EL
VIEJO VIUDO Y LA QUINCEAÑERA
Por Ramón F Chávez Cañas .
Este viejo viudo era hombre casi sesentón
llamado don René Martínez, originario-vecino del pueblito San Matías en departamento salvadoreño la Libertad. Durante
tres o cuatro períodos había sido alcalde municipal arenero (extrema derecha) de su querida comunidad, sin ser arenero.
Al final se aburrió de tal pantomima política derechista, dejándo el poder
municipal a un su pariente cercano perteneciente al “pcn” o partido de las
“manitas mañosas”: ─anciano partido derechista, fascista y militarista
descartado por oligarcas areneros cuando desapareció URSS─. El “casi sesentón viudo” volvió a tomar
antiguas actividades agrícolas ganaderas, conservando su popularidad social
municipal. Había enviudado pocos años antes, al parecer sin haber tenido
descendencia con la difunta esposa; pero obtuvo de ella herencia agro-ganadera
apreciable la cual, junto a bienes familiares heredados, más aquellos
adquiridos por propios esfuerzos
laborales, le hacían viudo apetecible. En época de sucesos a relatar (¿2002?) era, o debe
ser, elegante hombre blanco ladino de constitución algo maciza para estatura
mediana de 1.75mts; cabellera castaña oscura; barba azul al rasurarla, patillas
largas a lo charro mexicano. Sus finos sombreros de vestir eran de caras marcas
extranjeras. Al caballo o mula de sus antepasados los había sustituido por 02 ó
03 vehículos todo-terreno de modelos muy recientes. Tenía, o tiene, la facultad
natural de expresarse con gran calidad conceptual, más potente voz metálica a
lo Pavarotti, sin ser cantante; además, cualidades con mímicas de sus expresiones
dejaban clarísimos todo concepto salidos de sus labios.
Era, o es, uno de tantos principales
clientes del agro-servicio “la Milpa” de ciudad Quezaltepeque, en mismo departamento la Libertad. San Matías,
pueblo menor, es vecino inmediato de ciudad Quezaltepeque (08kms). Por su
agradable locuacidad bonachona, el personal de “la Milpa” se enteró del
siguiente relato narrado acá en primera persona. Al inicio de aquella temporada
agrícola invernal (mayo en 2002), después de 04 ó 06 meses de ausencia, este
magnífico cliente llegó por primera vez para comprar grandes volúmenes de
pesados insumos agrícolas. —Durante veranos tropicales o estaciones secas, nunca
llegaba a “la Milpa”; pues mandaba o manda a sus mayordomos para comprar materiales
agropecuarios de poca monta—. Doña Ángela Rivas Merlos,
propietaria-administradora del mencionado negocio, con característico júbilo de buena comerciante
salió al encuentro del embotado, ensombrerado, patilludo, locuaz e inteligente
señor cliente. Antes de preguntarle por sus
significativos requerimientos agrícolas, esta astuta, pero honesta doña
Ángela, lo abordó así:
—
¡Bienvenido, don René! Lo estamos esperando como agua de mayo. ¡Caramba, Usted
cada día más elegante! ¡Más bien parece principal artista de películas vaqueras!
— ¡Cállese,
doña Angelita! ¡Si Usted supiese las alas de cucaracha en las cuáles me he visto,
no tiraría esos piropos!
—
¡No me diga, don René! ¿Se puede saber cuáles son esas alas de cucaracha?
Aquel agro ganadero,
ex funcionario político pueblerino, ya esperaba esa repregunta. Mientras, uno de tantos subalternos de
doña Ángela Rivas Merlos servía, al embotado cliente, blanco tazón con café
“gourmet” de exportación, más una semita mieluda “tacón alto”, tal cual le
habían servido en visitas de temporadas agrícolas anteriores. Esta escena
estaba ocurriendo al interior de la oficina privada de la dueña; pues, a todo
cliente especial, no se le atendía en público (a nivel de mostrador o sala de
ventas). Tan agradable hombre patilludo depositó su sombrero Jipijapa
ecuatoriano sobre la silla adyacente; apoyó codos sobre cubierta del escritorio
de doña Ángela. Con voz vehemente, casi lastimera, empezó su relato:
—Imagínese, doña Angelita, el “cusuco yuca”
en el cual me metí por ser, este su servidor, un gran bruto. Yo estaba feliz
descansando sobre mi hamaca, y escuchando programa radial de música ranchera.
