Anastasio Jaguar

Anastasio Jaguar

Breve Biografía de ANASTASIO MÁRTIR AQUINO (1792-1833):

Único Prócer salvadoreño verdadero en siglo XIX. Nativo de Santiago Nonualco, La Paz. De raza nonualca pura. Se levantó en armas contra Estado salvadoreño mal gobernado por criollos y algunos serviles ladinos, descendientes, éstos, de aquéllos con mujeres mestizas de criollo o chapetón y amerindia; pues esclavitud inclemente contra: indígenas, negros, zambos y mulatos, era insoportable para el Prócer Aquino. Fue asesinado por el Estado salvadoreño en julio de 1833, —después calumniado hasta lo indecible, tratando de minusvalorar sus hazañas; así como hoy calumnian a Don Hugo Rafael Chávez Frías y, ayer, al aún vivo: Doctor Don Fidel Castro Ruz.

En honor a tan egregio ANASTASIO AQUINO, este blog se llama:

“A N A S T A S I O A Q U Í S Í”

sábado, 12 de noviembre de 2011

HAZAÑAS SOBRENATURALES

      HAZAÑAS SOBRENATURALES DEL TÍO NICOLÁS
                Del libro “Historias Escondidas de Tecoluca”
                        Escrito por Ramón F Chávez Cañas

1934… junio 07… Se inicia tremendo por destructivo temporal conocido por la posteridad como “La Correntada, porque en aquellos lejanos tiempos, aún no existía el Centro Internacional de Huracanes; por tanto, no había nombres internacionales para los mismos; pero, afirman sobrevivientes actuales: “La Correntada” fue más dañina que el Huracán Fifí, el Gilberto, el Mitch u otros. La Correntada, con 08 días y respectivas noches consecutivas de lluvia torrencial, anegó sembradíos, destruyó infraestructura agrícola, vial e incipiente industrial del sur poniente hondureño, y de todo el territorio salvadoreño. Cataratas de orines sampedranos desbordaron principales afluentes del caudaloso Río Lempa y a éste mismo. Muchas ciudades y poblados de la región, fueron sepultados por avalanchas de lodo, piedras y árboles arrancados de raíz por fuerzas del viento y de locas desenfrenadas aguas. Entre  ciudades principales destruidas están: Vieja Ocotepeque, en Honduras; Vieja Concepción, en departamento de Chalatenango, Vieja Tepetitán en paracentral departamento de San Vicente; ambos departamentos o provincias pertenecientes a  República de El Salvador; asimismo, muchos cantones y caseríos menores. —Con alguna probabilidad, Gabriel García Márquez, Nobel colombiano, se inspiró en este fenómeno climatológico para describir, con maestría realista y mágica propia, aquel interminable invierno tropical sufrido por habitantes del pueblito colombiano  “Macondo” (Aracataca) —. Durante esos fatídicos 08 días con respectivas noches, líneas férreas de Ferrocarriles Internacionales de Centro América, (IRCA, por siglas en inglés), en muchos puntos de su recorrido fueron inutilizados al quedar torcidos y retorcidos cuales fideos o alfeñiques. Río Bajo Lempa inundó todo el Litoral Pacífico en departamentos de: la Paz, Usulután y San Vicente. Sólo el puente ferroviario, entre San Nicolás y San Marcos Lempa, permaneció y permanece incólume. Gente de esas zonas se refugió, por más de 15 días, en: copas de árboles, algunos techos y en ciertas bordas o montículos salineros; dicha gente miraba pasar, flotando: cadáveres humanos y de ganado mayor; santos de palo, armarios, roperos, camas, sillas, mesas, e innumerables objetos arrastrados por enfurecido Lempa y afluentes, desde ciudades y poblados ya mencionados. Culebras, cusucos, jaguares, venados y otros animales normales habitantes de aquella flora primitiva o bosque primario, compartían montículos y  árboles con seres humanos. Volcán Chinchontepec (volcán del Pueblito) todavía exhibe, en faldas sureñas, profundos chayastes dejados,hace 64 años, por La Correntada.
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         1934… junio 17… Del compadecido Pueblito partió una cabalgata rumbo al sur. Dicha cabalgata, constituida por 36 caballeros principales, con respectivos criados y recuas, llevaba primer flete en auxilio de aquellos, cuyo naufragio en agua dulce y en tierra firme, constituía prioridad. Tal cabalgata estaba dirigida por sus organizadores: don Ramón Chávez padre (don Moncho) y don Jesús Orantes padre (don Chus). En arganillas, en alforjas almuerceras y en aparejos del centenar de bestias de carga, (asnales y mulares), transportaban medicamentos de primera línea, agua potable, alimentos básicos y ropa de abrigo. Los cielos aún estaban encapotados, pero sosegados. Partieron a 02:00hrs, con objetivo de estar, dos horas después, instalando su cuartel, u hospital general, en casa de don Nicolás Cañas Merino (tío Nicolás), situada en cantón Santa Cruz Porrillo; cantón haciendo límite entre tierra firme y costeña inundada, pues tío Nicolás, a sus 25 años de edad, estaba recién casado con doña Graciela. Esperaban a Emmita, primera nena, ésta nacida varios meses después. Dicha cabalgata atravesó el largísimo cantón El Carao, en cuyo trayecto se le unió: don Buenaventura Alférez, don Bonifacio Choto, don Dionisio Portillo,  dos hermanos Arrué, —propietarios de la edénica hacienda Las Pampitas—, y don Antonio Miranda Jiménez, “el mero, mero” latifundista de la zona en aquella época; pues, con doña María Teresa Chávez Molina, otra mera, mera, (capitales diferentes), eran dueños del 65% de tan ricas tierras volcánicas, también costeñas del atormentado agrícola Pueblito (10,000 hectáreas ó 15,000 manzanas, entre ambos). Descendieron tan pedregosa quebrada para atravesar Río Caliente; pasaron de largo, tangencial a la hacienda El Obrajuelo con su inmenso llano la Raya, propiedad de don Antonio Miranda Jiménez; atravesaron Los Regadíos y cantón San Francisco de Angulo, del mismo latifundio: el Obrajuelo, para llegar, por fin, a casa de tío Colacho. Desmontaron y descargaron múltipes vituallas; luego se reorganizaron para repartirse diversas rutas hacia aquellos desheredados. En esos tiempos, en nuestro El Salvador no existían vehículos de doble transmisión. Aunque hubiesen existido, hubiesen sido inútiles al contacto de cuatro ruedas con el cieno blando, en profundidades de pantanos residuales a inclemente Correntada.  Trenes no circulaban. Entonces, lo óptimo era la bestia caballar o mular.
                  Al tío Nicolás, con diez criados y recua, le fue asignado el auxilio en todos los cantones y caseríos hasta llegar al cantón San Carlos Lempa, pasando por El Terrero: éste, todavía gran pantano de agua dulce con numerosos islotes, localizado en hacienda “la Bolsa” propiedad, en ese entonces, de María Teresa o mera-mera. Con el agua hasta el pecho, su enorme y fiel caballo  Babieca, hacía camino al andar; mientras, en fila india, era seguido por criados y recua de 20 jumentos. Repartieron donativos en caseríos: Taura, Pacún, Playón y otros. Todo par de bestias descargado, era, junto con su arriero, despachado de regreso hacia cuartel u hospital general antes mencionado, para preparar jornada del día siguiente. Al final, en San Carlos Lempa, tío Nicolás se quedó solo: repartió último vestigio del auxilio. A eso de 06:00pm, espoleando al noble Babieca, emprendió retorno hacia lugar de partida. A 08:00pm, estaba arribando a  márgenes orientales de El Terrero; cruzó la cañada hasta el próximo islote distante 100mtrs de la otra orilla; luego, allí, Otelo, fiel perro sabanero, empezó a aullar con forma inusual; mientras, gran Babieca, se encabritaba lanzando relinchos extraños y nada agradables para el jinete Cañas Merino. Éste, de inmediato desmontó, ató cabestro en árbol más próximo; desenfundó su .38 especial Smith & Wesson de seis pulgadas; cambió balas, sustituyéndolas por seis cartuchos curados por el presbítero Luis Pastor Argueta cuando, 15 meses atrás, éste las había bendecido para darle caza a la famosa, por llorona, Coyota Teodora; también desenvainó su machete “Sampedrano”, asimismo bendecido para mismo fin, por mismo cura. —Balas y machete le habían sido obsequiados por don Moncho, (quien en esos días era novio oficial de señorita Carmela Cañas), para ser usados en circunstancias especiales— Pelaje del can se erizaba; crines del caballo, también, cual espinas de puerco-espín. Silencio de la noche, además de aullidos de Otelo, era interrumpido por croar de ranas, chiquirín de grillos, cacofonías de tecolotes, lechuzas y zancudas. Tío Nicolás empezó a sudar helado y a perder noción de orientación, pues estrellas y luces artificiales de algunas fincas cafetaleras del Chinchontepec, estaban ausentes por  espesa niebla reinante; además, creía él, haber pisado la hierba desorientadora. Se puso la camisa y ropa interior al revés; mordió tres veces el lomo del machete bendito; montó el gatillo del revólver; quiso hacer uso de su lámpara de pilas nuevas; mas, ésta no funcionó. Desató el cabestro. Seguido por sus dos magníficos animales asustados, caminó a pie buscando orilla occidental del islote; pero, cuando doblaba un recodo, sobre voluminoso tronco de conacaste derribado por la Correntada, divisó, a escasos 12mtrs distantes, incierta silueta humana, femenina, vestida toda de blanco: figura de joven mujer de  raza aria, alta y voluptuosa. Joven voluntario de rústica Cruz Roja pueblerina, se le aproximó con mayor cautela. Estando a 06mtrs de ella, le habló así:
         — ¡Dime, mujer!: ¿eres alma de esta vida o de la otra?... Si eres de esta vida, contesta: ¿en qué te puedo ayudar? Si no, ¡vete al lugar de donde provienes!
         Voluptuosa mujer, sin hablar, imponente bajó del enorme tronco, aproximándose más. Cuando estuvo a tres metros, respondió:
         — ¡Oye y mira, Nicolasito: yo soy Matilde Sosa, ¿me recuerdas? Yo, desde cuando tú tenías 15 ó 17 años, estoy enamorada de ti, o sea, desde cuando tuviste aquella maravillosa orquesta, allá en nuestro Pueblito incomparable. Tú siempre me ignoraste, pues te sobraban  muchachas “t u n i c u d a s”. A nosotras, “m e n g a l i t a s”, nunca nos hiciste caso alguno; por eso, tú escogiste por esposa a esa mentada Graciela Salinas Vasconcelos; pero, ahora, aunque sea fuera de matrimonio, yo quiero ser sexualmente tuya… Tómame,… estrújame,…  ocúpame…Ojalá me des un varón, pues Graciela te dará una hembrita.
          Matilde Sosa quiso aproximarse más; sin embargo, el apuesto varón retrocedió tres pasos y le dijo:
         —¡¡No!! ¡¡No te acerques mucho!! ¡Tú no eres ni Matilde ni Micaela Sosa!; yo a esas señoritas las conozco, pues, además de ser hermanas inditas, morenitas y bajitas, son incapaces para ofrecerme tales bajezas.
        — ¡¡No importa quién yo sea!! ¡¡Lo importante es ser toda tuya!! ¡¡Llévame en ancas de tu caballo!! Ahí, en la estación ferrocarrilera El Playón, don Marianito Ayala Gámez, el jefe, nuestro común amigo, nos prestará su dormitorio para nuestro deleite sexual.  ¡¡Vamos!!... ¡¡Anímate!!... o, ¿quieres que te crea un maricón y vaya yo a despepitarte con todos tus amigos y conocidos del Pueblito?
— ¡¡Mira, mujer!!: vale un bledo cuanto pienses tú de mí; pero, te llevaré hasta El Playón montando en mi cabalgadura; de ahí te irás a pie hasta tu presunto destino, porque trenes no circulan; mientras, yo caminaré a pie, pues este caballo no soporta a nadie en ancas, además, lo llevaré asido de las bridas, porque sólo a mí reconoce por su legítimo jinete. ¡¡Anda!!... ¡Súbete al troncón y móntalo!
         — ¡No, don Nicolás Cañas Merino, no!... ¡¡A mí ningún hombre me ha afrentado!!... ¡Ni en mejores tiempos coloniales, cuando había verdaderos galanes valientes, fui despreciada! Tú ¡¡no serás el primero, maldito!
        — ¡¡Ah,…mujerzuela!!: tú sólo puedes ser la maldita Ciguanaba. Conmigo te hiciste así, ¡¡Mirá!!

