HISTORIAS ESCONDIDAS DE TECOLUCA
TOMO II
L O S
C O N C U Ñ O S
Por
Ramón F Chávez Cañas
Isabel
de Jesús Salinas Vasconcelos, quien en transcurso de este relato se
llamará “Chabelo”, a secas, es tecoluquense del caserío El Paraíso en cantón Santa Cruz Porrillos; hijo del
matrimonio “natural” de Don Belfort Vasconcelos†, sanvicentino,
con Doña Sara Salinas†, tecoluquense. ─Matrimonio
“natural” por no haber habido curas, pastores, notarios, alcaldes, tampoco
gobernadores; pero sí había amor eterno o divino─, era, Don Chabelo, hasta 1980,
propietario-heredero de muchas decenas de hectáreas o manzanas localizadas en
aquellas fértiles praderas costeñas en el sur del ensoñador municipio de Tecoluca;
además, propietario, a puro sudor, de similar extensión en vecindades del
cantón La Cayetana, localizada a media altura del Chinchontepec o Volcán de
Tecoluca; pues ciudad San Vicente no existía (1635), pero Tecoluca sí, por ser
ciudad nonualca tehuacana precolombina.
Allá, en caserío El Paraíso de cantón
Santa Cruz Porrillo, Don Chabelo cultivaba granos básicos, en principal arrozales, más crianza de
bovinos y equinos; acá, sobre leves faldas celestiales del Chinchontepec, Salinas Vasconcelos se deleitaba
sembrando y cosechando caña azucarera hasta cuando, en 1981, la guerra civil
salvadoreña (1972-92) recrudeció y, Don Chabelo, con esposa y
manada de nueve críos, viéronse obligados a migrar hasta barrio San Jacinto de
San Salvador, donde aún viven.
En 1944, el jovencito
Chabelo, apodado desde entonces “Sultán de Santa Cruz
Porrillos”, contrajo matrimonio natural con adolescente Segundita
Chávez Muñoz, nativa y residente en mero, pero mero barrio El Centro
tecoluquense. ─Llamada Segundita porque su abuela paterna
fue Doña Segunda Henríquez Angelino viuda de Chávez
Rivas─; matrimonio natural que aún perdura sólido, a pesar de
celos infundados, sin base, en Doña Segundita.
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En cambio, Doña Blanquita Luz Chávez de Díaz
Chanchanico†, hermana diez años menor que Doña Segundita, en 1952
se desposó por ley civil con Don Manuel Humberto Díaz
Chanchanico† quien, en resto
de esta narración histórica se llamará Beto
Chanchanico o Chanchanico, a secas. Blanquita
Luz, al igual que Segundita, fueron genuinas señoritas
de la más alta sociedad intelectual y económica de aquel pueblito nonualco
tehuacano o Tecoluca, capital precolombina del Nequepio Maya del mismo sublime nombre;
en cambio, Beto Chanchanico, esposo de Blanquita
Luz, fue oriundo de la hacienda Nuevo Jalisco del cantón San José Mama
Soca en municipio Zacatecoluca, departamento La Paz, contiguo a municipio
Tecoluca. Hacienda Nuevo Jalisco era propiedad de Don
Pedro Díaz Chanchanico†, padre del jovencito Beto
Chanchanico.
Con tantas arduas faenas agro
ganaderas del joven Beto Díaz Chanchanico allá en heredad paterna, este muchacho, ya casado, adquirió extensa
propiedad adyacente a la adquirida por Don
Chabelo, su concuño; ambos lotes agro ganaderos fueron desmembrados del
latifundio Hacienda Tehuacán Opico, ─donde ahora, a 03kms distantes al oriente,
también está el municipal “Parque
Eco-turístico Tehuacán”─. Este otro más
joven matrimonio, por mismas razones bélicas salvadoreñas, también debió migrar
hasta ciudad Ilopango, en periferias orientales san-salvadoreñas. En recién
pasados cuatro años, Beto Chanchanico y
Blanquita Luz, con pocos meses distantes, rindieron tributo a la
Nada Cósmica; en cambio, el Sultán de Santa Cruz
Porrillos con su celosa consorte, están vivitos y coleando. Los Salinas Vasconcelos-Chávez Muñoz, después de nueve
partos a término, optaron por la esterilización quirúrgica materna; no así los Díaz Chanchanico-Chávez Muñoz, a quienes Dios les mandó cinco nenes: tres
hembritas y dos varoncitos.
