TRISTE TESTIMONIO DE RUFINA AMAYA
Por Ramón F Chávez Cañas
Se “oiban” las fuertes descargas/ de los fusiles G3
y gritos desaforados/ de niñitos y mujeres
con ancianos indefensos/ en cierta ermita encerrados.
El coronel Monterrosa,/ usurpando lo del juez,
daba nerónicas órdenes/ de aniquilar a esos seres
a drogados campesinos/ que por hambre eran soldados.
Nuestra Luna en plenilunio/ era tan clara cual día
cuando yo me refugié/ tras un silvestre manzano
huyendo aterrorizada/ de mi propio asesinato.
Presente tengo en mi mente/ esa infernal melodía
de sangres, fuegos y gritos/ dirigida por gusano
sirviente de imperialismo/ tal cual asesino nato.
Yo miré decapitar/ al padre de mis seis hijos
y a una centena más/ de inofensivos vecinos.
“Oiba” gritos lastimeros/ de frutos de mis entrañas
cuando fueron degollados/ o aniquilados a tiros
por soldadesca inhumana:/ mis hermanos campesinos
quienes en tales cuarteles/ aprenden salvajes mañas.
Mientras mis pobres menores,/ por órdenes del Herodes,
anegaban con su sangre/ el piso de aquella ermita,
huí buscando algún refugio/ en las montañas cercanas.
Una andanada de balas/ por poco casi me jode.
Durante la madrugada,/ al pie de seca lomita,
escuchaba violaciones/ hasta de peinando canas.
Después de las violaciones/ sexuales y otros desmanes,
escuchaba griteríos/ suplicándoles clemencia.
Eran voces femeninas/ que al caer muertas, cesaban.
Pues se “oiban” los golpes sordos/ de machetes-yataganes.
Pronto los tiros de gracia/ para ancianos e inocencia.
En tanto, don Monterrosa/ y secuaces se drogaban.
El humo negro emergido/ de cien chozas incendiadas
por tan brutal soldadesca/ bajo orden del coronel
me llegaba a los pulmones/ para aumentar mi desgracia.
Hedores a carne humana/ de mil gentes calcinadas
nunca podré describirlo./ Sólo podrá Lucifer.
Estos macabros sucesos/ los ordenó plutocracia*.
Tragándome todo el llanto/ y mi terrible congoja
esperé tras de unas rocas/ al pie de la loma dicha
en donde una quebradita/ me ocultaba del Satán…
Avanzó la madrugada/… Sentía una pierna coja…
Endemoniados se fueron/… En mi desgracia hubo dicha…
A seis de aquella mañana/ el silencio fue total.
Cojeando caminé al norte/ por vaguadas y quebradas
alimentándome sólo/ con pocos frutos silvestres.
Durante veintidós días,/ hasta llegar a enero
dormía muy intranquila/ en casas antes saqueadas.
El ruido de los aviones/ me asustaban de repente.
En ese día de Reyes/ cruce el mojón extranjero.
En campamento hondureño/ llamado Colomoncagua
estuvimos refugiados,/ hasta el final del conflicto,
miles de salvadoreños/ víctimas de la injusticia.
Sin mi hogar en El Mozote/ y con sed; mas, no de agua
yo no sé ni a dónde iré./ Sólo espero en el Bendito,
en ONUSAL y en COPAZ,/ para acabar estulticia.
A doce años después/ de increíble pesadilla,
por honores de mis muertos/ doy un veraz testimonio,
pues nuestra prensa formal/ nunca, jamás, se hizo eco
de esta masacre y de otras/ efectuadas por pandilla
legalizada a la brava/ por cultores del demonio
cuyos cerebros metálicos/ carecen de un solo hueco
para cumplir con mandato/ del cristianismo profético.
Al oír: No matarás,/ en tiempo record lo hacen;
al leer: No robarás,/ con alegría lo incumplen
porque las Leyes Divinas,/ —esto lo tengo patético—,
son escritas para el pobre,/ porque ricos las deshacen;
pero siempre van a misa/ y otros sacramentos cumplen.
Están otros testimonios:/ osamentas descubiertas
por mi Tutela Legal/ de María Julia Hernández
con antropólogas gauchas/ venidas expresamente
para desenmascarar/ las verdades encubiertas
por el gobierno “arenero” / quien debe estar en la cárcel
por genocida-corrupto./ Primero es el presidente.
*PLUTOCRACIA: gobierno de ricos ladrones..
29 de mayo de 1992