Dicho y hecho. Aquel apuesto varón descargó, sobre el cuerpo de aquella silueta, tres de las seis balas curadas, reservándose el resto para algunas otras similares contingencias en futuro inmediato imprevisto. Con quejidos lastimeros de ultratumba, espeluznante silueta se puso arrodillada, pidiendo perdón a su presa frustrada. La presa, más envalentonada, enfundó el arma de fuego. Desenvainó el “sampedrano” para darle quinimil filazos a la “cazadora caza-nada”, quien, a cada machetazo, sin sangrar ni una gota, se empequeñecía más, hasta volverse invisible. —Tío Colacho decidió utilizar el machete bendito porque había oído decir a sus mayores: “Al machete nunca se le acaban los tiros”.
         Pasado este pequeño incidente, perro sabanero, corcel y  humano, recobraron calma y lucidez; asimismo, volvieron a orientarse para tomar camino hasta Santa Cruz Porrillo donde, a eso de 02:00am, se estaban organizando para ir en búsqueda del presunto “jugado” por  engañadora Ciguanaba.
         Brigadas de auxilio, desde compadecido Pueblito hasta Santa Cruz Porrillo y desde ahí, hasta zonas del desastre, continuaron por 22 días más, sin reportarse  otra sobrenatural anormalidad.
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         1936… diciembre 19… 09:00pm… Fuerzas telúricas ignotas se lanzaron contra ciudad San Vicente, y contra municipios aledaños, incluyendo al pobre Pueblito, quien perdió su iglesia parroquial más algunas vetustas y coloniales residencias, incluyendo casas-hogares de don Moncho Chávez padre y de don Chus Orantes padre, las cuales quedaron cuarteadas, casi en ruinas; pero reparables. Tal terremoto atacó cuando mayoría de población vicentina deleitábase mirando pasar carroza de su santo patrono, con música, pólvora y luces, coronando  cuatro esquinas empedradas del famoso parque central  “Antonio José Cañas” (prócer), con su alta y singular torre-cronómetro en el mero centro. Destrucción citadina fue conmovedora. Ciudad San Vicente quedó aislada del resto del país en vías inmediatas de comunicación (telégrafo y teléfono). Don Eugenio Salvador Pacas, “Chivo” Pacas, inteligente y diligente obrero mecánico automotor, a 10:00pm de esa fecha, desde cantón San Antonio de Caminos, hacia el sur, en dirección al también herido Pueblito, conectó a líneas telegráficas ya existentes y no dañadas, una rústica maquinita telegráfica de aprendiz, para dar, usando alfabeto Morse, tan mala nueva y voz de alarma hasta San Salvador, ciudad capital.

