NOVELA
LA GUERRILLERA JAGUAR
Por Ramón F Chávez Cañas
CAPÍTULO I
Ciudad Quezaltepeque, cabecera del Distrito Judicial
del mismo nombre, es 2da ciudad más
importante en departamento La
Libertad, El Salvador, Centroamérica. Ciudad Santa Tecla es número
uno. Ciudad Quezaltepeque está situada poco antes de primeras estribaciones norteñas del volcán
Quezaltepec o de San Salvador; es ciudad y municipio muy progresista en diversas
actividades humanas, a grado de considerársele cabecera regional de esa
comarca; pues hasta ahí confluye gran parte del comercio de municipios vecinos: Nejapa, San Matías, Apopa,
San Juan Opico, Aguilares, El Paisnal y San Pablo Tacachico. Tiene, en alrededores,
varios ingenios para procesar caña azucarera, varios beneficios procesadores de
café, una fundición de hierro y acero; decenas de talleres artesanales de
flores artificiales y otros de cerámicas, extensos cañaverales y cafetales,
abundante ganado mayor y menor; grandes planicies cultivadas con granos
básicos, un centro turístico de aguas termales comparables con termales de
Vichy y Lourdes en Francia; más múltiples centros educativos de primaria y
secundaria. Clima es bastante caluroso, pero no sofocante; de septiembre a
febrero es agradable. Dista 24kms desde San Salvador pasando por Apopa y 28kms
desde Santa Tecla, vía balneario Los Chorros. Ciudad capital salvadoreña
distará sólo 14kms al construirse autopista proyectada desde hace muchos años.
Viejo ferrocarril inglés de finales del siglo XIX lo une con San Salvador y occidente
del país.
*****
En precolombina ciudad Quezaltepeque, cercano a estación
del viejo tren inglés nació, en pieza de mesón o rústica vivienda mínima
colectiva antigua, allá por 1936 ó 37, un varoncito quien por nombre llevó: Próspero Galán Burgos. Hijo de cierta señora
“chilatera” vendiendo en mercado
local y de señor motorista “busero”
al servicio del “turco” apellidado Kattán.
Educación primaria oficial hasta 6to grado la recibió en Grupo Escolar José Dolores
Larreinaga, inmediato a su alquilada pieza de mesón. Luego debió viajar a
diario hasta ciudad San Salvador, haciendo uso de “bala de plata” o del pasaje gratis en ómnibus manejado por su padre
para estudiar, en Instituto Fuentes, corta carrera de oficinista. Se graduó 3 años
después. En seguida estuvo empleado en joyería-relojería propiedad de un tal
don Eusebio Mercado, —comerciante famoso por bondadoso, a mediados del siglo
presente (XX) —. Dicho establecimiento capitalino se llamaba “Joyería y Relojería
‘Suiza’”.
El joven Próspero Galán Burgos era muchacho inquieto,
locuaz, extrovertido y alegre; de tez blanca-rosada, cabellera lisa, gruesa,
café-rojiza con corte de “pato bravo”;
notables camanances en mejillas con algunas discretas pecas en pómulos; de
estatura poco menor a mediana y complexión algo atlética. Por locuaces buenas
maneras rápido se dio a querer por don Eusebio Mercado, a grado de confiarle
éste, secretos contables del negocio, el
cual llegó a conoce y dominar a perfección. Con esa temprana experiencia, joven
Galán Burgos dejó su empleo de oficinista, dedicándose a venta ambulatoria de
joyas legítimas, oropel fino, más relojes. Además del señor Mercado, consiguió
otro proveedor de apellido Saca, quien importaba relojes suizos marcas Supremo,
Vulcano y Nivada. Galán Burgos a diario recorría muchas ciudades circunvecinas
antes mencionadas, con sus innumerables cantones, caseríos y haciendas,
haciendo buenos negocios; pero bendito Cupido no tardó en llegar: al frisar 25 abriles,
conoció a fabulosa señorita de la mejor sociedad de su ciudad natal. Ella se
llamaba Esperanza de la
Paz Guerrero Flores, de quien fue novio
durante 05 años para terminar en matrimonio civil y religioso católico.