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Dichos concuños eran uña y carne. Por
razones no venidas al caso, Don Chabelo pidió prestado a Don Beto cierta cantidad en miles de colones para devolverlos cuando aquél
vendiera suficientes quintales de arroz en granza, de arrozales muy próximos al
aporreo en centenares o millares de quintales, pero calculados en fanegas. Con
el mayor gusto Chanchanico entregó aquellos varios miles de colones (¿¢20,000ºº u $8,000ºº dólares
de entonces?). Cuatro semanas después, ─en noviembre de 1966─ inició aporreo o
cosecha del arroz. Sanvicentino Don Carlos Joaquín
Cornejo Merino†, entre otros, fuerte acaparador y revendedor de granos
básico a mejores precios, con sus cuatro camiones de altos tonelajes hacia
hasta ocho viajes cotidianos (dos por cada camión), fletando aquel grano
celestial. Cada día, por la tarde, Cornejo Merino
llegaba a casa-hogar de Don Chabelo a entregarle el total monetario de lo fletado desde Santa Cruz
Porrillos hasta ciudad San Vicente. Esto ocurrió durante aproximados diez días
consecutivos. Mientras tanto, Don Beto Chanchanico, ─quien vivía
100mtrs al norte en misma calle o avenida pueblerina, en línea recta, calle diagonal
de por medio─, desde una de sus tres ventanas exteriores, a diario divisaba
entradas y salidas del sanvicentino Don Carlos Joaquín Cornejo Merino, cuando éste bajaba de,
o abordaba su automóvil Mercedes Benz de último modelo, después de haber
entregado los bujillazos de pisto, se supone, al Sultán, quien era y
continúa siendo más pechito, sin estar desnutrido, que un Cristo de lata. Luego, el acaparador de cereales y café,
salía raudo hasta su hogar de San Vicente: 24kms ida y vuelta.
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Cierta tarde de aquéllas casi noches
veraniegas tropicales (05:30pm), Doña Blanquita de Díaz, sollozando
llegó hasta casa-hogar de su padre: Don Ramón Chávez
Henríquez†, situada a 50mts
rectos hacia el norte. El padre de ella,
─quien cenaba acompañado de su segunda esposa: Doña Carmela Cañas Merino de Chávez Henríquez† más sus pequeños y adolescentes hijos e hijas─, puesto en pie fue al
encuentro de su sollozante hija mayor. Al preguntarle motivo o motivos, ella
respondió: “¡Ay,
papá!: Beto se ha desmayado… (¿…?)… Ya
tiene tres horas de estar sólo respirando y con apagados quejidos lastimeros
cada vez más suaves… Yo le pregunto qué siente… Él sólo mueve la cabeza en
negativo… y globos oculares de izquierda
a derecha, pero no habla… (¿…?)… No,
papá, no está tilinte. …(¿¡…!?)… Porque
me daba pena, papá, venir a molestarlos, pues yo creía ser algo pasajero.