En esa hecatombe fue destruida casa de habitación e imprenta propiedad de  don Miguel Ángel Castillo, famoso tipógrafo casado con doña Antonia Cañas Jiménez, tía paterna de don Nicolás. Aquella mala  noticia fue difundida por YSS, Radiodifusora Nacional de El Salvador. Única radio existente, quizá, en todo el territorio centroamericano. Tío Nico ya vivía en el Pueblito (estaba recién llegado a su mansión en  barrio El Calvario); pero no tenía, todavía, radio-receptor de baterías; sólo don Lino Parras, farmacéutico-médico primitivo del humilde conglomerado, poseía el único. Don Lino comunicó al tantas veces mencionado San Lorenzón, la catástrofe sufrida por familia Castillo-Cañas. Ni lerdo ni perezoso, sorprendido sobrino ensilló su potro Babieca, partiendo en el acto hasta ciudad vicentina, conocida también por: Ciudad de los Ilustres o, Ciudad de Austria y Lorenzana.
          
          Cuando sobrino de esposos Castillo-Cañas galopaba hacia el norte rumbo a ciudad del mayor desastre telúrico, era cero hora del veinte de diciembre de ese imborrable año:1936. Aquella noche estaba helada. Serena Luna, en perfecto plenilunio, dibujaba siluetas, casi verticales, de frondosos árboles a vera de aquel polvoriento camino; majestuoso Chinchontepec, con frescas heridas dejadas por la Correntada, meses atrás, era, a perfección, visible; pareciendo enorme padre en pie, vigilando y protegiendo marcha de su solitario e indefenso hijo. Olor a miel de perol despedido por moliendas de: doña Segunda Henríquez vda. de Chávez (madre de don Moncho padre); don Indalecio Miranda, en cantón El Perical; y don Rubén Sánchez padre, en catón San Diego, embelezaban olfato del solitario caballero. Al llegar el “socorrista profesional hecho a cuma”, a vueltas en caracol, para descender, luego ascender empinadas cuestas del Río Frío, 02kms al norte del amado Pueblito, éste creyó oír, río arriba, fuertes carcajada femeninas acompañadas de profundos ruidos sordos repetitivos, similares a cuando antigua o primitiva lavandera de ropa ajena, golpeaba piezas mayores para desprenderles mugres, haciendo dichas tareas sobre piedras y en  aguas de numerosos ríos límpidos existentes entonces en nuestra dimensión cuzcatleca. Ancestral curiosidad humana no escapaba a la mente del perspicaz Nicolás. A pesar de que alazán Babieca y astuto can Otelo se erizaban como allá en El Terrero, dicho sobrino, aún no calvo, quiso saber más al respecto. Olvidó, por un momento, la humanitaria misión a cumplir con sus parientes en ruina, pues él iba a verificar cuáles eran necesidades más inmediatas de honorable familia Castillo-Cañas. Se desvió imprudente, río arriba, guiado por tremendas carcajadas y el pungún-pungún  contra piedras de la corriente acuosa helada. A 50mts del desvío, divisó, a perfección, figura de mujer escuálida, delgada, alta, con apariencia campesina desaliñada, tincuta, ojos vidriosos, cabellera lisa, larga y desgreñada; pero lo más llamativo, —afirmaba Cañas Merino —, era el gran tamaño de sus glándulas mamarias o tetas, pues le colgaban más abajo de rodillas, siendo tan flácidas hasta columpiarse simulando badajos. Al acercarse más, casi a 15mts, pudo divisar, cómo incierto infante desnutrido y barrigón, de dos o tres  años de edad, con sombrero de ala ancha, copetón, fabricado con palma autóctona costeña, colocado sobre minúscula cabeza, succionaba, insistente, fláccida teta derecha; mientras cadavérica mujer, golpeaba contra piedras la otra chiche; ignorando, ambos personajes mitológicos, la presencia del intrépido humano. Osado pueblerino, envalentonado por su pasada victoria contra misma mujer, allá en aquel islote de El Terrero, se atrevió a romper tan maligno silencio:
         — ¡Mirá vos!: ¿qué no sos vos la elegante mujer a quién yo balaceé y   macheteé hace año y medio allá en El Terrero??
         La mujer, con cierta humillación respondió:
         — Sí, don Nicolás… Por eso, ahora sólo me dedico a amamantar a esta mi preciosa criatura; a golpear mis pechos contra piedras, y a divertirme a carcajada limpia, admirando inmensa belleza de mi madrina: la señorita Luna.
         —Pero, señorita Luna, sólo es madrina de poetas y tú, jamás llegarás a tal categoría. Además, esa criatura tuya no es preciosa; ese bicho panzón debe ser el Cipitío, tu hijo, el come cenizas en las panaderías; quien le tira piedritas, en los ríos, a muchachas solteras y bonitas cuando ellas se están bañando. También, —continuó hablando el antiguo “Señor de la casa”, más envalentonado por la aparente humillación dada a aquel espectro—: tu leche ya no ha de servir; porque, después de dos o tres años del parto, hasta a las vacas se les vuelve rala, no digamos a las mujeres.
         —Se equivoca, don Raymundo Nicolás Cañas Merino, —contradijo sobrenatural mujer sin levantar el rostro. Prosiguió —: mi leche es tan espesa cual es la crema de primera clase producida por  “Lechería Petacones” de señores Torres; siendo, por tanto, muy nutritiva. Si no está convencido por mis humildes palabras, yo le invito a probarla, succionándola, en forma directa, de mis propios pezones.
          
           Imprudente caballero desmontó, empuñó su revólver cargado con tres balas “benditas” sobrantes de aquella vez. Con mano izquierda libre, cogió aquella media arroba del talego mamario, llevando el pezón a sus labios para mamarlo. En efecto, así lo hizo; mas, con primer chupete succionó líquido espeso parecido a la antigua argamasa de albañilería (sólo cal y arena con lejía); de sabor acre picante, con olor al azufre de huevos podridos, irritándole mucosas bucales, nasales y oculares.
          