Señorita Esperanza de la
Paz Guerrero Flores era 6 años menor que
él: hija de grandes terratenientes y fuertes comerciantes locales; hermana
menor de 2 ó 3 oficiales del ejército salvadoreño. Era morenaza delgada, alta y
elegante; de sonreír sincero más palabras suaves. Había sido educada en uno de
los mejores colegios católicos de ciudad Santa Tecla (interna). Por tal razón
Galán Guerrero sólo la miraba durante vacaciones en Semana Santa, en fiestas de
agosto y en fines de año escolar. Estas últimas coincidían con los mejores
meses del año (noviembre, diciembre, enero).
Por
notable don de gentes del joven Galán, padres de familia de señorita Esperanza
le abrieron puertas de la confianza, pese a que en el pueblo gente envidiosa y
malqueriente criticaba al hogar Guerrero-Flores; pues no creían posible mirar a
señorita de “alta alcurnia” económica ser prometida de acabado vendedor
ambulante de oropeles baratos o fantasías burdas, más relojes marca “chacalele”. Además, argumentaban: “La madre de ese patán Galán Burgos es ‘vieja placera’, vendedora de ‘chilate’ con
nuégados en el mercado central local; el padre: asalariado ‘choferote-busero’
vulgar, con gran afición alcohólica. Aun cuando ya no viven en mesón, arrastran
ese estigma imperdonable”. A pesar de esas mordaces críticas, padres de señorita Guerrero Flores accedieron gustosos. Un 12 de diciembre la boda se efectuó con
gran pompa. Por esa poderosa razón a primera hija se le llamó: Guadalupe de la
Paz Galán Guerrero.
Efectuada tal boda, don José María Guerrero Martínez—así se llamaba el padre de la novia—, dio, a desposada, dote consistente en
varios miles de colones, más amplia casa
en centro comercial de ciudad Quezaltepeque donde, rápido, aquellos nuevos
esposos instalaron tienda bien surtida con relojes, joyas, fantasía cara y
telas finas; pero el joven esposo (30 años), —quien para entonces ya era
“don”—continuó, aunque con menor frecuencia, en su negocio ambulatorio
primitivo.
Pasaron varios años. Tuvieron tres hijos. Señores
Guerrero-Flores, padres de joven esposa,
fallecieron de manera prematura quizás por afición a guisos con manteca de
cerdo, fritadas, yemas de huevos, más cremas o mantequillas vacunas puras:
alimentos obtenidos en sus propiedades agro-ganaderas. Matrimonio
Galán-Guerrero florecía en economías, pero no en espiritualidades: don
Próspero, además de haberse hecho adicto a bebidas alcohólicas, consumía a
diario grandes dosis de anfetaminas o derivados, argumentando: “Con esos ‘medicamentos’ yo hago mejores
negocios”. También se había hecho adicto a grandes lujos: en su cuello se
exhibían hasta cuatro cadenas extranjeras de oro macizo; esclavas más relojes
caros en antebrazos; sortijas con pedrería fina en dedos de manos, excepto en
pulgares; camisas Lacoste, Polo, Eme pi, francesas e italianas en forma
respectiva; zapatos importados de legítimos cueros exóticos; pantalones exclusivos
de casimir inglés o fresco lino irlandés. Además, cambiaba automóviles lujosos
(2 ó 3) cada dos años; con mucha frecuencia viajaba solo hasta Ciudad de los
Palacios sólo para degustar tequila genuino escuchando auténticos mariachis; pues música ranchera
era la única de su agrado. Otro vicio adquirido más tarde fue el de mujeres fáciles.
Por éste, más que por otros, doña Esperanza comenzó a desesperar y, matrimonio
a tambalear. Don Próspero trataba de disimular esas bajezas diciéndole: “Todo es calumnia. Yo salgo sólo a visitar
para cobrar a mis clientes y colocar más mercadería”, volviéndose más
cariñoso, locuaz y chistoso frente a su desilusionada esposa.
Este marido trabajaba cual camello de mostrador,
—decía él—, desde tempranas horas de lunes hasta 12hrs del siguiente domingo.
Llegada esa hora nada le importaba mentada tienda llamada “Bazar Lupita”, aun
estando repleta de clientes comprando. Él dejaba a esposa sólo con seis empleadas.
