Anastasio Jaguar

Anastasio Jaguar

Breve Biografía de ANASTASIO MÁRTIR AQUINO (1792-1833):

Único Prócer salvadoreño verdadero en siglo XIX. Nativo de Santiago Nonualco, La Paz. De raza nonualca pura. Se levantó en armas contra Estado salvadoreño mal gobernado por criollos y algunos serviles ladinos, descendientes, éstos, de aquéllos con mujeres mestizas de criollo o chapetón y amerindia; pues esclavitud inclemente contra: indígenas, negros, zambos y mulatos, era insoportable para el Prócer Aquino. Fue asesinado por el Estado salvadoreño en julio de 1833, —después calumniado hasta lo indecible, tratando de minusvalorar sus hazañas; así como hoy calumnian a Don Hugo Rafael Chávez Frías y, ayer, al aún vivo: Doctor Don Fidel Castro Ruz.

En honor a tan egregio ANASTASIO AQUINO, este blog se llama:

“A N A S T A S I O A Q U Í S Í”

miércoles, 26 de septiembre de 2012

METAFÍSICA DEL HIMNO NACIONAL

Metafísica del himno nacional


*René Martínez Pineda
 Director de la Escuela de Ciencias Sociales, UES

Saludemos la patria orgullosos, trozo de tierra despatriada, mendrugo de patria sin compatriotas que rebalsa de niños que no saben lo que es la alegría, ni saben del sabor del beso de buenas noches; que tienen que cambiar el juguete por la cuma, la pega, la soledad pederasta del reformatorio… el canasto de frutas que, en sus bocas saturadas de dientes de leche, son tan amargas como las letras no aprendidas, tan tristes como la navidad sin estrenos ni reyes magos; que tienen que criar, solitas, al hijo que parieron antes de su segunda menstruación, al que arrullan con el sol de medianoche que tienen tatuado en la espalda –tangible sólo con la metáfora de la cultura milenaria- y que las hace ser un espejismo.
 