          En este punto, valiente “caza fantasmas” quiso hacer uso del revólver; mas, cuando intentó llamar a fuego, los dedos estaban engarrotados; mientras, malvada Ciguanaba, chineando al Cipitío, se alejaba, río arriba, burlándose, a carcajada batiente, del osado imprudente. San Lorenzón prosiguió camino; pero no llegó al  anterior destino: damnificado hogar Castillo-Cañas; pues inflamación, escozor, enrojecimiento y dolor de mucosas dañadas, lo obligaron a buscar ayuda médica. Eminente doctor don Florencio Antonio Torres, abandonando por breves minutos asistencia a otras emergencias provocadas por desastre telúrico, diagnóstico “Edema angio-neurótico severo”, provocado, quizás, por algún alergeno del camino, ignorado por el intruso, y hasta por propio médico. No fue ingresado en  hospital local por estar éste abarrotado hasta con camas endosadas por múltiples lesionados. Le aplicaron cataplasmas de: leche de magnesia, sal inglesa y  sal de Glower. Fue dado de alta. Aliviado en 50% montó en su corcel Babieca. Se encaminó hacia el sur buscando su fabuloso Pueblito, para continuar aplicándose cataplasmas, y tomar enérgico purgante llamado Purga Mexicana, prescrito por galeno Torres. Sólo le quedó enorme satisfacción de haber sido él, el primer ser humano, en toda aquella comarca, en saborear espesa leche materna de  proteiforme Ciguanaba.
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         1974…Septiembre 12…. HURACÁN FIFÍ azota costas hondureñas. Causa grandes estragos en fértiles vegas de nuestro Bajo Lempa, ya descritas. Cid Campeador pueblerino anda pateando 65 años de edad; pero vigor para trabajar, para correcta vida y hacer bien al prójimo necesitado, está tan intacto como cuando jugaba fútbol. Don Moncho padre,—ahora su cuñado —, y él, emprenden misma cruzada benéfica emprendida en  época de La Correntada; pero, ahora, ya sin don Chus Orantes padre, porque éste había fallecido, mayo de 1955, a causa de accidente ecuestre; ya sin don Venturita, ni don Dionisio ni don Bonifacio, pues ellos, por senectud, se habían vuelto hogareños; tampoco sin don Antonio Miranda Jiménez, Mero, Mero latifundista, porque éste, obedeciendo impulsos de superación intelectual y social para sus pequeños hijos, alegados por esposa de apellido Saldaña, había migrado, primero: para ciudad San Vicente, luego: hacia San Salvador; después: hasta Antigua de Guatemala; en seguida: para Lausana, Suiza; al final: en San Francisco California EUA. —En tanto, un tal alemán llamado Paúl y un tal hermano de la señora Saldaña de Miranda, malversaron ganado y maderas preciosas del bosque primario, dejando tierras yermas con valores ridículos en el mercado de las mismas—. Hermanitos Arrué del edén Las Pampitas, también estaban difuntos… En compañía de otros jóvenes valores del amado Pueblito, ambos viejos cuñados emprendieron nueva tarea de auxilio a inundados; pero ahora, con transporte motorizado.
          
            Don Nicolás Cañas Merino volvió a tomar la ruta hacia San Carlos Lempa, prolongándola hasta caserío La Pita, cercano a obrajes salineros de su propiedad, en márgenes occidentales del padre Bajo Lempa, cuando éste desemboca en Océano Pacífico. Con su 4x4 Land Rover remolcando mediano vagón, magnánimo torcido tío, acompañado por su escudero inseparable: el casi enano Pío Mejicanos, mayordomo supremo de sus propiedades y quehaceres agropecuarios, emprendieron tan noble tarea. Hacían dos viajes diarios desde nuevo cuartel u hospital general, en mismo cantón de la vez anterior: Santa Cruz Porrillo; mas, esta vez, tal cuartel u hospital general estaba instalado en casa de don Isabel de Jesús Salinas Vasconcelos, joven cuñado del tío benefactor. ─A Salinas Vasconcelos, por su gallardía, le apodaban: El Sultán de Santa Cruz Porrillo.
          
           Al séptimo día de tan humanitaria labor y, al cruzar misma cañada del mismo pantano El Terrero, en viaje de retorno, moderno Land Rover, a eso de 07:00pm, comenzó a fallar. Enano Sancho Panza Mejicanos consiguió tres yuntas de bueyes. Así, remolcado, el vehículo doble transmisión fue llevado hasta tierra un poco firme; no obstante, el motor no pudo ser puesto en marcha. Trabajadores agropecuarios de  hacienda La Bolsa, —entonces propiedad de don Rogelio Vela Chávez, heredero de María Teresa, la mera-mera, ya difunta —, proporcionaron un caballo para que mismo Pío Mejicanos  fuese, hasta el somnoliento Pueblito, o hasta ciudad Zacatecoluca (Virola), en busca de mecánico automotor. A 09:00pm de esa fecha, chaparro Mejicanos, alias: Sancho Panza, emprendió viaje hacia el Pueblito para obtener servicios calificados de don Humberto Alférez Ayala, hijo de don Venturita,  único competente mecánico automotor en 20kms a la redonda.
          
            Mientras tanto, aquel valiente pistolero, machetero, futbolista, director de orquestas, maestro de chuchas, ladrón de naranjas, ferrocarrilero hechizo, etcétera, había quedado solitario, pues obreros agropecuarios de la hacienda, se habían retirado para descargar su fatiga cotidiana. Asientos del Land Rover los transformó en incómoda cama, disponiéndose a mitigar su cansancio acumulado, por medio de superficial sueño. Durmió inquieto por espacio de dos horas, al cabo de las cuales despertó sobresaltado; miró su fosforescente reloj de bolsillo, comprobando estar en medianoche de ese viernes 20 de septiembre en 1974, pues agujas estaban chachas… Aullido de perros en horizonte lejano y fuertes ráfagas de viento huracanado en remolinos, con cielo algo despejado, lo inquietaron;… cocoteros cimbraban;… ramazones del escaso bosque aledaño, con tiernos y débiles cogollos de  vecinas algodoneras, formaban mayores silbantes remolinos sobre techo del automotor, el cual se estremecía cual movido por grandes fuerzas telúricas; el casi despejado firmamento era rasgado por incontables relámpagos seguidos por inquietantes y ensordecedores truenos. El engaña-“biatas” con campanas hechizas, después de encomendarse a las Ánimas Benditas del Santo Purgatorio, registró alforjas y  cartera de bolsillo, en busca de reliquias traídas, desde Tierra Santa y Roma, por doña Graciela, cuando ella había ido, en peregrinación, a funerales del papa Juan XXIII; también buscaba, con indescriptible desesperación, la oración “Magnífica”, oración caligrafiada con letras de tinta china, adornada con ribetes de oro en pergamino cuero de cordero o venado, obsequiada a él por don Juan Pablo Espinosa en gratitud a la perra Titina cuando ésta descubrió aquella enorme botija, —por cierto, fue lo único obtenido, por el “profesor de la perra”, en recompensa al fino trabajo de su chucha—; asimismo, buscó y encontró las tres balas benditas sobrantes de sus dos aventuras sobrenaturales anteriores. El machete-bendito “sampedrano” —forjado a mano en fraguas indígenas del pueblo San Pedro Nonualco—, desenvainado, relampagueaba engargantado en su blanca muñeca izquierda; escapulario de la virgen del Carmen, era muy visible sobre su pecho peludo… Abrió portezuela del techo o quema coco;… se irguió temeroso sobre asientos sin abrir puertas laterales y posteriores del 4x4… Mitad superior de su cuerpo sobresalía, casi a tres metros,  sobre del fuerte doble transmisión Land Rover que, conviene decir, era modelo de ese año (1974). En esta posición, el símil, —ya para esa época — del “Yety” u “Hombre de las Nieves”, atisbaba por ocho oscuros puntos cardinales cuando, de súbito, una de tantas ráfagas arrancó, con todo y barbiquejo, el finísimo sombrero Jipijapa o Sombrero de Panamá, dejando al descubierto su enorme cabeza calva, la cual brillaba más al reflejar tantos interminables relámpagos eléctricos del firmamento limpio de amenazantes nubes.
         