(Era celoso. No admitía hombres empleados en su negocio; sólo a tío materno:
don Agapito, sesentón fortachón, quien hacía limpieza de automóviles, otros mandados y,
quizás, hasta de rufián servía al sobrino). Sacaba uno de los automóviles y
partía raudo a recorrer calles de la ciudad o de pueblos inmediatos y diferentes
prostíbulos, en procura de carne femenina fácil. Luego partía, con mujer
conseguida, hasta algún motel localizado en Carretera Troncal del Norte en
donde, con alcohol más anfetaminas, pasaba tarde y parte de la noche
practicando inenarrables orgías sexuales modificadas por él según su
pornográfica imaginación. Aparecía en casa a 08:00 ó 09:00pm de ese mismo
domingo. Se desvestía, se acostaba, se dormía; roncaba cual bendito Morfeo y se
pedorreaba como un maldito cerdo. Mientras, doña Esperanza se desesperaba, maldiciendo
hasta la hora cuando su honorable padre, ya difunto, la había entregado en
matrimonio.
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El Domingo de Ramos en 1982, —este
esposo ya frisaba en 45 años de edad—, tomó el automóvil a la hora señalada. Enfiló,
cuesta arriba, sobre avenida Tres de Mayo para doblar a izquierdas en 7ma Calle
Oriente la cual da salida hacia carretera-desvío, pasando al costado norte del
parque Norberto Morán, —parque “donado” a ciudad Quezaltepeque a principios de
este agonizante siglo XX (¿1905?) por oligarca cafetalero, “apactado”, de ese mismo nombre—. En ese lugar hay parada principal
de autobuses públicos inter-departamentales: parada siempre atestada de gente
esperando tomar el próximo autobús de su conveniencia. Ese domingo, por ser más
festivo, la aglomeración era mayor; razón por la cual el señor Galán Burgos
disminuyó al máximo la velocidad. Por vidrios polarizados del coche divisó,
entre el gentío, a guapa joven señora o señorita de entre 25 y 28 abriles:
alta, blanca ladina, cabellera medio rubia y larga cayéndole hasta abajo de
caderas; delgada, pero maciza con busto muy firme sin ser protuberante. Lujurioso
comerciante dio vuelta de 360º a la manzana del parque para pasar de nuevo por mismo
lugar. De inmediato bajó del automóvil, dirigiéndose a la joven desconocida.
Habló:
—Muy buenas tardes, encantadora señorita.
Ella contestó saludo sin inmutarse en lo
mínimo. El enajenado sexual continuó:
—Si Usted se dirige a San Salvador, al desvío
hacia Santa Ana, o a San Juan Opico, será gran honor para este humilde servidor
poder llevarla en ese, también humilde carrito.
—No. Gracias—, respondió ella. Mientras tanto, tunante Galán ya
había levantado un pesado maletín de cuero situado a los pies de tan bella dama.
— ¡Deje el maletín donde estaba, porque yo voy hasta
desvío en Apopa, para luego tomar autobús rumbo a ciudad Chalatenango!—, dijo ella con tono firme, pero suave; al mismo tiempo,
apretando contra su pecho una voluminosa cartera con tirantes.
—Señorita: yo soy don Próspero Galán Burgos,
varón respetable y apreciable en esta ciudad quezalteca. Soy católico
profesante. Entre mis obligaciones morales está servir al prójimo. En este
preciso momento Usted es mi prójimo. Debo cumplir con el mandato cristiano—, replicó
el lujurioso.
Hubo más intercambio de frases. Al final, extraña
Venus subió parsimoniosa sentándose sobre asiento del acompañante, siempre
apretando contra su pecho la mencionada cartera con tirantes; mientras, Galán
Burgos, sonriente, acomodaba en baúl
posterior del auto el algo pesado maletín de cuero. La demás gente observadora
de esta escena, cuya mayoría conocía malandanzas del mencionado don Juan Tenorio, se quedaron
estupefactas por rapidez con la cual había convencido a la elegante fémina,
quien vestía falda acampanada blanca con ruedo hasta abajo de rodillas; blusa
celeste a lo inmaculado, medio escotada, con mangas tres cuartos; zapatillas
también celestes con moderado tacón alto, haciendo resaltar pantorrillas. Cabellera:
fresca, fragante, suelta. No faltó quien corriera a poner en sobre aviso a celosa
doña Esperanza. Ya con automotor en marcha, don Próspero Galán Burgos con perorata,
se deshacía en elogios para natural belleza de aquella blanca mujer de ojos
verde-gris, quien sólo respondía con leves sonrisas. A la altura del ingenio El
Ángel de Apopa, “Juan Tenorio” criollo se atrevió a insinuarle proximidad de un
lugar: motel Láncer; pero tergiversó realidades al decirle:
—Éste es restaurante de primerísimo calidad.
