obligado de
todo Oriente para acceder a San Salvador y más allá. Entre cantones recién
mencionados, ─Río Lempa de por medio─, existía enorme lanchón flotante con
capacidad para seis carretas tiradas por bueyes, más jinetes y peatones en ida
y vuelta sobre el Lempa. Lanchón sin motor, movido por musculatura humana
auxiliada con varas de bambú especiales impulsadoras, pues el río allí es muy
poco profundo. Tres y medio años más tarde después, 1888, se constituyó tan
sólido clan tecoluquense ya mencionado hasta causar nauseas.
De este inaudito clan nacieron: Doña
Arcadia Adolfina Chávez Henríquez viuda de Posada (*1890), quien nunca
concibió a pesar de sus 25 años de fertilidad calculada; Doña María Josefa de
mismos apellidos (*1895) pero viuda de Avelar, quien enviudó a 06 meses de
casada sin haber concebido; pero, cuatro años más tarde, en matrimonio por ley
natural, concibió a José Ricardo Chávez Cruz y a Marina Victoria: ambos hijos
del honorable señor telegrafista, Don Rafael Cruz; Don Ramón Francisco Chávez
Henríquez (*1900): casado-viudo de su primer matrimonio con Doña
Mercedes Muñoz Díaz, quien le regaló siete descendientes entre nenas (4) y
nenes (3), luego, Doña Carmela Cañas Merino, segunda esposa, le dio nueve
hijitos surtidos: tres hembritas y seis varoncitos (sin contar abortos y
prematuros inviables en ambos matrimonios): Don Carlos Antonio Chávez
Henríquez (*1904) quien, en sus dos matrimonios naturales, sin ser
bígamo natural, engendró diez surtidos angelitos. La última, Doña
Juana Francisca del Carmen Chávez Henríquez (*1909), de su único
esposo: Don Jesús Orantes Vela, telegrafista, parió tres varoncitos, mortinato
el primero.
No redundaremos sobre incontables sub clanes
descendidos de este GRAN CLAN CHÁVEZ-HENRÍQUEZ, porque, tres
tomos de mil páginas cada uno, serían insuficientes; además, cansaríamos en
exceso a quienes se animaran a descifrar esos casi infinitos apelativos
repetitivos como tantos Buendía en “Cien
Años de Soledad”; o, en sinnúmero de engendros contenidos en obsoleta
biblia judía con cuatro evangelios cristianos agregados, también obsoletos.
Quienes deseen armar su propio rompecabezas genético, aquí tienen el tronco o
punto de partida para que sepan con certeza de dónde viene el Semen y/o el
Óvulo de sus vidas no tan inmensamente amargas.
Santa Tecla, El Salvador, diciembre
21 en 2012.-