           Habrían pasado 03mins desde inicio de este inesperado y aterrador fenómeno sobrenatural; entonces, en lontananza de la pradera, sobre  follaje de algodonales con un metro de altura, el hermano mayor de mi madre vio acercarse hacia él a gigantesco jinete vestido de forma muy extraña, sobre inmenso caballo prieto. Esta visión apocalíptica llegó al cenit en momentos cuando jinete, de aproximados dos y medio metros de estatura; vestido, enguantado, enmascarado, ensombrerado y encapado todo de negro, desmontó de tan enorme bestia, cuya alzada rondaba tres metros. Éste se dirigió al tembloroso Nicolás, pero valiente burlador de espectros, diciéndole con voz de bajo sonoro:
—Por ventura, ¿tú eres don Nicolás Raymundo Cañas Merino? 
        Vencedor de Ciguanaba, tiritando y castañeteando contestó:
         —Si, si, señor. ¿En qué puedo servirle?
         Ignoto personaje prosiguió:
—No tiembles, Colacho, no  tiembles; pues hasta ahora, yo fui tu desconocido amigo, —bajando y suavizando la voz, continuó, —: tampoco te asustes por mi corcel, porque ambos estamos para protegerte.

    Mientras, inmenso azabachado animal encabritado, con cascos delanteros golpeaba constante el fangoso suelo; agitaba cola, expelía humo negro azufrado por ambas fosas nasales y por oscuro hocico.  Ráfaga huracanada y electricidad atmosférica, desde primeras palabras dichas por enmascarado de negro, amainaron, hasta desaparecer por completo, quedando silencio profundo para resaltar, aún más, futuros conceptos o argumentos propuestos por el desconocido. El hombre, cuyas escleróticas eran únicos dos puntos blancos poco visibles, volvió a hablar:
         —Dime, Colachito: ¿qué tanto has hecho para tu progreso en estos tus 65 años de vida?
El perseguido por malos espíritus, ya menos tembloroso y más calmado, respondió:
         ¡Mucho, mucho, mucho, señor!... En primer lugar: tuve  hogar paterno con infancia feliz;… en mi adolescencia: gocé de salud, dinero, amor,… y, por esas tres cosas le doy gracias a Dios;… en mi juventud: conocí a mi actual única esposa, para formar mi hogar, procurando hacer de mis retoños, ciudadanos dignos por probos, con respeto al Creador y a nuestros semejantes; trabajé, trabajé, trabajé, para el sustento diario;… en mi adultez: continué trabajando y siendo más devoto de santísima Virgen María; terminé de educar a mis hijos a fin hacerles independiente en lo social, moral y económico;… ahora, en  vejez: vivo tranquilo con mi señora, sobrellevando la vida con los centavitos dados por: nuestras vaquitas, nuestros terrenitos, nuestras salineras y nuestros mesoncitos, ¿qué más puedo desear?... ¡¡Gracias a la vida que me ha dado tanto!!
          
          Gigantón de negro lo había escuchado con aparente atención. Después de cavilar por breves segundos, tal cual cavilamos los seres humanos, habló:
         — ¡¡Ah, mi Colacho, mi Colachito!!  ¡¡Cuán equivocado has estado y estás!! ¡¡Esa miserable existencia llevada por ti, no puede llamarse vida!! Desde cuando tú cumpliste 21 años y llegaste a mayoría de edad, yo he estado esperando tu llamada; he estado, noche y día, pendiente de tu invocación para hacerte el hombre más feliz al donarte parte de inmensas riquezas terrenales mías.
         —¿Cuáles serían, mi desconocido señor, esas inmensas riquezas terrenales?, si yo he aprendido, desde niño: la vida:  primer gran valor; buena salud: segunda riqueza; familia unida: tercer don; amistad sincera: cuarta dicha; trabajo honrado: quinta bendición; y, dinero obtenido por medio de todos los  trabajos honrados: sexto galardón. Por eso, desconocido señor, no comprendo cuáles serán esas inmensas riquezas terrenales ofrecidas a mí por usted.
          