Pasada una hora de no mirar mejoría, acudí a mis vecinas inmediatas, Doñas:
Juanita Bonilla Chávez de Mira, Tulita de Marenco, Juanita Molina de Ayala con
su hija Carmela Ayala Molina. Lo hemos frotado con Siete Espíritus; hasta dos
lavativas rectales de pura esencia cafetera le hemos aplicado y sólo ha
pataleado… Ese Don Felipe Ayala, idóneo en farmacia”…
En este punto, Doña Carmela
Cañas Merino de Chávez Henríquez, la interrumpió. En seguida, la misma Doña
ordenó ir de inmediato a casa del enfermito; llevándose, además de a Don Moncho
su esposo, a los niños: Carlitos
Borromeo y Héctor Orlandito. Llegaron. La Doña, madrastra angelical de aquel en
problemas joven matrimonio, hablaba a Chanchanico
con frases reconfortantes y sobando calota
craneal al mismo tiempo. En ese instante se presentaron madre y hermanas del
desmayado, Doñas: Carmen viuda de Díaz Chanchanico,
Josefita Díaz Chanchanico de Castañeda, Luz Díaz Chanchanico de Balladares, y
Victoriana de mismos apellidos; al mismo tiempo, el desmayado empezó a
rechinar la dentadura, a cambiar sus tonos morenos faciales medio oscuros a
morado aberenjenado, y a medio sonreírse con Doña Carmela Cañas Merino de Chávez
Henríquez, empezando a
esforzarse por articular palabras descifrables, lo cual logró al ver al idóneo
en farmacia preparando cánula rectal con enema de estricnina. Chanchanico hasta apretó glúteos en señal de rechazo; siempre
balbuceando se logró entenderle esto: “¡Ingrato el Chabelo!”. De inmediato, la joven
señora esposa de Beto Chanchanico comprendió causa primaria o única de aquel desmayo no epiléptico. Don Moncho
Chávez Henríquez, suegro de aquel rechinador dental, al instante
ordenó al idóneo farmacéutico hecho a machete, suspender aplicación de tal
enema rectal, ordenando pedir el taxi más inmediato. La
señora Cañas
Merino de Chávez Henríquez, ordenó a su adolescente hijo
Orlandito, ir a prisa hasta
casa-hogar de Don Sultán Salinas para averiguar monto de lo adeudado y cobro del mismo. Orlandito, con 15 abrilitos, regresó con la pólvora mojada por carecer de
edad para hablar de dinero, dijo Chabelo. Entonces,
aquella dulce madrastra de Blanquita Luz, recorrió rápido esos
100mts planos para entrevistarse urgente
con Cristo de Lata Salinas, quien estaba
orondo sobre silla perezosa comiendo miel de ayote enmelado en peroles de
molienda panelera propiedad de doña Juana Francisca del
Carmen Chávez Henríquez de Orantes Vela
Doña Carmela Cañas, con dulce pero enérgica
voz, lo espetó así: “¡Caramba, Chabelo!: nadie hubiera creído que
tú jugases bromas tan pesadas; pues todos te hemos conocido, desde niño, como
muchacho servicial, inteligente y educado. ¿Por qué tratas así a tu concuño
Beto? El pobre está vivo sólo porque respira y derrama, en silencio, lagrimones
abundantes. ¡Dame ese dinero, Chabelo, porque ese es el único medicamento que
lo puede curar en un santiamén!
Tan malvado Sultán terminó de
engullir el pedazo de ayote en miel para enseguida hablar así: “No, Doña Carmela, suegra también mía: mi concuño Chanchanico está
exagerando su fingimiento. Dentro de dos días, el lunes próximo, iré al Banco
Hipotecario sanvicentino a retirar esos ¢20,000ºº que le debo. … (¡¡…!!)… No, Doña Carmela: Don Carlos
Cornejo Merino, Don Roberto Cea Vega, Don Marcelino Portillo con otros más,
cada tarde no vienen a pagarme el arroz retirado durante ese día; sólo vienen a
hacer cuentas económicas conmigo, para así ellos depositarme el dinero cada día
en el banco ya citado. ...(¡¡…!!)… Óigame,
señora de Chávez: en el armario de mi dormitorio creo tener la mitad de lo
adeudado. Ábralo y sáquelos, cuéntelos, lléveselos y explíquele que dentro de dos días, lunes al mediodía, le traeré el
resto desde San Vicente”.