Eran 05:00pm de ese 16 en diciembre del año recién pasado, cuando, el infeliz
mayordomo o caporal de mi entera confianza, se acercó para decirme: “Patrón, ha
llamado a la puerta una bella señorita. Dice llamarse Eugenia Paz. Viene del
cantón Masajapa, en proximidades de hacienda ‘Estaquerías’, propiedad de Usted…
(¿…?)... Sí. Le pregunté los motivos. Me dijo tener
profunda admiración por su persona. No quiso darme más detalles. Le urge hablar
a solas con el señor patrón. Yo creo: ella puede ser bocado de cardenal.
Atiéndala, don René. Usted tiene más leche que un sapo o una vaca de raza
holandesa… (¿…?)… Aparenta de 15 a 17años. Alta, blanca
bronceada, cabellera rubia, quizá teñida; ojos vivaces verde-gris, tal vez por
lentes de contacto al estilo Ciguanaba moderna. Vale la pena hacerla pasar”. Mi
curiosidad venció a mi prudencia, —continuó
narrando el inefable ex alcalde, a tan siempre atenta señora dueña-administradora
de “la Milpa”. Los segundos avanzaban raudos. Expresiones faciales, voz, más
ademanes del caballero agro-ganadero, ascendían en franca locuacidad
dramática—, fui a mi dormitorio para ponerme algo presentable; mientras, el imbécil
mayordomo la hizo pasar a sala de espera. Aquella señorita, vistiendo decente traje rojo carmesí con mangas tres
cuartas; más zapatillas negras tacón alto haciendo juego con la cartera
colgante de uno de sus hombros, parecía más encantadora de lo narrado por mi
empleado. Además, un collar de perlas rodeando su delgado esbelto cuello,
con argollas haciendo juego con blancas
perlas, me hicieron babear. Se puso en pie cuando yo llegué a sala de espera.
Entonces, me deslumbraron sus uñas largas pintadas en carmesí para darle más
resplandor a su vestimenta. Nos saludamos dándonos manos derechas, pues ella me
ofrecía la izquierda. ¿Sería comunista? Siéntese, por favor, —le dije—. Tomamos asiento. Inquieto le
pregunté motivos de su visita. Ella, con palabras bajadas en tono, pero claras,
me habló así: “Óigame bien don René: desde cuando yo era chiquilla, y Usted
estaba recién viudo, lo he admirado. ¡Lástima nuestra disparidad en edades;
asimismo, en condiciones socio-económicas! Vengo, con todo respeto, a
solicitarle sea Usted mi padrino; pues el próximo 28 de diciembre celebraré mis
primeros 15 años de existencia. Mis padres harán pequeña cena en nuestra humilde
casa del cantón Masajapa, después de la santa misa celebrada en iglesia
parroquial de este pueblo San Matías. Su presencia, en ambos actos, llenará de
felicidad a mis campesinos padres... (¿…?)... No. No. Mis padres no
saben nada al respecto de mi pedimento actual. Quiero darles agradable sorpresa...