          El oferente, mostrándose altanero, poco impaciente, le contestó:
         —¡¡No te hagas el pendejo, Colacho, tú bien sabes a cuánto me refiero!! Tú bien conoces valor del dólar norteamericano, de  libra esterlina inglesa, del incipiente yen japonés, del oro,  diamantes, de  mujeres bellas y fáciles, del tabaco habanero, de licores refinados y envejecidos por 15 ó más años, de automóviles: Rolls-Royce,  Maserati, Ferrari, Porche; del nuevo avión Concorde, de  yates navegando por  Mar Caribe o Costa Azul europea. En fin, de todos los exquisitos placeres en este planeta Tierra. —Prosiguió con más vehemencia —: ¿¿Tú conoces a Policarpo Lorenzo Guirola de ciudad Santa Tecla? o, a ¿Norberto Morán de Ahuachapán? o, a ¿Chepe Guerra Paz de San Vicente? o a, ¿Los Somoza de Nicaragua?... ¿Verdad que los conoces?... Pues bien: ellos han sido y son mis protegidos…  ¿Qué hicieron para merecer mi valiosa protección?... ¡¡Nada en especial!!... Sólo firmaron un documento similar a éste, el cual dentro de poco tú leerás y firmarás. Pero antes de firmarlo, yo te prometo hacerte dueño, otra vez, de hacienda “San Antonio los Garrobos”, la cual fuese embargada a ustedes por doña Segunda Henríquez viuda de Chávez, cuando tu viuda madre no pudo pagar la hipoteca y tú, por ser aún mozalbete, no pudiste rescatar… Si eso no te fuere suficiente, te daré todos los terrenos perdidos por tu primo-hermano del alma: Antonio Miranda Jiménez; y los, todavía en litigio, de  María Teresa Chávez Molina, ambos no protegidos por haberse negado a estampar su firma en documento similar a éste. Por último, te entregaré, si así te place, todas las tierras comprendidas entre márgenes orientales del Río Jiboa, incluyendo nacimiento en Lago Ilopango, y márgenes occidentales del majestuoso Río Lempa. Al norte, tendrás por límites naturales ambos picos del señorial Volcán Chinchontepec, con cerro Ciguatepeque a tu izquierda, y volcana de San Pedro Nonualco a tu derecha; límite sur, estará conformado por litoral Pacífico, incluyendo todo el estero Jaltepeque y bocana del Lempa. A futuro, dentro de 15 ó 20 años, esas playas serán paraíso turístico de tu pequeña América Central: Los Negros, Tasajera, Los Blancos, San Marcelino, Las Hojas, Zunganera y más, te harán figurar en lista de los diez hombres más ricos de este planeta. En tanto subas a cima del Chinchontepec, en modernísimo nuevo helicóptero que yo mismo te regalaré, sustituyendo a tus frustradas alas infantiles, podrás apreciar inmensidad de tus futuras propiedades, incluyendo a tu miserable Pueblito, al cual puedes hacer progresar con “vergazales” de billetes dados a ti por mí… Puedo, al mismo tiempo, hacerte dictador de El Salvador, tal cual hice a tu general Maximiliano Hernández Martínez, o al chocho Tacho Somoza, ambos mis magníficos actuales pupilos… Es más, si tú me hubieses invocado, también  venerado, cuando tus hijos, hembras y varones, estaban entrando a la adolescencia, yo, tu magnífico amigo, hubiese acrecentado tu disimulado “malinchismo” (creer sabia y bella sólo a la gente extranjera); pues tú eres de los muchos salvadoreños creyentes en superioridad racial, tal lo fue mi angelito: Adolfo Hitler; y, en especial, si la tal raza es blanca como la tuya… Entonces, tus bellísimas cinco nenas, te hubiesen dado robustos nietos con apellidos rimbombantes, así: “Von van Deren-Cañas”; “Benz-Cañas”; “Nobel-Cañas” “Krupp-Cañas”; “Rockefeller-Cañas” “Musolini-Cañas” y,… tus tres inocentes viriles varoncitos, te hubiesen honrado más al emparentar con esculturales mujeres europeas o norteamericanas de los Estados Unidos o Canadá. Entonces, esos tus nietecitos hubiesen sido: Cañas-Baresi, o Cañas-Roemmers, o Cañas-Janssen, o Cañas-De Gaulle, o etc., etc. Si hubieses creído soñar demasiado alto, pude habértelos casado con la “flor y nata” criolla, ya mezclada con apellidos más cursi conocidos. —Lucifer prosiguió, mientras, deslumbrado socorrista, con menor temor, contemplaba ademanes, pero no gestos de aquel encapuchado—: Todos esos matrimonios efectuados acá, en El Salvador, a finales del siglo XIX y a principios y mediados de este ya anciano (l974) siglo XX, ¡fueron   obra  mía!; porque  toscos criollitos y chapetones mestizos iletrados de esa época, al invocarme, deseaban mejorar decadentes descendencias genéticas… ¡Así lo hice! Sin embargo, en gesto de mi repudio por tanta ambición de poder económico, social, político, militar y religioso, los mezclé con genes más abyectos de gringos y de europeos; pero, contigo, mi querido Nicolasito, por haber sido y estar conforme con tu estado actual de relativa pobreza, yo hubiese sido espléndido al buscarte familias católicas honorables: Agnelli, o Verdi; ambas benefactoras del sacerdote Juan Bosco; ambas, junto a noble familia Mattei, magnates de automóviles Fiat y Ferrari, los primeros; del Bel canto, los segundos; y, de industria vite-vinícola, los terceros. A esas magnánimas ayudas económicas, para rescatar de ignorancia miserable a  juventudes pobres italianas de siglo XIX y del actual, el tal Don Bosco les llamaba: “Divina Providencia”, já-já-já-já. —Satanás hizo breve y pensada pausa, tal vez para observar impacto de sus palabras sobre de la conciencia, reflejada en rostro del acosado tío. Pronto prosiguió —: aun cuando tú eres blanco, hasta lograr, sin quererlo, confundir a curas misioneros españoles llegados a tu defenestrado Pueblito para evangelizar a masas proletarias, nunca podrás engañar a este tu poderoso y antiquísimo amigo, futuro benefactor, si tú así lo permitieses de corazón, porque conozco tu ascendencia más allá de ese gran tal Pablo de Cañas, padre biológico del mal llamado prócer libertador de esclavos. Asimismo, don Pablo de Cañas fue padre de tu tatarabuelo: mentado individuo Bartolomé Cañas y Villacorta… Esas ascendencias tú no las conoces, ni las conocerás; porque el “Rebelde con Causa”: don Anastasio Mártir Aquino, (apodado, con desprecio y rencor, por tus antepasados: “El Indio Aquino”), Nonualco heroico, en 1833, al incendiar archivos parroquiales católicos vicentinos, destruyó todos los registros bautismales de tus ascendientes colonizadores. En fin, de todos los fundadores (54 familias) de actual ciudad de San Vicente (1635); pero, según yo sé, tú eres escuálido criollo de la “sin cuenta” generación de colonizadores españoles primitivos, fundadores de la también llamada: Ciudad de Austria y Lorenzana. Por tanto: tus ideas ya son autóctonas en estas tierras. Hubieses necesitado sangre joven: italiana, belga, holandesa, danesa, alemana, etc., para renovar la cepa de tu linaje. ¡¡Fuiste torpe al no invocarme, y al conformarte con: Cañas-Pérez, Cañas-Roque, Cañas-Valle, Cañas-Alférez, Rodríguez-Cañas, Chávez-Cañas, etc.!! Además, tú te crees la “divina garza” por tu remotísima ascendencia ibérica; pero ignoras: todos aquellos remotos conquistadores europeos, fueron la “cremade  ergástulas reales, habiendo escogido hacerse a la mar ignota a cambio de sus cadenas perpetuas en cárceles peninsulares. (¡…!). Sí. Sí, es cierto. Tú no desciendes de esos conquistadores; pero, cien años después del descubrimiento, seguido de la conquista militar y religiosa (1524-1634), tus antepasados colonizadores y evangelizadores, já-já-já-já, fundadores de aquella ciudad a la sombra del árbol de tempisque —San Vicente— fueron campesinos iletrados y fanáticos católicos quienes, al no encontrar futuro alguno en estériles tierras de  provincia española de nombre Extremadura, fronteriza con sur oriente portugués, donde sólo el árbol de alcornoque o corcho, con mucha dificultad se enraizaba y aún enraíza para fabricar tapones en industria vinícola, aceptaron venir a explotar estas riquísimas tierras de incomparables valles: Jiboa y Acahuapa; asimismo, extensas y ubérrimas praderas de Tehuacán de las Granadas, entonces capital del Reino Nonualco precolombino; también selvas vírgenes y  sabanas donde ahora es el  también ubérrimo cantón Santa Cruz Porrillo y más; por tanto, —terminó de decir rey del averno, con profunda convicción de haber “entuturutado” al tío San Lorenzón—, sólo yo puedo darte el lustre del rey Midas, que nadie, en tu infeliz ascendencia colonizadora, pudo darte. —Por último agregó—: ¡¡Ah!! Cumpliré mi promesa no dicha, pero sentida: jamás tentaré a tu prole hasta cuarta generación, porque tu hermosa alma será suficiente motivo de entretenimiento, para mí, en  próximos cortos doscientos años; pero, si alguno o algunos de los tuyos me invocasen, gustoso acudiré para prestarles mis inigualables servicios.          
— ¿Si me negare a leer, mucho menos a firmar ese tal documento, qué me pasaría?, —preguntó, compungido, don Lorenzón.
         —Entonces, —replicó el oferente —, te pasará lo mismo ocurrido al mítico profeta Job del Antiguo Testamento… Vivirás más calvo, más obeso, hipertenso, frígido sexual, y diabético; llegarás hasta 88 años de edad, artrítico y abandonado: todos tus hijos se marcharán para el extranjero; vendrá gran guerra civil, la cual durará 20 o más años; abandonarás tu hermosa mansión del barrio El Calvario de tu Pueblito currutaco. Graciela, tu esposa, se marchará para la capital, o para el extranjero, llevada por tus hijos, porque tú te negarás a dejar abandonadas esas tales 400 pinches manzanitas de tierra compradas, con sudor de tu frente, a Miranda Jiménez, tu primo-hermano del alma; al mismo tiempo, te negarás a abandonar las 60 manzanitas mierda aledañas a la poza El Mango, en el Río Caliente, que te las vendió el Negro Rafay “Baramna” (mi mejor violador de menores o pederasta); te trasladarás a tu nueva casa en barrio El Centro, la cual, de antemano, te suspenderán la construcción por no presentar permisos municipales correspondientes; pero, después de alta multa y de cumplir tú con lo requerido por autoridades sanitarias y municipales, se te dará. En esa nueva casa te sorprenderá el mortal coma diabético y, de mí, nunca más volverás a saber.
         —Entonces, señor, dadme ese documento para leerlo y proceder a firmarlo de manera inmediata, —dijo, con mucha melancolía, el “metiche” auxiliador de catástrofes, quien prosiguió, —pero, dígame, señor: ¿cuál será el precio a pagar, por este su servidor, ante tantas descomunales ofertas?
         — ¡¡Tu alma, mi Nicolasito, tu alma, mi caro amigo!! , —respondió Satanás pronto, sin inmutarse en lo más mínimo.
        