De hijos suyos podernos llamar, cuando nuestros pies acompañan el féretro que lleva al cuerpecito que arrastró el río, que fue más rápido y convincente que la alerta roja; cuando nuestras manos escarban el lodo y se topan con el gesto del hermano que murió soterrado junto a su perrito; cuando nuestros ojos se inundan con el mar de dolor nacionalista que arrulla a la cuna de cartón, allá en el mercado sin agua porque el alcalde gasta el dinero en propaganda electoral; allá en la frontera vocinglera de la maquila… mientras el gran empresario le suma otro cero a su cuenta bancaria; cuando nuestros brazos retienen el impulso de la vecina para que no se suicide frente al cuerpo mutilado de su hijo, porque no quiere dejarlo deambular solo en el purgatorio; su hijo que fue lanzado al basurero sin que nadie se sintiera agredido en su patriotismo.
En el diario, un lamido exministro de economía convertido en analista jura, animoso, que la economía crecía hasta el cielo con él, cuando la empresa privada era el dios unigénito; que la sonrisa tricolor era un índice macroeconómico porque la bolsa de valores en Wall Street estaba sana; que el poder adquisitivo de la moneda estaba robusto y el promedio Dow Jones nos sonreía junto al retrato del Mayor; que, si volvemos con él, todos seremos ricos, porque el volumen de negocios se trepará más en los hombros del ilegal; que si nos aliamos con él, seremos un país más bonito porque tendremos más hipermall; que, si volvemos con él, en la pobreza seremos los felices más felices del mundo, eso dirán las encuestas patrocinadas por la Coca Cola, y así lo confirmarán las divisas que engalanarán las reservas de petróleo en el norte.
Estas últimas, son las mentiras que edificaron la sociológica verdad de nuestras vidas moribundas. Esas últimas, las antropológicas frases con que nos arrullan por las noches de luna tatuada en el vientre, para que olvidemos el roer del frío. Esos últimos, los discursos patrióticos que decoran la imagen del país con las palabras del venéreo que adopta poses de sabio. Esas últimas, las escatológicas virtudes y anhelos con que se amansa la realidad de los sin visa americana.
Sin descanso a su bien consagrar -al bien de la patria de los con patrimonio- los padres ofrendan la anemia de sus hijos en el altar de la miseria; sin descanso las tortillas con sal saturan los platos, mientras, unos pocos, hacen dieta para reducir la panza que afea la camisa de seda; sin descanso el mito del Cipitío se hace carne, porque los hijos no saben cómo cumplir más de diez años.
Saludémosla en la paz de la dicha suprema que le gusta usar nuestras desgracias como coartada, como cuando el diputado lanza arroz como dulces, en medio de discursos infames que no entendemos ni nos sustentan; cuando nos vende como un pueblo trabajador que, siempre noble, tiene como salario: el hambre; como título: el analfabetismo; como seguridad social: la desnutrición; como jornada laboral: la vida entera que sólo El Salvador. En las noticias, catástrofes en sitios con nombres autóctonos: Comasagua, Soyapango; en la televisión, el ladrón se nutre rompiendo la alcancía ajena, aun sabiendo que, para el pobre, obtenerla fue su eterno problema; en la calle, el desempleo pasea por la plaza iluminada con sueños rompidos.
Este es el país que vale la pena conservar como gloria mayor; al que se le canta el himno de pie por ritual respeto; al que se presenta como modelo en los lugares que no lo viven; al que añoramos con amor-odio cuando estamos lejos, porque recordamos, borrachos, que somos parte de un pueblo con garra que no lucha; un pueblo por el que, no obstante, estamos dispuestos a morir con fe inquebrantable para que nos entierren junto al ombligo de nuestros parientes, que quedaron tirados en el camino del progreso que se afana en seguir sobre nuestros restos.
Arriba -cuidados por perros con exámenes de sangre perfectos- los que firmaron el himno: hacen carreras en sus autos deportivos que son más caros que el barrio que no nos deja huir de la pobreza, porque ese es nuestro glorioso destino; se van de compras -para conquistarse un feliz porvenir- al hipermall que nos deja sin agua; se toman un día para recorrer sus walking closets de cedro, cundidos de ropa y zapatos que usarán sólo una vez; salen a sus terrazas -10 metros de ancho, mirador panorámico que protege una férrea barrera- para oler las luces que señalan el límite de su riqueza.
Acá abajo –prendidos del barranco que cada vez está más cerca del río- los que cantamos el himno (con la mano derecha en el pecho para que no se nos salga el corazón, como cuando la hija no regresó de la escuela porque se fue a trabajar a un prostíbulo en Guate) le hacemos brujería al hambre, para que no duela; nos perfumamos con el tufo a mierda de la letrina; soñamos con el ruido gangoso del radio de baterías; suspiramos frente al calendario que no tiene días festivos; miramos con nostalgia el alambre mohoso del que cuelgan las hojas de diario con que nos limpiamos el culo, para tenerlo bien informado.
Aquí, mi corazón sin patria arando como loco en el mar de la conciencia, vagando en el laberinto sin centro de la realidad, que está minado con vientres que se saltan menstruaciones porque la sangre no alcanza.
Allá abajo, donde hay más santos que tortillas, se canta el himno con el alma en la mano, pero, a ninguno de sus habitantes los consideran padres de la patria… y lo son. Allá en la vecindad de mi pecho, se ama a la patria hasta la muerte sin necesidad de recibir un subsidio.