(¿…?)… No sé. Será de su entera voluntad
contribuir para resaltar mi humilde fiesta rosa. Dejo a su capacidad, más buen
corazón, la cantidad monetaria a erogar por Usted”. Aquella muchacha, con cinturita
de avispa “chilizate”, más bien conformadas chiches, cuyos pezones traslucían
por el carmesí del vestido, calló. Yo, embelesado, prometí hacerme cargo de costos
económicos del evento religioso y social. Al día siguiente, a la misma hora, esa
Venus cantonal se hizo presente con primeras cifras del presupuesto. Le
entregué ¢5,000ºº,
pues yo no acepto hacer cuentas en dólares norteamericanos, porque es una
falacia. Me quedé pensativo. No reaccioné. 02 días después marché hasta San
Salvador para adquirir, en almacén de
caballeros “Montecarlo”, mi traje de gala para tal evento: zapatos Royal Church
de ¢400ºº;
calcetines, corbata, camisa, todas Giorgio Armani por valor de ¢600ºº; traje entero Perry Ellis de ¢3,000ºº; más perfumes cuyo precio
no recuerdo. La chica volvió seis días más tarde por otro complemento de los
gastos. Esa vez le entregué ¢8,000ºº
adicionales. No se fue conforme. Dijo: “Hace falta el pago de orquesta viva,
más coste de gaseosas o sodas, y bebidas espirituosas”. ¿Cuánto es?, dije
siempre entusiasmado. “¢10,000ºº:
¢6,000ºº
para la orquesta, y ¢4,000ºº
para bebidas. Mis padres cargarán con gastos de la comida-cena”. Dos días más
tarde, desembolsé aquellos ¢10,000ºº
requeridos por último. Todo me estaba saliendo a pedir de boca. Yo pensaba: “A
media fiesta, encaramo a esta bicha en mi 4x4 Land Cruiser, llevándomela hasta
moteles camino al puerto la Libertad. Al fin y al cabo, —tal cual dice mi pasmado mayordomo—, es ¡bocado de cardenal!” Llegó el
día 28. Bien trajeado, bien oloroso, tomé el flamante automotor todo-terreno de
fabricación japonesa, mantenido a lo óptimo en casa matriz de la capital. Me
dirigí a Masajapa. Volvimos hasta la iglesia. Aquella quinceañera a mi lado,
sobre asiento del acompañante; padres, y seis hermanos, hacinados en asientos
posteriores. Tal ceremonia religiosa fue breve. Habría sido brevísima si tan
adorable quinceañera no hubiese dado substancial ofrenda de ¢300ºº. Mandé a dos mayordomos
motoristas para traer dos “pick-up” de mis labores agropecuarias, con el
propósito de transportar, hasta Masajapa, a mayor parte de la concurrencia.
Llegamos. De 15 ó 20 jovenzuelos invitados, estaban posesionados de principales
mesas. Charlaban a grandes voces. Exigían a la orquesta viva omitir la Marcha triunfal, para
sustituirla por un vulgar son popular llamado: “Me gusta tu cu-cu”. Intervine.
Logré convencerlos. La tal Marcha triunfal fue tocada. Nos paseamos orondos por
área del baile, localizado en el mediano patio de aquella rústica vivienda, donde
estaban repartidas, alrededor, todas las mesas; pues en salita-dormitorio-cocina-etcétera,
no era posible. Terminada mencionada
marcha de rigor, la orquesta, por órdenes mías, continuó tocando música para
enamorados; música del último medio siglo XX. La quinceañera y yo, bailamos
pegaditos 04 ó 06 canciones románticas. Serían las 09:00 ó 10:00pm. De súbito,
nos vimos rodeados por decena de quienes
estaban pidiendo repetir la degenerada melodía: “Me gusta tu cu-cu”. Al instante protesté airado. No había
terminado de alzar mi voz, cuando sentí el frío mortal de la trompetilla de un
arma de fuego colocada en parte posterior-central de mi pobre barbilla, poco arriba de la llamada manzana de Adán.
Además de 04 armas corto-punzantes sobre mis costillas y espaldas. El
cabecilla, al parecer desarmado, a distancia de 03 metros me habló así: “¡Mirá
men!: ya bailaste lo suficiente. Hasta mucho te lo hemos permitido. Los turnos
bailables, de aquí en adelante, serán nuestros. Debes retirarte antes de que
otra cosa grave suceda. Vete a pie. Déjanos las llaves de tu automotor. No lo
usaremos. Llévate la tarjeta de circulación. Ven o manda mañana por él. No
camines a pie por callejón real, pues resto de nosotros te estaremos vigilando.