Será para mí hermoso galardón si Usted acepta almorzar conmigo en ese decente
lugar.
Por supuesto, con alguna cortesía gentil tal dama se negó;
pero el pelirrojito con corte de “pato bravo”, haciendo caso omiso de clara
negativa, al llegar al punto de entrada enfiló su auto hacia interior del
mencionado motel. Ella, con movimientos rápidos y firmes, extrajo de voluminosa
cartera con tirantes que apretaba contra su busto, fresca pistola automática
“Pietro Beretta” .9mm, nueva. No la chasqueó, pues ya tenía tiro en recámara.
De inmediato, con inesperada aspereza la colocó en axila o sobaco derecho del
tal Asmodeo o demonio sexual. Con gran seguridad lo espetó:
— ¡Usted miente, caballero: ésta es casa de citas
sexuales! ¡Además, usted no es cristiano católico, tal cual me quiso hacer
creer! ¡No se mueva! ¡Ponga retroceso! ¡Cualquier movimiento brusco de su parte,
acabará con su vida!
El pecoso con camanances se puso más “cherche” que bolsa de pus o jícama
pelada. Tartamudeando replicó:
—No, no, no, se-se-señorita: Yo no
es-es-estoy in-in –inten-tando (siguió
tartamudeando) intentando nada malo en contra suya. ¡Por diosito, créame! ¡Por esta
santa cruz, créame!—. Con
mano izquierda libre hacía señal de la cruz católica, a la cual besaba a
repetición. Continuó—: la lle-llevaré hasta el-el desvío de
A-A-Apopa. Dis-dis-pen-seme si en algo la he ofendido.
Serenísima damisela contestó:
— ¡No, patancito!: ¡Ahora tú me llevarás hasta donde
yo indique! ¡Pasaremos por periferia de ciudad Apopa y continuaremos de largo hacia
el norte, siempre sobre carretera Troncal! ¡Después de pasado Apopa, hay un
puente sobre Río Acelhuate; en él, todo
el tiempo se encuentra retén militar de la tiranía! ¡No harás parada aunque te
lo ordenen, porque el primer difunto serás tú! ¡Mantén calma si en algo
aprecias esta tu asquerosa vida!
Mientras tanto, incógnita y deslumbrante
joven hembra, contra sobaco derecho restregaba en tirabuzón la trompetilla de
la pistola italiana. Cazador caza nada sudaba, sudaba, sudaba. Ella, siempre
con voz autoritaria prosiguió:
—Baja, de manera automática, todos los
vidrios del automotor; asimismo, abre el “quema-coco”, (ésta es ventanilla
corrediza que algunos automóviles lujosos tienen por encima de la cabeza del
motorista y acompañante a la derecha. Sirve para dar más luz o ventilación al
interior del coche); al aproximarnos a 200mts del asqueroso retén, yo recostaré mi cabeza
sobre tu mugriento hombro; pero, no vayas a pensar que es gesto de amor para ti, ¡semejante cerdo
nauseabundo! Sólo será para despistar a esos otros cerdos, quienes creerán que
nosotros viajamos en luna de miel, o algo por el estilo. Si vidrios polarizados
van cerrados, seremos sospechosos. Probabilidades de hacernos alto serán mucho
mayores. ¿Entendiste, pedazo de animal?
—Sí, sí, sí, pre-pre-preciosa
seño-señorita; pero, por el amor al dios de los cielos, yo le suplico, por
caridad o misericordia, me deje libre aquí nomasito. Llévese mi carrito. Aquí,
en mi cartera, ando llevando ¢3,000ºº ó ¢4,000ºº en efectivo; también le puedo
entregar todas las alhajas que llevo puestas, y mi relojito Rólex de ¢25,000ºº;
pero si esto no fuese suficiente, me comprometo, ahora mismo o mañana temprano,
llevar ¢100,000ºº ó ¢200,000ºº al lugar indicado por Usted. Si Usted los desea
en dólares gringos, también puedo cumplirle, dándoselos al cambio oficial de
¢2.50 por cada dólar; pero, por vida suyita, linda señorita, no me haga sufrir
más. Además, yo tengo a mis hijos párvulos—. Y soltó a llorar.