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3 comentarios:

  1. Letra y música del "Himno Nacional" salvadoreño, así como la "Oración a la Bandera" en prosa, nos ofrecen claro retrato de quiénes fueron sus autores: éstos fueron cagatintas, quienes escribieron, versificaron o solfearon sobre y para inexistente sociedad llamada nación. Ellos, falsos poetas y músicos, ---a finales del XIX e inicios del XX---, escribieron o mandaron a escribir (como Escobar G y Ulises Masís en "el Soneto de David" en diario El Mundo de San Salvador), tal vez sólo para ganarse la libra de alpiste ofrecida por tan rancia oligarquía agroexportadora, y/o, para ganar inmerecidos laureles literarios; sobre todo de aquel tipejo Giovanni Averle quien, sin sospechar que pocos lustros después su plagio musical sería descubierto: pues él, Averle, plagió el mentado himno de la Ópera El Profeta del alemán Meyerbeer.

    El envilecido JJCañas y DJGuzmán, en ambas separadas ocasiones, y tratando de quedar bien con sus patrocinadores, ---la misma embrutecida y ladrona oligarquía plutocrática y guanaca---, se vieron precisados a mentir para agradar a presidentes y diputados de Jauja al cantarle a una nación sí existente pero en condiciones diametrales a lo escrito, en especial por David Joaquín Guzmán quien falseó al decir: "DIOS TE SALVE PATRIA SAGRADA QUE EN TU SENO HEMOS NACIDO Y AMADO... ERES EL AIRE QUE RESPIRAMOS... LA TIERRA QUE NOS SUSTENTA... LA FAMILIA QUE AMAMOS... y más locuras utópicas, sólo idiomáticas.

    Por ello felicitamos a Don René Martínez Pineda por haber puesto el dedo exacto en la llaga exacta, tratando de despertar al 80% poblacional salvadoreño, que aún duerme y sueña como un camélido andino llamado G-U-A-N-A-C-O; además, a Don Anastasio Aquisí, por atreverse a publicar tan crudo pero veraz artículo aparecido ayer tarde en páginas del CO_LATINO.
    Firma: Ramón F Chávez Cañas.

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  2. Cuando se compusieron esos cantos y poemas patrioteros, junto con el escudito triangular repleto de banderas laterales, volcancitos al centro, arcoíris, mares, gorro frigio y palabrerio inleíble, más cierta ridícula corona de laureles rematando tan geométrica figura, fue en los últimos 20 años del XIX y primer cuarto del XX.

    Durante ese aproximado medio siglo fue cuando la oligarquía ladrona convertida en cafetalera de exportación, se consolidó más (1880-1935) hasta llegar al climax cuando el grano de café fue llamado "Grano de Oro" allá por 1950-55. Fue cuando Óscar Osorio, chafarote presidente (1950-56), instituyó el rito de las "cachiporristas guanacas".

    Pero, volviendo a finales y principios de la antepasada y pasada centuria, cuando nos gobernaron burros cargados de pisto; y, algunos burros cargados de libros, ---cuando en San Vicente a cualesquiera hubiesen obtenido el titulillo de bachiller por lo menos, de inmediato ese sujeto era llamado "Ilustre" y, en San Salvador, se le apodaba hasta "prócer"---.

    En esa amalgama de bayunquismo prepotente nació el "Ssludemos la patria orgullosos..." con la música plagiada a Giovanni Meyerbeer; y, "Dios te Salve patria sagrada..."... Claro: poetastros con plagiadores musicales deberían complacer los gustos patronales de quienes pagaban, sin importar éstos fuesen los ladrones de Ejidos y Realengos.

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  3. No debe extrañarnos que los plutócratas ladrones de ayer y de ahora. paguen miserables premios a quienes por hambre material y mental compongan versos destemplados y notas plagiadas para loar a semejantes descurrupios constituyentes del 1% de esta salvadoreñidad mal gobernante por ignorancia en cultura general y voracidad para robarse hasta el cuero de este jaguarcito tísico, si hará diez años el zambito ex presidente inconstitucional de El Salvado Francisco Flores Pérez, rechazó el perdón de la deuda internacional de este país cuando dijo que nosotros, salvadoreños, éramos una sociedad de "renta media".

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