Dame tu celular. Si das parte a la mal llamada autoridad, tendrás tus días
contados. Bolséate para dejarnos algunos dolarucos, pues tú estás podrido en
pisto. Nos quedaremos con tu arma de fuego, porque tenerla contigo te
compromete más. Vete a pie por esos cañaverales. ¡Cuidado con tu lengua!”. Me
quitaron,
—continuó narrando el frustrado, embotado, ensombrerado
y viudo; mientras, doña Ángela, con cara compungida, continuaba paralizada
escuchándole—, mi preciosa arma automática “Pietro Beretta” de ¢10,000ºº, junto con dos chifles accesorios; también el efectivo de
¢5,000ºº
para el viaje en luna de miel, sin contar el precio del teléfono móvil. Gracias
a Dios no me robaron el traje ni los zapatos. Con mi decepción acuestas, como
pude, me introduje a mis propios cañaverales. Caminé par de kilómetros rogando
a santísima virgen no permitiera pisar a ponzoñosa y brava cascabel. Ascendí
hasta cúspide de una lomita en mis propiedades; ahí, casi llorando, esperé el
tardado amanecer. No he puesto demanda alguna por temor a graves represalias.
Por eso, doña Angelita, he decidido no andar más en parrandas... (¿…?)... No. Ni a mi hermano mayor le he contado esta desgracia. Usted lo
conoce bastante bien. Es muy devoto del santísimo sacramento. Él es capaz de
darme fuerte paliza; pues, cual profeta, mi hermanito mayor siempre me advirtió
de tantos peligros inherentes a mis desenfrenados impulsos hormonales. Yo
necesitaba descargar, en alguien de mi confianza, esta desgracia sufrida...
(¿…?)... No. No puedo despedirlo. El pobre mayordomo no es culpable. Sólo
cumplió con un deber impredecible. Ahora, hágame el favor de elaborarme el
presupuesto de estas mercaderías a llevar en este día.
La señora Rivas Merlos facturó lo pedido. Cargaron aquellos 02 camiones
con 200 sacos de abono granulado de 100kgrs cada uno; más herbicidas, semillas,
fungicidas e insecticida.
16 de enero en
2007
Estos cuentos no son de camino real como fueron los cuentos de la Ciguanaba con el Cipitillo; la carreta bruja, el cura sin cabeza, el Cadejo blanco o negro y el Mulús; sin embargo, esta real narrativa del campesinado salvadoreño degenerado por bajeras culturas extranjeras difundidas acá por cine, radio, tv y periódicos basura, todavía están chocando con generaciones ya decrépitas como lo demuestra el chasgo sufrido por don René Martínez del pueblo San Matías.
ResponderEliminarMachismos degenerados en lo fornicatorio como el de don René, no permiten sopesar realidades evidentes, hasta cuando ya se está en camisas de once varas con armas de fuego y corto-punzantes amenazando la real vida que anda enamorando a la Ciguanaba moderna o quinceañera ficticia; pues, muchos capitalistas bajeros aún creen que pueden fornicar impunes como lo hicieron sus tatarabuelos ladrones de Ejidos y Realengos allá por 1879, cuando ellos desvirgaban a la señorita campesina pobre de sus colonias; desvirgamiento hecho en vísperas del matrimonio civil y religioso de la indita campesina con su prometido indígena, quien no tenía los "güevos" de enfrentarse con aquel sicópata patroncito.
El sexo es algo muy importante en la raza humana, no es malo ni dañino, mucho menos pecaminoso, pero no es para disfrutarlo con cualquiera, sino con personas que tienen química afín a la de cada uno.
ResponderEliminarPor otro lado, el problema de "las malditas pandillas" es cosa seria!, yo particularmente pienso que la solución consiste en establecer pena de muerte para todos los hijos de la gran patria a quienes se les compruebe que han cometido homicidio, violación y/o secuestro, y le apuesto que esta situación la arreglamos rapidito.
El problema de nuestro querido pero destruído, sucio y corrupto país es que acá no se impone la ley como debe ser; aquí las leyes más básicas de convivencia social son irrespetadas miles de veces y dia tras dia, pero lo peor no es eso, lo peor es que la mayor parte de la población ya está insensible ante tales abusos, tanto que hasta les parece "normal" una falta leve de cualquier índole.