— ¡Alístate, canalla!—, lo interrumpió tan apetecible desconocida. Prosiguió—: Bajaré,
a nivel de tu hígado, la trompetilla de mi “Pietro Beretta”. Echaré mi brazo a
nivel de tu mugriento cuello. Si fuese necesario, ¡cabroncito!, para despistar
mejor, te daré un beso al estar llegando frente al retén ultraderechista.
Cual palabras de profeta, retén criminal pasó
inadvertida la marcha del vehículo en mención; además, estaban deteniendo, en
esos momentos, a gran número de autobuses repletos de gente que regresaba hacia
el norte después de haber asistido a conmemoración
del 2do aniversario de la muerte martirial (asesinato) del Señor Arzobispo: Don
Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, conmemoración efectuada en iglesia catedral
capitalina. Siguieron más tranquilos rumbo al septentrión salvadoreño. Tal afligido
encañonado quiso cerrar vidrios y “quema-coco”, pero honorable dama lo impidió.
Ella ya había sacado pañuelo perfumado con el cual se cubría boca y nariz.
Pasaron por conocida fábrica alemana de pesticidas agrícolas y domésticos, donde
había regular multitud saliendo o dirigiéndose a presenciar algún evento
balompédico; atravesaron tangenciales y occidentales orillas del pueblito
Guazapa, pudiendo contemplar a numerosos vecinos católicos, quienes con ramos
de palmas en manos regresaban a sus campesinos hogares después de haber
asistido a procesión de Jesús montado en el burrito. En este trayecto no hubo
algún intercambio de palabras; sólo esporádicos gemidos del tunante caza-nada,
y pertinaz pañuelo cubriendo orificios
faciales vitales de tan incógnita belleza. Susurros del viento al deslizarse
por blonda cabellera suelta, aumentaba incertidumbre del caballero frustrado.
Al llegar al pueblo Aguilares, cazado “galán”
trató de maniobrar para dejar carretera Troncal del Norte e ingresar al citado
pueblito; pero ella, tan ágil cual gacela, le rempujó con más fuerza la
trompetilla en mismo sobaco. Ex oficinista sólo lanzó destemplado alarido por
el dolor, continuando de largo por misma ruta Troncal del Norte. Pasado ese
leve incidente, el cautivo “don Casanova” habló siempre tartamudo:
—Mi-mi-mire do-do-doñita: yo-yo-, nun-nun-nunca he
i-i-ido hasta Chalatenango, cré-cré-créame. Puedo extraviar el camino y
llevarla a saber hasta dónde.
— ¡Calla cerdo sarnoso!—, replicó ella. Continuó—: ¿Quién te ha dicho que vamos para
Chalatenango? ¡Óyeme!: antes de llegar a la hacienda e ingenio azucarero Colima,
a tu derecha encontrarás desvío a “Palo Galán”, es camino vecinal de tierra.
Ahí cruzarás. Tenemos gran ventaja: tu carrito es 4x4, todo-terreno. Llegaremos
con facilidad al pie de ese cerro-volcán llamado “Volcán de Guazapa”, al cual, desde
el principio venimos bordeando.
Don pequeño burgués volvió a suplicar, siempre
tartamudo:
—Pero-pero
mi-mi-mire: ya es casi la 01:00pm. Yo debo estar a 02:00pm en mi casita; pues
uno de mis hijitos está enfermito. Me urge internarlo en el Centro Pediátrico
de San Salvador. Por favor, doñita linda, acepte ofertas hechas desde el
principio. Déjeme acá solito. Yo veré cómo hacer para retornar a casita.
Ella, fastidiada por monótono palabrerío, replicó:
— ¡No, bribón! Baja velocidad porque estamos llegando
al desvío mencionado.