Aquella elegante señora
de Chávez Henríquez, con una de dos puntas del hermoso tapado católico
de percal español, envolvió cien billetes de a ¢100ºº cada uno, partiendo rauda
y alegre por haber solucionado ese problema a punto de estallar en luto
familiar profundo. Doña Carmela Cañas cruzó la calle,
penetró al hogar de Chanchanico, atravesó la
sala social principal esquinera; el molino comercial de nixtamal, dos
corredores interiores, dos dormitorios de niños y niñas del matrimonio, hasta
llegar al aposento nupcial Díaz
Chanchanico-Chávez Muñoz, ya repleto con presencia de las siguientes damas:
Juana Francisca del Carmen Chávez Henríquez viuda de Orantes Vela; María
Agapita Rodríguez Molina de Chávez Muñoz; Arcadia Adolfina Chávez Henríquez
viuda de Posada ¿Carriles?; María Josefa Chávez Henríquez viuda de Avelar;
Amalia Chávez Muñoz de Morales Guerra y la beata nonagenaria: señorita Soledad
de la Paz Henríquez Angelino: ─esta última, tía materna de todas las Chávez
Henríquez, por haber sido hermana mayor de Doña Segunda, abuela de Segundita─;
asimismo, estuvieron presentes dos hermanas del Chabelo, Doñas: Graciela
Salinas Vasconcelos de Cañas Merino y Rosita Salinas Vasconcelos de Rodríguez Molina,
con Margarita Alfaro de Rodríguez Molina y señorita beata octogenaria: Cecilia
Ayala Bustamante.
En ese momento de total confusión, con
lágrimas e incertidumbre, tal madrastra de ambas hermanas, en débil telaraña,
desdoblando una de dos puntas en su tapado católico de percal español, habló: “Mira Betío: Chabelo te envía esto. Cuéntalo”. “Blanquita: cuente ese
dinero”, ordenó el recién resucitado, ya sentado sobre el petate de
su camastrón nupcial: ─petate sostenido por encordelado de cuero crudo bobino
flexible─. “Son ¢10,000ºº”, dijo Blanquita con mediana
alegría de conformidad momentánea. “¡¡No puede ser!!”, respondió Chanchanico, con alarido todavía retumbando en cuenca del
Chinchontepec y cerros Ciguatepeque orientales,
desmayándose ipso-facto.
Ipso-facto también aquella sabia Doña
Carmela Cañas regresó adonde el comelón de ayote en miel, a
narrarle, al pie de la letra, todo lo acontecido. Este Cristo de Lata, al instante cambió semblante, tirando al basurero
el otro pedazo de ayote medio comido; abandonando de un salto su confortable
hamaca para ir hasta su armario privado a extraer diez paquetitos de ¢1,000ºº
cada uno… Llevando asida de un brazo a terrenal virgen
del los desamparados, ambos penetraron al aposento del comatoso. Al oír
la inconfundible voz del Chabelo, al instante
volvió a tomar la posición de loto o del obeso Buda. Él, en persona, contó
aquellos restantes ¢10,000ºº. Ya satisfecho a plenitud, sin saludar al murmullo
de parientes y vecinos, fuese al baño para aseo enérgico total. Luego de
afeitar su lampiña y muy morena cara de nonualco tehuacano, se perfumó con
lavanda inglesa Yardley; su tan negra y espesa cabellera la puso en orden con
brillantina Glostora; calzó botines cosacos café, vistió pantalones caqui macartur dos cabos,
confeccionados por Don Sapo Martín o por Don Chico Culo: ambos, maestros en
sastrería local; más camisa blanca hondureña mangas largas de marca “presidente
paz”. Sombrero italiano “Barbissio” adornó sus indígenas sienes. Par de
espuelas mejicanas se puso por último. Mientras tanto, el viejo Hilario
Mejicanos ensillaba la mula “Rosa Corona”, ─bautizada así por Chanchanico debido a su
suavidad en el trotar equino.
Mientras tanto, el Sultán del Porrillo, ya en su hogar, hizo
similares operaciones personales que el concuño. Montado sobre su caballo “Suave Palmolive”,
se paró a nivel de la esquina empedrada de su casa-hogar. Pocos minutos más
tarde, aquella pareja concuña se perdía en espesura nocturna del camino real
que, pasando por inmediato cantón El Carao, conduce hasta caserío El Paraíso de
Santa Cruz Porrillos; pues, a inicios de El Carao, habitaba la señora o
señorita “Vaso de Leche”, al parecer novia subliminal de Don Chabelo; y, una legua hacia el sur, moraba aquella vieja coquetona
Adelaida, querida virtual de Chanchanico; pero ésta
disputada con míster Kleiton, fumigador aéreo en algodoneras de doña
Julia Angulo, copropietaria de hacienda Tehuacán Opico y, a la vez, esposa del
míster Kleiton.