Yo tengo "fé" de que algún dia se podrá vivir en paz en esta tierra, pero estoy seguro que para llegar a eso habrá que pasar por una crisis tan "perra" que seguramente hasta podrá costarnos la vida.
Salud!
MRAL
Yo, Don MRAL, creo: nuestras soluciones colectivas a tantos males habidos y por haber en esta caricatura de sociedad dominada por supinas ignorancias y terrorismos de todo género, sería refundando al Estado salvadoreño; pero, para refundarlo, sería como querer tocar criadillas al tigre real de Bengala.
Eliminar¿Cuáles son esas criadillas?... ¡Los imperialismos!, caro amigo: aún nos desgobierna el difunto imperialismo romano que, por medio de su doctrina oficial llamada cristianismo, bolsea nuestras conciencias y nuestras miserias económicas.
Claro: muerto tal imperialismo de los Césares y de los reyes católicos españoles, apareció y está vigente el imperialismo de la "Rubia Albión", cuyo exponente mayor es EEUU que, por fortuna, está agonizando. Al fallecer el imperialismo gringo, como castillo de arena caerán secuaces y pitiyanquis latinoamericanos.
EEUU, Pérfida Albión, OTAN y adláteres, cambiaron al dios romano o Jesucristo con su diosa madre; lo cambiaron para retornar al viejo Jehová esclavo de ellos y esclavizador de nosotros. Entonces, nuestra lucha deberá comenzar o continuar para sacudirnos el yugo judeo-cristero imperante en subconscientes de la guanacada latinoamericana. No mundial; pues Europa popular ya se está safando de esos plomosos eslabones religiosos desfasados.
Gringos e ingleses nos están bombardeando al crear y criar nuevas sectas judeocristeras, siempre con fines explotadores de nuestra inconsciencia colectiva y timorata: La iglesia anglicana fue creada por Enrique VIII para robarle diezmos al papado romano; en EEUU hay sinfín de sectas bíblicas tratando de oxigenar al agonizante Jehová sionista. Mormoneros, pentecostaleros, jehovaneros como testigos, tabernaculeros, etc., están tratando de destruir al diosecillo Jesucristo e imponer al dios de: Abraham, Moisés, Jacobo, David, Salomón y más embusteros ladrones del viejo testamento.
Chichipate Cañaverales.-
Estos cuenteretes publerinos de El Salvador, parecen no tener alguna enseñanza para jóvenes y adultos en límites de edades reproductivas que en nuestro ambiente lindan con los 60 otoños, similar a edad de don René Martínez de San Matías. Sin embargo, poniendo atención y después meditando sobre el contenido de aquellos jovenes rebeldes o pandilleros en contra del hacendado local que, 30 años hacia atrás, no se hubiera despegado de sus dos o tres parejas de guardias nacionales quienes, por ser también campesinos o arrabaleros citadinos guanacos, de inmediato hubiesen torturado y hasta asesinado a aquella docena y media de campesinitos mareros tatuados, que ya le perdieron el terrorífico respeto al terrateniente esclavizador.
ResponderEliminarAl leer en este blog el apellido Martínez y el nombre San Matías, de inmediato mi mente evoca la no tan reciente historia patria; pues del pueblito San Matías, La Libertad, fue originario el "Mago de lash aguash azhules" y mayor genocida en décadas 30's y 40's del XX; sólo superado por Dabuisón en años 70's y 80's de misma centuria.
ResponderEliminarEl Mago de "lash aguash azhules" se llamaba Maximiliano Hernández Martínez y, el Viejo Viudo de este cuento es de apellido Martínez. No tengo mínimas dudas: este ricachón pueblerino debe ser cercano pariente del también apodado "teósofo de San Matías"; ni sería extraño, tampoco remoto, de que este nieto, sobrino o bisnieto del General Martínez, haya heredado de él esa malhabida riqueza.
