H E
R E J
Í A S
Trigésima sexta entrega
Por Ramón F Chávez Cañas
CCXLV
Inquisidores civiles,/
verbigracia indios aztecas,
ajotados por sotanas/ desde
años diez hasta treinta
del siglo recién pasado,/
por medio de lucha cruenta
quisieron eternizar/
ambiciones tan a secas
de tan torpes “consagrados”/,
quienes llegando hasta mecas
—léase Estados Unidos/ y la
Roma hoy no violenta—,
buscaban intervención/
militar a toda cuenta;
pero se hicieron así./ Hoy nos
maldicen con muecas.
En Guatemala de Arévalo/ y después de Árbenz Guzmán
sotanas siempre malévolas/
venerando al Tío Sam
bendijeron explosivos/ del mercenario Castillo.
Así, tirando vil piedra/ y
escondiendo torpe mano
medievales religiones/ con
proceder de villano
escudándose en Jesús/ quieren darse nuevo brillo.
CCXLVI
Similar ha sucedido/ en
América Latina:
Batista en Cubita Heroica/ y,
en Honduras, Carías;
Trujillo en Dominicana/
donde dejara sangrías;
en Costa Rica, Picado./
¡Todos dejando hedentina!
Venezuela de Bolívar,/ —una sociedad tan fina—,
con un Juan Vicente Gómez/
destilando porquerías
y dos de apellido Pérez,/ serviles
de oligarquías
hacían trabajos sucios/ en
nombre de esa doctrina.
En Colombia y Ecuador;/ en
Paraguay y Brasil;
en Bolivia,/ Argentina/ y en
Uruguay de Galeano,
como en la propia península/
de España y de Portugal
las mitras inquisidoras,/
con fogata muy sutil
valiéndose de civiles/ y del
militar enano
aún están pretendiendo/
volver a etapa infernal.
CCXLVII
Cuando visitamos Roma,/
Copenhague o Madrid;
Berlín, Lisboa o ciudades/
de menos categorías
nos llevan a explorar/
castillos y abadías
construidos desde los
tiempos/ vetustos del Mío Cid,
hasta del Absolutismo/
reinante con frenesí
desde Catalina en Rusia/ al Sansoussi
de alegrías;
desde Don Carlos Tercero/ a
los Luises de ironías,
hasta cuando Ilustración/
dijo: ¡Basta! ¡Y hasta aquí!
Da tristeza contemplar/ tan
inmensos caserones
con estatuas, armaduras/ y
mobiliarios brillantes;
con enormes atalayas/ y
espectaculares puentes.
¿Cuántos esclavos obreros/
allí encontraron panteones
para que obispos y reyes,/
personajes repugnantes,
escudándose en Jesús/ mataran a penitentes?
CCXLVIII
Sotanas con sacramentos/
dominaban a idiotas
llevando paz a reinados/ de
aquella vieja Europa.
Obispos y cardenales,/
vistiendo lujosa ropa
tenían hipnotizados/ a
campesinos ilotas;
pero quienes no acataban/
tal evangelio con jotas
y querían liberarse/ cuales
barcos viento en popa,
entonces aquel binomio/ les
obligaba a cruel copa:
vil fogata funeraria,/ horca
o cárcel: muerte a gotas.
Todo aquello se basaba/ en
descarada patraña:
reyes y papas estaban/ por
dios cristero nombrados.
Por un milenio judío/ esta
burda telaraña
subyugó a europeos/ obreros
y de la gleba.
Mas, vino La Ilustración/ de ciudadanos librados
de torva mitología/ desde
Adán y desde Eva.
CCXLIX
Al mirarse en cuerda floja/
o entre pared y/ espada
puesta por los precursores/
en el siglo dieciséis
de La Ilustración Francesa,/ por medio de Galilei,
tratando de aclimatar/ tales
conceptos de Nada
reforman sus escrituras/ y
en centenaria jornada
intentan mancomunar/ la
Ciencia con el estrés
combinando descabellos/ de
esa doctrina sin pies
que se ha querido meter/ en
donde no es invitada.
Milenio y medio de yugo/ por
fanatismo cristero
saliéndose del guacal/ e
invadiendo Ciencia laica
tratando así de imponer/
necedad en mundo entero.
Mal no dura dos milenios,/
mucho menos tan arcaica
madrastra extorsionadora/
que en nombre de Buen Lucero
nos hizo bailar un tango/ y
pulsar la balalaica
CCL
Pastorcitos y curitas,/
asimismo las monjitas
en un noventa por ciento/
vienen de clases muy bajas
desde aspectos económicos,/
y con muy pocas ventajas
intelectuales, se sabe,/ por
sus mentes tan marchitas
al proceder de arrabales/ o
de campiñas malditas
donde pobre campesino/
apenas cena migajas:
donde luz del buen saber/
siempre ha vestido mortajas.
¡Aspirante a redentor/
carece de cuatro pitas!
En llamados seminarios/ para
forjar sacerdotes
o pastores chachalacas/
repitiendo mil versículos
no se cobra emolumentos/ por
“enseñanza” impartida.
Astutos sostenedores/ son
sujetos con garrotes
quienes de biblia no
entienden/ ni los temas más ridículos;
pero este pastor será/ su
compinche en la “movida”.
CCLI
Señoritas y muchachos/ que
optan por tales “estudios”
no lo hacen por vocación:/
quizá sólo por pobrezas
monetarias, sí señor;/ pues
dentro de sus cabezas
bullen paganas ideas/ sin
pasar de los preludios.
Penetran a seminarios/ con
no tan buenos augurios
esperando remontarse/ hasta
conseguir riquezas
sin importar mentirotas/
“estudiadas” con torpezas
para embaucar a incautos/
con descarados infundios,
Doce años de
enclaustramiento,/ ¿para qué podrán servir?
Tal respuesta es muy
sencilla:/ tratar de domesticar
sacros impulsos sexuales/
dados por Madre Natura.
También amoldar cerebros/
para así poder salir
al mundo do está el dinero/
y allí despotricar
contra diablo imaginario/ de
católica factura.
CCLII
A imberbes jovenzuelos/ les
pasa igual a castrados
entre siglo dieciséis/ y
centuria diecinueve.
De entre trescientos
castrados/ apenas llegan a nueve
sopranitos masculinos/ de
aquellos tiempos malvados.
Menos del cinco por ciento/
de esos jóvenes dopados
llegan a cumbres de Orfeo,/
o cumbres donde les llueve
plata contante y sonante/ y
no copones de nieve.
Con altivez se proclaman:/
¡seres por dios consagrados!
No obstante, esas utopías/
rápido desaparecen
porque impulsos hormonales/
no pueden ser inhibidos;
más amores a dineros/
también rápido perecen
pues tanta plata más oro/
con delirio recibidos
se van para el Vaticano,/
donde los tesoros crecen
y pastorcitos locales/ se
quedan aquí jodidos.
C O
N T I
N U A
R Á.-