06 de
diciembre en 2012.-
Soy originario de Pasaquina, La Unión, pero residente en Malmoe, Suecia, dese hace 30 años, cuando la soldadesca de Napoleón Darte y Guillermo García asolaron el norte de la Zona Oriental y Paracentral de El Salvador y, Olivert North reclutaba salvadoreños como portugueses reclutaron africanos hace 300 ó 400 años. Entonces, mi única salvación fue viajar a Guatemala y asilarme en la embajada danesa de Ciudad de Guatemala.
ResponderEliminarMe quiero referir a "los concuños". Aun no conociendo a Tecoluca, sólo su nombre me parece simpatiquísimo; sobre todo por tantos personajes, hombres y mujeres, tan similares en conductas como lo fueron y deben continuar siéndolos mis coterraneos de Pasaquina. Cómo añoro aún mi tierruca oriental, aún cuando algunos familiares míos residentes en San Salvador y San Miguel, me afirman haber cambiado pasaquina, su gente, muchísimo; pues 8 de cada 10 habitantes actuales no son oriundos de mi Pasaquina.
GUILLERMO CUEVAS PERLA
Aun siendo pesada la aparente broma que Chabelo quiso hacerle al concuño Chanchanico, al no pagarle la deuda en el lapso pre establecido por no haber éste recibido en efectivo cantidades monetarias por el arroz vendido, no podemos formarnos criterios negativos sobre conducta chabacana de Don Isabel de Jesús Salinos Vasconcelos; porque un malandrín de primera categoría, no le paga de una vez, sino que lo estaría abonando durante dos o tres años.
ResponderEliminarNo eran tan infundados los celestes celos de doña Segundita Chávez de Salinas; pues semejante garañón Sultán de Santa Cruz Porrillos, todavía ya viejo, tenía como concuvina a esa mujer llamada "Vaso de Leche". Me imagino que tal monumento femenino a la fealdad o adefesio con faldas, era de facies blancas como la yuca o mandioca pelada, o la papaya tierna, o chele sin sal.
ResponderEliminarSegún retrato descriptivo y último apellido del esposo de doña Blanquita Luz Chávez Muñoz de Díaz "Chanchanico", éste debió haber sido un especimen exacto de la raza Maya, subraza nonualca pura porque, al tener cabellera lisa, nunca ensortijada o morusa, más nariz no chata, sino aguileña, más dentadura rechinadora, lo asemeja a los costeños nonualcos nacidos y criados en márgenes angelicales del Estero Jaltepeque y/o en riberas occidentales del ex caudaloso río Bajo Lempa. El apellido "Chanchanico", ---no apodo---, es desconocido en España; pero abundante en todos los pueblos nonualcos al sur-occidente en faldas del Volcán Chinchontepec o Volcán de Tecoluca.
ResponderEliminarEn cambio, basándose en el mismo retrato escrito de don Isabel de Jesús Salinas Vasconcelos, este ladino descendiente de criollo sanvicentino con mujer criolla tecoluqueña, por sus apodos de Sultán, Cristo de Lata y más, debe ser similar al Don Quijote de la Mancha; y, por su concubinato con la mujer Vaso de Leche, puede parecerse a Don Juan Tenorio, o a cualesquiera tunantes descritos en la literatura española del Siglo de Oro.
Sin embargo, ambos personajes tecoluquenses deben ser admirados por sus recias personalidades laborales, paternales, conyugales en general y cívicas de El Salvador.
Si nuestra industria cinematográfica estuviese medio desarrollada, estas HISTORIAS ESCONDIDAS DE TECOLUCA, primero y segundo volúmenes, darían temas para filmar 30 ó 40 películas durante cinco o diez años; pues tantos temas historiados por el doctor Ramón F Chávez Cañas, son claros, sencillos y comunes en toda nuestra América Latina.
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