CHICHIPATE CHICHERO.-
San Matías es un mini-municipio salvadoreño en departamento La Libertad, tan minúsculo en territorio como en calidad de tierras y, por supuesto, en calidad de sus habitantes campesinos y pueblerinos. Por tanto: no es creible que un tipejo como ese tal René Martínez haya tenido o posea esa riqueza agropecuaria; mucho menos esa cantidad de vehículos automotores lujosos y de trabajo; ni, además, dinero suficiente para gastar en fiesta rosa baladí.
ResponderEliminarDe todas maneras, este cuento pueblerino está muy bien redactado y ubicado en dimensiones cuscatlecas; lo cual hace que dicho relato cumpla a cabalidad con su principal misión: entretener, leyendo cosas sencillas, a la gran masa de analfabetos reales y virtuales, o guanacos/as en general; porque, un Jaguar, hombre o mujer, tiene lecturas filosóficas o científicas esperando turno para ser leídas o releídas.
La trampa tendida al lujurioso René Martínez debió haber sido un ardid planeado a perfección entre padres de familia de la muchacha y la "mara" chancleta del catón Masajapa en pueblito San Matías; por supuesto, con debido entrenamiento de la aparente quinceañera.
ResponderEliminarSoy Omar Bonilla Hueso, vecino de San Salvador pero originario de San Matías, La Libertad; licenciado en Ciencias Jurídicas de UES y sobrino de señorita Rosa Angélica Bonilla quien, en Unidad de Salud Quezaltepeque fue enfermera a las órdenes del doctor Ramón F Chávez Cañas, cuando yo era estudiante en educación primaria en mi lugar natal; luego, de bachillerato en Instituto Nacional José María Peralta Lagos de Quezaltepeque.
ResponderEliminarConozco a esos dos señores Martínez mencionados en este cuento y en verdad, el hermano de don René, cuyo nombre he olvidado, era o es anciano muy católico practicante y de sentimientos humanitarios para necesitados de sus auxilios; en cambio, ese don René, ---contaban mis padres y tíos---, haber sido él, don René, un enfermito sexual concupiscente desde antes de ser adolescente.
Por eso no me extraña que el doctor Chávez Cañas lo haya retratado de cuerpo entero al ser humillado por aquella pandilla de mareros; y, debe darle gracias a su hermano mayor porque, quizás por tan buena conducta de ese beato señor, el don René se libró de un asesinato seguro.
Hacienda "E S T A Q U E R Í A S" no existe en municipio San Matías; tampoco en San Juan Opico, ni en San Pablo Tacachico, mucho menos en Quezaltepeque: tres municipios aledaños a San Matías. Esta palabreja medio obscena debe haber sido inventada por el autor de esta historieta que, por lo demás, está bastante divertida por entretener tantas tristezas que embargan al pueblo salvadoreño en general.
ResponderEliminarOmar Bonilla Hueso.
Quien sucedió en la alcaldía municipal de San Matías fue mi tío Virgilio Martínez, hombre probo hasta cuando se demostró lo contrario hará 3 ó 4 años.
ResponderEliminarEstos dos sujetos, René y Virgilio, son sobrinos maternos del "Brujo de San Matías" o Maximiliano Hernández Martínez quien, en diciembre de 1931 traicionó al Señor Presidente Constitucional de El Salvador: Ingeniero ARTURO ARAÚJO, cuando aquél era vicepresidente en este "Vulgarcito" centroamericano.
ResponderEliminarUn mes después, enero en 1932, el "brujo de lash aguash azhulesh" inició el vil genocidio contra indígenas Mayas allá en Occidente salvadoreño; habiendo masacrado, durante la primera semana del genocidio, a más de TREINTA MIL ciudadanos pacíficos o desarmados. Este mismo genocida, analfabeto virtual, fue quien firmó la orden de asesinato contra AGUSTÍN FARABUNDO MARTÍ, Mario Luna y otro de apellido Zapata.
Sin embargo, aquellos ladronzuelos actuales de San Matías, afiliados al "partido de las manitas mañozas" (pcn), no deben ser culpados por el simple hecho de ser sobrinos de ese chacal o sabueso al servicio de aquella oligarquía también ladrona. Débeseles, sí, ser enjuiciados por las raterías que pudieron haber cometido contra el miserable municipio al cual saquearon.