Marzo es el mes más seco y cálido del calendario
salvadoreño; en ese mes todas las carreteras nacionales, en especial de tierra
o no asfaltadas, se vuelven muy polvorientas; nubes de polvo, más mal estado de
mismas vías, hacen lentas e incómodas las marchas, incluso viajando en
vehículos de doble transmisión con piñón de montaña. En ese mismo mes la
vegetación está casi muerta, en especial pastizales de pajas jaragua y
rastrojos dejados por maizales, frijolares y arrozales. Sólo árbol de amate
está siempre verde y vigoroso. Por tanto: la marcha del nuevo vehículo de conocida
marca japonesa empezó a volverse torpe. Si a esto agregamos: por mismo
conflicto armado el gobierno no daba mantenimiento adecuado a caminos
vecinales, entonces, don Violador Burlado se metía más, cada minuto, en callejón
sin salida. Llegados a 03:00pm, aquella misteriosa mujer ordenó detener la
marcha; pues más allá sólo era posible caminar a pie o en lomo de bestia mular.
Conviene mencionar: en recorrido desde desvío “Palo Galán” hasta lugar donde se
detuvo el doble transmisión, encontraron y pasaron caseríos abandonados en totalidad:
casas sin techos, sin respectivas puertas y paredes con sinfín de perforaciones
a bala. En mismo instante, cuando polvoriento 4x4 hizo parada ordenada, de paredones
próximos emergieron aproximadas 2 docenas de hombres y mujeres armados desde dedos
gordos hasta coronilla. Vehículo en mención fue rodeado en un 2x3. “Chelona” ordenó al “galán” bajar con brazos
en alto. De inmediato ella también bajó. Dirigió, a recién llegados, saludo con
santo y seña respectivos. Uno de ellos, en apariencia comandante interino, saliéndose
de filas se expresó:
— ¡Bienvenida mi Comandante ÚRSULA! Usted ha llegado más
temprano de lo esperado. Este señor, ¿de quién se trata?
— ¡Primero regístrenlo, porque a mí me faltó tiempo
para hacerlo! Después hablaremos del asunto—, respondió tranquila semejante “Chelona”.
Al aproximarse aquellos encargados de registrar
al prisionero, de repente, al unísono exclamaron:
— ¡Puuta!, ¡Qué jiede este hijue puerca!
No era para menos: don Cautivo, en
primeras de cambio allá en la entrada del motel de marras, al sentir por
primera vez fría muerte en sobaco, había sufrido incontinencia por flaccidez de esfínteres;
como lógica consecuencia, sin sentirlo ni quererlo se había orinado y defecado.
Ello explica el porqué la desconocida para el prisionero, Comandante Úrsula, se
tapaba boca y nariz con el pañuelo perfumado. La mujer comandante ordenó a una
patrulla de 6 miembros llevar al puerco prisionero hasta arroyuelo llamado “El
Ujushte” distante a 2kms, para lavar él su ropa cagada e hiciera enérgico aseo
personal. Para tal menester ordenó se le entregara una bola de jabón de cuche.
Mientras la patrulla cumplía lo ordenado, Úrsula explicó en detalles lo
ocurrido desde ese mediodía allá en parque Morán quezalteco, hasta ese preciso
momento. Pero antes, en presencia del sollozante acobardado, ella ordenó al
resto de combatientes, hombres y mujeres, hacer círculo con espaldas hacia
adentro y rostros con miradas orientados hacia lejanía exterior; para que dicha
Comandante pudiera quitarse ropa civil y vestir de nuevo uniforme de fatiga:
verde-olivo camuflado, gorra Navarone negra; pañuelo rojo con letras blancas al
cuello (fmln); pistola automática “Pietro Beretta” al cinto y metralleta israelí
Galil al hombro. Toda esta indumentaria venía en maletín de cuero algo pesado
que aventurero sexual, con alegría, metió en baúl trasero del 4x4, allá frente al parque
tantas veces mencionado. Más “cherche” que perplejo, al ver con propios ojos rápida
y total transformación de su presunta víctima, “don hijo de la chilatera” prorrumpió
en más llanto destemplado. Se fue desconsolado con la patrulla hasta arroyuelo
para efectos mencionados. 30mins más tarde estaban de regreso. Don Garañón
venía con la ropa mojada puesta. Uno de tantos guerrilleros amable le decía: “Con intenso
calor reinante en esta tarde, la ropa secará pronto”.
C O N T I N U A R Á