            Afligido esposo de doña Graciela Salinas se quedó cabizbajo, pensativo, dubitativo, pálido y desconcertado; llevándose puño derecho, con el cual apretaba reliquias, hasta su mentón. Con mano izquierda, sujetaba pergamino cuero de oveja o venado, letras en tinta china, adornado con  arabescos y ribetes áureos, donde estaba plasmada la Magnífica, oración católica poderosísima. Meditabundo, el calvo pidió tal documento para efectos consecuentes. Aquel caballero del mal no titubeó para entregárselo; no obstante, después de haber recibido,  leído y meditado, todas las demoníacas cláusulas, mi acorralado pariente le dijo:
Estoy de acuerdo, señor; mas, no poseo estilográfica para firmar; présteme la suya y asunto concluido.
          
            Maligno personaje le ofreció una joya de orfebrería artesanal inimitable ni por mejores orfebres de: París, Londres, Milán o Ámsterdam; estilográfica indescriptible ni por: Jorge Amado, García Márquez, Roque Dalton, y por nadie más; empero, antes de estampar la firma comprometedora, el acorralado suplicó al maligno, así:
         —Me imagino: Usted es el señor Lucifer, Luzbel o Belial, ¿verdad?; (…). Entonces, hágame el gran favor de leerme, por primera y última vez, este testamentito escrito por mí hace varios años, donde dejo mis pobres pertenencias actuales a mi esposa y a mis hijos, porque, con inmensas riquezas donadas a mí por usted, de raíz cambiará mi vida, pues dedicaré el resto de mi vigorosa existencia para disfrutar  múltiples placeres por usted narrados.
         — ¡¡Muy bien mi querido Colachito, muy bien!! ¡¡Venga ese testamento!!—respondió Satanás con inmensa alegría y mayor impaciencia.
          
             Don Colacho extendió el rollo de pergamino cuero-venado. Demonio lo desenrolló con avidez, para leerlo en menor tiempo posible… Cuál no sería sorpresa del Cachudo al posar, en el pergamino, sus tenebrosos ojos sobre primer versículo escrito en latín, el cual decía: Magníficat ánima mea Dóminos.                                    
         —¡¡¡M a l d i t o   C o l a a a ch o o o !!!
Fue lo último alcanzado a decir por Lucifer, antes de desvanecerse con todo y corcel...
                                   ***** 
El cielo empezaba a clarear, eran 04:30hrs de aquella madrugada. Pío Mejicanos, junto con joven mecánico, Humberto Alférez Ayala, había regresado en auxilio del moderno Land Rover.  Desmontaron del viejo, pero bien conservado automóvil “Studebacker”, propiedad del mecánico. Éste, acompañado de su compleja caja de fierros, pidió llaves del todo-terreno varado, para efectuar primeras maniobras diagnósticas al respecto. El hijo de don Buenaventura introdujo tal llave en agujero correspondiente. ¡Qué sorpresa!,… el dormido nuevo motor de Cañas Merino, arrancó al primer intento, habiendo quedado funcionando como recién afinado… Joven Alférez Ayala, lanzando mirada inquisidora de reproche, a todavía pálida faz de Cañas Merino, guardó  herramientas, omitió toda palabra, subió a su clásico auto sin despedirse, ni pasar la cuenta. Enfiló sus ruedas hacia el norte. Asustado “maldito” vecino de don Venturita, aún erizado, no de la calva, tampoco pudo hablar. En  trayecto hasta Pueblito embrujado, frustrado joven mecánico, hacía reminiscencias sobre amoladas pasadas hechas por tío Nicolás a don Buenaventura, padre del mecánico y de niño Germita. Éste, ahora doctor José Germán Alférez Ayala, eminente médico pediatra del hospital Benjamín Bloom, y profesor titular en Universidad de El Salvador (la U mera-mera) . Humberto Alférez Ayala, mecánico automotor, maldecía la hora cuando Dios o el Diablo, había llevado a Cañas Merino a ese vecindario.
                                              *****
La estilográfica quedó en manos del asustado brigadista primitivo; pero él, temiendo nueva visita, en cualquier momento, hecha por el Tentador para reclamarle tal especie lujosa, decidió entregársela, en donativo, sin explicaciones, a Tamagás, obispo diocesano vicentino, quien la ocupó, en aquella actualidad, para firmar todos los documentos eclesiales formales de su diócesis, incluyendo cartas a Roma, donde acusaba, a curas creyentes en Vaticano II y en Medellín, de subversivos o comunistas, lo cual era lo mismo.           
                                          F  I  N
                                 
                             07 de marzo en 1999.-                     

7 comentarios:

  1. He querido expresar, sin conseguirlo en lo mínimo, cómo aquel viejazo párpados gruesos, alto, rosado, barba espesa y cana por su lozana cuarta edad; ponía sentimiento en mímicas, cambio de voz y ademanes, cuando nos hacía creer a aquella chiquillada, sobrina de él, que la Ciguanaba, el Cipitío, más el mismo Lucifer, se le aparecían en lugares estratégicos de aquel sin par municipio llamado Tecoluca en departamento San Vicente de El Salvador, América Central, allá por el lustro 1945-50.

    Don Raymundo Nicolás Cañas Merino, o, tío Colacho, a secas, era dramaturgo, autor y actor suigéneris... ¿De dónde él sacaba tanto argumento improvisado para entuturutarnos a nosotros y al resto de niñitos vecinos inmediatos quienes, aun con miedos naturales en edades infantiles, gozábamos al máximo y aceptábamos cuales verdades dogmáticas sus hazañas contra aguiluchos come niños; narradas estas hazañitas en el cuento llamado "Algunas Hazañas del Tío Nicolás", primera publicación en este blog hace varios días atrás.

    Al parecer, un nieto del mentado Don Nicolás, hijo de Argelita, ha heredado, además de su estampa física, sus cualidades histriónicas o de actor cinematográfico natural; y, este muchacho, al parecer se está educando para el caso en incierta academía cinematográfica de EEUU o de otro país del primer mundo. Segurísimos estamos de que este muchacho está triunfando rotundo y que muy pronto tendremos magníficas noticias de sus actuaciones en cine o teatro.
    Ramón F Chávez Cañas.

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  2. Yo he releído todos los artículos de "Historias Escondidas de Tecoluca" publicadas en este blog de Anastasio Aquisí; de manera especial los tres diferentes referentes a las "Hazañas de don Nicolás". El primero sobre pininos infantiles de ese viejazo, ---a quien Dios debe tenerlo a su diestra allá en el paraíso real o virtual---, me impactó su ocurrencia al construir cascos craneanos protectores sobre cabezas de sus hermanitas para liberarlas de ataques por aguiluchos carniceros, así como la construcción del ferrocarril que por poco lo mata al desbarrancarse de la linea ferrea hecha por él con maderamen inseguro; las campanas hechizas y el susto dado al viejito avaro naranjero me han desternillado de risas a carcajadas; asimismo, el secretario municipal mujeriego, etcétra.

    Entonces, señor Chávez Cañas, no nos diga no haber conseguido transmitir a sus numerosos lectores, con su prosa clara y jocosa, sus vivencias infantiles al escuchar a su tío Nicolás relatar preciosas fantasías casi verídicas, exceptuando las sobrenaturales del diablo y ciguanaba que, ya en adultez, son increíbles, pero magníficas, de acuerdo al Realismo Mágico de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Ernesto Sábato y más.

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  3. Lo más importante de estos relatos fabulosos o fantasiosos del don Nicolás, sin quererlo él, lo han catapultado, por lo menos durante los próximos 200años, a la memoria histórica como mínimo de Tecoluca. Diablos, Ciguanabas y Cipitillos son inexistentes en mentalidades adultas; sin embargo, en mundos infantiles sí ocupan lugares preeminentes, de los cuales se valió Cañas Merino (hombre de la realidad) para él mismo volver al divino mundo de la inocencia.

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  4. Yo casi no creo que don Nicolás Cañas Merino, por muy valiente hubiese sido él, haya tenido los testic... suficientes para haber balaceado y macheteado a doña Ciguanaba allá en pantanos de El Terrero; tampoco haberle mamado tetas en camino hacia ciudad San Vicente. Mucho menos se le puede creer haber charlado por largo tiempo con Lucifer, hasta haberlo engañado con la famosa oración "Magnífica"; oración que todo campesino de "Cristo Rey" en diósesis del obispo Tamagás, por fuerza del terrorismo religioso debería portar en sus alforjas o cebedaderas.

    Queda bien claro las gracias del señor Cañas Merino para deslumbrar a chiquitines familiares o vecinitos; pero más claro queda el deseo de éste, también apodado San Lorenzón, de crear en imaginarios infantiles tecoluquenses de que él, Cañas Merino, era el tipo de la película: superior a tarzán, batman, supermán, chapulín colorado y más, lo cual insuflaba su sano ego; pues este hombre fue magnánimo con su vecindario en particular y con la ciudadanía en general cuando, varias veces y de su propio peculio con tiempos largos, se entregaba en alma corazón y vida al auxilio de dagnificados por catástrofes naturales.

    Su sano egocentrismo también queda claro cuando, en el capítulo anterior a éste llamado "Otras Hazañas del Tío Nicolás", da prestada su cancha de fútbol a cambio de ser él, capitán del Tehuacán FC, centro delantero a la vez y padrino del equipo en la fiesta bailable descrita.

    Asimismo, en primer relato publicado en este blog, titulado "Algunas Hazañas del Tío Nicolás", se palpa su prepotencia, no maligna, cuando, interpretando el EJO, EJO, de su chucha, le llama p-e-n-d-e-j-o al Honorable Poeta tecoluquense llamado Don Juan Pablo Espinoza Aguilar. Así, por el estilo, este niño Nicolasito de 14 ó menos años en el primer cuento realista-mágico, hace alarde de volar con simples alas fabricadas en cueros curtidos de venados, hasta quedar colgado de un árbol copinolero.
    Chichipate Cañaverales.-

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  5. Soy puro tecoluquense con 40 ó más años de haber migrado de aquel fantástico terruño para San Salvador y con 25 años de haberme venido a EEUU. Al presente no miro a Tecoluca desde cuando estuve allí con motivos del cambio de milenio (2000-2001). Dos días antes de aquel terremotón en 13 enero de 2001, yo había regresado a Los Ángeles, USA. Desde entonces no he vuelto a mi Tecoluca o cantón San Ramón Grifal.

    Por medio de unos amigos tecoluquenses y de otros salvadoreños del Oriente, hace varios meses me enteré de la existencia de este blog llamado Anastasio Aquisí; desde entonces soy asiduo visitante, porque todo lo escrito local de Tecoluca, nacional de El Salvador y mundial, me parecen de sumo interés para desarrollar mi escasa cultura general no desarrollada en mi patria, no obstante que yo cursé hasta bachillerme en el instituto de Zacatecoluca: bachillerato obsoleto donde sólo se enseñaba a venerar a los falsos próceres, en especial a un Delgado y a un Cañas Villacorta que aquí en EEUU, nu huelen ni jieden.

    No conocí en persona a Don Raymundo Nicolás Cañas Merino; pero sí al santo patrono de Tecoluca: San Lorenzo Abad y Mártir; del cual tengo dos imborrables recuerdos: el Sanlorencito pedigueño paseado por las calles urbanas y rurales de aquella parroquia en brazos de los sacristanes; y el SAN LORENZÓN quien, según lo describe don Ramón Chávez Cañas, era el retrato en bulto de Don Raymundo Nicolás Cañas Merino.

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  6. La mansión residencial pueblerina de don Nicolás Cañas Merino era, en verdad, mansión pueblerina; pero no lujosa como las resiencias capitalinas al sudponiente de San Salvador, propiedades de criollos ladrones y aún esclavizadores de guanacos torpes al seguir dándoles el voto electoral por un tamal, cachucha, camiseta o promesa más nunca cumplida.

    En aquella mansión pueblerina entejada y cuyos cielos falsos eran puro acapetate de tulle, no habían mosaicos marmoreos suntuosos; pero sí habia calidez humana de don Nico, doña Graciela e hijos, hasta el grado de no haber discriminación contra criadas, corraleros, peones agropecuarios y vecindarios... Todos, todos: hombres, mujeres y niños, correspondían al trato familiar expresado por don Nico, señora e hijos, con más respeto cariñoso para tan noble varón tecoluquense.

    Yo, José Chirinos, observaba atento aquella colmena laboriosa en el panal semejando mansión humana; pues, cuando me dirigía a la escuelita pública Rafaela Suárez, durante cuatro veces diarias pasaba frente a la casa de don Nico, por eso puedo hablar así.

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  7. Don Nicolás Cañas Merino, además de ser apodado: San Lorenzón, Hombre de las Nieves o Yeti, y múltiples diminutivos de su propio nombre Nicolás como: don Nico, don Colacho, Nicolasito y más, tenía otro apodo algo feo: "El Güegüecha", puesto a él por la mujer más riquita en dinero de aquel no codicioso pueblito: doña Juana Francisca del Carmen, quizás porque don Nico le estaba pateando los talones en cuanto al primer puesto que entre él y Don José Ovidio Chávez Muñoz, en vaca, se estaban comiendo a doña Carmen.

    Don Nicolás, con sus ingenios caústicos más finos humores, al enterarse de que doña Juana Francisca del Carmen Chávez Henríquez viuda de Orantes Vela le había encaramado tan despectivo apodo, sin bombos ni platillos bautizó a una de sus vacas lecheras con el apelativo de "Carmen Chávez", seguido del siguiente apodo: "La de Cabos bajos"... Ambos jocosos enemigos, junto con Don José Ovidio Chávez Muñoz, deben estar gozando de amistad perpetua a la diestra del dios cristiano y/o judío.

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